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IX.

«Era Vilhem, dice Florimond de Remond, de gallarda presencia, de ademan notablemente magestuoso y fisonomía muy agradable. Inspiraba gran temor á los partidarios, y llevaba de ordinario una espada que llamaba la espada de Gedeon.»

Este rey manteníase á cubierto, siendo solamente conocido de sus partidarios que eran numerosísimos. Defendia la poligamia y declaraba pecado el acercarse á una mujer en cinta, ó que no está en edad de concebir. «¡Oh, hombre brutal y sin razon, decia, la natural honestidad y aun las bestias te condenan!»>

Sostenia, que es lícito apoderarse de los bienes de los que tienen demasiado, para repartirlos entre los que tienen poco.

Juan Vilhem el año de 1574 fué preso en el ducado de Cleves, juntamente con Isabel, llamada la reina madre y con otras veinte de sus mujeres. Dos de estas infelices fueron entregadas á las llamas; las demás fueron absueltas ignorándose la causa. La reina madre murió igualmente en la hoguera, mostrando notable valor y constancia en las opiniones que habia recibido de su esposo.

Algun tiempo despues de la ejecucion de estas mujeres y de otros partidarios del rey, este fué conducido á la presencia de sus jueces cargado de cadenas; y aunque cinco años de prision le habian envejecido y debilitado notablemente, no habia perdido la energía de su fé, y así con acento fiero y altivo les dijo:

-«Haced lo que querais de mí; el Dios que me ha creado y me ha hecho tal como soy, mostrará su maravilloso poder y me libra

rá de vuestras manos. >>

Despues de haber vivido aun dos años en miserable cautiverio, manteniéndose siempre firme en sus opiniones, fué quemado á fuego lento en 1580.

<«Hé aquí el último rey de los anabaptistas reducido á cenizas, esclama Florimond de Remond, no sé si el siglo venidero hará renacer otros de estas mismas cenizas. >>

X.

No; el trono de Juan de Leide permaneció vacante; pero no fue á causa de la cruel persecucion que pesaba en todas partes sobre sus sectarios; sino porque estaba fundado sobre el error. Repetimos aquí lo que varias veces hemos dicho de la doctrina de los anabaptistas: entre principios verdaderos de igualdad y libertad, profesaban dogmas absurdos ó ridículos, como la poligamia. el espíritu profético, el don de los milagros y otras varias ideas que hemos relatado. El misticismo, carácter dominante de la secta, imposibilitaba la realizacion de un órden político y social estable; porque fijando todas sus esperanzas en el cielo, aguardándolo todo de los poderes sobrenaturales, mal podian conocer las necesidades ni estudiar las leyes que rigen á nuestra terrestre morada. Esto esplica como esta secta, la mas poderosamente revolucionaria de cuantas nacieron del cristianismo y cuyo repentino y grandioso apogeo causa la admiracion de todos los historiadores, haya desaparecido en tan breve espacio de tiempo, sin dejar apenas rastro de su dominacion.

No obstante, los gérmenes que en varios paises dejó esta audaz propaganda no fueron del todo perdidos; formáronse varias sectas derivadas del anabaptismo; pero ninguna de ellas pensó realizar en la práctica las bondades prometidas por el Evangelio; al contrario, cifrando todas sus esperanzas en el cielo, no tuvieron mas idea que separararse del mundo abandonándolo á su suerte: á tal punto los condujo lógicamente el espiritualismo de sus dogmas.

Simon Menno, discípulo de Juan de Leide, reunió á los anabaptistas de Holanda en una doctrina derivada de la primera; pero abandonó completamente los dos grandes principios del poder temporal y el espíritu profético. Sus discípulos formaron varias sectas conocidas con el nombre de mennonitas, y que subsisten aun en Holanda y en los Estados-Unidos.

Por último, los anabaptistas refugiados en Inglaterra dieron origen á un sinnúmero de sectas diferentes. Los cuáqueros que aparecieron un siglo despues y de los cuales nos ocuparemos en otro libro, fueron sus mas notables continuadores.

Una reflexion para concluir. Los escritores católicos que hemos

citado y varios luteranos y calvinistas se ven precisados á confesar que los anabaptistas sufrieron siempre los tormentos y la muerte con el heroismo de mártires que padecen por su fé. Nosotros creemos que toda idea perseguida tiene sus mártires, mas o menos numerosos segun los tiempos y lugares; y que la persecucion no produce otro resultado, que popularizar muchos errores que de otro modo no hallarian prosélitos.

LIBRO VIGÉSIMO OCTAVO.

LUTERANOS

Y CALVINISTAS Ó HUGONOTES EN FRANCIA.

1521-1789.

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