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ser tumba de un filisteo. Pues su aposento? Aun
arañas no había en él: conjuraba los ratones, de
miedo que no le royesen algunos mendrugos que
guardaba; la cama tenía en el suelo, y dormía siem-
pre de un lado, por no gastar las sábanas; al fin, era
archipobre y protomiseria. Á poder, pues, déste vine,
y en su poder estuve con Don Diego; y la noche
que llegamos nos señaló nuestro aposento y nos hizo
una plática corta, que por no gastar tiempo no duró
más; díjonos lo que habíamos de hacer. Estuvimos
ocupados en esto hasta la hora del comer; fuímos
allá comían los amos primero, y servíamos los cria-

I bustel os. El refitorio era un aposento como un medio

celemín; sustentábanse á una mesa hasta cinco caba-
lleros. Yo miré lo primero por los gatos; y como no
los ví, pregunté que cómo no los había á un criado
antiguo, el cual, de flaco; estaba ya con la marca del
pupilaje. Comenzó á enternecerse, y dijo: ¿Cómo
gatos? Pues ¿quién os ha dicho á vos que los gatos
son amigos de ayunos y penitencias? En lo gordo
se os echa de ver que sois nuevo.»

Yo con esto me comencé á afligir, y más me
asusté cuando advertí que todos los que de antes
vivían en el pupilaje estaban como lesnas, con unas
caras que parecían se afeitaban con diaquilón. Sen-
tóse el licenciado Cabra y echó la bendición: comie-
ron una comida eterna, sin principio ni fin; trajeron
caldo en unas escudillas de madera, tan claro, que
en comer una dellas peligraba Narciso más que en la
fuente. Noté con la ansia ue los macilentos dedos

que

«

se echaban á nado tras un garbanzo huérfano y sólo que estaba en el suelo. Decía Cabra á cada sorbo: << cierto que no hay tal cosa como la olla, digan lo que dijeren; todo lo demás es vicio y gula.» Acabando de decillo, echóse su escudilla á pechos, diciendo: << todo esto es salud y otro tanto ingenio.» ¡Mal ingenio te acabe! decía yo entre mí, cuando viat un mozo, medio espíritu, y tan flaco, con un plato de d with carne en las manos, que parecía la había quitado de sí mismo. Venía un nabo aventurero á vueltas, y dijo el maestro: «¿nabos hay? No hay para mi perdiz que se le iguale: coman; que me huelgo de vellos comer.» Repartió á cada uno tan poco carnero, que en lo que se les pegó á las uñas y se les quedó entre los dientes pienso que se consumió todo, dejando descomulgadas las tripas de participantes. Cabra los miraba, y decía: «coman; que mozos son, y me huelgo de ver sus buenas ganas.» Mire vuesa merced qué buen aliño para los que bostezaban de hambre.

Acabaron de comer, y quedaron unos mendrugos en la mesa, y en el plato unos pellejos y unos huesos; y dijo el pupilero: «quede esto para los criados; que también han de comer; no lo queramos todo.» ¡Mal te haga Dios y lo que has comido, lacerado, decía yo; que tal amenaza has hecho á mis tripas! Echó la bendición, y dijo: «ea, demos lugar á los criados, y váyanse hasta las dos á hacer ejercicio; no les haga mal lo que han comido.» Entonces yo no

1 « Echarse un cántaro de agua á pechos, beber con mucha sed.» (Covarrubias.)

pude tener la risa, abriendo toda la boca. Enojóse mucho, y díjome que aprendiese modestia, y tres ó cuatro sentencias viejas, y fuése. Sentámonos nosotros; y yo, que ví el negocio mal parado, y que mis tripas pedían justicia, como más cano y más fuerte que los otros, arremetí al plato, como arremetieron todos, y emboquéme de tres mendrugos los dos y el un pellejo. Comenzaron los otros á gruñir: al ruido entró Cabra diciendo: «coman como hermanos, pues Dios les da con qué; no riñan, que para todos hay.> Volvióse al sol, y dejónos solos. Certifico á vuesa merced que había uno dellos que se llamaba Surre, vizcaíno, tan olvidado ya de cómo y por dónde se comía, que una cortecilla que le cupo la llevó dos veces á los ojos, y de tres no la acertaba á encaminar de las manos á la boca.

I

En estas fórmulas partitivas se suprime hoy el artículo ante el numeral.

1

EL P. BALTASAR GRACIÁN († 1658)

Publicó en 1650, con el nombre de Lorenzo Gracián, la primera parte de su novela filosófica El Criticón y en 1653 la segunda. El Discreto, colección de retratos morales, apareció en 1 646.

Este profundo escritor, diestro conocedor de la naturaleza humana, tan gustado por los filósofos y moralistas franceses y alemanes en los siglos XVII y xvIII, pertenece por su estilo á la escuela de Quevedo, de quien era gran admirador. Era, como dice Menéndez y Pelayo, «talento de estilista de primer orden, maleado por la decadencia literaria, pero, así y todo, el segundo de aquel siglo en originalidad de invenciones fantástico-alegóricas, en estro satírico, en alcance moral, en bizarría de expresiones nuevas y pintorescas, en humorismo profundo y de ley.....; el que quiera hacerse dueño de las inagotables riquezas de nuestra lengua tiene todavía mucho que aprender en El Criticón, aun después de haber leído á Quevedo. »

Es quizá el escritor más conciso de nuestra literatura. Su laconismo es casi siempre de admirar; lo profesaba como una de las principales reglas de su estilo: lo bueno, si breve, dos veces bueno; más obran quintas esencias que fárragos; por esto sus obras brillan principalmente en la abundancia de máximas morales, animadas por un espíritu de profunda observación. Pero cayó en las exageraciones de todos los conceptistas, mirando como única fuente de belleza

el concepto agudo, variado de mil artificiosas maneras: «Son los conceptos, escribía, vida del estilo, espíritu del decir y tanto tienen de perfección cuanto de sutileza. Hase de procurar que las proposiciones hermoseen el estilo, los misterios le hagan preñado, las alusiones disimulado, los empeños picante, las ironías le den sal, las crisis hiel, las paranomasias donaire, las sentencias gravedad, las semejanzas lo fecunden y las paridades lo realcen; pero todo esto con un grano de acierto: que todo lo sazona la cordura. » Esta le faltó á menudo, haciéndole caer en los extremos del ingenio y dando á su expresión oscuridad enigmática.

Lo mismo que Quevedo, maneja el lenguaje con gran libertad, empleando compuestos y derivados nuevos, y en sus obras se hallarán palabras desusadas en el siglo xvi, principalmente abstractas, que los culteranos y conceptistas introducían entonces en la lengua para la expresión desembarazada de pensamientos generales. Como ejemplo pueden recordarse: reagudo (el que se pasa de listo), conrey, conreynar, (conregnare), improporción, incomprensibilidad, exorbitancia, desautorizado, integérrimo, etc.

EL DISCRETO

No estar siempre de burlas. Sátira.

Es muy seria la prudencia, y la gravedad concilia veneración de dos extremos más seguro es el genio majestuoso. El que siempre está de burlas, nunca es hombre de veras, y hay algunos que siempre lo están, tiénenlo por ventaja de discreción y le afectan; que

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