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tales personas, dejando juntamente al que las dió con infamia, detracción y obligación.

Aquí se acaba de apear un pensamiento que llegó de camino, de los de aquellos buenos tiempos. Véndolo por mío, si no es esa la falta que le hallas. Dirélo, por haberme parecido digno de mejor padre; tú lo dispón y compón según te pareciere, emendando las faltas. Y aunque de pícaro, cree que todos somos hombres y tenemos entendimiento. Que 10 el hábito no hace al monje; demás que en todo voy con tu corrección.

Ya sabes mis flaquezas: quiero que sepas que con todas ellas nunca perdí algún día de rezar el rosario entero, con otras devociones; y aunque te oigo 15 murmurar que es muy de ladrones y rufianes no soltarlo de la mano, fingiéndose devotos de nuestra Señora, piensa y dí lo que quisieres como se te antojare, que no quiero contigo acreditarme.

Lo primero cada mañana era oir una misa; luego 20 me ocupaba en ir a mariscar para poder pasar. Como una vez me levantase tarde y no bien dispuesto, parecióme no trabajar. Era fiesta, fuime a la lglesia, oí la misa mayor y un buen sermón de un docto agustino, sobre el capítulo quinto de San Mateo, 25 donde dice: Así den luz vuestras buenas obras a vista de los hombres, que miradas por ellos den gracias y

20 mariscar. además de su sentido recto, significa «buscarse la vida», y en germanía <hurtar», según el Vocabulario de J. Hidalgo.

alabanzas a Vuestro Padre eterno, que está en los cielos, etc. Dió una rociada por los eclesiásticos, prelados y beneficiados: que no les habían dado tanto de renta, sino de cargo; no para comer, vestir y gastar en lo que no es menester, sino en dar de s comer y vestir a los que lo han menester, de quien eran mayordomos o propiamente administradores, como de un hospital; y que haberles encargado la tal mayordomía o administración fué como a personas de más confianza, menos interesadas, piadosas, 10 retiradas del siglo y de sus confusiones, que con más cuidado y menos ocupación podían acudir a este ministerio. Que abriesen los ojos a quien lo daban, cómo y en qué lo distribuían; que era dinero ajeno de que se les había de tomar estrecha 15 cuenta. Nadie se duerma, todo el mundo vele: no quiera pensar hallar la ley de la trampa ni la invención de la zancadilla para defraudar un maravedí, que sería la sisa de Judas. Dijo en general que sus tratos y costumbres fuesen como el farol en la ca- 20 pitana, tras quien todos caminasen y en quien llevasen la mira, sin empacharse en otros tratos ni granjerías de las que se encargaron con el voto que cieron y obligación que firmaron en los libros de Dios, donde no puede haber mentiras ni bo- 25

rrones.

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Harto me acordé de un amigo de mi padre, lo mal que distribuyó lo que cobró y del mal ejemplo que dejó; y en tal paró él y ello. Muchas y buenas

razones dijo, que por la indecencia de mi profesión callo y no es lícito a mi hábito referirlas.

A la noche mi enfermedad crecía, la cama no era muy buena ni más mollida que un pedazo de estera 5 vieja en un suelo lleno de hoyos. Venía el ganado paciendo por la dehesa humana del mísero cuerpo. Recordé al ruido; húbeme de rascar y comencéme a desvelar; fuí recapacitando todo mi sermón pieza por pieza. Entendí que, aunque habló con religio10 sos, tocaba en común a todos, desde la tiara hasta la corona, desde el más poderoso príncipe hasta la vileza de mi abatimiento. «¡Válgame Dios!-me puse a pensar que aún a mí me toca y yo soy alguien: ¡cuenta se hace de mí! ¿Pues qué luz puedo dar o 15 cómo la puede haber en hombre y oficio tan oscuro y bajo? Sí, amigo me respondía.» «A tí te toca y contigo habla, que también eres miembro deste cuerpo míxtico, igual con todos en sustancia, aunque no en calidad. Lleva tus cargos bien y fiel20 mente; no los vendimies ni cercenes, ni saltees en el camino, pasando de la espuerta a los calzones, a tus escondrijos y falsopetos, lo que no es tuyo. Ni quieras llevar a peso de plata los pasos que mueves y tanto por carga de dos panes como de dos

7 Sobre recordar v. tomo I, 32.

22 falsopeto: «<el bolsillo que se incorpora en el entre aforro dej sayo, que cae sobre el pecho, adonde parece estar seguro al dinero más que en la faltriquera ni otra parte, pues no se le pueden hurtar sin que lo sienta, teniéndolo delante de los ojos» (Covarr.).

vigas; modérate con todos; al pobre sirve de balde, dándolo a Dios de primicia. No seas deshonesto, glotón, vicioso ni borracho. Ten cuenta con tu conciencia, que haciéndolo así, como la viejecita del Evangelio, no faltará quien levante su corazón y los 5 ojos al cielo, diciendo: bendito sea el Señor, que aún en pícaros hay virtud. Y esto en tí será luz.»

Pero a mi juicio de ahora y entonces, volviendo a la consideración prometida, con quien habló, más que a religiosos y comunidad, fué con los prínci- 10 pes y sus ministros de justicia, de quien iba hablando cuando esta digresión hice. Que verdaderamente son luz y en aquel sagrado capítulo o en la mayor parte dél todo es luz y más luz, para que no aleguen que no la tuvieron. Consideré que la luz ha 15 de estar como agente en algún paciente sujeto, en quien haga como en la cera, ya sea un hacha o lo que más quisieres. Digo habérseme representado la tal persona, o tú, como es verdad, ser la luz; tus buenas obras, tus costumbres, tu celo, tu santidad 20 es lo que ha de resplandecer y darla. ¿Pues qué piensas que es darte un oficio o dignidad? Poner cera en esa luz para que ardiendo resplandezca. ¿Qué es el oficio de la luz? Ir con su calor llamando y chupando la cera hacia sí, para alumbrar mejor 25 y sustentarse más.

Eso, pues, has de hacer de tu oficio: embeberlo, encorporarlo en esa luz de tus virtudes y honesta vida, para que todos las vean y todos las imiten, vi

viendo tan rectamente, que ruegos no te ablanden ni lágrimas te enternezcan ni dones te corrompan ni amenazas te espanten ni la ira te venza ni el odio te turbe ni la afición te engañe. Oye más: ¿cuál ve5 mos primero, la luz o la cera? No negarás que la luz. Pues haz de manera que tu oficio, que es la cera, se vea después de tí, conociendo al oficio por tí y no a tí por el oficio.

Muchas veces acontece la cera ser mucha y la 10 luz poca y ahogarse en ella: como si en un cirio grueso el pabilo fuese sutil. Otras, volver la luz abajo y, derritiéndose la cera encima, luego apagarse. Así vemos que lo bueno en tí es tan poco y el oficio que te dan sobra tanto a la medida de tus mé15 ritos, que lo poco se te apaga y quedas a escuras. Otras veces vuelves al suelo tus virtudes, inclínaste mal, porque derrites el oficio encima, robando, baratando, forzando, menospreciando al pobre su causa, tratándola con dilación y la del rico con ins20 tancia. Señálaste con rigor en el pobre, dispensando con el rico mansedumbre. Al pobre tropellaste con soberbia, y al rico hablaste con veneración y crianza. Con ésta se te acaba de morir y se te gasta, quedando perdido.

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Hay otros que hacen del oficio luz, como dije antes, y habiéndolo ellos de ser, por el contrario son la cera. Estos tales ¿qué negocian, si sabes? Yo te lo diré: ¿Cuál es la propiedad de la cera? Irse poco a poco gastando y consumiendo, llevando la

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