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tiendo después para Zaragoza, y convocadas las córtes generales del reino, juró y confirmó en ellas los fueros, usos y costumbres de Aragon, y coronado en la forma que sus predecesores, protestó tambien «que no recibia la <corona en nombre de la Iglesia romana, ni por ella, ni menos contra ella, «ni queriendo tácita ni expresamente aprobar lo que el rey don Pedro habia hecho en tiempo del papa Inocencio, cuando hizo su reino censatario «de Roma (1).» Otra protesta hizo, que disgustó bastante á los aragoneses, y fué que recibia el reino, no por el testamento de su hermano, sino por el derecho de primogenitura que le competia por su muerte y por el testamento de su padre, con lo cual quiso significar que aceptaba la corona de Aragon, sin renunciar á la de Sicilia (24 de setiembre, 1291).

De las relaciones del nuevo rey de Aragon don Jaime II. con dor. Sancho el Bravo de Castilla, de las entrevistas y tratados entre estos dos monarcas, de los esponsales del aragonés con la infanta Isabel, hija del castellano, y de tos auxilios que á éste prestó para la guerra contra los moros, hemos dado cuenta en el precedente capitulo al hablar de las cosas de aquel reino. Dejemos á don Jaime instalado en el reino de Aragon, y echemos una ojeada sobre la fisonomía social que presentaban en esta época los reinos de Aragon y de Castilla.

(1) Blancas, Coronaciones, libro I. cap. 3. Zurita, Anal. libro IV,, cap. 123.

CAPITULO VI.

ESTADO SOCIAL DE ESPAÑA

EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIII.

CASTILLA.

De 1959 á 1295.

Juicio criticio de don
Alfonso el Sábio como

Consideracion general sobre los tres periodos de la edad media.-1. Alfonso el Sábio.-11. Gobierno de Castilla en este tiempo.-III. legislador.-IV. Alfonso X. como hombre de letras.-V. Juicio crítico de don Sancho el Bravo.-VI. Gobierno de Castilla en este reinado.

Con el reinado de Alfonso el Sábio comienza un nuevo período en la vida social de España. Desde Covadonga á Toledo es la nacion que pugna por vivir; desde Toledo á Sevilla es la nacion que vive y se robustece luchando; desde Sevilla á Granada es la nacion que trabaja en organizarse. De Pelayo á Alfonso VI. es la infancia y la pubertad de la nueva sociedad española: del sesto al décimo Alfonso es su juventud y su virilidad: de Alfonso el Sábio à Isabel la Católica será su madurez y su decrepitud; aquella decrepitud, que lleva en su muerte el gérmen de otra vida, que sin dejar de ser nueva es la continuacion de la antigua; es mas bien que una nueva vida una nueva forma de ser y de existir: es el retoño que brota para vivir y crecer lozano, de las raices del árbol viejo que se seca y muere, siendo otro árbol sin dejar de ser el mismo. Asi hemos visto nacer la edad media de la edad antigua, y asi veremos nacer la edad moderna de esta edad media en cuyo tercer periodo hemos entrado.

Al lado de este pueblo y de esta nacionalidad se ha formado y crecido otro pueblo y otra nacionalidad que no es la castellana, aunque es tambien española: es el pueblo y la nacionalidad aragonesa. Tambien Aragon cuenta

sus tres períodos de edad media como Castilla. Desde el Pirineo á Zaragoza es la nacion que pugna por vivir; desde Zaragoza á Valencia es la nacion que se robustece peleando; desde Valencia á Granada, donde se refundirá en Castilla, es la nacion que trabaja por organizarse. De Iñigo Arista á Alfonso el Batallador es la infancia y la pubertad de la sociedad aragonesa; del primer Alfonso á Jaime I. es su juventud y su virilidad; de Jaime 1. á Fernando II. será su madurez y su decrepitud; decrepitud que llevará en su muerte el gérmen de otra vida, de otra forma de ser, que sin dejar de ser nueva será la continuacion de la antigua.

Aragon, hijo emancipado de Navarra, en su robusto desarrollo ha ido reasumiendo en si todos los elementos de vida de la España Oriental. Aragon, Cataluña, Valencia, las Baleares, todo es Aragon. Castilla, hija emancipada de Asturias y Leon, ha ido concentrando en si todo lo que se estiende de Norte á Mediodía. Galicia, Asturias, Leon, Estremadura, Castilla y Andalucía, todo es Castilla. En Aragon á la mitad del siglo XIII. no ha quedado nada por conquistar de los moros: los hijos de don Jaime no tienen que hacer sino conservar. Este pueblo se ha apresurado á cumplir la primera parte de su mision, la de expulsar los enemigos de la fé y recuperar una patria perdida. En Castilla ha quedado todavía Granada. Fortuna fué para San Fernando el haber vivido menos que don Jaime, porque lleno de gloria en la tierra pasó mas pronto á gozar de otra mayor gloria en el cielo; pero fué desgracia para los castellanos, porque les dejó todavia una tarea penosa que llenar. Sin embargo, aunque la reconquista no quedó terminada, quedó por lo menos decidida.

En este período que abarca nuestro capitulo, la vida política de ambos pueblos, Castilla y Aragon, es casi igualmente activa, turbulenta y agitada. Pero Castilla se reconcentra en sí misma, y su vida es toda interior. Mientras Aragon rebosando vitalidad y robustez, cuando le faltan conquistas que hacer dentro de sus propios limites, se sale fuera de sí mismo, se desborda, se lanza los mares adelante, se derrama por Africa y Europa, hace sentir en todas partes el peso de sus barras, influye, obra ó interviene en todas las cuestiones del mundo, conmueve los imperios de Oriente y Occidente, concita contra si con su audacia la tiara y las coronas y les resiste solo; redime y hace suya la Sicilia, domina y aterra en Calabria, íntimida á Nápoles, cercena los dominios de Roma, vence á Francia, é Inglaterra hace vanidad y alarde de ser su amiga. Aragon asusta al mundo con sus empresas esteriores, con su política interior le admira y asombra. La magnitud de los pensamientos, la grandeza de los sucesos, el interés histórico de España en este período está mas en Aragon que en Castilla. Veamos, no obs

tante, de qué modo influyó cada reinado en el engrandecimiento y civilizacion de España, y en su marcha y condicion social, comenzando por Castilla segun nuestro órden establecido, atendiendo siempre á ser la monarquia madre.

I.

Alfonso el Sábio de Castilla es un ejemplo insigne de que un monarca ilustrado y docto, dotado de grandes cualidades personales, puede ser desgraciado en la gobernacion de su reino. En nuestro discurso preliminar dijimos: «Castilla despues de San Fernando hubiera necesitado otro rey con«quistador, y tuvo un rey sábio. Pensó en hacer leyes mas que en acabar de expulsar á los moros, y se difirió por mas de dos siglos la reconquis<ta (1).» En efecto, Castilla con otro rey como San Fernando hubiera llevado á cabo la restauracion, y Granada y Gibraltar hubieran dejado de pertenecer á los musulmanes. Si algun testimonio se necesitára de ello, daríalo bien patente la facilidad con que Alfonso, siendo como era, recobró á Jerez, Arcos, Niebla, y mucha parte del Algarbe. En rigor ni Alfonso dejaba de pensar en la expulsion de los infieles, ni le perjudicaron tanto para ello sus ocupaciones literarias como la debilidad de su carácter, el poco tacto para tratar á sus súbditos, nobles y pueblo, y la falta de teson para proseguir sus empresas comenzadas.

Si oyéramos decir: hubo un rey en Castilla, que á la edad de treinta y un años, la edad en que hay mas vigor en el espíritu y mas robustez en la diestra para manejar un cetro, heredó los mas vastos dominios que hasta entonces hubiera poseido ningun monarca castellano, Asturias, Galicia, Leon, Estremadura, Castilla, Murcia, Jaen, Córdoba y Sevilla, y este rey, despues de reinar treinta y dos años, y habiéndole sido ademas ofrecida una corona imperial, murió pobre y oscuramente, desamparado de sus hermanos, abandonado de su esposa, de sus propios hijos, perseguido por los nobles, menospreciado de su pueblo, de ese pueblo castellano tan amante de sus reyes, con su corona empeñada en poder de un principe africano, infiel y enemigo, por algunas doblas de oro para poder vivir algun tiempo con el precio de su postrer alhaja: si esto oyéramos decir de un monarca castellano sin que se nos revelára su nombre, exclamaríamos: «¡bien falto

(1) Disc. Prelim, tom. I.

de capacidad y de virtudes debió ser ese monarca para que asi cayera de la cumbre de tan alto poder al abismo de tanta pobreza y desventura!» Mas si seguidamente se nos añadiera: «Sabed que ese rey de Castilla fué uno de los mas esclarecidos soberanos que tuvo España; sabed que ese rey de Castilla fué un príncipe de privilegiado ingenio, de altas y sublimes concepciones, que tenia asombrado al mundo con su erudicion y con su ciencia; sabed que ese rey de Castilla fué un filósofo ilustre, fué un historiador admirable, hablista elocuente, poeta fecundo, insigne matemático y astrónomo, y sobre todo fué un legislador que no tuvo igual ni en su siglo ni en muchos siglos después; sabed que ese rey de Castilla fué el autor de la Crónica General de España, de las Cantigas y Querellas, de las Tablas Astronómicas, del Espéculo, del Fuero Real, y de las Siete Partidas: sabed, en fin, que ese rey de Castilla fué aquel don Alfonso á quien la posteridad ha honrado con el sobrenombre de el Sábio; entonces, si no supiésemos su historia, crecería nuestro asombro, y no acertariamos á comprender fenómeno tan estraño.

Por lo mismo y para que la historia pueda servir de enseñanza á reyes y pueblos, es fuerza examinar cómo y por qué causas un monarca dotado de eminentes cualidades individuales puede desempeñar el cargo de la gobernacion tan erradamente que ocasione su propia ruina y hasta la decadencia de su reino. Esto nos conducirá al propio tiempo al conocimiento del estado social de la monarquía castellana en aquella época, y al del influjo que ejerció este reinado en su suerte y en su porvenir.

Habia en Castilla (y era consecuencia de causas que anteriormente hemos esplicado) una nobleza que por lo poderosa llegó á hacerse insolente. San Fernando, príncipe de gran tacto político, si no de un prodigioso talento, conoció la necesidad de cortar el vuelo á los orgullosos magnates que se iban remontando á demasiada altura en alas de su desmedido poder; y lo logró á fuerza de prudencia y de energía; hizolos sumisos haciéndolos menos grandes: abolió el titulo y dignidad de conde; y valiéndose con preferencia para el gobierno del reino de letrados y hombres buenos de las ciudades, elevó la clase media é ilustrada y rebajó el poderio é influencia de la aristocrática y noble. Apartándose de este ejemplo su hijo Alfonso y siguiendo opuesto camino y sistema, aumentó con pródiga liberalidad las rentas y cuantías, y con ellas el poder de los grandes, y creyendo hacérselos mas afectos y amigos y mejores servidores los hizo mas soberbios, díscolos y exigentes (1). Un don Nuño de Lara, que llegó á tener en

(1) Como quier, dice la Crónica, que los ricos-omes, infanzones y caballeros hijos

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