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comendándole un país que por tantos años habia regido, partió la princesa de los Paises Bajos, dejando á los pueblos sumidos en la mayor pena y afliccion; acompañóla el duque hasta los confines del Brabante y la nobleza flamenca hasta Alemania.

II.

El cardenal Granvela desde Roma, los condes de Mansfeld y de Berlaymont desde Flandes, todos mas o menos esplícitamente, segun la mayor ó menor confianza que tenian con el Rey, continuaban hablandole en sus cartas en el propio sentido que la princesa gobernadora, de ser mas digno, mas útil y conveniente para la conservacion y seguridad de aquellos Estados, ser parco en los castigos, que severo y rigoroso con los delincuentes. Y sin embargo, el duque de Alba, obrando en conformidad á las instrucciones de su soberano y apoyado en la aprobacion que merecian al Rey todas sus medidas, no solo no aflojó cuando quedó en el gobierno de los Paises Bajos, en el sistema de rigor que habia inaugurado á su entrada, sino que arreció en severidad en los términos que iremos viendo.

Hé aquí de que manera apoyaba Felipe II los atropellos y crueldades cometidas por el duque.

«Quedo contento, le decia, de la buena manera con que os gobernais en las cosas de mi servicio...

»He holgado de ver lo que pasaba con Madama sobre lo de su licencia...

>>>Hame parecido muy bien lo que habeis hecho para aseguraros del castillo de Gante...

>>La nominacion que habeis hecho de personas para el tribuna] que habeis instituido, me ha contentado mucho...

>>He holgado de ver lo que escribís de la plática que pasaste con la duquesa de Lorena...

>>En lo demás que me escribís... no tengo que deciros, sino remitiros allá que hagais lo que os pareciera, pues esto será lo mas acertado, etc.>>

III.

Con tan amplias facultades, el duque de Alba dió rienda suelta á

sus instintos feroces. Para que el nuevo Consejo de Tumultos ó Tribunal de la Sangre obrara con mas actividad, lo reunia en su misma casa, y celebraba una ó dos sesiones diarias.

No solo proseguia con empeño las causas de los ya presos, sino que ordenaba cada dia nuevas prisiones. Citó y emplazó por público edicto al príncipe de Orange, á su hermano Luis de Nassau, á Colembourg, á Brederode y á todos los que habian tomado parte en la rebelion y se hallaban ausentes, para que compareciesen ante el tribunal en el término de cuarenta y cinco dias á dar los descargos en los capítulos de que se los acusaba. Y como ni el de Orange ni sus cómplices se presentasen en el plazo prefijado, se los procesó y condenó en rebeldía como á rebeldes contumaces y y como á reos de lesa majestad, y les fueron secuestradas sus haciendas. Un hijo del de Orange, de edad de trece años, que se hallaba estudiando en la universidad de Lovaina, fué traido á España de orden del Rey, á título de educarle en la Religion católica, cosa que sintió su padre amargamente, y le hizo prorumpir en fuertes imprecaciones, quejándose de la bárbara crueldad usada por el rey Felipe.

IV.

Continuaban las prisiones de gente del pueblo, y se hacian terribles castigos. Arrasábanse las casas del conde de Colembourg, y un su solar se levantaba una afrentosa columna de mármol.

Dábase prisa el duque á la construccion de la ciudadela de Amberes; y agregándose á esto las noticias que de España se recibian de haber preso el Rey al baron de Montigny, y lo que era mas, á su mismo hijo el príncipe don Carlos, apoderóse de los ánimos un terror general, y millares de familias abandonaban asustadas un pais en que ya nadie se contemplaba seguro, confesando el mismo duque que pasaban de cien mil individuos los que habian huido á los vecinos estados, llevando consigo sus fortunas.

V.

Sobre las crueldades ejecutadas por el duque de Alba en los Pai

TOMO III.

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ses Bajos, han sospechado muchos si serian apasionadas exageraciones de algunos historiadores. Mas hoy ya no es permitido dudar de su sistema horriblemente sangriento, puesto que el mismo duque de Alba nos lo certifica. Oigámosle:

El sentenciar los presos, le decia al Rey en 13 de abril de 1568, aunque se pudiera hacer antes de Pascua, no parece que en Semana Santa no habiendo inconveniente en la dilacion, era tiempo para hacerse, no embargante que yo mismo he prevenido la parte, y por tres veces dichole que entienda que en cualquier estado que esté el proceso, se ha de sentenciar antes de Pascua, pero todo esto no ha bastado para que hasta agora hayan presentado ningun testigo, ni un papel, ni la menor defensa de cuantos se podian imaginar en el mundo. Pero pasada la Pascua, ya no aguardaré mas, porque sé que si diez años se estuviese dando término, al cabo de ellos dirian que se hacia la justicia de Peralvilla, y por hacerlo todo junto en un dia, guardo para entonces declarar las sentencias contra los ausentes.

>>Tras los quebrantadores de iglesias, ministros consistoriales y los que han tomado las armas contra V. M., se va procediendo á prenderlos, como en la relacion podrá V. M. ver: el dia de la Ceniza se prendieron cerca de quinientos, que fué el dia señalado que dí para que en todas partes se tomasen, pero así para esto como para todas las otras cosas, no tengo hombre sino Juan de Vargas, como abajo diré.

»He mandado justiciar todos estos y no basta habello mandado por dos ó tres mandatos, que cada dia me quiebran la cabeza con dudar que si el que delinquió desta otra manera merece la muerte, ó si el que delinquió desta otra manera destierro, que no me dejan vivir, y no basta con ellos. Mandado he expresamente de palabra que se juzgue conforme á los placartes (edictos), y últimamente he mandado que se les escriba á todos, que de los delincuentes que están expresados en los placartes, todos los ejecuten al pié de la letra; y si hubiese alguno que no esté comprendido, este me consulta y no

otro.

>>>Tengo comisarios por todas partes para inquirir culpados: hacen tan poco, que yo no sé como no soy ahogado de congoja. Acabado este castigo, comenzaré á prender algunos particulares de los mas culpados y mas ricos, para moverlos á que vengan a composicion, porque todos los que han pecado contra Dios y contra V. M.

á

seria imposible justiciarlos: que á la cuenta que tengo echada en este castigo que agora se hace y en el que vendrá despues de Pascua, tengo que pasarán de ochocientas cabezas, que siendo esto así, me parece que ya es tiempo de castigar á los otros en hacienda, y que de estos tales les saquen todo el golpe de dinero que sea posible antes que llegue el perdon general. >>

Y en otros párrafos de la misma carta:

«En los negocios de rebeldes y hereges tengo solo á Juan de Vargas, porque el tribunal todo que hice para estas cosas, no solamente no me ayuda, pero estórbame tanto, que tengo mas que hacer con ellos que con los delincuentes; y los comisarios que he enviado á descubrir, ningun otro efecto hacen que procurar encubrirlos de manera que no puedan venir á mi noticia. El robo que yo tengo por cierto que hay en las condenaciones, en las haciendas de los culpados, me le imagino tan grande, que temo no venga á ser mayor la esfera de los delitos, que el útil que dello se sacará. V. M. entiende que han tomado por nacion el defender estas bellaquerías y encubrirlas, para que yo no las pueda saber, como si á cada uno particularmente les fuese la hacienda, vida, honra y alma...»Carta del duque de Alba. Bruselas á 13 de abril de 1568.-Archivo de Simancas.

Por este solo documento, dado que otros muchos de semejante índole no tuviésemos, se comprueba el afan del duque de Alba por buscar delincuentes é imponer castigos, y el número horrible de justiciados; pero en medio de este furor sanguinario, nótese bien

que

el duque es un instrumento pasivo de la voluntad de Felipe, y que cargando en su ruda franqueza con toda la inmensa responsabilidad de tan horrendos crímenes, no es sino el brazo homicida que se mueve segun los deseos del hipócrita solitario del Escorial...» porque todos los que han pecado contra Dios y contra V. M. seria imposible justiciarlos, decia con cierto pesar el verdugo de Bruselas al verdugo de Madrid. Alba, que conocia muy bien á su régio amo, comprendia que la hiena no habia aplacado aun su sed de sangre y con su habitual desembarazo trataba de indemnizarle de este perjuicio sacando á aquellos tales todo el golpe de dinero que sea posible.

CAPITULO XXI.

SUMARIO.

Tentativas de los orangistas.-Derrota de los españoles y muerte de Arenberg y de Adolfo de Nassau. - El príncipe de Orange es sentenciado á muerte. -Diez y ocho nobles decapitados en Bruselas.-Carta de la condesa de Fgmont á Felipe II.-Proceso y sentencia de los condes de Egmont y de Horn -Carta de Egmont al Rey.-Suplicio de los dos condes.-Parte del duque de Alba.

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Durante los acontecimientos que acabamos de narrar no habian permanecido ociosos ni el de Orange ni sus hermanos Luis y Adolfo, ni el de Hoogstrat, ni los demás nobles flamencos emigrados y proscriptos. Apoyados por los príncipes protestantes de Alemania, con quienes los unian lazos de religion y de parentesco, y por los principes y caudillos de los hugonotes de Francia, resolviéronse á invadir los Estados de Flandes por tres puntos, fiados en que el ódio popular de los flamencos al de Alba los ayudaria á arrojar de los Paises Bajos al duque y á los españoles.

Salióles, no obstante, fallida esta primera tentativa á los que se dirigieron al Artois y al Mosa, siendo vencidos y derrotados por Sancho Dáviles y por los coroneles que el rey Cárlos IX de Francia envió, pagando así al duque de Alba el auxilio que de este habia

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