Teolampo, de la mano, y me llevases de una vez contigo: Aunque parezco en mi color morena, solimitanas dueñas, en todo el resto soy graciosa y bella, como los pavellones que en las breñas y por la ardiente arena estan tendidos y el alarbe huella: tan linda como aquella cortina que en su templo Salomone tendió, que dentro gran riqueza muestra y fuera es de otra muestra. Porqué el color moreno espanto os pone? Ay! (Dios se lo perdone) los hijos de mi madre me forzaron que guardando sus viñas me tostase, y nunca me dejaron que la mi viña propia bien guardase. Hasme saber, o amor de la mi alma, do el tu ganado pace, y hácia donde aballas tu rebaño cuando la luz en la mañana nace: ó cuando el aire encalma do lo defiendes del calor extraño: porque si yo me engaño en te buscar sin ir do estas muy cierta, andando por los montes y las fuentes, amor, no paras mientes que andaré fatigada y medio muerta? y si por caso acierta verme quien no conozca, al punto pensará de mí mil males, que ando de choza en chozá buscando sin verguenza los zagales. Poeta. Al dulce lamentar de aquesta amante callaba el campo todo, movido á compasion de una tal queja: y no es tan vano el lastimero modo que el alma no quebrante á su esposo que de ella no se aleja. Amor ya no le deja atormentar su amada con silencio: que le es amargo asensio ver el mal de su esposa y no guarilla, y con un son que oillo bien pueda le responde cantando porque mas su pecho mueva desde las breñas, donde por gran requiebro su presencia encueva. Esposo. Eumenia para mí dulce y graciosa mas que muger de cuantas hoy se arrean y tus cabritos que pacer desean: Mas linda, mas ligera y mas lozana eres á los mis ojos, mi querida, que la yegua de Egipto muy galana que en el mi carro suele andar uncida. Tas mejillas, Eumenia, muy de gana entre sus joyas tienen mi alma asida: dos tórtolas te tengo muy labradas de oro y en blanca plata rematadas. Esposa. Cuan dulce es tu presencia, esposo amado!` mis cosas todas sienten su alegría. Mira en sentirte donde estás sentado que olor esparce la bugeta mia. De cánfora un racimo muy suave Esposo. La beldad toda en tí hace aposento, en tí, mi amiga, toda la lindeza. Esposa. Tu gracia y tu beldad es la que abrasa mi corazon contino en viva llama: de flores que cogí cuando mas rasa el alba estaba, es hecha nuestra cama: de cedro es la madera de la casa que grande suavidad de sí derrama: CAPÍTULO II. Esposo. Tal soy como en el campo nunca arado rosa, que lejos el su olor extiende, y la su vista á nadie se defiende, y cunde mas su olor si la han hollado: para su crecimiento, y da contentamiento tal que cualquier á verla es convidado. y al dulce movimiento del pasagero viento de mí mana un aliento de grande suavidad acompañado. Aquella que me vino tanto en grado, tal es entre los rostros mas hermosos de las mugeres, como entre enojosos espinos es el lirio delicado, que mientras mas está de ellos cercado mayor contentamiento da con su vencimiento y á su crecer exento el sol le da favor muy abastado. Esposa. Es el mi esposo tan aventajado · entre los hombres mas presuntuosos debajo de él me asiento: o cuan dulce su fruto he yo hallado ! y otros olores con que me consuele. de olor que dentro de mi pecho cuele, No puedo ya, no puedo ya tenerme, si lo sintiese yo estar á mi lado y sobre mí ceñida su derecha: solo esto me aprovecha que otro remedio procurar que vello Esposo. Doncellas frescas de Jerusalen, que por espesos bosques y dehesas |