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jaban encima unas cuantas monedas con la efigie del rey de Muns

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«Somos enviados por el Padre para anunciaros el Evangelio. ¿Quereis recibirlo? Entonces traed vuestros bienes para ponerlos en comun. ¿Lo negais? Entonces tomamos á Dios por testigo, sobre estas monedas de oro, de que rechazais la paz. Ha llegado la hora en que debe reinar la justicia y los impíos perecerán todos...>>

A todas las preguntas respondian que estaban dispuestos á derramar su sangre por la verdad de la palabra de que eran portadores. Diéronles tormento para que revelaran cual era la situacion y el estado de Munster, y por último fueron todos decapitados, escepto uno solo llamado Hilversum, que accedió á hacer revelaciones.

En Warendorp, donde tenian ya muchos partidarios, el pueblo les entregó la ciudad; pero no tenian medios para defenderla como á Munster; de manera que el obispo de Warendorp, coaligado con el de Osnabruck, acudió con sus tropas, recobró la plaza y derramó mucha sangre, tanto por espíritu de venganza, cuanto para inspirar temor. Los apóstoles anabaptistas fueron quemados.

III.

Con objeto de proporcionar al obispo espías en Munster, el traidor Hilversum volvió al lado de Juan de Leide, refiriendo como todos sus compañeros habian muerto en los suplicios, y él solo habia podido escaparse con el auxilio de los ángeles. Los de Munster dieron crédito á sus palabras y le recibieron con entusiasmo; traia por otra parte buenas noticias de las disposiciones del pueblo en las provincias de Frisa y de Holanda, cuyas noticias, que el mensagero amplificaba todo lo posible, no tenian otro objeto que afirmar la confianza del Rey y redoblar mas todavía las locas quimeras que sin cesar alimentaba.

Decidióse pues Juan de Leide á enviar de nuevo algunas personas inteligentes y seguras; no ya para que predicasen en público, como los anteriores, sino para que excitasen secretamente á los de su partido é instigasen por bajo cuerda sus sediciones, de manera que pudiesen reunir bastante gente para ir á libertarle y rechazar al obispo.

Envió primero á Jacobo de Kampen á Amsterdam, con el título de obispo, para que presidiese á la propagacion de la nueva doctrina en toda Holanda; Juan Matthieu, de Middelbourg fué nombrado adjunto. Poco despues envió igualmente á los Paises Bajos á Juan de Geeler, con el título de capitan general de los anabaptistas de Frisa y de Holanda.

IV.

Era Juan de Geeler un oficial que, despues de haber servido en las guerras de Alemania habia entrado al servicio de Juan de Leide, tanto por adhesion como por ambicion: hombre astuto, paciente, de gran resolucion У de valor á toda prueba, tenia las cualidades necesarias para ayudar á Jacobo en su empresa. Tratábase nada menos que de apoderarse de Amsterdam por un golpe de mano como se habia hecho con Munster: una vez dueños de aquella plaza, deberian llamar abiertamente al pueblo á la insurreccion en las ciudades de los contornos y proclamar el reinado de Dios y el establecimiento de la Nueva Jerusalen en todas las provincias del Rhin.

A fines de diciembre de 1534 salió Juan de Geeler de Munster; y aunque no halló tropas dispuestas á ponerse en campaña como Hilversum lo habia anunciado, en todas partes y especialmente en las aldeas halló numerosos partidarios del rey de Sion, cuya fama iba creciendo de dia en dia.

En Amsterdam habian tenido lugar algunos motines á causa de las pesquisas que el procurador general no cesaba de hacer contra los rebautizados y de los suplicios que habia hecho padecer á alguno de ellos. Las asambleas habian quedado reducidas á celebrarse de noche y en secreto; pero no por esto eran menos numerosas ni menos entusiastas. Practicábanse sin embargo en ellas ceremonias ridículas y absurdas, pues teniéndo que mantenerse escondidos los enviados de Munster no podian dar á estas reuniones el orden y la armonía necesarias.

Sucedió pues en Amsterdam que habiéndose reunido unos veinte hombres y mujeres en una casa particular á instancias de un sastre llamado Teodoro, que en sus éxtasis imaginábase hablar con Dios,

empezaron por arrojar sus vestidos al fuego y se pusieron en seguida á correr por las calles desnudos y diciendo á gritos: «¡Maldicion! ¡maldicion! ¡venganza! ¡venganza!»

Los infelices fanáticos fueron presos inmediatamente; los hombres fueron decapitados y las mujeres ahogadas.

V.

En las reuniones de las aldeas ocurrian escenas mas estrañas y mas locas todavía. Las imprudencias de los anabaptistas de Amsterdam, y la cruel intolerancia de sus enemigos causaron un gran número de ejecuciones, no pasándose una semana sin que los ciudadanos tuviesen el espectáculo de anabaptistas ahorcados ó ahogados de órden de la autoridad.

En Leide tramóse sin embargo un complot que estuvo á punto de poner la ciudad en manos de los anabaptistas. Debia darse el grito de rebelion en distintos puntos de la ciudad y apoderarse de las casas consistoriales; pero avisado el burgomaestre á la entrada de la noche, mandó poner sobre las armas á toda la fuerza de que podia disponer, con lo que hizo abortar la conspira

cion.

Rejistráronse algunas casas y mas de veinte personas fueron decapitadas.

En Frisa, cerca de Bolswaert, reunióse por la misma época una numerosa partida de recien convertidos anabaptistas, que se apoderaron de un rico convento. El gobernador de la provincia fué contra ellos con ocho cañones y tuvo que establecer un sitio en regla, al cuarto asalto, y despues de haber perdido mucha jente, consiguió penetrar en el monasterio, y degolló todos los que en él se hallaban, logrando escaparse solo unos sesenta, que fueron capturados en su mayor parte y entregados al verdugo.

En Gromingue, intentaron los anabaptistas un golpe semejante sobre otro convento; pero el gobernador habiendo sido avisado á tiempo, rechazó á los invasores antes de llegar al cementerio, y los dispersó completamente. Jacobo Kamper, qne era uno de los enviados de Munster, fue hecho prisionero con las armas en la mano. y decapitado con otros treinta despues de haber sufrido el tor

mento.

CAPITULO XXVII.

SUMARIO.

Planes de Geelen.-Estalla la rebelion en Amsterdam.-Lucha terrible.-Los anabaptistas son vencidos.-Muerte de Geelen.-Horroroso suplicio de los anabaptistas de Amsterdam.

A

I.

pesar de los contínuos reveses sufridos por los anabaptistas, que tenian por orijen la falta de prudencia y de concierto, Juan de Geelen no se desalentaba, pues comprendía muy bien que sobre él descansaba todo el porvenir del reino de Munster; pero á fuer de soldado viejo y prudente, no pensaba en salir á campaña con una muchedumbre compuesta de elementos heterogéneos, sin armas y sin costumbres militares, contra los ejércitos que los príncipes dirigian. Así pues, persistía siempre en su proyecto de tomar á Amsterdam con la ayuda de los anabaptistas y del pueblo, y de librar despues á Munster por medio de esta diversion y de este acrecentamiento formidable de crédito y de poder.

Temiendo que los espías de que estaba llena la ciudad le descabriesen é hicieran abortar su plan, se fué resueltamente á Bruselas, confesó sus faltas y pidió perdon à la gobernadora de los Países

TOMO III.

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Bajos, hermana de Cárlos V. Hecho esto, volvió á Amsterdam, donde, sin temor de ser molestado, se puso de nuevo à trabajar en sus planes, ayudado de otro capitan llamado Goetbeleit, hombre tambien de abnegacion y audacia.

II.

A mediados de mayo de 1535, considerando el partido suficientemente engrosado y hallándose todos los de fuera bien dispuestos á ponerse en camino y caer sobre Amsterdam á la primera señal, Juan de Geelen, se resolvió á dar el ataque. Dirigirse á media noche á las casas consistoriales, ocupar las salidas de la gran plaza situada en frente, forzar las puertas, apoderarse de la guardia y despertar luego al pueblo y reunir á todos al toque de alarma, y al mismo tiempo posesionarse de las murallas y del puerto, tal era el atrevido plan de Geelen.

El dia fijado para este golpe era el 10 de mayo, dia tanto mas propicio cuanto que los maestros de oficio se reunian en las casas consistoriales para dar un gran banquete á los burgomaestres y á todo el consejo y que durante el desórden de la fiesta era muy fácil subir y sorprender todos los convidados.

Efectivamente, aquella misma noche, dada la señal á los anabaptistas, empezó á circular por las calles à eso de las diez una partida de quinientos ó seiscientos dando gritos y llamando al pueblo á las armas. Los burgomaestres, que estaban en el banquete, reciben aviso de lo que pasaba, y atolondrados con esta noticia toman no obstante á toda prisa las primeras medidas. Pero he aquí que Juan de Geelen y Goetbeleit, precisados por aquella imprudencia á adelantarse á la hora señalada, salen sin mas tardanza à tambor batiente y banderas desplegadas de la casa en que los principales anabaptistas se hallaban reunidos; arrójanse con ímpetu sobre las casas consistoriales, degüellan la guardia y se establecen victoriosamente en aquel punto principal.

III.

La oscuridad de la noche, aumentando el espanto y la sorpresa,

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