Imágenes de páginas
PDF
EPUB

bezas y caudillos particulares corrían las fronteras; de donde vinieron á llamar los antiguos el ir á las correrías, ir en almugaveria.

Llevaban consigo hijos y mujeres, testigos de su gloria ó afrenta; y como los alemanes en todos tiempos lo han usado, el vestido de pieles de fieras, abarcas y antiparas de lo mismo. Las armas: una red de hierro en la cabeza á modo de casco, una espada, y un chuzo algo menor de lo que se usa hoy en las compañías de arcabuceros. Pero la mayor parte llevaban tres ó cuatro dardos arrojadizos; era tanta la presteza y violencia con que los despedían de sus manos, que atravesaban hombres y caballos armados; cosa al parecer dudosa, si Desclot y Montaner no lo refirieran, autores graves de nuestras historias, adonde largamente se trata de sus hechos, que pueden igualar con los muy celebrados de romanos y griegos.

Carlos, Rey de Nápoles, puestos ante su presencia algunos prisioneros almugávares, admirado de la vileza del traje, y de las armas, al parecer inútiles, contra los cuerpos de hombres y caballos armados, dijo con algún desprecio que si eran aquellos los soldados, con que el rey de Aragón pensaba hacer la guerra. Replicóle uno dellos, libre siempre el ánimo para la defensa de su reputación: «Señor, si tan viles te parecemos, y estimas en tan poco nuestro poder, escoge un caballero de los más señalados de tu ejército,

I

Bernardo Desclot y Ramón Muntaner cronistas catalanes de la Edad Media. La historia del primero llega hasta la muerte de Pedro III el Grande, 1 285, y la de Muntaner hasta Jaime II.

con las armas ofensivas y defensivas que quisiere; que yo te ofrezco con sola mi espada y dardo de pelear en campo con él.» Carlos, con deseo de castigar la insolencia del almugávar, aplazó el desafio, y quiso asistir y ver la batalla. Salió un francés con su caballo armado de todas piezas, lanza, espada y maza para combatir, y el almugávar con sola su espada y dardo. Apenas entraron en la estacada, cuando le mató el caballo, y queriendo hacer lo mismo de su dueño, la voz del Rey le detuvo, y le dió por vencedor y por libre. Otro almugávar en esta misma guerra, á la lengua del agua 1, acometido de veinte hombres de armas, mató cinco antes de perder la vida. Otros muchos hechos se pudieran referir, si no fuera ajeno de nuestra historia el tratar de otra largamente.

La duda que se ofrece solo es del nombre, si fué de nación ó de milicia en sus principios. Tengo por cosa cierta que fué de nación, y para asegurarme más en esta opinión, tengo á George Pachimerio 2, autor griego, cuyos fragmentos dan mucha luz á toda esta historia, que llama á los almugávares descendientes de los avares, compañeros de los hunos y godos; y aunque no se hallará autor que opuestamente lo contradiga, por muchas leyes de las Partidas se colige claramente que el nombre de almugávar era nombre de milicia, y el ser esto verdad no contradice lo primero, porque entrambas cosas pueden haber sido; en su principio, como Pachimerio

I "Lengua del agua», orilla, tierra que el agua lame con sus ondas.

[blocks in formation]

dice, fué de nación, pero después, como no ejercitaran los almugávares otra arte ni oficio, vinieron ellos á dar nombre á todos los que servían en aquel modo de milicia, así como muchas artes y ciencias tomaron el nombre de sus inventores. Pero dudo mucho que hubiese quien se agregase á los almugávares, milicia de tanta fatiga y peligro, sin ser de su nación, porque la inclinación natural les hacía seguir la profesión de los padres; ni hay hombre que, pudiendo escoger, siguiese milicia que desde la primera edad se ocupase con tanto riesgo de la vida, descomodidad y contino trabajo. Nicéforo Gregoras dice que almugávar es nombre que dan á toda su infantería los latinos (así llaman los griegos á todas las naciones que tienen á su poniente); pero no hay para qué contradecir con razones falsedad tan manifiesta, y más contra un autor tan poco advertido en nuestras cosas como Nicéforo.

2

I Este razonamiento contradícelo Desclot, cap. 79, quien afirma que los almugávares eran de varias naciones, á pesar de que en su tiempo vivían únicamente de entradas y robos en tierra de sarracenos: «e son Catalans e Aragonesos e Serrayns.»

2 Autor de una Historia Bizantina.

D. FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS

(1 580-1645)

Su Politica de Dios fué publicada en 1 626; en igual año la Vida del Buscón; los dos Sueños titulados: las Zahurdas de Plutón y la Visita de los Chistes en 1627, y el Marco Bruto en 1 644.

El siglo xvi había adornado el lenguaje con el período amplio y la frase flúida y encadenada. Fray Luis de Granada y Fray Luis de León habían adiestrado en su uso la prosa doctrinal; Cervantes la prosa narrativa. Sólo en los historiadores (sobre todo en Mendoza, bastante menos en Mariana) se advertía la opuesta tendencia, á la frase cortada y breve. Esta manera especial de los historiadores obedecía, según se ha dicho, á la imitación de Salustio y Tácito, y como en el siglo xvii abundan, al par de los historiadores, los escritores moralistas, que se inspiraban habitualmente en las obras de Séneca el filósofo, cuajadas de sentencias, antítesis y simetrías, de ahí que, contrastando con el lenguaje del siglo xvi, predomine en el del xvII la frase elíptica. Era esta la forma apropiada para el estilo conceptuoso que entonces predominó entre los prosistas (contrario al que dominó en los poetas, el culterano); la cláusula corta se prestaba muy especialmente para exponer los conceptos, que así llamaban á la comparación primorosa de dos ideas que mútuamente se esclarecen, y en general todo pensamiento agudo enunciado de una manera rápida y picante. Lo que principalmente buscaba el

conceptista al escribir, era hacer gala de agudeza é ingenio, por eso muestra gusto especial por las metáforas forzadas, asociaciones anormales de ideas, transiciones bruscas, y gusto por los contrastes violentos en que se funda todo humorismo, que humoristas son los grandes escritores de este siglo, Quevedo y Gracián. En estos autores geniales el conceptismo aparece lleno de profundidad, la frase encierra más ideas que palabras (al revés del culteranismo que prodiga más las palabras que las ideas); pero en los auto res de orden inferior de este siglo la agudeza suele estribar únicamente en lo rebuscado del pensamiento, en equívocos triviales y en estrambóticas comparaciones. El siglo xvi fué el de esplendor de la prosa castellana, el xvII es ya de decadencia; y uno de los síntomas de ésta es precisamente el buscar como principal sazón de la obra literaria el artificio y la agudeza.

Quevedo es el representante más notable del estilo propio de los autores del siglo xvII y el maestro de casi todos ellos. Es un genio, aunque un genio de la decadencia; modelo en la expresión siempre penetrante y enérgica, en el lenguaje satírico lleno de ironía y escarnio, en el chiste pronto y centellante, en los abultados rasgos con que esboza los tipos caricaturescos de sus obras festivas y las tétricas fantasías burlescas de sus Sueños. El defecto que á veces echa á perder el estilo de Quevedo es la exageración del ingenio, la originalidad extravagante, la oscuridad del concepto; como dice Fernández Guerra: <hacen sudar sus genialidades y agudezas, y sobre todo su lenguaje es tan idiótico y exquisito, que pone á prueba, para solo entenderlo á veces, á los talentos más ejercitados en el estudio de nuestro riquísimo idioma.»

En su lenguaje se mezclan el artificio literario con la castiza llaneza popular; su vocabulario al par

« AnteriorContinuar »