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favorecia los designios de los coaligados, corria la muchedumbre por las calles sin saber donde estaba el enemigo ni lo que era necesario hacer para combatirle; decíase en las murallas que la ciudad estaba tomada y en la ciudad que lo estaban las murallas. Si los coaligados hubiesen sabido aprovecharse de estos primeros momentos de confusion, no hay duda ninguna que Amsterdam hubiera caido en su poder sin necesidad de disparar un tiro; pero la confusion no era menor en sus filas que entre los de la ciudad.

Un incidente casual fué causa de que no se pudiese tocar la campana de arrebato que debia avisar á los del campo del triunfo de su partido en la ciudad. Entre tanto los principales ciudadanos habian tenido tiempo de armarse, y ocupando las calles que desembocaban en la plaza, mataban á todos los que iban acudiendo para reunirse en el centro de la conjuracion: en aquel puesto permanecieron hasta el dia, sin hacer otra cosa: pero esto era ya bastante.

Sin embargo, Goetbeleit, comprendiendo todo el peligro de la situacion, pues en realidad habia en la plaza escasísimas fuerzas, propuso no hacer ninguna tentativa para evadirse, sino resistir con valor y morir matando, disputando al enemigo el terreno palmo á palmo. Pero Juan de Geelen dijo que no habia nada que temer; que al dia siguiente antes de las diez serian dueños de la ciudad sin hacer ningun esfuerzo: sin duda contaba con la cobardía de los principales ciudadanos y con los refuerzos que aguardaba del exterior.

IV.

Mientras en el centro de la poblacion tenian lugar estos sucesos, el burgomaestre Recuef habia mandado tocar generala en los arrabales y habia prometido una buena recompensa á todos los que quisieran alistarse: en un momento reunió en la pescadería que era el punto designado, un gran número de personas, que habian ya servido en el ejército, y con ella formó una tropa mas aguerrida y esperta que la de sus ciudadanos. En cuanto á estos, sin desamparar la importante posicion que habian tomado desde un principio, continuaban bloqueando á los anabaptistas en su fortaleza.

Al amanecer llegó el burgomaestre con su tropa bien armada y tres piezas de artillería, y empezó por apoderarse de la plaza que no estaba defendida. Entonces los ricos de la ciudad gritaron que se

batiese vigorosamente la casa consistorial, sin miedo de derribarla, pues ellos estaban dispuestos á pagar lo que fuese necesario para reedificarla, con tal de que los que se encerraban en ella quedasen envueltos en sus escombros. Sin embargo, contentáronse con derribar la puerta á cañonazos y entraron hiriendo y matando á cuantos se presentaban.

Goetbeleit cayó herido en el umbral, Juan de Geelen, por el contrario, sostuvose aun durante mucho tiempo con su reducida tropa, y por fin viendo muerta toda su gente y comprendiendo que la fuga era imposible, subió á lo mas alto de la torre del campanario, y allí pronunciando su último reto, se ofreció á los tiros de la tropa que llenaba la plaza: herido de una bala de mosquete, cayó de lo alto de la torre sobre las picas de los soldados de la plaza. Los auxiliares del campo se presentaron en la puerta de la ciudad, cuando todo habia terminado, y viendo que no habia esperanzas de triunfar se desbandaron inmediatamente y fiaron su salvacion á la huida.

Algunos buques de anabaptistas llegaron delante del puerto, pero sabiendo la derrota de los suyos, viraron de bordo y se refugiaron en Inglaterra.

V.

Así terminó el gran complot de los anabaptistas de Amsterdam; en aquella misma jornada puede decirse que quedó tambien decidida la suerte de los anabaptistas de Munster. No habia ya para ellos en adelante probabilidades de salvacion ni dentro ni fuera. Las venganzas que empezaron á ejecutarse en la ciudad de Amsterdam contra sus hermanos, no eran mas que el preludio de las que el obispo de Munster debia descargar sobre ellos, despues de haberlos vencido.

Es increible hasta que extremo de ferocidad se llevaron las venganzas contra los anabaptistas de Amsterdam. Inventáronse atroces suplicios contra todos los que á consecuencia de aquella gran sedicion, fueron convencidos ó tachados de anabaptismo: los acostaban y ataban á un banco, despues el verdugo les abria el pecho y arrancándoles el corazon, les azotaba con él el rostro; las mujeres eran generalmente ahogadas, hechas cuartos ó decapitadas, y despues colgadas de la horca ó puestas sobre la rueda. Llevabánse los

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cadáveres á barcadas al campo de los ahorcados, que habíase convertido en horrible y fétido cementerio.

A Jacobo Kampen cortáronle la lengua y las manos, y poniéndole una mitra en la cabeza, diéronle en espectáculo sobre el cadalso durante una hora, sirviendo de befa y escarnio á los espectadores; despues de lo cual le cortaron la cabeza y quemaron su cadáver.

VI.

Los burgomaestres de Amsterdan dieron órden de que se adornasen los salones de las Casas Consistoriales con una galería de cuadros que representasen toda la historia de los anabaptistas, á fin de conservar á la posteridad, decian, el recuerdo de su locura y de su castigo. Un incendio ocurrido en el siglo XVII arrebató á la ciudad los espantosos trofeos de esta galería sangrienta; pero afortunadamente, para que la posteridad pueda conocer de que modo el fanatismo religioso convierte á los hombres en canibales, han quedado antiguas copias grabadas de esta coleccion, y de uno de ellas cuya autenticidad está reconocida por todos los historiadores, hemos copiado la lámina que acompaña este libro.

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