tomaron como regla única, de modo que no debe estrañarse que la sentencia pronunciada fuese tan pronta como violenta. A la mañana del dia siguiente los comisarios reunidos en al palacio del Rey, declararon que los acusados eran en efecto culpables de una heregía manifiesta y pertinaz, de suerte que se habian hecho merecedores de las penas impuestas en la sentencia de excomunion fulminada en otro tiempo contra ellos, en conformidad con la bula del Papa. De este modo aquellos hombres, autorizaban y santificaban la crueldad de que iban á ser víctimas sus propios compatriotas. VI. Pronunciada apenas la sentencia, ordenó el Rey el suplicio de todos los acusados, es decir, de todos los que en tiempo de Sture habian firmado la órden de destituir al arzobispo Trolla. El único esceptuado fué el obispo Juan Brask, gracias á la precaucion que habia tenido de deslizar debajo del sello un billete en el cual declaraba que tomaba parte en aquel acto contra su voluntad. Inmediatamente vinieron los verdugos á anunciar á los presos que les llegaba su última hora. En vano pidieron sacerdotes para prepararse; negóseles por la razon de que eran considerados como bereges. Entre tanto, llenábanse las calles de soldados, como en un campo de batalla; rodeábase de artillería la plaza destinada á las ejecuciones, las avenidas del palacio eran ocupadas por las guardias del Rey, y las trompetas anunciaban por todas partes á los habitantes de la ciudad que debian retirarse á sus casas, y no aparecer en puertas ni en ventanas. VII. Estos preparativos amenazadores tenian todos los ánimos consternados y suspensos eutre mil ideas aterradoras; pero no duró mucho tiempo la incertidumbre. A las doce del dia 8 de noviembre de 1520, abriéronse las puer tas del palacio y una larga procesion de lo mas ilustre que habia en Suecia empezó á desfilar en direccion al suplicio que se hallaba rodeado de guardias y verdugos. Vicente, obispo de Scara, y Mathias, obispo de Stregnes, abrian la marcha, en hábitos de pre!ados: seguian los senadores revestidos tambien con las insignias de su dignidad; detrás de ellos iban otras personas de la nobleza, y por último, los magistrados de Stocolmo. Los gritos, los sollozos de las víctimas hacia mas horroroso este espectáculo. El senador dinamarqués Nils Licke dijo al llegar al lugar de la ejecucion que «el Rey se veia obligado á abandonar aquellos culpables á la justicia del arzobispo Trolla, que este prelado habia ido tres veces á echarse á los piés del Rey para pedirle el suplicio de los criminales, porque era preciso ejecutar la bula del Papa, y en fin, que los culpables habian unido á sus otros crímenes el de querer volar con pólvora el palacio del Rey.»> Vanas escusas y falsas imputaciones que no encubrian á los ojos del pueblo los verdaderos motivos de los suplicios que se preparaban. VIII. El obispo de Scara, mas seguró de ser escuchado, tomó á Dios por testigo de su inocencia, atribuyó á la crueldad del Rey y del Arzobispo los crímenes que iban á cometerse, anunciándoles la venganza del cielo, y se recomendó á la del pueblo que le rodeaba. Los demás infortunados hablaron en el mismo sentido; pero los gritos de indignacion y de ira que exhalaba el pueblo y las amenazas de los verdugos les impusieron silencio. En fin, el obispo de Stregnes, que habia sido el primero en someterse á Cristian, y mas que nadie quizás habia contribuido á elevarle al trono de Suecia, obtuvo en premio de sus servicios el favor de empezar con su muerte aquella escena sangrienta, ¡dichoso él que no pudo presenciarla! El obispo de Scara fué decapitado despues de él. A los dos prelados siguieron los senadores y los demás caballeros, entre los cuales se contaba Eric Johauson Wasa, padre del célebre Gustavo Wasa, que despues vengó la Suecia, llegando á ser Rey. Perecieron en seguida los burgomaestres y otros ciudadanos de Stocolmo. Varios artesanos fueron arrancados de sus talleres para conducirlos al patíbulo; llegóse hasta el extremo de entregar al verdugo algunos espectadores que habian cometido la imprudencia de dejar escapar algunas lágrimas. El historiador Olans Magno vió ejecutar hasta noventa y cuatro personas. Otras fueron ahorcadas ó murieron en los tormentos. En la noche que siguió á esta horrible jornada las mujeres de los ajusticiados fueron abandonadas á la lubricidad y al acero de la soldadesca, en sus propias casas. IX. Continuó la matanza el segundo y tercer dia. Habiéndose escapado algunas víctimas, escondiéndose en los rincones mas apartados de sus casas, y no habiendo producido las pesquisas hechas en su busca los resultados que se esperaban, mandó el Rey publicar un perdon general por el cual se exhortaba a todos los habitantes á emprender de nuevo sus tareas ordinarias; pero aquel perdon no era mas que un lazo; pues apenas salieron de sus retiros los pocos proscritos que quedaban, cuando se les mandó prender y conducir al suplicio. Los cadáveres permanecieron tres dias espuestos en la gran plaza, despues de los cuales fueron arrastrados y quemados en el arrabal del Sur. X. Al dia siguiente de las ejecuciones desenterróse el cuerpo de Sten Sture, y el de un hijo suyo, de edad de seis meses, y despues de hechos tajadas, fueron ambos arrojados al fuego. Cristina tuvo no solo el dolor de ver los restos de su esposo y de su hijo tan indignamente tratados, sino que fué llevada ante el Rey y se vió reducida á pedir gracia para su propia vida, Cristian CAPITULO V. SUMARIO. Gustavo Wasa rey de Suecia.-Su carácter.-El clero enemigo de la independencia.-Gustavo se declara partidario de la reforma religiosa.-Calamidades públicas.-El clero atribuye estos males á la heregia.-Los anabaptistas en Stocolmo.-La cuestion religiosa esplicada por el Rey. I. . Gustavo Wasa subió al trono de Suecia el 7 de febrero de 1523, por eleccion de los estados, despues de haber arrojado de él al sanguinario Cristian II, que con la corona de Suecia perdió tambien la de Dinamarca: justo y merecido premio reservado á la ambicion de los tiranos. Con la nueva dinastía rompióse la union que entre los tres reinos escandinavos habia existilo durante un período de ciento veinte y seis años, y Suecia fué desde entonces una nacion independiente. II. Todos los historiadores escandinavos se hallan conformes en presentarnos al popular fundador de la nacionalidad sueca como un |