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hace un

y otro otro poco; y de muchos pocos se algo y de muchos algos un algo tan mucho, que lo embebe todo.

Gran culpa desto suelen tener los amos, dando 5 corto salario y mal pagado, porque se sirven de necesitados y dellos hay pocos que sean fieles. Póneste a jugar en un resto lo que tienes de renta en un año. Paga y haz merced a tus criados y serás bien y fielmente servido. Hay señor que no dará un real al 10 sirviente más importante, pareciéndole que le basta el sueldo seco y que, en dárselo y su ración, está pagado. No, señor, no es buena razón; que aqueso ya se lo debes, no tiene que agradecerte. Con lo que no le debes lo has de obligar a más de lo que 15 te debe y que con más amor te sirva; que si no te

alargas de lo que prometiste, siendo señor, no será mucho que el criado se acorte y no se adelante de aquello a que se obligó.

Como sucedió a un hidalgo cobarde, que habien20 do sido demasiado en confianza de su dinero con otro hidalgo de valor, viendo que sus fuerzas y ánimo eran flacos, quiso valerse de un mozo valiente que lo acompañaba. Aconteció que, como una vez echase su enemigo mano para él, su criado lo defen25 dió con pérdida del contrario, que lo retiró en cuanto su señor se puso en salvo; y en esta quistión perdió el mozo el sombrero y la vaina de la espada.

7 resto: V. tomo I, 49.

Esto se pasó; fuése a su posada. Mas nunca el amo le satisfizo la pérdida ni lo adelantó en cosa alguna. Y como viniese otra vez con un palo y le diese de palos el de la quistión pasada, el criado se estuvo quedo, mirando cómo lo aporreaban. El amo daba voces pidiendo socorro, a quien el mozo respondió: «vuesa merced cumple con pagarme cada mes mi salario y yo con acompañarle como lo prometí, y el uno ni el otro no estamos a más obligados...» Así que, si quieres que salgan de su paso, aventajándose 10 en tu servicio, de lo que pierdes tan desbaratadamente gánales las volundades, que será ganar no te roben la hacienda, defiendan tu persona, ilustren tu fama y deseen tu vida.

¡Oh, cuántas veces vi llevar y llevé tortas de man- 15 jar blanco, lechones, pichones, palominos, quesos de cien diferencias y provincias y otras infinitas cosas a vender, que es prolijidad referirlas y faltan tiempo y memoria para contarlas! Sólo quiero decir que estas desórdenes en todos me hizo a mí como 20 a uno dellos. Andaba entre lobos: enseñéme a dar aullidos. Yo también era razonable principiante, aunque por diferente camino. Mas entonces perdi el

16 manjar blanco: especie de natillas que se hacían con leche, azúcar y almendras. Véase A. CASTRO, Revista de Filología Española (1921, 406). Era considerada como comida exquisija, según se deduce del refrán Al villano, no manjar blanco». (Correas, 39 b.) Se vendía en pellas.

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miedo: soltéme al agua sin calabaza, salí de vuelo. Todos jugaban y juraban, todos robaban y sisaban: hice lo que los otros. De pequeños principios resultan grandes fines.

Comencé como dije-de poco a jugar, sisar y hurtar. Fuíme alargando el paso, como los niños que se sueltan en andar, hasta que ya lo hacía de lo fino, de a ciento la onza. Y no lo tenía por malo, que aun a esto llegaba mi inocencia; antes por lícito 10 y permitido.

Compraba algunas cosillas que me hacían falta, o lo echaba en un topa, que siempre de los juegos buscaba los más virtuosos, vueltos o carteta, para acabar presto y acudir a mi oficio. Acuérdome una 15 vez que, estando porfiando una suerte con otros mancebitos de mi talle en un corral de casa, se levantó gran grita. Pareció con la vocería hundirse la casa. Mandó nuestro amo al maestresala mirase qué era aquéllo. Hallónos en la brega fregando el delito 20 y, excediendo de su comisión, diónos una rociada de leña seca, sacudiéndonos el polvo del hatillo de

I al agua: orig. «el agua».

12 topa: V. nota de la pág. 27.

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carteta: es el juego ordinariamente llamado el parar: «que se hace entre muchas personas, sacando el que le lleva una carta de la baraja, a la qual apuestan lo que quieren los demás (que si es encuentro como de rey y rey, gana el que lleva el naipe) y si sale primero la de éste, gana la parada, y la pierde si sale el de los paradores». (Dicc. Aut.)

manera que nos levantó ronchas por todo el cuerpo debajo de la camisa. Con que también perdí mi crédito ganado, trayéndome de allí adelante sobre ojos, como dicen, de donde comenzó mi total perdición, de la manera que sabrás adelante.

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