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IV.

Los dos hermanos Olans y Laurencio Petri, discípulos de Lutero, volvieron de Wittemberg á principios de 1520, y predicaron por primera vez en su patria la nueva doctrina. Su predicacion llamó la atencion de Gustavo, que les concedió su apoyo, á pesar de que el obispo Brask, que habia recibido ya la bula de Adriano VI relativa á la exterminacion de la heregía, reclamaba el establecimiento de comisarios inquisidores en todas las diócesis y la prohibicion de los escritos de Lutero.

El Rey, que mantenia correspondencia con el reformador aleman nombró predicador de Stokolmo y secretario de la ciudad á Olans Petri, cuyos atrevidos sermones eran ya objeto de la atencion general. Su hermano fué nombrado profesor de la universidad de Upsala, en cuya universidad mandó el Rey celebrar conferencias sobre las nuevas doctrinas, y redactar doce proposiciones que debian examinarse despues por un sínodo sueco.

Nombró canciller á Lorenzo Andrea, dean del capítulo de Upsala, quien, habiendo pasado su juventud en Roma, habia concluido por hacerse luterano,

Puede juzgarse de los principios del gobierno sobre la propiedad de la Iglesia por esta respuesta del canciller à los frailes de Vadstena, que se quejaban de la demanda de socorros dirigida al convento para la expedicion que iba á Gothlandia:

«El tesoro de la Iglesia pertenece al pueblo.»>

A lo que los frailes respondian que era cierto; pero que Dios la habia hecho depositaria.

«En hora buena, respondió el Rey, pero no negueis el depósito al verdadero dueño,

V.

Tres meses despues del advenimiento del Rey al trono, cuando expuso el estado de la hacienda á los campesinos reunidos en la fe

ria de Vesteras el 8 de setiembre de 1523, evaluó en 960,000 marcos los gastos de la guerra, lo que le habia obligado á contraer grandes deudas, para el pago de las cuales se acordó vender la

plata de las iglesias.

A esta suma hay que añadir las que se necesitaban para la conquista de la Finlandia y la expedicion de Gotlandia, la represion de las revueltas, y el establecimiento y sostenimiento de un nuevo gobierno. Así fué que en los primeros años del reinado de Gustavo creáronse impuestos nuevos y extraordinarios que afectaron especialmente á la Iglesia. Desde 1522 se habia empezado á fijar las cuotas que debian pagar al clero y á los bienes de la Iglesia; en 1523 se impuso á las iglesias y conventos del reino una contribucion en dinero con el nombre de empréstito; en 1524 pidiéronse nuevos socorros para la expedicion de Gothlandia: para esta expedicion hizo el Rey acuñar su propia plata.

En 1525 alojóse la caballería en los conventos; enviáronse soldados á los capítulos con órden de que estos los mantuvieran. En 1526, apoderóse el Rey de las dos terceras partes de los diezmos del clero; y el monarca se quejaba de que este medio no le habia proporcionado los recursos que él esperaba, porque, segun decia, el clero habia tenido buen cuidado de ocultar una gran parte.

El diezmo debia emplearse en la extincion de la deuda nacional, y con este objeto se impuso tambien á la nobleza, en 1520, el pago de una subvencion.

VI.

Circunstancias particulares hicieron estos impuestos todavía mas pesados: la moneda de urgencia, que habia circulado á un precio mucho mas alto que su valor real, fué de pronto suprimida en 1524.

Las disidencias con las Ciudades Anseáticas y la piratería de Norrby interrumpieron toda comunicacion, lo que hizo subir la sal á un precio tan exhorbitante que los pobres tuvieron que proporcionársela evaporando el agua del mar; y cuando, à consecuencia del tratado de comercio que el Rey celebró con los neerlandeses, se hubo remediado esta calamidad, sobrevinieron grandes carestías en

los años de 1527 y 1528. Hubo tambien al año siguiente una peste llamada sudor inglés ó sudor frio. Las crónicas hablan así de esta calamidad:

«No tenian mas pan que el que hacian con corteza, y los que podian encontrar hojas de avena se consideraban muy dichosos; gran número de personas y de animales perecian en el Roslagen y en las costas. El Rey mandó traer de Livonia algunos millares de arrobas de trigo que se vendió por distritos y parroquias á un marco la barrica, prohibiendo bajo severas penas que se aumentase su precio para los pobres; pero el pueblo era tan ingrato y maligno, que no guardó ningun agradecimiento al Rey y le dió el apodo de Rey de hambre y de corteza.

VII.

Los clérigos decian que estos males eran un efecto de la cólera celeste, que castigaba á un Rey herege. De manera que Gustavo tenia el doble trabajo de reprimir el descontento de estos fanáticos y la exageracion de los apóstoles de la nueva doctrina.

La poblacion alemana de la capital habia adoptado con ardor las ideas de la reforma, y cuando el Rey volvió á Stocolmo, en 1524, despues de la expedicion de Maldno, encontró la ciudad en combustion por la llegada de dos anabaptistas alemanes, que habiendo hallado partidarios entre sus compatriotas, apoderáronse de la iglesia de San Juan, predicaron sobre el Apocalipsis, derribaron iglesias y conventos y arrastraron por calles y plazas las imágenes de los santos y los ornameutos del culto.

El Rey censuró fuertemente la condescendencia de las autoridades, y expulsó del país á aquellos fanáticos turbulentos. Esta conducta de los anabaptistas, exagerada por los sacerdotes católicos y defendida por los nuevos predicadores, sobre todo en los campos, causó una conmocion general.

Cuando volvió el Rey á emprender su visita por el reino, procuró tranquilizar los ánimos, asegurando al pueblo que él no trataba de introducir una nueva doctrina, sino de corregir los abusos. Véase por una carta de Gustavo dirigida á los habitantes de Helsingia en 1526, de que manera presentaba á los campesinos la cuestion religiosa.

«Algunos frailes y clérigos nos acusan de malas intenciones, porque no les permitimos que obren contra los preceptos de la Religion segun nuestro entender.

«Los eclesiásticos niegan los sacramentos á sus deudores, en lugar de cumplir con lo que les está mandado; si un pobre coje un pájaro ó pesca en domingo, la iglesia le condena á pagar una multa al obispo ó al cura bajo pretexto de la profanacion de la fiesta; el clero posee muchas tierras que pertenecen á la corona y se embolsa la parte debida al Rey de las multas; etc.»><

Gustavo decia que estas multas, verdaderos atentados contra los fueros de la conciencia y de las libertades individuales no debian pagarse al clero, sino que era él, el Rey quien debia cobrarlas: de modo que lo que le movia á obrar así contra el clero era el interés del cobro de algunas cantidades.

CAPITULO VI.

SUMARIO.

Sublevacion de los obispos contra Gustavo.-Proclamas llamando á los suecos á las armas.-Suplicio de Canuto y de Jacobi.-Desleal conducta de Gustavo. -El falso Sture.-Convocacion de la dieta.

I.

Escitado el espíritu público por tan diferentes causas servia maravillosamente para secundar los proyectos del clero católico, que fiaba en el descontento del pueblo sueco y en su ódio á la nobleza, el triunfo de las maquinaciones que contra el poder de Gustavo meditaba. «¡El espíritu del pueblo es tan inconstante en nuestra nacion!» escribia el prudente prelado Brask á un colega de la dieta de Stregnes, en 1523.

Tres años se habian pasado apenas desde la eleccion de Gustavo, cuando tuvo la prueba de esta verdad: dos obispos, que le debian su nombramiento, se pusieron al frente de los sublevados.

La circunstancia, feliz para Gustavo, de haber hallado vacantes á su advenimiento al trono, todos los obispados del reino escepto dos no hizo sino engañarlo por la confianza que tuvo en la adhe

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