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posada; sino que al sol salir o antes media hora vayan al trabajo y otra media antes que anochezca se recoja y encierre en todo tiempo, salvo en los casos reservados que de Nos tienen licencia.

Permitímosles que puedan desayunarse las maña- 5 nas echando tajada, habiendo aquel día ganado para ello y no antes, porque se pierde tiempo y gasta dinero, disminuyendo el caudal principal; con tal que el olor de boca se repare y no se vaya por las calles y casas jugando de punta de ajo, tajo de 10 puerro, estocada de jarro; pena de ser tenidos por inhábiles e incapaces.

Que ninguno se atreva a hacer embelecos, levante alhaja ni ayude a mudar ni trastejar, ni desnude niño, acometa ni haga semejante vileza; pena que 15 será excluído de nuestra Hermandad y Cofradía y relajado al brazo seglar.

Que pasados tres años, después de doce cumplidos en edad, habiéndolos cursado legal y dignamente en el arte, se conozca y entienda haber 20 cumplido la tal persona con el Estatuto; no obstante

II jugar de punta... tajo... y estocada: términos de la esgrima. Abundan los ejemplos de estas voces aplicadas al vino. Comp. Estebanillo: «Pero haciéndose todos una gavilla contra mí, sin respetarme por lobo mayor, me dió un tal revés en blanco, por ser de llano, que me hizo echar por la boca todo un tajo de tinto» (Rívad. XXXIII, 352 a): «Pero al cabo me venían a derribar y vencer con dos docenas de estocadas vinosas, respetándome por criado de quien era» (íd., íd. 328 b).

que hasta aquí eran necesarios otros dos de jábega, y sea tenida por profesa, haya y goce las libertades y exempciones por Nos concedidas, con que de allí adelante no pueda dejar ni deje nuestro servicio y 5 obediencia, guardando nuestras Ordenanzas y so las penas dellas.

232 «Tirar de la xábega o xabeca es tirar de las redes en la pesquería de los atunes, que es oficio de pícaros» (F. del Rosal; Bibl. Nacional, Ms. 6.929).

CAPITULO III

CÓMO GUZMÁN DE ALFARACHE FUÉ REPREHENDIDO DE UN POBRE JURISPERITO Y LO MÁS QUE LE PASÓ MENDIGANDO

Demás destas Ordenanzas, tenían y guardaban otras muchas, no dignas deste lugar, las cuales legislaron los más famosos poltrones de la Italia, 5 cada uno en su tiempo las que le parecieron convenientes: que pudiera decir ser otra Nueva Recopilación de las de Castilla. Ilustrábalas entonces un Alberto, por nombre proprio y por el malo, Micer Morcón.

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Teníamoslo en Roma por Generalísimo nuestro. Merecía por su talle, trato y loables costumbres la corona del Imperio, porque ninguno le llegó de sus antecesores. Pudiera ser príncipe de Poltronia y archibribón del cristianismo. Comíase dos mondongos 15 enteros de carnero con sus morcillas, pies y manos,

10 morcón: <«<llaman en estilo familiar a la persona gruessa, pequeña y desaliñada». (Dicc. Aut.) Por la descripción que hace después de este personaje, se ve que le era perfectamente aplicable este mote.

una manzana de vaca, diez libras de pan, sin zarandajas de principio y postre, bebiendo con ellos dos azumbres de vino. Y con juntar él solo más limosna que seis pobres ordinarios de los que más llegaban, 5 jamás le sobró ni vendió comida que le diesen, ni moneda recibió que no la bebiese. Y andaba tan alcanzado, que nos era forzoso, como a vasallos de bien y mal pasar, socorrerlo con lo que podíamos. Nunca lo vimos abrochado ni cubierto de la cinta 10 para arriba ni puesto ceñidor ni mediacalza. Traía descubierta la cabeza, la barba rapada, reluciendo el pellejo, como si se lo lardaran con tocino.

Este ordenó que todo pobre trajese consigo escudilla de palo y calabaza de vino, donde no se le 15 viese. Que ninguno tuviese cántaro con agua ni jarro en qué beberla y el que la bebiese fuera en un caldero, barreño, tinajón o cosa semejante, donde metiese la cabeza como bestia y no de otra manera. Que quien con la ensalada no brindase, no 20 lo pudiese hacer en toda aquella comida o cena y quedase con sed. Que ninguno comprase ni comiese confites, conservas ni cosas dulces. Que las comidas todas tuviesen sal o pimienta o se la echasen antes del comerlas. Que durmiesen vestidos en el suelo, 25 sin almohada y de espaldas. Que hecha la costa del día, ninguno trabajase ni pidiese.

Comía echado, y en el invierno y verano dormía sin cubija. Los diez meses del año no salía de tabernas y bodegones.

Teníamos, como digo, nuestras leyes. Sabíalas de memoria; pero no guardaba más de las pertenecientes a buen gobierno, y las tales como si de su observancia pendiera mi remedio. Toda mi felicidad era que mis actos acreditaran mi profesión y 5 verme consumado en ella. Porque las cosas, una vez principiadas, ni se han de olvidar ni dejar, hasta ser acabadas, que es nota de poca prudencia muchos actos comenzados y acabado ninguno. Nada puse por obra que soltase de las manos antes de verle 10 el fin. Mas, como estaba verde y la edad no madura ni sazonada, faltábame la prática, hallábame más atajado cada día en casos que se ofrecían y en muchos erraba.

Una fiesta de los primeros días de setiembre, 15 como a la una de la tarde, salí por la ciudad con un calor tan grande, que no lo puedo encarecer, creyendo que quien me oyera pedir a tal hora, pensara obligarme gran hambre y me favorecieran con algo. Quise ver lo que a tales horas podía sacar, 20 sólo por curiosidad.

Anduve algunas calles y casas. De ninguna saqué más de malas palabras, enviándome con mal. Así llegué a una donde toqué con el palo a la puerta. No me respondieron. Batí segunda y tercera vez: 25 tampoco. Vuelvo a llamar algo recio, por ser la casa grande.

Un bellacón, mozo de cocina, que debía de estar fregando, púsose a una ventana y echóme por cima

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