No. 734. Si culpa el concebir, nacer tormento, guerra el vivir, la muerte fin humano, si despues de hombre, tierra y vil gusano, y despues de gusano, polvo y viento: Si viento nada y nada el fundamento, flor la hermosura, la ambicion tirano, la fama y gloria pensamiento vano, y vano cuanto piensa el pensamiento: Quien anda en este mar para anegarse? de qué sirve en quimeras sumergirse, ni pensar otra cosa que salvarse? De qué sirve estimarse y preferirse? buscar memoria habiendo de olvidarse, y edificar habiendo de partirse? No No. 735. me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor! muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido: muéveme ver tu cuerpo tan herido: muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme al fin tu amor, y en tal manera que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara lo mismo que te quiero te quisiera. No. 736. Pender de un leño traspasado el pecho de nuestra gloria, bien fué heroico hecho. No fué esta mas hazaña, o gran Dios mio! del tiempo por haber la helada ofensà vencido en tierna edad con pecho fuerte (que mas fué sudar sangre que haber frio): sino porque hay distancia mas inmensa de Dios á hombre, que de hombre á muerte. Hoy No. 737. es el sacro y venturoso dia haciendo devocion de su riqueza. Hoy pues aquesta tu latina escuela á la docta abejuela no sin devota emulacion imita: vuela el campo, las flores solicita, ver á Dios, vestir luz, pisar estrellas. Hoy la curiosidad de su tesoro Quien lo que con industria no pequeña con modernos angélicos pinceles quien da á la calle y quita á la floresta, de suerte que los grandes, los menores en tu solemne fiesta ven pompa, visten oro, pisan flores. Príncipe mártir, cuyas sacras sienes aun no impedidas de real corona tú, cuya mano al cetro si perdona pues eres uno ya del soberano campo glorioso de gloriosas almas, que ciñen resplandor, que enristran palmas, donde se triunfa y nunca se combate: mi lengua se desate en dulces modos los aires rompa y á celestial soldado ilustre trompa. Conozca el cancro ardiente, el carro helado, o católico sol de Visogodos, la espada que te ha dado vida á tí, gloria al Betis, luz á todos. Estas aras que te ha erigido el clero, en quien de nuestro bien las esperanzas tal, que su espada por su Dios confunda y ardiendo en ira santa haga que adore en paz quien no le ha visto el gran sepulcro que mereció á Cristo: larga paz, feliz cetro, invicta espada.` Y tú, o gran madre de tus hijos cara, émula de provincias gloriosa en lo que alumbra el sol, la noche ciega, que mas de joyas que de viento llenas la fe escudo, honra España, envidia el mundo. No. 738. Espíritu abrasado! que ya mi zelo y mi rudeza has visto, y viste el celebrado fiel desposorio de Teresa y Cristo, mueve mi voz al canto en dulce y breve epitalamio santo. De la suprema alteza partió Jesus á visitar el suelo : y sienda á su grandeza palacio angosto la region del cielo, quiso alojarse ufano en solo un simple corazon humano. Fué humilde la morada para el supremo Rey, mas limpia y bella: de telas adornada que tierna devocion prestaba en ella: aqui la esposa pura alegre atiende su feliz ventura. Tantas las luces fueron y llamas de su amor que ardiendo estaban, que el sol oscurecieron cuyos mortales rayos se afrentaban, y asi Teresa via sola su luz no la comun del dia. Dióle Jesus piadoso la diestra mano y dijo dulcemente: yo quiero ser tu esposo. La esposa ardiendo en fe correspondiente, á la palabra suya responde: o mi Jesus! tambien soy tuya. Grato coloquio y tierno forman los dos, que en vivo testimonio confirma el lazo eterno de su constante y puro matrimonio: |