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entusiasmo por la investigación científica de su propia historia. La aceptación de mis teorías alcanzada aquí, es una prueba, para mí fuera de duda, de que me encuentro en buen camino, y teniendo la aceptación del Instituto Históri co del Perú me inquieto menos por la de las demás academias.

El mundo científico se queja de que todavía se sabe muy poco del Perú. De la multitud de problemas que esperan la investigación científica, solo muy pocos han sido tocados en el extranjero, y si el propio país se dedicara á su resolución, se desarrollaría aquí una vida científica de tal riqueza y tan fecunda en resultados, que sería imposible alcanzarlos en otras partes donde sólo se ha de estudiar lo que no se ha visto.

Pero yo sé también que al haberme concedido un asiento en este círculo de hombres distinguidos, entusiastas por la exploración científica de su país, significa ser más un estímulo para el trabajo continuo y diligente, que un aplauso por lo que se ha hecho.

El Instituto Histórico desea tener un colaborador en sus trabajos, y de la mejor voluntad lo tendrá en mí. Me permitirán ustedes, señores, exponerles hasta dónde he llegado en mis propios trabajos, que, aunque modestos, podrán servir de base á nuestras aspiraciones comunes. De otro lado, gustosamente sabré, estando cerca de ustedes, quienes me aventajan en el conocimiento de muchas condiciones de la vida nacional y en el de su antiguo idioma dominante.

El conocimiento del país, de sus antiguas costumbres y de su historia, comenzó con lo que comunicaron como resultado de sus observaciones Garcilaso de la Vega, de ascen dencia semi-incaica, Pedro Cieza de León, un guerrero conservador de aguda concepción, y jurisconsultos inteligentes como Polo de Ondegardo, Fernando de Santillán, etc. En esa época no existió ninguna ciencia y ninguna crítica histórica en el sentido moderno de la palabra, y ningún concepto de la palabra desde el punto de vista etnológico moderno. Muy poco sabían los aborigenes; vivían en las tinieblas de los pueblos que no han hecho todavía su entrada en la Historia; mitos acerca de su origen se mezclaron con una pre

sunción exagerada de su propio valor histórico; enredado y confuso era todo lo que tenían que comunicar respecto á la época que precedió á su dominio. Los autores en los siglos siguientes no hacían sino reproducir estas noticias.

Un progreso se notó cuando comenzaron á emplearse los métodos modernos de investigación histórica, y el concepto de pueblos bajo el punto de vista etnológico. El sistema elevado de crítica que empleó Prescott, dió á conocer la suma real de los hechos anteriores, y creó una base para el desarrollo de los estudios históricos.

Vinieron después los grandes resultados de investigación prehistórica en Europa, los progresos en la lingüística, y los hechos acumulados de la etnología comparada. Un trabajo investigador sin tomar en consideración lo que descubrieron estas ciencias, es hoy imposible. Es ahora la única base para un progreso, pero un progreso con horizonte ilimitado, y donde antes parecía que nada podía ya descubrirse, hoy sabemos que estamos solamente al principio de los descubrimientos.

El Perú está lleno de ruínas, de construcciones de adobe y de piedra. No se necesitó de grande inteligencia para conocer que eran de distinto carácter y que sus constructores eran de distinta índole.

Pero sabemos cómo clasificar las ruínas; podemos señalar su lugar fijo conforme á la época en que fueron construídas, y á los pueblos que fueron sus autores; y esto lo agradecemos á la investigación prehistórica. Aunque haya quien se resista á aceptar una sucesión de períodos prehistóricos, contra las conclusiones debidas á métodos científicos, no hay objeción posible.

Continuamente al lado de la investigación prehistórica penetramos en el estado antiguo del país y ya podemos declarar:

1o Los Incas no eran de ningún modo, el único pueblo civilizado del Perú. Su civilización tuvo muchos predecesores, y se desarrolló de lo que éstos habían hecho.

2 Los distintes pueblos que habitaron el antiguo Perú tuvieron sus épocas de unión, y las de variadas formas de cultura

3o Mucho antes de la época de los Incas pasó por el Perú la ola de una civilización homogénea, cuyos monumentos más hermosos encontramos en Tiahuanaco, en las cercanías del lago Titicaca, y cuyos efectos se extendían hacia el norte hasta el Ecuador.

4 Pero también la civilización de Tiahuanaco que conforme con la ley de la prioridad existió mucho antes, tal vez 1,500 años antes de la éra incaica, no era la primera en este suelo, que parece predestinado para el desarrollo de la cultura. Fué precedida por una civilización cuyos restos magníficos últimamente se han descubierto en Ica y Nazca. Pero estos no son sino un eslabón en una cadena de restos parecidos. Otros eslabones de la misma cadena encontramos en regiones de la Costa más al norte: en el valle del Rímac, en Chancay, y de Samanco á Trujillo.

Hasta ahora los peruanistas atribuían las producciones acabadas de esta última región á los chimús vencidos por el Inca; pero actualmente sabemos que son originarias de una época todavía anterior á la de los monumentos de Tiahuanaco.

Los restos antiguos que tienen parentesco entre sí: de Ica y Nazca y de los valles adyacentes, del valle del Rímac, de Chancay y de Samanco, hacia el norte con los ejemplos de la más antigua civilización del Perú que se había extendido á lo largo de la Costa de un modo parecido, como más tarde la de Tiahuanaco y todavía más tarde aún, la del vasto imperio de los Incas.

5o En la misma época, pero probablemente ocupando un terreno más extenso, antes habitó las caletas del norte, por lo menos las de Chorrillos á Pativilca, una raza de estatura alta, de pescadores antropófagos, cuyas producciones primitivas resisten á toda tentativa de comparación con las de los pobladores civilizados que vinieron más tarde.

Sus producciones consistieron en pocos y primitivos artefactos cerámicos, múltiples y particulares tejidos de mimbre y de redes; y un gran número de utensilios de hueso, entre ellos varios de huesos humanos, Por estas últimas señales se parecen más á las tribus de pescadores antiguas de Chile y á las de la Tierra del Fuego, todavía existentes, que

á los peruanos antiguos civilizados por épocas de millares de años por una cultura continua.

Tomando estos resultados como base para nuestro trabajo común, inmediatamente se deduce de ellos un número de nuevos problemas.

¿En qué extensión ocupó la raza antigua de pescadores la costa peruana, y será todavía posible descubrir parientas de ella en otras partes del Continente?

¿Las tribus más antiguas civilizadas del Perú, cuyo domicilio actualmente fijamos en Ica, Nazca, Lurín, Rímac, Chancay y Trujillo, vinieron repartidas esporádicamente ó formaron una población continua á lo largo de las costas peruanas?

¿Cuál era la razón por que los pobladores conocidos como los antiguos civilizados, sobrepasaron por la técnica de sus artefactos y por la riqueza de las ideas que en su ornamentación expresaron á todos sus sucesores?

¿Tuvieron predecesores?

Habiendo éstos vivido en el territorio nacional debemos encontrar todavía sus huellas, pero si acaso hubieran llegado de otra parte, la prueba del lugar de su procedencia, ha de sacarse terminantemente por la comparación con las producciones de otros países.

Pero estas preguntas tan importantes, tan interesantes como son, no ofrecen sino un lado del problema que se presenta al arqueólogo en este país, tan rico en restos del pasado. Sus estudios no han de ceñirse á la resolución del problema, aunque realmente es de inmensa importancia el origen general de la civilización peruana. Cada una de las formas de ella, tanto las generales cuanto las locales, exige un estudio separado; pero ninguna con más derecho que la del poderoso imperio de los Incas, que hallaron los españoles en el último grado de desarrollo, y que destrozaron con un ataque sorpresivo. Cuán poco sabemos hasta ahora del origen particular de este imperio, del principio de su desarrollo interno y de su cultura especial. Todavía nos faltan los medios seguros para explicar el génesis de las civilizaciones que le precedieron en la altiplanicie de los Andes.

Pero, prescindiendo de todos estos problemas, eminentes

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