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CAPITULO II.

FIN DEL REINADO DE ALFONSO EL SABIO.

De 1976 á

Es declarado el infante don Sancho heredero del reino en perjuicio de los infantes de la Gerda.-Fugase la reina con los infantes á Aragon.-Cruel suplicio del infante don Fadrique.-Funesta espedicion á Algeciras: destruccion de la armada castellana por los moros; desastrosa retirada del ejército.-Amenazas de guerra por parte de Francia: interpónense los pontifices.-Desgraciada campaña contra el rey moro de Granada.-Vistas y tratos de los reyes de Castilla y Aragon en el Campillo.-Córtes de Sevilla.-Desacertadas medidas que en ellas propone don Alfonso: enagénase á su pueblo.-Conjuracion del infante don Sancho contra su padre.-Alianzas de don Sancho: infantes, nobles y pueblo abrazan su partido: es declarado rey en las cortes de Valladolid.-Desherédale su padre y le maldice: excomúlgale el papa.-Apurada situacion de Alfonso X. de Castilla: llama en su auxilio á los Beni-Merines de Africa, y empeña su corona.-Guerra entre el padre y el hijo.-Abandonan al infante muchos de sus parciales y se pasan al rey.-Enfermedad de don Sancho.-Muerte de don Alfonso el Sábio: su testamento.Cualidades de este monarca: sus obras literarias.

Ajustada la tregua con los africanos, retirado Yakub Abu Yussuf á su imperio, y puestas en buen estado de defensa y seguridad las fronteras, vinose el infante don Sancho á Toledo, donde por medio de don Lope Diaz de Haro, su mas intimo amigo, solicitó de su padre le confirmára el título de sucesor y heredero del reino, que ya un gran número de ricos-hombres, caballeros y vasallos le habian reconocido en Villa Real. Era el caso que habia dejado su hermano mayor el infante don Fernando de la Cerda dos hijos varones, don Alfonso y don Fernando, que por fallecimiento de don Juan Nuñez de Lara, tá quien su padre al morir los habia encomendado, se criaban en la compañía y bajo la tutela de su abuela la reina doña Violante. Dudó don Alfonso si podria favorecer al hijo en detrimento de los nietos, que no habia en

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tonces ley establecida en Castilla que determinára y fijára el derecho y órden de sucesion en casos tales, aunque él ya la tenia escrita y consignada en su célebre código de las Partidas; y como quien teme errar y busca el acierto en la resolucion, convocó el consejo para consultarle sobre la proposicion de don Lope. Vacilaron tambien los del consejo, no sabiendo á qué parte se habian de inclinar; solo el infante don Manuel, hermano del rey, se anticipó á manifestar su opinion con el argumento de que cuando la rama mayor de un árbol perece, la que está debajo es la que debe reemplazarla: é si el mayor que viene del árbol fallece, deve fincar la rama de so él en somo,» fueron sus palabras al decir de la crónica antigua (1). Sin mas que esto, y contra el mismo órden de suceder que él en sus leyes establecia, se decidió Alfonso en favor de su hijo segundo; y convocando córtes en Segovia hizo reconocer y jurar en ellas á don Sancho sucesor y heredero del trono de Castilla (1276).

Mas no faltó quien protegiera la causa de los infantes de la Cerda. La reina 'doña Violante, que los criaba con esmero y les profesaba especial cariño, ya que otra cosa entonces no podia hacer por ellos, y recelosa de que pasára adelante la sinrazon con que se los habia desheredado, procuró por lo menos ponerlos á salvo de cualquier tropelia que contra ellos se intentase, acogiéndose con sus nietos al amparo de su hermano don Pedro III. de Aragon (que por muerte de su padre don Jaime acababa de heredar la corona aragonesa), haciendo el viage con tal sigilo que cuando el rey don Alfonso lo supo ya no la alcanzaron las órdenes que espidió á todos los lugares para que la detuviesen en el camino (1277). Llevó tambien consigo á la madre de los niños, la princesa doña Blanca, hija de San Luis, y hermana de Felipe el Atrevido, que á la sazon ocupaba el trono de Francia. Compréndese bien el disgusto y enojo que causaria al rey el viage furtivo de la reina con la princesa y los infantes. Y como tal vez sospechára que el infante don Fadrique su hermano era el que la habia movido con su consejo á aquella resolucion, de concierto con don Simon Ruiz, señor de los Cameros, yerno del infante, dejándose arrebatar de la cólera mandó á don Sancho que los hiciera prender y los matára. Fiel y pronto ejecutor don Sancho del mandato de su padre, prendió á los dos, y el señor de los Cameros fué quemado en Logroño, y el infante don Fadrique ahogado de órden del rey en Treviño, donde se hallaba, sin forma de proceso; mancha horrible que con pesar nuestro hallamos en la vida de don Alfonso, sin que nos sea posible justificar la falta de los trámites judicia

(1) Chron. de don Alfonso el Sábio, capítulo 64.

les, por mas conviccion que queramos suponer tuviese de la culpabilidad de los dos ilustres justiciados (1).

La princesa doña Blanca por su parte no dejó de quejarse al rey de Francia, su hermano, de la injusticia y agravio hecho á sus hijos, pidiéndole los tomára bajo su proteccion y vengára el ultraje que en ello se hacia á su familia. Felipe III. no fué indiferente á las razones de su hermana, y ademas de procurar reducir al de Castilla á que revocára la declaracion hecha á favor de don Sancho, preparóse á entrar con ejército en Castilla á pedir con las armas el desagravio de sus sobrinos. Impidióselo el papa Juan XXI. conminándole con pena de excomunion si llevaba adelante sus proyectos de invasion, y el pontifice Nicolás III. que ocupó á breve tiempo la silla apostólica se interpuso tambien entre ambos soberanos; merced á su intervencion se evitó un rompimiento que amenazaba envolver en una guerra terrible á los dos reinos.

De esta manera quedó Alfonso de Castilla desembarazado para renovar la guerra contra los moros, espirado que hubo la tregua de dos años establecida con Abu Yussuf. El plan del castellano parecia el mas conveniente; era el de cercar á Algeciras por mar y tierra á fin de que no pudiese recibir de Africa socorro de ningun género, y cortada toda comunicacion y reducida la plaza á la mayor estremidad, apoderarse de ella. Aparejóse al efecto una armada formidable: componíase de veinte y cuatro navíos, ochenta galeras y muchos barcos ligeros. Un ejército de tierra se reunió al propio tiempo en Sevi→ lla al mando del infante don Pedro, hijo tercero del rey, cuya vanguardia se confió á don Alfonso Fernandez, llamado el Niño, uno de los hijos ilegítimos del monarca. La bahía y los campos de Algeciras se cubrieron de naves y de tropas de tierra: los moros de la plaza se hallaron circuidos por un cordon casi compacto, y faltándoles pronto los bastimentos y vituallas se vieron en grande apuro y desesperacion. Pero no era mas lisongera la situacion de los cristianos, asi del campo como de las naves. Apuráronseles tambien las provisiones, y la penuria traia á los soldados de mar y tierra flacos y estenuados. Habíase prolongado el cerco hasta fines ya del estio (1278), y los calores rigu→ rosos de aquel abrasado clima, unidos á la miseria y falta de alimentos, pra→ dujeron enfermedades y dolencias de que sucumbian lastimosamente y á cen→ tenares los soldados. Los gefes de la armada, privados hacía meses de suel→

(1) La Chrónica no dice mas sino porque supo algunas cosas del infante don Fadrique, su hermano...... Pero hay muchas razones para creer que el motivo de aquella terrible ejecucion fué el que hemos indicado, y asi opinan Mondéjar, Zurita y otros respetables

autores. Lo único que puede atenuar algo la odiosidad de este hecho en un rey legislador es que acaso creyéra necesaria la pronta ejecucion del castigo y la omision de toda forma para evitar los disturbios que amenazaban al reino.

do, saltaban å tierra para buscar algun remedio á su necesidad, y abandonaban las naves á enfermos y escuálidos incapaces de defenderlas. ¿De qué provenia tanta penuria en el ejército cristiano? Segun después se supo, todos los caudales y rentas que se cobraban de órden del rey por los judíos recaudadores para atender à los gastos y necesidades del ejército de Algeciras, tomábalos don Sancho sin conocimiento de su padre, y los enviaba á Aragon para congraciar á la reina doña Violante, á quien trataba de hacer volver á Castilla

Noticioso el emperador de Marruecos, que se hallaba en Tanger, del miserable estado del ejército y armada cristiana, habilitó una cortisima flota de solas çatorce galeras, la cual provista de todo y guiada por buenos marinos y capitanes cayó de improviso sobre las naves castellanas, que todas fueron desbaratadas y quemadas con muerte de los pocos que en ellas habian quedado y prision del almirante y primeros capitanes. «Tan poca era la gente, dice la Crónica, que estaba en aquellas galeas, y tan lacerados, que home dellos non cató por se defender, nin pudieron mover ninguna de aquellas galeas, donde estaban trabadas con las áncoras; y los moros quemáronlas todas, y mataron los que estaban en ellas.» Desembarcando luego los africanos, pusieron fuego á los reales del ejército sitiador, socorrieron á los de Algeciras, y el infante don Pedro tuvo que abandonar apresuradamente el campo y huir, dejando al enemigo todos los bagages. Tan vergonzoso término tuvo el sitio de Algeciras, la empresa militar mas importante que Alfonso X. habia acometido en su reinado. Vióse, pues, el monarca de Castilla, despues de tan formidable y ruidoso aparato, en la necesidad humillante de pedir treguas al emperador de Africa, que éste le otorgó por algun tiempo.

Entretanto don Sancho, á fuerza de instancias y de oro, de aquel oro cuya falta en el campo de Algeciras costó la pérdida de un ejército y de una flota entera y una afrentosa humillacion al reino, habia logrado que la reina su madre volviese á Castilla quedando los infantes de la Cerda en poder y bajo el gobierno del rey de Aragon, con quien don Sancho tuvo una entrevista entre Requena y Buñol, en la cual concertaron tratos de grande concordia y amistad. Esta alianza del principe castellano con el monarca aragonés convenció á Felipe de Francia de lo poco que podia prometerse del de Aragon en cuyo poder estaban sus sobrinos. El enojo por el desheredamiento de éstos era grande, y volvió á pensar en la guerra contra Castilla, y á preparar su ejército para entrar por los Pirineos. Pero interponíase siempre el pontifice, no cesando de amonestar por sus legados á los dos monarcas á que se concertasen y conviniesen. Era interés de los papas mantener en paz á los principes cristianos de Europa, porque necesitaban de

su ayuda para acudir al socorro de los pocos fieles que habian quedado en Palestina, y que se hallaban en el mas deplorable estado de opresion y de inminente y continuo peligro. Al fin, accediendo á las exhortaciones é instancias del gefe de la Iglesia, conviniéronse los dos reyes de Francia y de Castilla en verse y hablarse para tratar los términos de una avenencia. Pasó á este intento Alfonso X. á Bayona con los infantes don Sancho y don Manuel. Felipe III. de Francia envió solamente su s embajadores. Despues de algunas pláticas accedia el rey de Castilla á dar á Alfonso su nieto, el mayor de los infantes de la Cerda, el reino de Jaen con la obligacion de reconocerle feudo y homenage como á soberano. Mas don Sancho, que no queria se diese lugar alguno á su competidor en el reino, opúsose á todo acomodamiento y se rompieron y malograron las negociaciones, y volvióse cada cual á sus dominios, sin que de estas vistas resultase avenencia ni concordia entre los contendientes (1280).

Despues de esto movieron otra vez don Alfonso y su hijo sus armas y su gente contra Mohammed II. el de Granada. Las tropas de Castilla iban mandadas por el infante don Sancho. La espedicion no fué tampoco feliz. Habiendo caido los castellanos en una emboscada, cerca de tres mil fueron acuchillados por los moros, entre ellos casi todos los caballeros de Santiago, habiendo recibido el maestre de la órden, don Gonzalo Ruiz Giron, una herida mortal, de la cual sucumbió muy poco después. Atrevióse, no obstante, don Sancho á avanzar hasta la vega de Granada, cuyos campos taló, regresando luego á Córdoba, donde se hallaba su padre. Pasaron desde alli á Burgos á celebrar los desposorios de los dos infantes don Juan y don Pedro, del primero con Juana, hija del marqués de Montferrato, y del segundo con Margarita, hija del vizconde de Narbona (1281), y seguidamente partieron para el lugar de Campillo, entre Agreda y Tarazona, punto en que habian convenido verse con don Pedro III. de Aragon para tratar de la alianza que don Sancho habia andado negociando entre los dos monarcas y acabar de desbaratar todo concierto con el de Francia. Acompañaron á cada soberano en las conferencias de Campillo los infantes sus hijos, muchos prelados y gran número de ricos-hombres, caballeros, nobles y grandes de cada reino. Confederáronse alli los dos reyes en muy estrecha amistad, haciéndose pleito-homenage y juramentos de ser amigos de sus amigos, y enemigos de sus enemigos, y de valerse y favorecerse contra todos los hombres del mundo, moros ó cristianos, que eran las fórmulas entonces usadas.

Esto de público; que de secreto pactaron tambien reyes y principes ayudarse á conquistar el reino de Navarra de que el francés se habia apoderaTOMO III. 20

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