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Murcia le pagára el tributo que estaba obligado á satisfacer en reconocimiento de feudo y homenage à su padre don Ramon Berenguer, y que desde la última espedicion de éste á la Provenza habia dejado de cumplir. Al tiempo que los castellanos despues de la celebracion de estas bodas regresaban á Burgos, el de Aragon se encaminó á las riberas de Alhambra y de Guadalaviar, donde sojuzgó á los moros que poblaban aquellas comarcas y castillos, y revolviendo luego á las montañas de Prades, y lanzando de alli algunos sarracenos que se habian rebelado, redujo otra vez aquellos lugares y los sometió á su señorío. Era no obstante el pensamiento principal del monarca aragonés la reduccion de los moros de Valencia, á cuyo objeto y como un fuerte avanzado para sus ulteriores conquistas, pobló y fortificó á Teruel, que dió en feudo á uno de los mas célebres ricos-hombres de Aragon, llamado don Berenguer de Entenza, y á imitacion de los condes soberanos de Castilla otorgó á los moradores de la nueva poblacion el antiguo fuero de Sepúlveda. La muerte de Aben Lop de Murcia (1) le alentó á avanzar hasta los muros mismos de Valencia, talando su fértil vega y rica campiña. Intimidado el emir de aquella populosa ciudad, tuvo por bien poder conjurar la tormenta que veia amenazar á sus tierras, ofreciéndose á ayudará Alfonso contra el nuevo rey de Murcia hasta forzarle á pagar al monarca cristiano dobles párias de las que su antecesor le satisfacia. Con esto penetró el aragonés hasta Játiva (1172), pero distrájole de aquella guerra la noticia de una invasion que Sancho el de Navarra habia hecho en sus estados. Navarra pagó los daños que hubiera podido hacer Alfonso en los moros de Valencia.

Conocemos ya estas guerras. Vimos tambien cómo desavenido y enojado el aragonés con Alfonso VIII. de Castilla por la infraccion de un convenio, habia solicitado enlazarse con la hija del emperador de Oriente, desentendiéndose del compromiso que desde la infancia habia contraido con la princesa doña Sancha de Castilla. La pretension del aragonés fué gustosamente aceptada por el emperador Manuel, tanto que no tardó en enviar á su hija Eudoxia, acompañada de un prelado y varios personages griegos, con mas el obispo y los ricos-hombres que de parte del de Aragon habian ido á solicitar su mano. Mas al llegar la comitiva imperial a Mompeller, halláronse con la estraña y sorprendente nueva de que Alfonso, arregladas en aquel intermedio sus disidencias con el de Castilla, habia llevado ya á complemento su matrimonio con la princesa castellana (1174). Pesada burla, en verdad, para la jóven hija del emperador, y no muy lige

(1) El conocido en las crónicas cristianas por el Rey Lobo

ra para su padre y para los embajadores de ambas partes que la traian. Su fortuna fué que alli mismo el conde don Guillen de Mompeller pidió para sí á la burlada princesa, y aunque con poco beneplácito de los enviados del emperador, se ajustó y realizó el matrimonio, jurando antes el conde que los hijos ó hijas que tuviesen le heredarian en el señorío de Mompeller (1).

En consecuencia de esta nueva concordia hemos visto tambien à Alfonso de Aragon prestar poderoso auxilio al de Castilla para la conquista de Cuenca (1177), y merecer por ello libertar definitivamente á su reino del feudo que sus predecesores reconocian á la monarquía castellana. Desde este tiempo hasta 1118, periodo que abarcamos en este capítulo, ocupóse alternativamente el aragonés, ya en parciales guerras con los moros de Valencia y Murcia, ya en negociaciones y tratos con los condes de Tolosa, de Nimes, de Poitiers y de Bearne que dejamos indicados, ya en las concordias y desavenencias, confederaciones y rompimientos con los reyes de Navarra y de Castilla de que tambien hemos dado cuenta; tráfago fatal de negociaciones precarias, insubsistentes y estériles en resultados decisivos, que asi fatigan al lector que desea conocer las relaciones políticas de los diferentes estados en cada época, como al historiador que tiene el triste deber de no omitirlas, si ha de presentar la verdadera fisonomía de la España en estos malhadados y revueltos períodos, y mostrar cuán lenta y perezosamente marchaba la España á la formacion de una monarquía general.

Tal era el estado político de los cuatro reinos cristianos á la muerte de Fernando II. de Leon.

(1) De este consorcio con tan estrañas circunstancias celebrado nació una hija que casó despues con el rey don Pedro de Ara

gon, y fué madre del famoso don Jaime el Conquistador.

CAPITULO XI.

ALFONSO VIII. EN CASTILLA.

ALFONSO IX. EN LEON (4).—PEDRO II. EN ARAGON.

Do 1188 á 1219.

Alfonso IX. de Leon es armado caballero por su primo Alfonso VIII. de Castilla.-Confedéranse los reyes de Portugal, Aragon, Navarra y Leon: casa este último con doña Teresa de Portugal.-Aislamiento en que quedó el castellano.-Atrevida irrupcion de Alfonso VIII. en Andalucia.-Temerario reto que dirigió al emperador de Marruecos: contestacion del musulman.-Venida de Aben Yussuf á España con grande ejército.—. Funesta derrota de los castellanos en Alarcos.-Guerra entre los reyes de Leon y de Castilla. Disuélvese el matrimonio de Alfonso de Leon con la princesa de Portugal, y se casa con doña Berenguela de Castilla: reconciliacion entre los dos monarcas.Muerte de Alfonso II. de Aragon: su testamento: proclamacion de Pedro II.-Manda el papa disolver el matrimonio de don Alfonso y doña Berenguela: resistencia de los dos. príncipes: fulmina excomunion contra ellos: se separan.-Es excomulgado tambien el rey Sancho el Fuerte de Navarra: va el navarro á Marruecos: pierde entretanto la Guipúzcoa y Alava.-Matrimonio de doña Blanca de Castilla con el príncipe Luis de Francia: de doña Urraca su hermana con el principe Alfonso de Portugal.-Vuelve el navarro: crítica situacion en que se vé: hace paces con el de Castilla.-Funda Alfonso VIII la universidad de Palencia.-Rompe la tregua contra los moros: venida de un grande ejército sarraceno: apodérase de Salvatierra; prepárase Alfonso para una gran campaña.—ARAGON: Reinado de Pedro II.-Va á coronarse á Roma por mano del papa: bace su reino tributario de la Santa Sede.-Opónense los aragoneses, y se ligan á la voz de Union para sostener los derechos del reino.-Matrimonio de don Pedro con doña Maria de Mompeller.-Ruidosas consecuencias de este enlace: intervencion del pontifice.-Guerra de los albigenses en Francia: parte que toma en ella el aragonés: el papa Inocencio III.: principio de la Inquisicion.

Proclamado que fué Alfonso IX. rey de Leon, jóven entonces de diez y siete años, ó por ganar la voluntad de su primo el de Castilla, ó porque

(4) Aun cuando en el órden cronológico le tocaba á este Alfonso ser el VII. de Leon, como reinaba ya un Alfonso VIII. en Castilla, y los dos reinos vinieron á unirse despues en una misma casa real, como ya lo

habian estado antes, los autores adoptaron el número de unos reyes para la série de los otros, haciendo de todos ellos una misma numeracion cronológica.

éste le requiriese á ello, ó por tener quien le amparase contra el de Portugal, presentóso en las córtes que aquel año (1188) celebraba Alfonso VIII. en Carrion, y besó respetuosamente la mano del de Castilla, y recibió de él la espada y el cinturon de caballero, lo cual tradujo el castellano por un acto de reconocimiento de homenage, de que hubo de pesarle después al de Leon, y fué causa de ulteriores desavenencias entre los dos primos.

En aquellas mismas córtes y casi al propio tiempo que el leonés, fué tambien armado caballero por mano del de Castilla el príncipe Conrado de Suabia, hijo del emperador de Alemania Federico Barbaroja, que habia venido á celebrar sus desposorios con la infanta doña Berenguela, primogénita de Alfonso VIII. Las capitulaciones matrimoniales de estos dos principes habian sido ajustadas en Alemania y solemnemente juradas por los representantes de los dos soberanos sus padres (1). En su virtud se celebró el matrimonio del principe aleman con la princesa castellana; mas como doña Berenguela manifestase haberse hecho esta union sin su consentimiento y muy contra su voluntad, y resistiese consumar su matrimonio, hízose valer para el pontifice el parentesco, aunque remoto, pues lo era en quinto grado, que entre los dos jóvenes desposados mediaba, y una sentencia de nulidad que dejó á los dos esposos libres vino, como providencialmente, á impedir que fuera llevada á estrañas tierras la ilustre princesa que reservaba el cielo para dar lustre y gloria á Castilla. Volvióse Conrado á Alemania, y disuelto el matrimonio por el arzobispo de Toledo y el legado de la Santa Sede, doña Berenguela quedó como innupta, que es la espresion del historiador arzobispo.

La fortuna con que el castellano habia ido eng randeciendo su poder escitó los celos de los soberanos sus vecinos, los cuales por otra parte no estaban satisfechos de la escrupulosidad del de Castilla en la observancia de las alianzas y pactos. Una confederacion de principes cristianos, todos parientes entre sí, comenzó á formarse contra él. Dió el primer paso Sancho el de Portugal proponiendo su alianza á Alfonso II. de Aragon, en ocasion de hallarse éste celebrando córtes en Huesca (1188). Aceptóla el aragonés, escitando al de Portugal á que comprendiera en ella al de Leon. Con esta respuesta y con el indicado fin se propuso el aragonés hacer entrar en la liga al de Navarra, á quien no faltaban nunca agravios, ó fundados ó supuestos, que vengar del castellano, y se reconcilió con él en Borja, cangcándose para mútua seguridad, segun costumbre de aquellos tiempos, un determi

(1) Mondéjar trae el texto integro de es- Mem. Histor. de don Alfonso el Noble. tas capitulaciones en el capitulo 56 de sus

nado número de castillos (1189). Admitido el leonés á la proyectada alianza quiso estrechar sus relaciones con el de Portugal enlazándose con su hija mayor doña Teresa, jóven hermosa, dice el historiador de las Reinas Católicas, que arrebataba la atencion de cuantos la miraban, y que á sus gracias naturales unia un juicio y una discrecion superiores á su edad, con unas dotes y prendas sobrenaturales en el alma que la hacian parecer una imágen pintada por mano del soberano artifice para tener en ella sus delicias (1).» Las bodas de Alfonso IX. de Leon con la princesa de Portugal se celebraron å fines de 1190. Con esto los tres soberanos de Aragon, Portugal y Leon procedieron á realizar un tratado de paz y amistad (1191), en que acordaron no hacer guerra, paz ni tregua sino de comun consentimiento y con aprobacion de todos tres monarcas (2). Quedó de esta manera aislado y solo el de Castilla. que sin embargo tuvo ánimo y resolucion para hacer atrevidas irrupciones por las tierras de Andalucía, causando no pocos estragos á los moros de Ubeda, Jaen y Andújar, ya en persona, y acompañado de los caballeros de Calatrava, ya ejecutándolas de órden suya el arzobispo de Toledo don Martin de Pisuerga, que se hizo célebre capitaneando una de estas espediciones; que debia ser este prelado mas dado á los activos afanes del guerrero que á las ocupaciones tranquilas del apóstol.

Aprovechando Alfonso VIII. la ocasion de hallarse ausente de España el emperador de los Almohades Yacub ben Yussuf, avanzó arrojadamente en 1194 por enmedio de los dominios musulmanes hasta las playas de Algeciras, como en otro tiempo Alfonso el Batallador habia llegado á las de Málaga, y desde alli escribió al gran emperador de Marruecos la siguiente arrogante carta: «En el nombre de Dios clemente y misericordioso: el rey «de los cristianos al rey de los muslimes. Puesto que segun parece no puedes ❝venir contra mí ni enviar tus gentes, envíame barcos, que yo pasaré con <mis cristianos donde tú estás, y pelearé contigo en tu misma tierra, con «esta condicion, que si me venciéres seré tu cautivo y tendrás grandes despojos, y tú serás quien dé la ley; mas si yo salgo vencedor, entonces todo será mio y seré yo quien se la dé al islam (3).»

Enfurecido Aben Yussuf con este atrevido reto, hizo leer la carta á todas sus cabilas, almohades, alárabes, zenetes y mazamudes, y todos como él centellearon de ira pidiendo venganza contra el audaz cristiano; y llamando á su hijo Cid Mohamed, su futuro sucesor, le mandó escribir al respaldo

(4) Florez, Reinas Católicas, tom. I.

(2) Zurita, Anal, lib. II., cap. 43 y 44. -Garivay, Comp. histórico, lib. XII.-Mondéjar, Crónica de Alfonso VIII. cap. 60.

Sousa, Brandaon, Brito, Herculano, en Jas
Hist. de Portugal.

(3) Conde, part. III., c. 51.

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