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Las historias particulares de nuestras villas y ciudades, iglesias y monasterios, son un género de literatura tan rico, que ninguna nacion en él nos aventajara, si su bondad correspondiese al número. Desde los tiempos antiguos se desenvuelven de la misma manera que nuestras historias generales: adoptando la forma de anales breves ó cronicones. Desde el siglo XII empiezan á tomar la de crónicas, sin abandonar el género fácil y sencillo de los anales. En la narracion de los sucesos nótase ya en el segundo período gracia y aun belleza, se mezclan la verdad y la fábula con las tradiciones populares, y si aquellos son contemporáneos, los historiadores suelen ser minuciosos y verdaderos, si bien alguna vez no les deja penetrar la verdad de los hechos la fe, el entusiasmo, la indignacion ó el espíritu de bandería, de que se hallan poseidos. Despues del renacimiento de las letras empiezan los escritores á investigar la antigüedad, los nuevos estudios hacen que renazca la crítica, y los buenos modelos el gusto literario; entonces los trabajos históricos reciben la forma clásica y merecen justamente el nombre de historias.

Este próspero estado tenian cuando, aun no muy entrado el siglo xvii, un triste y vergonzoso suceso, la aparicion de los falsos cronicones, vino á encaminar los estudios históricos por rumbos desconocidos, que de semejante género de literatura hicieron el mas rico, pero tambien el mas despreciable de todos.

¿Cómo pudieron prevalecer, preguntarán algunos, las fábulas de estos fingidos anales? ¿Habia desaparecido de España la crítica y hasta el buen sentido? No; pero sus forjadores impusieron silencio á muchos de los sábios que aun existian, excitando el celo religioso de la multitud y halagando al clero y á los pueblos. ¿Quién iba á combatir lo que á tantos lisonjeaba? Por el contrario, algunos que podian defender con honra los fueros de la verdad, y salvar á la nacion del ludibrio de que fué objeto por su necia credulidad eran cabalmente los mismos que los fingian y los mismos que salian á su defensa. El docto huma

nista y anticuario Roman de la Higuera forja el famoso Cronicon de Dextro, y el no menos docto Rodrigo Caro, historiador, anticuario y poeta, comenta sus fábulas y (con buena fe, sin duda) las mantiene en público palenque. Lo mismo hicieron otros, aunque no todos con igual sinceridad.

Algun español, y sea dicho en honra suya, se atrevió, aunque indirectamente, á impugnarlos. Don Martin de Anaya Maldonado escribió un curioso libro contra la obra del P. Quintanadueñas, Santos de Sevilla, que no tenia generalmente otro fundamento que los mencionados cronicones. El ejemplo de aquel ilustre crítico no encontró imitadores, porque la publicacion debió producirle graves disgustos. Veinte y nueve años despues otro ilustre español, D. Gaspar Ibañez de Segovia y Peralta, marqués de Agrópoli y luego de Mondéjar, simulando el ataque, para distraer al vulgo, los impugnó, oponiendo santos á santos, esto es, defendiendo el patronato de S. Frutos en Segovia contra S. Hieroteo, introducido por el supuesto Dextro. Este fuerte ataque hubiera bastado por sí solo á destruir tantas patrañas, si no hubiesen estado ya tan arraigadas. Esta misma obra, refundida por su autor y adicionada con otras disertaciones escritas contra los falsos cronicones dados á la prensa, despues del atribuido á Dextro, no pudo publicarla, á pesar de su distinguida clase y del favor de que gozaba en la corte. No dejaban de protestar continuamente otros contra las fábulas que habian corrompido nuestra historia, segun se deduce de algunas obras, cuyos autores defienden muchas veces aquellos fingidos anales contra los incrédulos, que hablaban y no escribian. Los que se atrevieron no lograron ver publicadas sus obras, como sucedió con las Disertaciones (1) del citado marqués de Mondéjar, con el Singalion de los falsos cronicones, que se atribuye á D. Pedro Fernandez de Pulgar, con la Censura de historias fabulosas, con el Anti-Dextro y Anti-Juliano de D. Nicolás Antonio, y con otros trabajos del mismo género.

Esta persecucion contra los críticos duró hasta mediado el siglo xvi. Don Gregorio Mayans y Siscar publicó en 1742 la mencionada Censura de historias fabulosas, y por este rasgo de patriotismo le ridiculizaron en sátiras y delataron á la Inquisicion. La delacion no tuvo fatales consecuencias, gracias á la ilustracion del inquisidor general, D. Manuel de Orozco Manrique de Lara, arzobispo de Santiago. Viendo los defensores de los falsos cronicones que se les escapaba su víctima, se dirigieron al gobernador del Consejo, D. Gaspar de Molina, obispo de Málaga. Este prelado se prestó á ser instrumento, dando órden á un alcalde del crímen de Valencia para que pasase á la villa de Oliva, residencia del citado Mayans, con la comision de apoderarse de todos sus manuscritos, y particularmente de los del marqués de Mondejar y D. Nicolás Antonio, de las existencias de la obra de este último, que acababa de ver la luz pública, y de informarse de las personas que tenian en su poder los ejemplares repartidos. Por fortuna ni las Disertaciones eclesiásticas ni el Anti-Dextro y Anti-Juliano pudieron ser

(1) Esta obra se titula Dissertaciones eclesiásticas por el honor de los antiguos titulares contra las ficciones modernas, por D. Gaspar Ibañez de Segovia y Peralta, marqués de Agrópoli y Mondéjar. Lisboa, 1747.- Dos tomos en folio.

habidos; porque Mayans, previendo la tormenta, las habia remitido al docto patriarca de Lisboa, D. Francisco de Almeida Mascareñas, quien cuidó de la impresion de la primera de aquellas obras.

Si esto acontecia en el siglo xvi, ¿qué no hubiera sucedido en el anterior á los que por medio de escritos hubiesen propalado que el culto de algunos santos no tenia otro apoyo que fábulas, y que los antiguos episcopologios de algunas iglesias habian sido fingidos por audaces impostores? Deduzca la consecuencia el lector.

El triunfo de los falsos cronicones embrolló la historia y la convirtió en un mar lleno de escollos é impracticable aun para los mas hábiles pilotos. Entre tantos males, un solo bien produjo, que fué el considerable número de historias particulares que poseemos. Los inventores de aquellos mentirosos anales, pródigos de lo que nada les costaba, concedieron á unos pueblos remota antigüedad, en otros fijaron la situacion de antiguas y renombradas poblaciones, en algunos silla episcopal, fundada por los mismos apóstoles, dando á manos llenas á casi todos santas vírgenes, ilustres mártires y confesores. El deseo de comunicar á todo el mundo tanta gloria, ignorada hasta entonces, hizo que los pueblos publicasen sus historias, y las iglesias las suyas. Verdad es que, por lo que toca á los tiempos antiguos, no tienen, por lo general, otro fundamento que aquellos falsos cronicones; pero no importa. Estos no comprenden mas que la antigüedad y los primeros siglos del Cristianismo, y las historias empiezan despues á apoyarse en monumentos mas auténticos, de que dan noticia ó insertan, sin descuidar tampoco los que existian de los pueblos que dominaron la Península, y de muchos de los cuales no tenemos hoy otra noticia que la que dan estas mismas obras.

En ellas no se encuentra solo noticia de los hechos externos, sino de otros que, sin serlo, no han dejado de influir menos en la suerte de los pueblos, en su cultura y civilizacion. Hallamos tambien la forma y constitucion del municipio, su desarrollo sucesivo, sus fueros y legislacion particular, y la noticia de documentos que arrojan infinita luz sobre el interesante período de la edad media. No tenian sus autores la instruccion ni la crítica necesaria para dar á conocer su importancia, pero ha llegado ya la época en que puedan ser estudiados, y debemos estarles agradecidos.

No es solo el municipio de las villas de realengo lo que en estas historias puede estudiarse, sino el estado de todas las clases que formaban la sociedad, desde los mas encumbrados magnates hasta los hombres de mas humilde condicion. En las historias de los pueblos de señorío y de abadengo se encuentran preciosos materiales, concernientes á nuestra aristocrácia, al clero y á las clases que de aquellas dependian.

Reconocida la necesidad del estudio de las historias locales, vamos á dar cuenta de este trabajo. Encargado por espacio de algunos años del servicio de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, he tenido muchas veces ocasion de notar la falta de conocimientos en este género de bibliografía histórica

de la mayor parte de los que allí concurrian, como á manantial perenne de nuestra historia. Deseoso de contribuir á la ilustracion de los demás, empecé á examinar con interés esta clase de libros, á tomar notas de ellos, llegando, al cabo de tres ó cuatro años, á reunir un caudal considerable de noticias, sin ánimo de formar una obra que pudiera darse á la prensa. Para complemento añadí una noticia de las historias relativas á nuestros antiguos reinos y provincias. Este trabajo, al propio tiempo que me ha servido de mucha utilidad, lo ha sido tambien á varias de las personas que entre nosotros se dedican al estudio de la historia.

Los apuntes mencionados no hubieran tomado forma, á no ser por el concurso público que se abrió en la Biblioteca Nacional en el año pasado de 1857, al cual concurrí, excitado por algunas personas que conocian este trabajo, mereciendo á la bondad de los ilustrados jueces de aquel el premio de bibliografía.

No tengo noticia de que exista en España un catálogo de la índole del que presento al público. Listas hay de obras del mismo género, con mas o menos método, pero todas de corta extension, y como hechas solo para uso de algun curioso, las portadas están extractadas y en todas omitido el nombre de los impresores. Cuando empezaba á dar á la estampa esta obra, el Sr. D. Felipe de Soto Posadas, caballero muy aficionado á nuestra literatura, me facilitó un índice de historias locales que habia hecho, mucho mas ámplio que todas las listas antes citadas, si bien redactado en la misma forma. De este trabajo he tomado alguna noticia, que cito con el reconocimiento debido á la generosidad del autor.

Muchas otras personas han cooperado igualmente al mejor éxito de esta obra, proporcionándome noticias y libros que no conocia. Agradecido á este singular servicio, he procurado consignar sus nombres en el lugar correspondiente. Faltaria tambien á un deber de gratitud si no tributase el homenaje de mi particular reconocimiento á los ilustres académicos de la Historia D. Pascual de Gayangos y D. Aureliano Fernandez-Guerra y Orbe. El primero, no solo me ha franqueado todos los libros que he necesitado de su preciosa biblioteca, sino que, en sus viajes al extranjero y á varias provincias del reino, ha procurado investigar noticias y tomar apuntes para enriquecer esta Bibliografía. El Sr. Fernandez-Guerra me ha franqueado con igual generosidad la curiosa coleccion de manuscritos que posee, y todos sus interesantes apuntes y trabajos sobre geografía antigua, que han de hacer progresar esta clase de estudios, restableciendo la luz sobre puntos y cuestiones en que reina hoy la mas completa oscuridad. La utilidad de los trabajos bibliográficos la reconocen casi todos; pero las fatigas que cuestan, solo las saben las personas estudiosas y los que se dedican á investigaciones históricas y literarias. Así es que no es de extrañar que algunos ignorantes desprecien este género de libros, como si fuese posible levantar un edificio sin andamios y construirlo sin materiales. Otros habrá que desde luego me acusarán por la omision de alguna obra histórica, error ó descuido. A estos contestaré con las palabras del sábio jesuita Burriel : «A quien forma una biblioteca sucede lo mismo que á quien levanta el mapa de un reino ó provincia;

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