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Valladolid, valdrían más de doscientas veces mil maravedís, según se podrían hacer grandes y buenas; y tengo un palomar que, á no estar derribado como está, daría cada año más de doscientos palominos, y otras cosas que me callo, que dejé por lo que tocaba á mi honra; y vine á esta ciudad pensando que hallaría un buen asiento, mas no me ha sucedido como pensé. Canónigos y señores de la iglesia muchos hallo; mas es gente tan limitada, que no los sacarán 2 de su paso todo el mundo. Caballeros de media talla también me ruegan; mas servir con 3 estos es gran trabajo, porque de hombre os habeis de convertir en malilla, y si no, andá con Dios, os dicen, y las más veces son los pagamentos á largos plazos, y las más ciertas, comido por servido; ya cuando quieren reformar conciencia, y satisfaceros vuestros sudores, sois librados en la recámara, en un sudado jubón, ó raída capa ó sayo. Ya cuando asienta un hombre con un señor de título, todavía pasa su laceria, ¿pues, por ventura no hay en mí habilidad para servir y contentar á éstos? Por Dios, si con él topase, muy gran su privado 5 pienso que fuese, y que mil

I La Academia sólo registra el significado moderno de limitado, hombre de cortos alcances. Covarrubias no conoce éste y sólo nos da el que conviene á las palabras del Lazarillo «ser un hombre limitado, es ser corto y poco liberal.»>

2 Todo el mundo, aunque gramaticalmente es singular, es por el sentido un plural.

3 Las ediciones posteriores: servir à estos.

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Ser librado, recibir libranza ú orden de pago; librar, expedir la libranza el que debe una cantidad. Recámara, el aposento que está más adentro de la cámara donde duerme el señor, y donde el camarero le tiene sus vestidos y joyas. 5 Hoy gran privado suyo, como ya modernizó Luna. Antiguamente el posesivo se podía colocar entre el substantivo y otro determinante, v. g. un mi amigo por un amigo mío.

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servicios le hiciese porque yo sabría mentille tan bien como otro, y agradalle á las mil maravillas; reille mucho sus donaires y costumbres, aunque no fuesen las mejores del mundo; nunca decir la cosa con que le pesase, aunque mucho le cumpliese; ser muy diligente en su persona en dicho y hecho; no me matar por hacer bien las cosas que él no había de ver, y ponerme á reñir donde lo oyese con la gente de servicio, porque paresciese tener gran cuidado de lo que á él tocaba; si riñese con algún su criado, dar unos puntillos agudos para le encender la ira, y que pareciesen en favor del culpado; decirle bien de lo que bien le estuviese; y por el contrario, ser malicioso mofador; malsinar á los de casa; y á los de fuera pesquisar, y procurar de saber vidas ajenas para contárselas, y muchas otras galas de esta calidad, que hoy día se usan en palacio, y á los señores dél parecen bien, y no quieren ver en sus casas hombres virtuosos, antes los aborrecen y tienen en poco y llaman nescios, y que no son personas de negocios, ni con quien el señor se puede descuidar, y con estos, los astutos usan, como digo, el día de hoy, de lo que yo usaría. Mas no quiere mi ventura que le halle.» Desta manera lamentaba también su adversa fortuna mi amo, dándome relación de su persona valerosa.

I Malsinar es delatar y malsin el zizañero ó delator. («El que de secreto avisa á la justicia de algunos delitos con mala intención y por su propio interés», Covarrubias).

DON DIEGO HURTADO DE MENDOZA

(hacia 1503-1 575)

Escribió la Historia de la Guerra de Granada hacia 1571, pero no se publicó sino mucho después de muerto el autor en 1 627.

El último tercio del siglo xvi (incluyendo los primeros decenios del xvii) señala el punto más alto de gloria á que llegó nunca la prosa castellana, tanto en hermosura, como en difusión por todo el mundo civilizado. Se presenta originalísima y genial en dos géneros por cierto bien opuestos: el más sublime lenguaje místico, capaz de encerrar todos los secretos de la filosofía del amor divino, y la más descarada lengua picaresca; implacable en la pintura satírica de la numerosa casta de amigos de la holganza y del hambre. Pero además el castellano aparece ya diestro en tratar toda clase de asuntos científicos y artísticos y cumplidos los votos que en 1 588 hacía el Padre Malón de Chaide, se encuentran ahora todas las cosas curiosas y graves escritas en nuestro vulgar, y la lengua española subida en su perfección, sin que tenga envidia á alguna de las del mundo, y tan extendida cuanto lo están las banderas de España que llegan del uno al otro polo.

El estilo medio de esta época es por su buen gusto y condiciones artísticas muy superior al de todas las otras; en el siglo xvii comenzará ya la decadencia con los abusos increibles del culteranismo y del conceptismo. Respecto al vocabulario, en el

siglo xvi hallamos el mayor caudal de voces castizas ó sea del fondo más antiguo de la lengua, y, por lo tanto, más conformes con la índole y genio propio de la misma; caudal que luego se acrecentó tanto como se enturbió, en el siglo xvi con multitud de neologismos y cultismos, y en el xvi con extranjerismos.

Con la Guerra de Granada de Mendoza la prosa histórica española deja definitivamente de producir meras crónicas ó sencillas relaciones cronológicas, al uso de la Edad Media, para emplearse en narraciones más artísticas al uso de la historia clásica, adornadas con discursos, retratos, descripciones, episodios y digresiones sobre antigüedades y usos. Mendoza tomó por modelos á Salustio y á Tácito y les imita en su estilo conciso y cortado al cual da realce, con frecuentes sentencias y reflexiones morales.

La concisión de Mendoza, como dice bien Capmany, es algunas veces extremada, en lo que sin duda afectó particular estudio, de tal manera que deja el sentido ambiguo ú obscuro, defecto que nace de la construcción de las frases, algunas mutiladas, digámoslo así, y otras desenlazadas por faltarles las voces copulativas que ligan los miembros del período ó señalan las secciones ó tránsitos de uno á otro modos de hablar que sólo admite la lengua latina muy opuestos á la índole y claridad de la castellana.

Este defecto lo veremos colmado después con peor exceso por los prosistas místicos.

Alguno atribuyó también á la pluma de Mendoza el Lazarillo de Tormes, pero hoy nadie sostiene tal atribución. Nada absolutamente tienen de común la corriente y familiar manera de contar que se observa en la novela, con la estudiada y llena de intención literaria que nos ofrece la Guerra de Granada.

GUERRA DE GRANADA

Prólogo.

Mi propósito es escribir la guerra que el Rey Católico de España Don Felipe II, hijo del nunca vencido emperador Don Carlos, tuvo en el reino de Granada contra los rebeldes nuevamente convertidos1, parte de la cual yo ví 2 y parte entendí 3 de personas que en ella pusieron las manos y el entendimiento. Bien sé que muchas cosas de las que escribiere parecerán á algunos livianas y menudas para historia, comparadas á las grandes que de España se hallan escritas 4: guerras largas de varios sucesos; tomas y desolaciones de ciudades populosas; reyes vencidos y presos; discordias entre padres é hijos, hermanos y hermanos, suegros y yernos; desposeídos, restituídos y otra

I Poco después de la conquista de Granada, á raíz de una insurrección de los moros, Cisneros logró que se bautizaran de 50 á 70 mil; otros muchos se desterraron al África. (Año 1 500.) Claro es que estas conversiones en masa fueron seguidas de frecuentes apostasías y reconversiones.

2 Mendoza, á causa de una pendencia habida en el palacio real con D. Diego de Leiva, fué desterrado á Granada en 1 569, cuando hacía ya cuatro meses que la rebelión había comenzado. Allí pasó los seis últimos años de su vida. Estaba ligado con parentesco á los principales actores de las cosas de Granada: el padre de Mendoza, segundo Conde de Tendilla y primer Marqués de Mondéjar, había sido gobernador de Granada en 1 492, y su hermano mayor Don Luis lo era aún algunos años antes de la guerra; el Marqués de Mondéjar, capitán general al comienzo de la campaña, era sobrino del escritor.

3 Entender por oir 6 escuchar es bastante usado en nuestros clásicos, así como exprimir por expresar, sujeto por asunto, voces que hoy serían tenidas por galicismo imperdonable, no siéndolo.

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No alude Mendoza á ser su obra historia de un suceso particular, que otras much as había ya de esta índole (VILA Y ZÚÑIGA, Comentario de la guerra de Alemania. PERO MEJÍA, Relación de las comunidades de Castilla, etc.), sino á la pequeñez que se podía achacar á la rebelión de los moriscos.

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