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rarme sacándome de aquel oficio a sollastre o pícaro de cocina, que era todo a cuanto me pudo encaramar en grueso. Muchas veces me lo dijo y una mañana me hizo una larga arenga de promesas. Fué 5 subiéndome a corregidor de escalón en escalón, que si aprendía bien aquel oficio, saliendo tal, entraría en la casa real y que, sirviendo tantos años, podría retirarme rico a mi casa. Mía fe, hinchóme la cabeza de viento, y hasta probar poco había que aven

10 turar.

Llevóme al señor mi amo, que ya nos conocíamos. Cuando allá llegué, como si fuera la primera vez que nos viéramos, me dijo con mucho toldo: «bien, ¿qué dice agora poca ropa? ¿A qué bueno 15 por acá el caballero de Illescas? ¿Es menester algo?

¿Vienes a estar comigo?» Yo estuve mal considerado, que, cuando le vi comenzar con el tono tan alto, había de volverie las espaldas y dejarlo con su razón, y a la mosca que es verano. Embacéme sin 20 saber qué responder; mas como a otra cosa no iba, le dije: «sí, señor».

3 El sollastre o pícaro de cocina se consideraba como uno de los oficios más bajos. Comp. Estebanillo: «Recibióme por su pícaro de cocina, que es punto menos que mochillero, y punto más que mandil» (Rivad., XXXIII, 296 a).

13 toldo: engreimiento, vanidad.

19 «A la mosca, que es verano: Dicen esto por los que se van libres de amo». (Correas, 5 a).

91 embazarse: «cuando uno se queda atajado y confuso delante de otro...» (Correas, 523 6).

-Pues entra comigo, que si haces el deber-me dijo-no perderás en ello.

-Bien seguro estoy-le respondí-que asentando con vuesa merced tendré cierta la ganancia, pues no tengo de qué me resulte pérdida. Preguntóme: 5 <<¿y sabes lo que has de hacer?» Volvíle a decir: «<lo que me mandaren y supiere hacer o pudiere trabajar; que quien se pone a servir ninguna cosa debe rehusar en la necesidad, y a todas las de su obligación tiene alegremente de satisfacer, y para lo uno 10 y otro se ha de disponer». El se contentó de mi plática y entendimiento. Asenté a mercedes como gavilán.

Anduve a los principios con gran puntualidad y él me regalaba cuanto podía. Mas no sólo a mis 15 amos-que era casado-procuré agradar, sirviendo de toda broza en monte y villa, dentro y fuera, de mozo y moza, que sólo faltó ponerme saya y cubrir manto para acompañar a mi ama, porque las más caserías, barrer, fregar, poner una olla, guisarla, ha- 20

13 Son frecuentes en el folk lore del siglo XVI las alusiones a la hidalguía y generosidad del gavilán (v. p. ej. Correas, 633 b). Franco como un gavilán era, según el Dicc. Aut. «Phrase proverbial con que se encarece la generosidad y agradecimiento de alguna persona. Es tomado de que el gavilán suelta por la mañana al páxaro que tuvo en las uñas la noche antes para dormir, y advierte a la parte que voló para no ir por allí y no encontrar con él..

17 de toda broza: «Para decir que una persona o cosa sirve para todo (Correas, 578 a). En monte y villa o en campo y plaza, como asentaban los escuderos de los caballeros andantes.

cer las camas, aliñar el estrado y otros menesteres, de ordinario lo hacía, que por ser solo estaba todo a mi cargo; pero a todos los criados del amo procuraba contentar. Así acudía en un vuelo al recau5 do del paje, como del mayordomo; del maestresala, como del mozo de caballos. Uno me daba le comprase lo necesario, otro que le limpiase la ropa aqueste que le enjabonase un cuello, aquel que le llevase la ración a su mujer y esotro a su manceba. 10 Todo lo hacía sin rezongar ni haronear. Nunca fuí chismoso ni descubrí secreto, aunque no me lo encargaran: que bien se me alcanzaba lo que había licencia de hablar y qué era necesario callar. El que sirve se debe guardar destas dos cosas o se perde15 rá presto, siendo malquisto y odiado de todos. No respondía cuando me reñían, ni daba ocasión para ello. A los mandados era un pensamiento. Donde había de asistir nunca faltaba; y aunque todo me costaba trabajo, nada se perdía. Bastábame por 20 paga la loa que tenía y lo bien que por ello me trataban de palabra, no faltando las obras a su tiempo.

Gran alivio es a quien sirve el buen tratamiento: son espuelas que pican a la voluntad para ir adelante, señuelo que llama los deseos y carro en que las 25 fuerzas caminan sin cansarse. A unos es bien y me

I estrado: «Lugar donde las señoras se assientan sobre cojines y reciben las visitas» (Covarrubias).

10 resongar: refunfuñar.

10 haronear: tardar, ser harón o perezoso.

recen servirse de gracia y a otros no por ningún dinero; y sobre todo reniego de amo que ni

trata.

paga ni Entonces pude afirmar que, dejada la picardía, como reina de quien no se ha de hablar y con quien 5 otra vida política no se puede comparar, pues a ella se rinden todas las lozanías del curioso método de bien pasar que el mundo soleniza, aquella era, aunque de algún cuidado, por extremo buena. Quiero decir, para quien como yo se hubiese criado con 10 regalo. Parecióme en cierto modo volver a mi natural, en cuanto a la bucólica; porque los bocados eran de otra calidad y gusto que los del bodego, diferentemente guisados y sazonados. En esto me perdonen los de San Gil, Santo Domingo, Puerta 15 del Sol, Plaza Mayor y calle de Toledo, aunque sus tajadas de hígado y torreznos fritos malos eran de olvidare.

Por cualquiera niñería que hiciera, todos me regalaban: uno me daba una tarja, otro un real, otro 20

16 En las calles y plazas mencionadas por Mateo Alemán, había, en efecto, muchos bodegones, como puede verse en el Catálogo de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, del Archivo Histórico Nacional, 82 y 83.

18 Malos eran de olvidare: verso del estribillo de un villancico anónimo que figura en el Romancero general:

El amor que es firme, madre,
Malo era de olvidare».

(Rivad., XVI, 505).

20 tarja: v. tomo I, 184.

un juboncillo, ropilla o sayo viejo, con que cubría mis carnes y no andaba tan mal tratado; la comida segura y cierta, que aunque de otra cosa no me sustentara, bastara de andar espumando las ollas y 5 probando guisados; la ración siempre entera, que a ella no tocaba.

Esto me hizo mucho daño y el haberme enseñado a jugar en la vida pasada; porque lo que ahora me sobraba, como no tenía casas que reparar ni 10 censos que comprar, todo lo vendía para el juego. De tal manera puedo decir que el bien me hizo mal. Que cuanto a los buenos les es de aumento, porque lo saben aprovechar, a los malos es dañoso, porque dejándolo perder se pierden más con él. 20 Así les acontece como a los animales ponzoñosos,

que sacan veneno de lo que las abejas labran miel. Es el bien como el agua olorosa, que en la vasija limpia se sustenta siendo siempre mejor, y en la mala luego se corrompe y pierde.

20 Yo quedé doctor consumado en el oficio y en breves días me refiné de jugador y aun de manos, que fué lo peor. Terrible vicio es el juego. Y como todas las corrientes de las aguas van a parar a la mar, así no hay vicio que en el jugador no se halle. 25 Nunca hace bien y siempre piensa mal; nunca trata verdad y siempre traza mentiras; no tiene amigos ni guarda ley a deudos; no estima su honra y pierde la de su casa; pasa triste vida y a sus padres no se la desea; jura sin necesidad y blasfema por poco

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