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Cuando es contagiosa la epidemia que ame

Otros, que suelen ser muchos jóvenes, al- I Cada sala solo deberia contener á lo sumo dogunos robustos, y no pocos ignorantes, caen en ce camas, como lo desea Mr. Trousseau para un estremo diametralmente opuesto. Por toda los hospitales en general. En una visita del erudicion higiénica saben decir: sanis omnia hospital de la Caridad de París, en un mismo sana, y asentar magistralmente que: qui me- dia se vieron atacados los enfermos de accidicè vivit miserrimè vivit. En su consecuen-dentes coléricos; pero bastó para que cesáran cia, no solo desdeñan los amuletos y se burlan reducir á la mitad el número de enfermos de de los humores pecantes, sino que se emancipan | dicha visita. orgullosamente de la higiene y cometen mil escesos. Esta preocupacion es no menos funes-naza, los hospitales, que son focos de incesanta que la primera. Todo es saludable para los te elaboracion del gérmen infectante, deben que están buenos; al enfermo que es de vida estár alejados de los centros de poblacion. Sin (como dice nuestro refran) el agua le es medi- | embargo, no se eche en olvido que la teracina; mas precisamente para que al sano siga péutica es tanto mas eticaz si interviene en el siéndole siempre todo saludable, es necesario origen de la enfermedad, siendo por consique no abuse de su salud y se conforme con guiente preciso conciliar dos necesidades inlos preceptos de la higiene. Estos nada tienen versas. de violentos ni de tiránicos; al contrario, to- Si la epidemia no es contagiosa, se multidos se encaminan á mantener el hombre ale-plican los hospitales, y las ambulancias en el gre y placentero, facilitándole el desempeño de todas sus funciones, y el que viva higiénicamente no vivirá por cierto miserablemente. Véase la disertacion que publicó Mr. Alberti (Halle, 1743), con el titulo: De eo quod medicè vivere sit optimè vivere.

Entre esos dos estremos abrazaremos el camino medio: per medium tutissimus ibis. El hombre sano, ni se atormentará con precauciones inútiles ó ridiculas, ni tampoco dejará de tomar las necesarias y convenientes.

centro de la ciudad. «En las ciudades donde el
cálculo ha sido mas favorable al número de las
curaciones (de coléricos), dicen los señores
Gaimard y Gerardin, se debe atribuir este feliz
resultado á la buena organizacion de los hos-
pitales temporales, establecidos antes de la
aparicion de la epidemia, á su situacion en
el centro de las poblaciones mas espuestas á
los golpes del cólera, y por consiguiente à la
prontitud de los auxilios que se prestan desde
el principio de la enfermedad.»

Respire un aire puro; mantenga limpias La administracion de los hospitales de Patodas las partes del cuerpo; sea sobrio en la rís habia formado establecimientos especiales, comida y la bebida; haga el correspondiente antes de la epidemia de 1832, pero el gran núejercicio; huya de las pasiones, y cuente con mero de atacados que lo fueron repentinamenque asi, sin necesidad de mas remedios ni pre-te, abrieron á los coléricos las puertas de todos servativos, vivirá sano y largos años:

los hospitales indistintamente. Pronto no fué
tampoco posible en todas partes la secuestra-

Hæc benè si verves, tu longo tempore vives. cion de las salas de coléricos: las admisiones

Preservativos de las epidemias. Antes de considerar las precauciones que se deben tomar cuando reina una epidemia en un pais, deberiamos hablar de los medios preventivos para impedir su entrada en el mismo; pero eso lo hemos hecho ya en los articulos CUARENTENAS Y LAZARETOS, á los cuales remitimos á nuestros lectores.

aumentaban en tales proporciones que fué pre-
ciso mezclar los coléricos con los demas en-
fermos, sin que estos se influenciaran en lo
mas minimo. En 1849, el Hotel-Dieu y la Pi-
tié dieron la menor proporcion de casos inte-
riores, y aquellos dos hospitales fueron preci-
samente los únicos que admitieron enfermos
del esterior en todas sus visitas; al paso que
Beanjou, la Caridad, San Luis y Necker, pudie-
ron reservar cada uno de ellos varias salas.
(Adicion á las pruebas contra el contagio.}

Deben prepararse para recibir á los enfermos vastos hospitales en sitios elevados, secos, En la formacion de las ambulancias y de los bien ventilados. Las camas deben estar separa-hospitales conviene sobre todo una imperiosa das á lo menos por un intérvalo de dos metros. Se pondrá una sola fila de camas en las salas que tengan 8 metros de anchura, y dos en las que midan mas de 12. Si no es dable llenar esta condicion, será preferible levantar tiendas y barracas. El acumulamiento, causa esencial de un gran número de epidemias, aumenta, en espantosas proporciones, la mortalidad de las que no ha determinado.

condicion que es la aireacion. A fines del ve-
rano de 1807, un cirujano militar se vió obli-
gado á establecer una ambulancia entre mu-
chos molinos de viento, muy próximos entre
sí, no lejos de Gnésen, en Polonia: casi todos
los enfermos que en él se albergaban habian
contraido el tifo en la ciudad, ó en las ciuda-
des inmediatas. La ventilacion activa de los
molinos concurrió á salvar mas de las cuatro
quintas partes; al paso que los demas enfer-
mos, reunidos en una casa del interior de la
ciudad sucumbieron en la proporcion de 2 por

Los hospitales deberán estár situados lejos de las fábricas, de los fosos, de las murallas y de los pantanos. Vale mas multiplicarlos que no reunir á la vez de 1,000 á 1,200 enfermos.cada 5 (Lassis.)

1

Se dispondrán fuera de la ciudad, en una colina, asilos temporales donde los convalecientes acaben de restablecerse en un sitio pintoresco y saludable.

Un suficiente numero de médicos ha de haber en estos establecimientos à fin de que puedan prestar con prontitud sus servicios á los

enfermos

El régimen de las casas de arresto, de los colegios, de los cuarteles y de las manufacturerias, se dirigirá cual nunca segun las mas estrictas reglas de la higiene.

Se vigilará la rigurosa ejecucion de las ordenanzas relativas à la salubridad.

la abandonaba curaba en la carreta ó en donde se le colocáse (Lassis.)

Si el tifus se estiende á toda una ciudad deben salirse los que puedan, pues asi dejarán mas aire á los demas. Rechácese hasta la idea de las secuestraciones de ciudades, de barrios y de casas; déjense para la historia de los tiempos de barbarie ó de inesperiencia esos deplorables errores; porque si se imitasen tales inspiraciones del miedo, pronto, la causa, multiplicada por el efecto, reproduciria las espantosas mortandades de las epidemias de Lion y de Montpeller.

La primera indicacion es esa dispersion de las poblaciones.

Se procurará facilitar las subsistencias multiplicando los socorros á los necesitados. Va- Apenas nos atrevemos á mencionar esta abmos á citar un hecho importante observado surda práctica aconsejada por autores antiguos, por los señores Gaimard y Gérardin. «En Bres- de cubrir los caminos reales y las colles púlau, en Silesia, los progresos del cólera, dicen blicas de ca láveres de animales. Las mas priellos, fueron atajados por un acto de benefi-vilegiadas inteligencias pueden estraviarse; cencia de los habitantes ricos, quienes, no solo dieron vestidos á los menesterosos, leña para calentarse, alimentos de buena calidad, sino que tambien sanearon sus habitaciones, cerraron las que eran malsanas, y dividieron las numerosas familias que vivian amontonadas en cuartos estrechos.»

Al tomar las disposiciones se procurará hacerlo sin sembrar la inquietud y el terror en los pueblos.

Cuando se aproxime una epidemia, el médico debe, si no lo ha hecho ya, prepararse meditando, à fin de presentarse, el dia de la lucha, con el mas completo conocimiento de las causas, de los efectos, de la profilaxia y de la terapéutica del mal que se habrá de combatir. El estudio requiere calma, la cual no se alcanza en el desórden y las agitaciones de una gran epidemia.

Al declararse una epidemia, la autoridad, personificacion de las voluntades individuales, tiene que cumplir dos deberes, á saber:

1. Destruir los gérmenes del mal, si es posible.

2." Volver á los individuos, cuanto sea dable, refractarios á su accion.

pues Fourcroy la aprueba en su traduccion del Tratado de las enfermedades de los artesanos por Ramazzini. ¡Ridiculo antagonismo por cierto el de las emanaciones de la putrefaccion cadavérica y de los miasmas pestilenciales!

Encendiéronse grandes hogueras en la famosa peste de Atenas. En 1627, en la peste de Lion, los magistrados ordenaron quemar maderas odoriferas delante de las casas. En 1720, en Marsella, un médico propuso encender hogueras durante toda la noche, tres dias seguidos, desde las cinco de la tarde, y quemar azufre en las casas. Corria julio; el humo oscureció el aire, y no por eso dejó de avivarse el contagio. ¡Cuál puede ser la accion de algunos focos sobre la masa atmosférica de una region ó si se quiere de una ciudad! Pero en las habitaciones públicas y privadas, la ventilacion es el medio mas eficaz de saneamiento; y la combustion bien dirigida es uno de los mas seguros elementos de una buena ventilacion.

Ilalle, en 1785, y no Guyton de Morveau, fué el primero que indicó el poder desinfec tante del cloro.

Segun Guyton de Morveau la acumulacion no era temible, gracias al cloro, ¡error que debe causar mil funestas consecuencias!

Un tifo se declara en una sala de enfermos, en un hospital, lo que debe hacerse es evacuar esta sala, este hospital, dirigiendo los enfermos á establecimientos saludables; pero El cloro cambia la composicion de los cuerque encuentren en su nueva estancia un gran-pos orgánicos, pero seria preciso que su desde espacio y un aire puro, porque el aire es el gran remedio. Reemplazábalos todos, á pesar de la desnudez de las ambulancias del ejército francés, cuando regresaba á Francia, rechazado por las buestes del Norte. El doctor Chamberet, encargado, durante un verano, de un hospilitar militar de evacuacion, colocaba los enfermos atacados de tifo en piezas sin puertas, ventanas y sobre la paja fresca. Llegados la víspera muy enfermos, subian al carruage el dia siguiente sin delirio y casi sin calentura. Entraba un berido en una sala cuajada, y al instante le atacaba el tifus; pero en cuanto 2003 BIBLIOTECA FOPULAR.

prendimiento fuese contínuo para que pudiese destruir la emanacion pútrida que se forma incesantemente en un foco pestilencial. Deben cerrarse las salidas de la pieza que se quiere desinfectar, pues hemos visto ya cuan necesaria es la renovación del aire en las salas que contienen enfermos del tifus. Los vapores clorurados irritan la mucosa respiratoria, inconveniente que ha hecho abandonarlos cuantas veces se han ensayado. En las salas del Hôtel-Dieu, en 1814, fué preciso renunciar á ellos. Odier (de Ginebra) vió una epidemia de tifus, en las cárceles de aquella ciudad, que T. XXX. 38

tisfacen mas fácilmente las necesidades de la alimentacion pública.

La policía de los alimentos y de las bebidas debe ser mas rígida que nunca.

El miedo y la desesperacion, dice Sauvage hablando de la peste, son los mas funestos sintomas de esta enfermedad, ¡Manténganse firmes y animosos todos los hombres ilustrados à fin de sostener á los débiles!

persistió á pesar del uso de repetidas fumigaciones guytonianas, «mientras duraron el hacinamiento y la falta de limpieza, cesando luego que pudieron proporcionarse estos beneficios à los presos.» (Lassis.) «Al principiar la epidemia de fiebre amarilla, que devastó á Gibraltar en 1828, dice Mr. Trousseau, se echó cloruro de cal en todas las alcantarillas, en los riachuelos, se le colocó en los cuarteles, y se distribuyó gratuitamente al vecindario. El temor hizo que cada cual observase religiosamente este reglamento de policía sanitaria; y sin embargo, pasados tres meses, apenas se encontraban quinientas personas que no hu- En la epidemia de peste de Imaïlosv (Rusia), biesen pagado su tributo á la epidemia. Cuan- en 1771, sucumbieron todos los enfermeros do el cólera invadió París y Francia, sabida es del hospital de aquella ciudad, á escepcion de cuán inútil fué la prodigalidad de cloruros los bohemios que se bañaban cada dia en el desinfectantes. Confesemos, pues, que en rio. La preservacion podemos atribuirla en escuanto á epidemias, el cloro y los cloruros te caso tanto á la accion del frio como á la de son medios probablemente inútiles» (Trous-la limpieza que daba por resultado dicha cosseau, Materia médica y terapéutica.) tumbre.

He aqui la fórmula y la preparacion de las fumigaciones guytonianas del Códice:

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Deseariamos hubiese espectáculos gratuitos para las masas. Interésense los espiritus, sepáreseles de la fatal preocupacion que sin cesar les pinta la imágen de la muerte.

Ramazzini atribuye al uso de los baños la menor frecuencia de las enfermedades en los artesanos de la antigua Roma.

No se deben quitar precipitadamente los cadáveres en las grandes epidemias, porque entonces se reunen todas las condiciones para la mayor posibilidad de las inhumaciones de vivos; pero tampoco deben convertirse los difuntos en un nuevo foco de infeccion.

Se pondrá cloruro de cal en los ataudes, enterrándolos á mayor profundidad; y al llevarse los cadáveres se procurará no difundir terror.

Al principiar algunas graves epidemias, el genio ha comprendido á veces la relacion de la causa eficiente y del efecto, conteniendo el mal en su origen.

Si se agita esta mezcla conviene emplear una varita de porcelana ó de vidrio; y la pieza en que se haga la fumigacion debe estar perfectamente cerrada durante media hora por lo menos (Trousseau.) Suele preferirse el uso de los cloruros, como el de cal sólido, ó líquido; y Empedocles hizo cesar una peste que, cael de sosa (líquido de Labecrraque.) Este últi- da año desolada la ciudad de Agrigento, cermo se emplea sobre todo para lavar los vesti-rando una garganta entre dos montañas, por dos y los muebles sospechosos. la que venia el aire pestilencial. Varron puso Repitámoslo ctra vez, con muchísimo aire término á la epidemia que se ensañaba contra puro se habrá cumplido una de las primeras la flota romana cerrando algunas aberturas de condiciones profilácticas. Dense á todo el mun-los buques y abriendo otras salidas al aire. Y, do los medios de conservar y de fortalecer su en nuestros tiempos, Pringle ha reproducido salud. Prevénganse las grandes reuniones en estos grandes actos de la antigua sabiduria. las manufacturas, en los hospitales, en los La revacunacion de todos los habitantes al cuarteles, en los colegios, en las cárceles, etc. | principio de una epidemia de viruelas, es el Que los jornaleros y los mendigos no se amon-medio infalible de contenerla desde luego. ¡Si tonen en infectos sótanos; ni se dejen las ba- tuviéramos para todas las epidemias un presuras y las inmundicias (defecto de que ado-servativo tan eficaz! El vinagre llamado de los lece en gran escala Madrid) en las habita- Cuatro ladrones adquirió gran celebridad en ciones ó en las calles. Las leyes de policia en España son insuficientes y no se cumplen; las de Francia poco dejan que desear, faltando solo que se ejecuten rigorosamente.

Los mataderos y los mercados se deben vigilar muy minuciosamente; y si el surtido público no hubiese de padecer, adoptariamos la idea de la comision de la Academia de París para el cólera de 1832, que proponia trasladar los mercados al otro lado de las barreras. Mas vale multiplicarlos. Son menos insalubles y sa

la peste de Marsella de 1720. Silvio se encontró en tres pestes sin que ninguna le atacara, porque, dice él, que se lavaba la boca muchas veces al dia con buen vinagre, respirándole continuamente en una esponja cuando visitaba los enfermos. Mr. Brière de Boismont aconseja á las personas que deban tratar con coléricos que lleven siempre un frasco lleno de partes iguales de cloruro de cal y de vinagre con un grano de alcanfor. Estas precauciones no pueden dañar.

Tenemos el derecho, diremos mas, tene- La moralidad, el órden en las ocupaciones, mos tambien el deber de tomar todas las pre-la abstinencia de escesivos trabajos, de procanciones compatibles con la observancia y el longa las vigilias, y la moderacion en los platratamiento de las enfermedades.» (Requin.) El ceres, son otras tantas condiciones favorables médico debe servirse de todos los preservati-para librarse de las epidemias. vos que pueden librarle de la influencia epidé- Las precauciones higiénicas, públicas y primica; pero guardese muy bien de usar ninguno vadas, que acabamos de indicar, deben contide estos medios delante de los enfermos. Vie-nuarse durante algun tiempo despues de pasane á ser como el general de un ejército encar-do el azote. Las personas que se hayan alejado gado de la conservacion de todos; si sucumbe, no deben regresar bruscamente al foco que al la poblacion queda sin defensa contra la plaga; parecer abandonó ya la epidemia; pues es muy pero si tiembla, si la serenidad de su rostro, posible que reaparezca por encontrar nuevo alireflejando la tranquilidad y la intrepidez de mento en los no aclimata los. Quédense duransu alma no anima á los débiles y á los igno-te algun tiempo en los alrededores, á fin de rantes, entonces se difunde el terror. El médi-que se aclimaten insensiblemente antes de co reune en su favor el influjo incontestable-franquear las tapias ó las murallas. mente favorable del hábito Evite respirar el Estas consideraciones, sobre la profilaxia, aliento de los enfermos; absténgase de todo son sin duda incompletas; pero se llenarán fácontacto inútil y prolongado, lávese con fre-cilmente las lagunas refiriéndose à las causas. cuencia la boca, la cara, las manos y el inte- La profilaxia estriba en la etiologia.

rior de las narices, y múdese el trage en cuan- PRESIDIO. (Administracion.) Llámase asi to haya visitado á los enfermos.» (Requin, Hi-al lugar destinado para la residencia y castigo giene del estudiante en medicina y del mé-de los sentenciados á trabajos públicos Débedico.) se su fundacion en España á Cárlos III, porque, Al principio de las grandes epidemias, so- aunque es cierto que antes de su reinado los bre todo en nuestros dias, se ha visto que se habia en nuestras posesiones de Africa, tenienesparcen un gran número de folletos, enseñan-do en cuenta que muchos por evadirse de la do à todo el mundo los medios de curarse; pero pena se pasaban al campo enemigo y renegase reducen á descripciones incompletas y uni-ban de la fé cristiana, dispuso aquel monarca formes de una enfermedad de formas multiplicadas. Estas publicaciones son peligrosas; y el médico ha de disuadir á la administracion de que tome la iniciativa en los consejos que se dan al pueblo «relativos à la descripcion mas ó menos completa de una enfermedad, y la indicacion de los remedios que reclama.... El bien que de ellos se esperaba jamás ha compensado el mal fisico y moral que han causado.» (Gaimard y Gérardin.)

No sucede otro tanto con los preceptos higiénicos.

que los reos de gravedad y los sentenciados por largo tiempo, sufriesen su condena en los arsenales de Cádiz, el Ferrol y Cartagena. Despues se fueron estableciendo en varias ciudades de la Península, aunque sin plan fijo, sin régimen comun, rigiéndose cada cual por sus reglamentos particulares, hasta que se publicó la ordenanza general del ramo, que es la base de la legislacion administrativa vigente en materia de presidios.

Para esponer con brevedad todo lo mas interesante acerca de este asunto, nos ocupaSe debe recomendar á cada cual los alimen-remos sucesivamente de los particulares sitos que mejor digiera. Una excitacion modera-guientes:

2.

3.

mismos.

Trabajos de los presidiarios.

Instruccion moral y religiosa de los

Enfermería.

da es sin disputa siempre útil; pero cuidado 1. Número y distribucion de los presidios con que, recomendando el uso de los alcohó-del reino. licos, no se dé aliento á las personas dispuestas á abusar de ellos. Los licores fuertes son generalmente dañosos; y asi deben preferirse al aguardiente y al ponche, una infusion fria de casia, de lúpulo ó de verbena. Se deben escluir en general las carnes ahumadas, acecinadas, escabechadas, etc.; los peces de fibra tensa; las legumbres secas, tales como guisantes, habichuelas, etc.

Se cuidará de que los vestidos estén siempre secos y limpios.

4,

5.

Cumplimiento de condenas, y premios

y rebajas á los penados.

6. Licenciamiento de los mismos. Indicaremos con brevedad lo que nos parece de mas interés sobre cada uno de estos puntos.

Número y distribucion de los presidios del Las personas que gozan de cabal salud y reino. Existen hoy en todo el reino trece viven regularmenle, no deben modificar su ré-presidios, establecidos en Barcelona, Burgos, gimen; y muy al contrario, en el momento en Badajoz, Coruña, Cartagena, Ceuta, Granada, que aparece una epidemia es aquel en que Madrid, Sevilla, Toledo, Valencia, Valladolid y deben respetarse las costumbres antiguas. Las Zaragoza; todos los cuales son de una misma personas que hagan uso del tabaco, los aman-clase, escepto el de Toledo, que se considera tes del té y del café, se guardarán muy bien solo auxiliar del de Madrid, establecido como de cambiar bruscamente sus hábitos. modelo para todos los demas del reino y bajo

El personal y material de todos ellos y la

la inmediata inspeccion de la direccion del; ramo. Hay ademas un destacamento en las manutencion y vestuario de los sentenciados Islas Baleares y otros en las Canarias; y el corre á cargo del Estado, esceptuándose los presidio de Ceuta provce los destacamentos que gastos de construccion de un presidio corse forman segun lo exijan las obras de forti- reccional en cada capital de provincia, que se ficacion en Melilla, Alhucema y Peñon de la realizará segun las circunstancias lo permitan, Gomera, y conserva el carácter que determina empezando por aquellos en que residen las aula ordenanza respecto de las condenas. En to- diencias, cuyos gastos se costearán con fondos dos estos establecimientos se encuentra con provinciales. la debida separacion, un departamento que ha- | ce las veces de depósito correccional, para los sentenciados à dos ó menos años de presidio en la forma que lo eran antes á dichos depósitos.

Los penados que se contienen en los establecimientos presidiales son de tres clases, divididos en brigadas distintas y separadas, si el local lo permite, numeradas por su órden y clasificacion; y ademas una seccion de jóvenes, que, sea cual fuere su número, permanecen constantemente en parage que evite todo roce con las otras, y no se junta con la de mayor edad sino en las horas indispensables de labor en los talleres, siempre vigilada por los maestros. A esta seccion se destinan los menores de diez y ocho años, y en ella permanecen hasta los veinte, cumplidos los cuales pasan á su respectiva brigada y están bajo la direccion de un cabo ó capataz, de conducta ejemy moralidad, à fin de que infundan á estos seres desgraciados ideas que les conduz. can á su futuro bien. Tienen ingreso en esta seccion los jóvenes penados de todas clases, inclusos los destinados á Africa, y no se les aplicará hierro sino en el caso de resistencia y obstinacion en no querer aprender u otra causa que à juicio del comandante merezca este rigor.

Dividense los destacamentos de los presidios en tres clases: á la primera pertenecen los confinados por dos ó menos años de condena, que se destinan á trabajos de policía urbana ó de ornato dentro del rádio de la poblacion; á la segunda los peninsulares, y se le ocupa en obras de carretera ú otras análogas fuera del rádio de la misma poblacion: y á la tercera los penados en mas de ocho años de condena que deben trabajar precisamente en obras de fortificacion y dentro de plazas cerra-plar das. Cada destacamento consta del número de penados necesarios para las obras á que se les destina, al mando de un capataz, sino escede de cien plazas ó de la plana mayor que designa la direccion nombrada por el respectivo comandante.

La distribucion de distritos de los presidios corresponde á la de las audiencias en que están situados, á escepcion de los de Zaragoza. la Coruña y Ceuta, de los cuales el primero comprende ademas el territorio de la audiencia de Pamplona, el segundo el de la de Oviedo y el tercero á Melilla, Peñon, Alhucemas y demas puntos que se crea conveniente de cada uno de los presidios. Los sentenciados deben ingresar en el respectivo á la audiencia del territorio; los de Pamplona en el de Zaragoza ó Burgos, segun la mayor proximidad al punto de partida del sentenciado, y los de Oviedo en el de la Coruña ó de Valladolid segun lo exijan las mismas circunstancias. Al presidio de Centa se destinan indistintamente los sentenciados de todas las audiencias del reino.

Hay en cada presidio una plana mayor, que se compone de un comandante de la clase de los gefes del ejército ó armada, un mayor de la de capitanes, un ayudante de la de subalternos, un furriel de la de sargentos primeros retirados, un capellan, un facultativo, un capatáz escribiente y el número fijo de capataces de brigada que se les señalen. Esceptuándose los presidios de Ceuta, los destacamentos de Palma y Canarias, los presidios de las carreteras de Motril y las Cabrillas y del canal de Castilla, en cuyas planas mayores hay alguna diferencia por el carácter y circunstancias de estos establecimientos (1).

(1) Para el destino de cada presidio y sus aplica

Todo lo relativo á las diligencias que deben practicarse al ingresar en el presidio los confinados, clase de hierros que ha de aplicárseles y los alivios á que por su conducta se hagan acredores, se contiene en el reglamento para el órden y régimen interior de los prisidios del reino, segun el cual deben aplicarse á todos los penados sin distincion, escepto los eclesiásticos, que por sus condenas conservan el uso de su ministerio, y el de su trage y son destinados à la enfermeria para que continúen sus ejercicios de piedad y de religion.

Trabajos de los presidiarios. Los presidiarios se dedican á trabajos, ya dentro de los cuarteles, ya en los objetos de policia urbana ú en los caminos, arsenales, canales y empresas á que el gobierno los destina; y no habiendo trabajos de estas clases á los talleres establecidos en los presidios, y los de los de Africa se aplican á los trabajos y ocupaciones que exigen la necesidad y conveniencia de aquellas plazas.

La fabricacion debe limitarse en los talleres de los presidios à los objetos del consumo del establecimiento ú otros de uso general y despacho seguro, siendo el objeto principal y

ciones á la administracion de justicia debe tenerse ademas presente el Código penal (arts. 404, 406 y 110), la ley de prisiones de 26 de julio de 1849 y las reale órdenes de 20 de marzo de 1830 y de 1852.

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