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tropa española, pusieron á esta en la necesidad de salvar sus vidas en los castillos de la ciudad, y verificándose ya una sublevacion formal y respetable, fué forzoso á Cárlos V desistir de su empresa.

Es muy digno de observacion que el papa Pablo III auxiliase abiertamente la resistencia de Nápoles, por el único motivo de no querer que la Inquisicion napolitana dependiese del inquisidor general de España, ya que por el miedo al Emperador no se atrevia á impedirlo en Sicilia y Cerdeña, cuya subordinacion al gobierno español no llevó jamás con paciencia, diciendo que sus antecesores Inocencio VIII, Alejandro VI y Julio II habian hecho muy mal en consentir la cesacion de los inquisidores dominicanos, dependientes del Papa directamente, sin autoridad intermedia que inutilizara sus órdenes, como sucedia en España y sus posesiones. Entiéndase, sin embargo, que hablamos de la Inquisicion moderna ó española, pues la Inquisicion dominicana existió siempre en Nápoles, sin establecimiento fijo.

II.

La inquisicion de Sicilia redobló sus furores en el mismo año de 1546 aun mas, si cabe, que en 1543. Habiendo intentado Fernando V, en 27 de julio de 1500, poner en Sicilia la Inquisicion española quitando la romana ó dominicana, no lo pudo lograr hasta 1503, y necesitó entonces domar sublevaciones, las cuales se repitieron en 1510, 1516 y otros años.

En 1520 escribió Cárlos V al Papa, que no admitiera apelaciones de los procesados en la inquisicion de Sicilia, porque correspondian al inquisidor general de España en virtud de concesiones pontificias hechas por sus antecesores y confirmadas por Su Santidad misma.

Esto y los muchos testimonios de la proteccion imperial aumentaban el orgullo de los inquisidores, el abuso del secreto, y á proporcion el odio de los habitantes de la isla, principalmente en la ciudad de Palermo. Este odio se manifestó á las claras en el año 1535, amolinándose el pueblo contra el Santo Oficio de una manera tan terrible, que Carlos V se vió precisado á intimar á los inquisidores que, sin embargo de la confirmacion y ampliacion de privilegios concedidos en 19 de enero de aquel año, suspendia todo su valor por

espacio de cinco, durante los cuales no pudieron los inquisidores hacer uso de la jurisdiccion real, ni proceder contra personas seculares en causa que no fuera del crímen expreso de heregía.

En 1540, el virey espuso á Cárlos V la necesidad de prorrogar la suspension y el emperador la prorrogó por otros cinco años.

III.

Para conocer que no faltaban motivos justos de mirar con horror un establecimiento como el de la Inquisicion', bastará citar un caso ocurrido en 1532, tres años antes del tumulto.

Antonio Nápoles, vecino rico de la isla, habia sido recluso en cárceles secretas, y su hijo Francisco acudió al Papa diciendo que la prision de su padre era efecto de cierta conjuracion de gente de ínfima clase, á quien los inquisidores habian dado crédito sin preceder indicios, porque desde la infancia se habia conducido su padre como buen católico: que el inquisidor decado se habia coligado con los enemigos de Antonio, y lo tenian en los calabozos cinco meses hacia, con escándalo y murmuracion pública de la ciudad de Palermo, negándole todos los medios de defensa, por lo que pedia se le quitara el conocimiento de la causa.

El Papa la cometió al doctor don Tomás Guerrero y á Sebastian Martinez, canónigos, comisarios del Papa en Sicilia.

Al saber esta noticia los de Madrid escribieron inmediatamente al Emperador, y el cardenal Manrique, inquisidor general, al Pontífice, que aquella comision era contraria á los privilegios del Santo Oficio de España, del cual era parte el de Sicilia; y en su vista Clemente VII resolvió en 25 de junio de 1532, que sus jueces comisarios cesasen, remitiendo el proceso al inquisidor general español, lo cual ejecutó Guerrero en 23 de agosto, y sin tardanza el cardenal subdelegó en el doctor Agustin Camargo, inquisidor de Sicilia, con lo cual Antonio Nápoles volvió á caer en poder del mismo contra quien habia dado la queja, y así fueron las resultas; pues fué condenado por herege y se le confiscaron los bienes, aunque se le admitió á reconciliacion con penitencia de cárcel perpétua.

ТOMO III.

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IV.

El 16 de junio de 1546, libróse nueva real cédula renovando todas las antiguas concesiones, y aun aumentándolas por via de explicacion; cuya victoria celebraron los inquisidores dando en aquel mismo año un auto solemnísimo de fé con imponente y terrible aparato, en el cual fueron quemados cuatro hereges en estátua, y la misma escena se repitió en los años de 1543 y 1551.

Envanecidos los inquisidores y chocando á cada paso con la gente de la isla, se amotinaron de nuevo los de Palermo contra la Inquisicion en 1562, al tiempo que los ministros del Santo Oficio iban á publicar el edicto que llaman de la fé. La prudencia del virey pudo cortar el motin, y los inquisidores estuvieron moderados en su conducta mientras les duró el miedo, escusando autos públicos de fé por medio de autillos, esto es, autos particulares en la sala del tribunal.

Determináronse por fin á dar un auto público general en 1569. El poderío de la Inquisicion de Sicilia se acrecentó en poco tiempo.

V.

El virey duque de Alba encontró un medio indirecto de disminuir la petulancia de los inquisidores, en 1592. Viendo que los duques, marqueses, condes, vizcondes, barones, caballeros de órdenes, y los generales y otros militares se habian hecho familiares del Santo Oficio, á persuasion de los inquisidores, para gozar de su fuero, expuso al Rey que la potestad gubernativa del monarca y de su lugar-teniente-general era casi nula, y lo seria en adelante, mientras tanto que gozaran del fuero privilegiado de la Inquisicion todas estas clases de personas, las cuales frustraban las providencias del gobierno, abusando de que no podia el virey hacer nada contra ellos, aunque se viera desobedecido.

El rey Carlos II conoció la razon que tenia el duque de Alba, y en su consecuencia mandó que ningun noble ni empleado real gozara del fuero de Inquisicion, aunque fuese familiar. Este se puede

considerar como el primer golpe contra el tribunal del Santo Oficio en Sicilia.

VI.

En 1713 dejó la isla de pertenecer á España, y Cárlos de Borbon logró, en 1739, bula para que hubiese inquisidor general independiente del español; pero su hijo Fernando IV suprimió tan odioso tribunal en 1782.

En los doscientos setenta y nueve años de su existencia hubo autos de fé solemnes y generales y autillos, en los primeros años contra cristianos nuevos judaizantes, mahometizantes, sodomitas y vigamos, en los siguientes con luteranos, alumbrados, brujos y solicitantes; en los últimos, con los de antes y molinistas, filósofos y secuaces de diferentes opiniones contrarias á la religion del Estado.

El historiador Munster asegura que fueron condenados en la Inquisicion de Sicilia, durante su existencia, doscientos y uno á morir quemados en persona, y doscientos setenta y nueve en estátua ó efigie.

VII.

En el año siguiente de 1563 trató Felipe II de introducir la Inquisicion española en sus dominios del ducado de Milan. Lo comunicó al Papa, natural de aquella ciudad, y aunque Pio IV contestó afirmativamente, su voluntad le dictaba lo contrario, celoso del poder que Felipe intentaba arrebatarle.

La nobleza y el pueblo de Milan, apenas entendieron los proyectos del Rey, se pronunciaron abiertamente para resistir la introduccion de un tribunal del cual tenian por sí mismos y por relacion de muchos españoles la idea mas triste posible: los obispos de Lombardía manifestaron los propios sentimientos.

La ciudad de Milan envió diputados al Papa rogándole que librase á su patria de la calamidad que la amenazaba: tambien destinó legados á la corte de Felipe, suplicando á este dejara las cosas en el ser y estado en que las hallaba, porque se recelaban consecuencias desagradables en caso contrario. El papa Pio IV aseguró

á los milaneses que no consentiria establecer en su patria la Inquisicion española, porque conocia ser excesivo su rigor, y dispondria las cosas de modo que la hubiera en Milan, como habia existido en diferentes épocas con sujecion á Roma.

Como se ve, para Pio IV era cuestion de poder, y los milaneses no conseguian en realidad sino cambiar de tiranía.

VIII.

Mientras duraban las negociaciones entre el Papa y el Rey el duque de Sese gobernador de Milan, cumpliendo las órdenes reservadas de Felipe, estableció el tribunal de la Inquisicion y publicó los nombres de los primeros inquisidores subdelegados del general don Fernando Valdés; pero al saber esta noticia, amotináronse los milaneses al grito de: ¡Viva el Rey y muera la Inquisicion!

Los obispos de aquel país, congregados en Trento, llegaron á persuadir á todos los italianos del concilio las ideas mas contrarias al Santo Oficio de España, y los legados del Papa presidentes del concilio se declararon en favor de los milaneses, que valia tanto como aprobar el Papa la sublevacion; viendo todo lo cual, el duque de Sese se apresuró á escribirlo al Rey y Felipe II tuvo que retroceder en Milan, en 1563, como habia retrocedido en Flandes en 1562 y como le sucedió despues en Nápoles, donde intentó tambien establecer el Santo Oficio.

No parece sino que la delicada conciencia del déspota español, no quedaba tranquila hasta no hacer todo lo posible para establecer en todos y cada uno de sus dominios el Santo tribunal.

IX.

Volviendo á la inquisicion de Roma haremos observar que los progresos de las luces, ó mejor dicho, la presion que las naciones en donde estos progresos habian tenido lugar, ejercian sobre la corte romana, fueron causa de que aquella institucion fuera despojándose insensiblemente de su excesivo rigor. Vino despues la revolucion francesa, que llevando sus principios de eterna justicia hasta las orillas del Tiber, destruyó todas las instituciones nacidas de las

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