Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPITULO VII.

SUMARIO.

Luteranos españoles refugiados en el extranjero.-Persecucion contra los emigrados.-Francisco de Euzinas.-El doctor Juan Diaz.-Su trágico fin.-Casiodoro de Reyna.-Cipriano de Valera.-Reynaldo Gonzalez.-Tomás Carrascon.-El embajador inglés en España.-Desenfreno de las pasiones del clero.-Numerosos procesos formados con este motivo por el Santo Oficio.Conclusion.

I.

Perseguidos en España, buscaron en tierras extrañas proteccion У libertad para practicar sus creencias los luteranos españoles. Refugiáronse muchos en Inglaterra, donde fueron bien acogidos. La reina Isabel se complacia en favorecer á los que escapaban de las garras de la Inquisicion y de la opresion de Felipe II, dándoles templos en que propagar sus creencias, y en 1559 publicaron una profesion de fé religiosa, que fué mas tarde prohibida por el cardenal Quiroga.

Francfort, Basilea, Ginebra y otras ciudades libres sirvieron tambien de amparo á los protestantes fugitivos de España.

Los

y

que se establecieron en Alemania dirigieron á Cárlos V despues á su hijo un curioso escrito con el título de Dos informaútiles; la una dirigida á la Magestad Cárlos V, de este nombre, y la otra á los estados del imperio; y ahora presentadas al rey don Felipe, su hijo.

ciones

muy

Entre otras cosas decian en estas informaciones:

«En España anda muy fuerte y furiosa sobre manera la que llaman Inquisicion, y recia y cruel, de suerte que no se puede por causa suya hablar palabra ninguna que sea pura por la verdad, y en el tomar de los testigos hay una iniquidad grandísima y muy bárbara. Todo esto es tanto mas peligroso y fuera de toda razon y humanidad, cuanto los que son inquisidores, que presiden y gobiernan esta Inquisicion son hombres indoctos, crueles, avarientos, vacíos del verdadero conocimiento de Dios, sin inteligencia de la religion cristiana y de Jesucristo autor de ella; y que viven como buitres solamente de volatería. »

II.

De esta manera exhalaban sus quejas contra las bárbaras persecuciones de la Inquisicion los españoles que pudieron librarse de sus garras; pero muchos de ellos ni aun en la emigracion se vieron libres de las persecuciones de sus intolerantes enemigos. Felipe II comisionó á fray Bartolomé Carranza para que inquiriese las obras que habian publicado, los nombres y residencias de los autores y de otras personas allegadas ó amigas suyas; y segun parece, cumplió su encargo á satisfaccion del Rey y descubrió depósitos de libros protestantes en castellano para ser introducidos furtivamente en España. El mismo rey Felipe, á quien mejor hubiera cuadrado el nombre de Neron, mandó á Alemania al alcalde de casa y corte don Francisco de Castilla con órden de perseguir los hereges españoles refugiados en Alemania, si podia encontrarlos dentro de la jurisdiccion de su autoridad; y para mejor cumplir su encargo, de acuerdo con Carranza, mandó á la feria de Francfort á fray Lorenzo de Villavicencio, fraile agustino, con encargo de disfrazarse para no ser conocido por los españoles que á la feria acudiesen, y apoderarse de las obras heréticas españolas y quemarlas. Gracias á este ardid, los agentes de Felipe II averiguaron que las obras protestantes impresas en español eran introducidas por las montañas de Jaca desde los depósitos que de ellas tenian en Francia; y no se contentaban con perseguir los libros escritos contra la fé católica; bastaba que fuesen publicadas ó traducidas por los emigrados españoles para que la Inquisicion y sus secuaces les declarasen guer

ra á muerte. Sirva de ejemplo la traduccion de Las Vidas paralelas de Plutarco, traducidas por Francisco de Euzinas, y dadas á luz en Argentina el año de 1551, cuya obra, reimpresa mas tarde, fué preciso para que pudiera circular sin riesgo, poner en la portada como traductor á Juan de Castro Salinas. La misma suerte corrió una traduccion de Tito Livio, publicada en 1553, y otra de los libros de Flavio Josefo en la misma fecha, que fué prohibida por la Inquisicion. Y si se hubieran contentado con perseguir los libros... Pero ¡ay! los que pensaban servir la causa de la humanidad, consagrándose á instruirla, no estaban mas seguros que sus obras de la saña de los fanáticos. El erudito Euzinas tuvo que andar huyendo disfrazándose y cambiando nombres para salvar la vida. Escribió este protestante varias obras bajo el pseudónimo de Duchesne que se imprimieron en Paris, y su hermano don Juan, que tuvo tambien la desgracia de seguir las huellas de Lutero, cayó en poder de la Inquisicion romana, que le encerró en un calabozo y lo hizo morir en las llamas en 1546. Pero entre los que, por su trágico é inesperado fin merecen mencion especial en los anales de la intolerancia, es el doctor Juan Diaz.

III.

Estudió aquel desgraciado teología en la universidad de Paris durante trece años, y en 1543 pasó á Roma, donde su hermano Alonso ejercia las funciones de abogado de la Rota. Dejó en la misma Roma su fé católica por la protestante, catequizado por el doctor Juan de Euzinas y fuese luego á Ginebra, donde trató á Calvino, el gran heresiarca francés. Estableciose despues en Neobourg, donde fué discípulo de Bucero, herege de gran nombradía, y llegó á ser tal la celebridad de Juan Diaz en Alemania, que el senado de Neobourg lo mandó en compañía de Martin Bucero, á que representase esta ciudad en el concilio reunido por Carlos V en Ratisbona. Los frailes y curas españoles que acompañaban al Emperador no pudieron tolerar ver á un compatriota entre los hereges, y sobre todo representando una ciudad herética y en compañía de un hombre como Bucero. Algunos, como el doctor Maluenda, se propasaron de palabras con él; mas Juan Diaz les respondió de manera que les obligó á callar. Escribieron á su hermano el doctor Alon

so diciéndole que su hermano Juan era el escándalo de los teólogos españoles y que era gran lástima ver á un castellauo representando ante el Emperador á los hereges alemanes.

Estas noticias produjeron tal efecto en el doctor Alonso que abandonando su cargo de abogado de la Sacra Rota, corrió á Ratisbona con el propósito de obligar á su hermano á volver al catolicismo ó de quitarle la vida si no lo conseguia.

El lector puede calcular lo que pasaria entre aquellos dos hermanos, fanático cada uno por distintas doctrinas religiosas, y el católico además convencido de que su hermano, profesando las doctrinas de Lutero, no solo perdia su alma, sino que deshonraba su familia y hacia traicion á su patria. Juan Diaz quedó estupefacto al ver y oir á su hermano, que con destempladas voces, violencias y amenazas queria obligarle á que abandonase las creencias que tenia por verdaderas. Como puede presumirse, tales medios nunca convencieron á nadie, y Juan Diaz no se dió por convencido con los gritos y amenazas de su hermano, el cual, cegado por el fanatismo religioso, enemigo el mas grande no solo de la razon, sino de todo sentimiento humano, echando mano á la espada, atravesó con ella de parte à parte á su propio hermano...

Y

á

para mengua de la humanidad, no faltaron en Ratisbona y fuera de ella fanáticos que enalteciesen aquel crímen y que comparasen al doctor Alonso Diaz con los grandes héroes de la antigua Roma. Otros pusieron el grito en el cielo, y Cárlos V mandó arrestar al doctor Alonso, probablemente mas por librarlo de la venganza de sus enemigos y por cubrir las apariencias de castigar crímen tan horrendo; porque no pasó mucho tiempo sin que le diese libertad, pensando sin duda, como muchos teólogos católicos que defendian al criminal, que los crímenes cometidos contra los protestantes por cuestiones de fé son mas bien obras meritorias que atentados condenables.

«De esta suerte, esclama el autor de Los Protestantes, antes citado, el execrable fratricida, quedó impune; de esta suerte se daba por la supersticion nombre de virtudes á los delitos: de esta suerte los teólogos se complacian en el espectáculo del cuerpo desangrado de Juan Diaz, muerto por sustentar doctrinas opuestas. ¡Tantum religio potuit suadere malorum!»

IV.

Mientras que la inquisicion de España perseguia á los protestan. tes de estos reinos y cubria sus nombres de infamia, algunos de estos que, habian podido refugiarse en las cortes extranjeras, eran honrados y protegidos por los monarcas de aquellos paises. Uno de los que mayor fama de docto adquirió entre los extranjeros fué Casiodoro de Reyna, natural de Sevilla y estudiante en su universidad, que huyó de España en 1557. Vivió en Londres en compañía de sus padres, protestantes tambien, los cuales no le abandonaron en la emigracion.

La reina Isabel de Inglaterra favoreció á Casiodoro suministrándole los recursos necesarios para su sustento y el de su familia. Del mismo modo socorria á los demás luteranos españoles refugiados en Inglaterra, proporcionándoles una casa muy capaz para que predicasen y asistiesen á las predicaciones tres dias á la semana. De esta proteccion quejóse á Felipe II nuestro embajador en Londres don Alvaro de la Cuadra.

Casiodoro pasó mas tarde á Basilea, en donde publicó una traduccion de la Biblia. Trasladóse luego á Francfort, fijando allí su residencia. El senado de Francfort, que tenia en mucho el saber de Casiodoro, concedióle carta de ciudadanía, y el luterano español, agradecido á esta muestra de aprecio, dedicó á la Biblioteca de aquella ciudad, un ejemplar de la Biblia en castellano que habia publicado, con una nota que decia así:

Casiodoro de Reyna, español, autor de esta traduccion castellana de la Sagrada Escritura, ciudadano de Francfort por merced de su honradísimo Senado, en memoria perpétua de este beneficio y de su reconocimiento, ofrece este libro á su Biblioteca pública. 1.° de enero de 1573.

La traduccion de esta Biblia no llevaba el nombre de su traductor, á fin de que hallase mas fácil entrada en territorio español, donde el Santo Oficio vedaba absolutamente las obras de los luteranos fugitivos. Fué publicada esta edicion en 1569 y tiráronse de ella dos mil y seiscientos ejemplares y en 1596 no se hallaba ni uno en las librerías públicas, reimprimiéndose algunos de sus li

bros.

« AnteriorContinuar »