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caer en el suelo, diciendo: ¡Maldígate Dios y si no estoy por dejarte!

Ya nos habíamos de antes hablado y tratado, pidiéndonos cuenta de nuestros viajes, de dónde y quién éramos. El me lo negó; yo no se lo confesé: 5 que por mis mentiras conocí que me las decía; con esto nos pagamos. Lo que más pude sacarle fué descubrirme su necesidad.

Viendo, pues, la buena coyuntura y disgusto que con el cargo llevaba y mayor con el poco peso 10 de la bolsa, parecióme sería ropa de vestir. Preguntéle qué era lo que allí llevaba, que tanto le cansa. ba. Díjome: «Unos vestidos».

Tuve buena entrada por allí para mis deseos y díjele: «Gentilhombre, daríaos yo razonable conse- 15 jo, si lo quisiéredes tomar». El me rogó se lo diese, que siendo tal, me lo agradecería mucho. Volvíle a decir: «Pues vais cargado de lo que no os importa, deshaceos de ello y acudid a lo más necesario. Ahí lleváis esa ropa o lo que es; vendedla, que menos 20 peso y más provecho podrá haceros el dinero que sacárdes della».

El mozo replicó discretamente, que son de buen ingenio los toledanos: «Ese parecer bueno es y lo tomara; mas téngolo por impertinente en este tiem- 25 po; y consejo sin remedio es cuerpo sin alma. ¿Qué me importa quererlo vender, si falta quien me lo pueda comprar? A mí se me ofrece causa para no entrar en poblado a hacer trueco ni venta

ni alguno que no me conozca querrá comprarlo». Luego le pregunté qué piezas eran las que llevaba. Respondióme: «Unos vestidillos para remudar con éste que tengo puesto». Preguntéle la color y 5 si estaba muy traído. Respondió que era de mezcla y razonable. No me descontentó, que luego le ofrecí pagárselo de contado si me viniese bien. El mozo se puso pensativo a mirarme, que en todo cuanto llevaba no pudieran atar una blanca de azafrán ni 10 valía un comino y trataba de ponerle su ropa en precio.

Esta imaginación fué mía, que le debió de pasar al otro y que debía de ser algún ladroncillo que lo quería burlar. Porque estuvo suspenso, regateando 15 si lo enseñaría o no: que de mi talle no se podía esperar ni sospechar cosa buena.

Esta diferencia tiene el bien al mal vestido, la buena o mala presunción de su persona y cual te hallo tal te juzgo, que donde falta conocimiento el 20 hábito califica; pero engaña de ordinario, que debajo de mala capa suele haber buen vividor.

En el punto entendí su pensamiento, como si estuviera en él, y para reducirlo a buen conceto, le dije: Sabed, señor mancebo, que soy tan bueno y 25 hijo de tan buenos padres como vos. Hasta ahora no he querido daros cuenta de mí; mas porque per

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mezcla: v. tomo I, 119,

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vividor: así en el orig. y ediciones antiguas.

dáis el recelo, pienso dárosla. Mi tierra es Burgos, della salí, como salís, razonablemente tratado. Hice lo que os aconsejo que hagáis: vendí mis vestidos donde no los hube menester y con la moneda que dellos hice y saqué de mi casa, los quiero comprar 5 donde dellos tengo necesidad; y trayendo el dinero guardado y este vestido desarrapado, aseguro la vida y paso libremente; que al hombre pobre ninguno le acomete, vive seguro y lo está en despoblado, sin temor de ladrones que le dañen ni de 10 salteadores que le asalten. Si os place, vendedme lo que no habéis menester y no os parezca que no lo podré pagar, que sí puedo. Cerca estoy de Toledo, adonde es mi viaje: holgaría entrar algo bien tratado y no con tan vil hábito como llevo».

El mozo deshizo su lío, sacó dél un herreruelo, calzones, ropilla, dos camisas y unas medias de seda, como si todo se hubiera hecho para mí. Concertéme con él en cien reales. No valía más: que aunque estaba bien tratado, el paño no era fino.

Descosí por un lado mi envoltorio, sacando dél los cuartos que bastaron; que no le dió poca mohina cuando reconoció la mala moneda, porque iba huyendo de carga y no podía excusarla. Mas con

16 herreruelo: «Género de capa con solo cuello, sin capilla, y algo largo» (Covarr.).

17 ropilla: «Vestidura corta con mangas y brahones de quienes penden regularmente otras mangas sueltas o perdidas, y se viste ajustadamente al medio cuerpo sobre el jubón» (Dicc. Aut.).

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solóse que era menor que la pasada y más provechosa para cualquier acontecimiento. De allí nos despedimos: él se fué con la buena ventura, y yo, aunque tarde, aquella noche me entré en To5 ledo.

CAPITULO VIII

CÓMO GUZMÁN DE ALFARACHE VISTIÉNDOSE MUY GALÁN EN TOLEDO TRATÓ AMORES CON UNAS DAMAS. CUENTA LO QUE PASÓ CON ELLAS Y LAS BURLAS QUE LE HICIERON Y DESPUÉS EN MALAGÓN.

Suelen decir vulgarmente que aunque vistan a la 5 mona de seda, mona se queda. Esta es en tanto grado verdad infalible, que no padece excepción. Bien podrá uno vestirse un buen hábito; pero no por el mudar el malo que tiene podría entretener y engañar con el vestido, mas el mismo fuera desnudo. 10 Presto me pondré galán y en breve volveré a ganapán. Que el que no sabe con sudor ganar, fácilmente se viene a perder, como verás adelante.

Lo primero que hice a la mañana fué reformarme de jubón, zapatos y sombrero. Al cuello del herre- 15 ruelo le hice quitar el tafetán que tenía y echar otro

16 tafetán: «Tela de seda muy unida, que cruje y hace ruido ludiendo con ella... Hay varias especies de él, como doble, doblete, sencillo, etc. (Dicc. Aut.)

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