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brasen ollas del frágil barro de que estaban hechas. La inundación de aquellas costas en diversas épocas, como en 1713 ó 1746, no tiene relación alguna con la existencia de aquellos residuos; ni tampoco es lógico suponer que de la presencia de las expresadas conchas se derive el hecho de que aquellos terrenos estuviesen á más bajo nivel cuando ocurrió la supuesta inundación.

Lejos estamos de conocer todos, ó á lo menos los más prominentes depósitos de conchas existentes en la costa del Perú. Para eso, sería no solo necesario desembarcar en todos los principales puertos de ella, sino también registrarla extensa v minuciosamente.

Para el hombre prehistórico no eran necesarios puertos y radas abrigadas de las condiciones que requieren en la actualidad las grandes embarcaciones: él hacía vida en diferentes puntos de la costa por consideraciones muy diversas.

Por eso encontramos algunas veces montones de conchas de considerable extensión léjos de los lugares que actualmente sirven de puertos, y ocasionalmente hemos hallado esos depósitos en sitios que distan algunas leguas de la costa. Limitámonos, pues, á ofrecer unos cuantos ejemplos típicos de la existencia de montones de conchas en la costa peruana, entre Supe y Chala. De estos se puede desprender el carácter típico de tales acumulaciones, lo mismo que el carácter general de todas las que existen en otros lugares de la costa del Perú, que aún no nos son conocidas.

Los montones de conchas existentes en la costa peruana difieren de los hallados en otras partes del mundo, por lo menos, los que hemos examinado; pues se observa cierta tendencia á agrupar un número diferente de montones á manera de poblaciones extensas, lo cual se observa menos en otras regiones.

Parece que este hecho obedece á la configuración de las costas peruanas. En muchas, tal vez en las más de las otras costas del mundo, el hombre prehistórico salía á la playa plana, blandamente bañada por el mar, escarbaba y sacaba las conchas dentro de la arena, con las manos ó valiéndose de bastones, para que le sirviesen de alimento. La costa del Perú no prestaba tanta facilidad al hombre para conseguir

el sustento. Como la sierra comienza á poca distancia de la costa y el ascenso es casi violento, y como los ríos se precipitan en curso corto y rápido al mar, faltan, por largos trechos, las playas suaves y accesibles; las olas revientan con cierta violencia y las aguas son profundas cerca de las playas.

Pocas son las clases de conchas que sirven de alimento al hombre que viven internadas en la arena de la playa; en cambio, los peñascos escarpados que en varias partes de la costa se internan en el mar, son lugares donde se hallan innumerables conchillos, de las clases más diferentes y útiles para el sustento del hombre. Y es tal la abundancia de ellas, que en esas peñas se halla tantas conchas como las que están diseminadas en tantas otras costas del mundo; por lo cual el hombre prehistórico del Perú se avecindaba en grupos más grandes cerca de las peñas, en donde encontraba en abundancia sus alimentos. Lo que parece consecuencia de una civilización más adelantada de las tribus indígenas, tal vez, así originalmente, no es sino el resultado de las diferentes condiciones de los lugares que ocupaban.

En muchas ocasiones los montones de conchas se encuentran cerca de lugares que al mismo tiempo permiten con más facilidad botar embarcaciones á un mar manso y poco profundo, y teniendo este hecho en consideración las poblaciones antiguas no eran demasiado exigentes; una encorvadura de la costa, de pocos metros de ancho muchas veces, era considerado bastante y lo que se aceptaba como lugar de arribaje, y aún acepta la población indígena costeña, no sería suficiente en los actuales tiempos para el tráfico marítimo ó las necesidades sociales de una población civilizada.

Algunas de esas poblaciones tenían también más dotes marineras que otras: hemos visto caballitos, balsas de madera y botes fabricados de un solo tronco en el norte del Perú. Las embarcaciones antiguas del sur del Perú quizá han sido de clase muy diferente; su estilo ya no se vé y nos inclinamos á creer que ha desaparecido por completo.

No carece de interés la cuestión de saber qué se puede deducir, estudiando los montones de conchas, sobre la forma que en remotos tiempos tuvo la costa del Perú. Si la tierra se hubiese elevado considerablemente en tiempo prehistórico,

después del período paleontológico, sería necesario encontrar los montones de conchas alejados de la orilla, más hacia adentro. Esto no sucede generalmente. Los montones de conchas de "La Josefita" cerca de Chala vieja, más ó menos á dos leguas de la orilla del mar, y á unos 220 metros sobre su nivel, nunca han estado más cerca de la playa, porque hay restos del mismo carácter mucho más abajo, al pie del mar.

Los montones de conchas que ciñen ahora los pantanos cerca de San Nicolás [Supe], más ó menos á media legua de la playa, habrán estado en otro tiemqo en la misma orilla; pero esto no tiene gran importancia en vista de que en estos montones en la actualidad están, cuando mucho, de tres á cinco metros sobre el nivel del mar.

De este hecho de aproximarse las aguas marinas hasta tres á cinco metros de donde comienzan los montones de conchas, se querrá, tal vez, derivar el que el mar ha avanzado hacia tierra, pero lo cierto es que ocasionalmente lava partes de las capas de conchas.

En Ancón, en donde suponemos que alguna parte del declive de los médanos ha sido aprovechado para construír casas, allí las capas de conchas que cubren la falda del cerro rematan bruscamente y de una manera extraña.

Una parte del campamento antiguo, cerca de la playa de Bellavista, ha sido destruída por el mar, y aún suponiendo que una faja ancha hasta el borde de los bancos frente al mar, hubiese pertenecido antes á este campamento, que tiene como trescientos metros á lo largo de la orilla, resultaría angosto, lo cual mueve á pensar que otra parte de ese campamento ha desaparecido en el mar.

Apartándose de estas modificaciones, tan poco considerables, no hay razón para suponer dados los lugares en donde están en la actualidad los montones de conchas, la teoría de un levantamiento de la tierra ó sumersión de la costa de cierta consideración en el período prehistórico.

En la siguiente enumeración de los restos antiguos tratados aquí preferiremos hablar de “residuos de cocina”, lo que corresponde con los "kitchen middens" del inglés, en lugar de "montones" ó "cerritos de conchas", porque no es característico el que los antiguos residuos de cocina formen monto

nes (en algunos lugares prevalece la estratificación horizontal á la formación de montones) ó los restos á veces solo forman capas en las faldas de los cerros; esto es, no formando ellos cerros aislados. Por otra parte, no siempre las conchas forman el cuerpo principal de esos depósitos ni están siempre fácilmente visibles.

Ahora bien, hay, como es natural, pequeñas acumulaciones de restos de cocina en lugares donde habitaban los indígenas un tanto apartados de la costa; pero nunca alcanzan, á lo menos en el Perú, una extensión taló poseen una apriencia semejante á los situados cerca de la costa. Estos últimos contienen siempre conchilios de varias clases, en mayor ó menor número unas que otras, según los casos. Conforme á esto, ellos deben ser el resultado de una manera especial de vivir que observaban las poblaciones de la costa.

Como en lo restante de este trabajo se tratará sólo de "residuos de cocina", en la costa, bastará expresar "residuos de cocina", en razón de que estos depósitos tienen especialmente marcado este carácter.

Siguiendo de norte á sur, entre Supe y Chala, conocemos por el momento, más ó menos, estos depósitos de cierta extensión:

Cerca de SUPE, el espacio de una falda angosta entre cerros áridos, al lado del faro, cerca del puerto. Calculamos la extensión de los restos en unos 200 metros de largo por 150 de ancho; muchos montones chicos alternan con capas estratificadas que se extienden por la base y parte baja de los

cerros.

Cerca de SUPE, más ó menos, entre media y tres cuartos de legua hacia el sur, la talda meridional de los mismos cerros, que separan la planicie de San Nicolás de la pampa de Barranca. Hay allí una depresión poco honda, en forma de semicírculo, de unos 600 metros de largo por 300 de ancho (ateniéndonos á la memoria para estas medidas) cubierta enteramente con capas negrillas, huecos en forma de embudo y montones de ceniza. La parte superior de las faldas de los cerros de los alrededores, así como también las cimas de algunos montículos, han quedado libres de ceniza, como cuan

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do un incendio devasta nada más que algunas partes de nivel igual.

ANCÓN. Los cerritos ubicados en la pampa cerca de aquel balneario y algunas partes llanas que confinan con ellos, son conocidos en la arqueología del Perú con el nombre de "Necrópolis de Ancón", por los trabajos de exploración allí hechos y decritos en la monumental obra sobre esas ruinas por G. Reiss y mi querido amigo y maestro A. Stübel, desgraciadamente arrebatado á la ciencia el año de 1904. En la plancha numero 1 de la inmortal obra se hace mención de "capas superficiales de estos cerritos, compuestas de una tierra negrilla, que es rica en residuos de cocina, fracmentos de ollas y restos de otros artefactos humanos". Una exploración más exacta de estos 50 ó 100 cerritos, algunos de los cuales alcanzan hasta 10 metros de elevación y que cubren una área de 1100 metros, más ó menos, de largo por 800 de ancho, demuestra que están formados por residuos de cocina hasta su base, salvo algunos de ellos hacia el Sur y el Oeste, y que, por consiguiente, toda esta formación de cerritos no motivada por razones geológicas, debe su origen exclusivamente á la acumulación de tales residuos. Hicimos un foso en uno de aquellos montones de 10 metros de alto, en el verano de 1904, desde la cima hasta la base y observamos que consistía solamente de capas de conchas, más o menos gruesas y finas, mezcladas con ceniza en todo su perfil, siendo semejante en todo á los "kjökkenmöddings" más característicos de otras costas del mundo: de California, del Este de los Estados Unidos, etc.

Poco conocido es también el hecho de que las faldas de los cerros en donde está asentado el pueblo, hacia el oeste y sur de él, en una extensión de 300 metros por 170, están cubiertas por una corteza de residuos de cocina de unos tres metros de espesor, por término medio. La falda del cerro parece de origen natural. Aparentemente no se desprende nada concreto, pero haciendo un corte en las capas superficiales se vé que son residuos que han sido acumulados por una población que vivió allí en tiempo inmemorial. Además, las capas superficiales están descubiertas en un lugar donde ha ocurrido un derrumbe y dejado el cerro casi escarpado, frente á las

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