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ES PROPIEDAD DEL ESTADO

No desconozco lo difícil que es escribir un libro para la segunda enseñanza y más cuando para escribirlo se imponen plazos brevísimos. Mi inhabilidad y la prisa habrán amontonado seguramente muchos defectos en estas páginas.

Sin embargo me animo á publicarlas; pues no puedo creer que sean enteramente inútiles, cuando recuerdo que para la composición de este librito he disfrutado de la dirección continua de mi sabio maestro Menéndez y Pelayo. Él, con su incomparable gusto literario, me guió en la elección de los trozos que forman esta antología; con su ciencia me ayudó para las modestísimas ilustraciones que les acompañan. Ni su ayuda pudo menos de dejar algún rastro en mi labor, ni él pudo tomarse interés por una empresa del todo inútil; y este interés ha sido grande: á no ser el entusiasmo con que mira cuantas empresas pueden contribuir en mucho ó en poco á la difusión de la cultura literaria, y á no ser todas las facilidades para el estudio que se hallan á su lado y en su Bi

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VI

blioteca de Santander, tan grata á la memoria de cuantos la frecuentamos, ni la preparación de esta obrita hubiera podido Îlevarse á cabo en tres semanas, ni yo hubiera tenido ánimo para sacrificar éstas en un trabajo que me distraía de muy urgentes ocupaciones.

Una colección de trozos de escritores clásicos para la enseñanza no tiene sólo por objeto que los alumnos los conozcan por lo que á primera vista descubran al leerlos. Es útil la lectura de un autor antiguo porque su pensamiento puede instruir y educar el nuestro; mas para que ésto tenga lugar es preciso comprender sus ideas no en lo que tienen de más llano y fácil por ser común á muchos tiempos, lugares y gentes, que ésto, conociéndolo hoy, no necesitamos aprenderlo de los antiguos, sino en aquello más escondido y particular propio de tal época, tal región ó tal persona, que comparado con lo que tenemos delante y habitualmente nos rodea, nos ayuda á apreciar mejor lo que ésto tiene de bueno ó de malo, de pasajero ó de permanente, dando seguridad y madurez á nuestro juicio. Las explicaciones ó comentarios que antes se solían poner para facilitar la lectura de los autores clásicos abundaban en disertaciones generalísimas en que el comentador se explayaba en opiniones personales á propósito de aquellos pensamientos del autor comentado que, por ser más uni

versales, se ajustaban más á las ideas corrientes; hoy la crítica echa por el camino opuesto y se fija sobre todo en lo que la obra comentada difiere más de lo actual, en lo que tiene de más peculiar, por menudo que parezca; pues cree que sólo conseguimos comprender bien el pensamiento de un autor cuando llegamos á entender el sentido especial con que él escribió cada palabra, representándonos en nuestra imaginación lo mismo que él en la suya tenía presente al escribir; en suma, cuando reconstruímos en nuestro entendimiento las menores circunstancias particulares del tiempo y lugar en que fué escrita la obra, cuando llegamos á despertar en nosotros la impresión que los pormenores y el conjunto de la misma hicieron en los contemporáneos del autor cuando la leían.

Claro es que es imposible realizar este ideal tratándose del estudio de autores en la segunda enseñanza; pero, de todos modos, es preciso que las observaciones gramaticales, retóricas y literarias, que continuamente han de surgir en la lectura de los clásicos, no se descarríen por el terreno de las consideraciones abstractas y tomen un aspecto esencialmente histórico.

Las notas que acompañan á la presente colección no quieren ser un comentario suficiente para el alumno; no se proponen más que hacer al profesor más llevadera la difícil tarea de poner un trozo antiguo al alcance de los niños y de hacerles entrar en lo posible dentro de la época, intención y estilo de cada autor. Si las notas logran, aunque sea

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sólo en parte, preparar el ánimo del alumno, acostumbrándole á fijarse en las dificultades de lo que lee, que de otra manera le pasarían inadvertidas, y dándole algo de la erudición histórica y literaria que debe adquirir para sus estudios, habrán conseguido todo lo que se proponen. Si el profesor las cree de cierta utilidad, tome la molestia de hacerlas leer y entender á los discípulos y de ampliarlas con muchas otras, pues, á no ser obligados, rehuirán de seguro el esfuerzo sostenido de atención que requieren esas continuas observaciones; si las cree inútiles, sustitúyalas por otras siempre analíticas; pero nunca deje el fruto de la lectura de los clásicos reducido á la mera impresión general que la lectura pueda hacer en la imaginación del discípulo, pues tal fruto, para la educación de su gusto y estilo será bien poco, por no decir ninguno.

Los textos del Lazarillo, Fray Luis de León, Sigüenza, Cervantes y Gracián van según las ediciones más antiguas; para unas líneas del de Mendoza he tenido también en cuenta los manuscritos de la Guerra de Granada. Todos los demás trozos, excepto el segundo de Moratín, se han sacado de la Biblioteca de Autores Españoles.

Hecha la colección para que sirva en los primeros años del Instituto no contiene autor alguno de la Edad media. Los escritores más modernos no van anotados, pues por ser su lenguaje poco más o menos el mismo

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