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ron con ellas las puertas de sus casas, donde las clavaron, y que las pusieron en sus sombreros como escarapelas : otros contradicen el hecho diciendo, que el gobernador Antoñanzas no se atrevió á conceder tan bárbara demanda. Pero es cierto que Zuazola obtuvo de sus jefes grandes elogios como valiente y fiel vasallo de Su Majestad. ¡ Tan pervertidas iban estando las ideas de humanidad y moralidad entre los Españoles de Venezuela, cuando apenas se presentaba la aurora de aquella época lamentable de horrores y de sangre!

Los patriotas que escaparon de la rota de Aragua y otros varios que andaban fugitivos por los bosques se reunieron en Maturin, donde mandaban actualmente Piar y Ascúe por ausencia de Bernardo Bermúdez (marzo 20). Fortificados en aquel punto, fueron acometidos por don Lorenzo Fernández de la Hoz, gobernador de Barcelona, que reunido á Zuazola contaba mil quinientos soldados. Piar solo podia oponerles un tercio de combatientes, con los cuales tuvo que emprender la retirada del pueblo; pero un ataque de algunos valientes á caballo desordenó las tropas de la Hoz, que fué batido completamente. En el siguiente mes de abril volvió el jefe realista, unido con el coronel don Remigio Bobadilla, á invadir á Maturin con mil seiscientos hombres. Á pesar de tanta superioridad, los patriotas rechazaron la invasion, haciendo perder á sus contrarios muchos soldados, armas y municiones. Por consecuencia la Hoz, que no era oficial valiente, se vió en la necesidad de abandonar una empresa harto superior á sus fuerzas.

Por este mismo tiempo (abril) los habitantes de Cumaná sufrian las consecuencias de un funesto presente que les habia hecho la Regencia de Cádiz, nombrando jefe político, conforme á la constitucion española, al doctor don Andres Level de Goda. Era este un abogado de arrebatos extravagantes y enemigo acérrimo de los patriotas. Él aumentó los sufrimientos de Cumaná, provocando persecuciones, prendiendo arbitrariamente, y manifestando en todas sus providencias que obraba solo por saciar sus pasiones vengativas y antiguos resentimentos, sin consideracion alguna á lo que exigian la justicia, la política y la capitulacion de San Mateo. Así fué que elevó á su colmo la desconfianza y la desesperacion de los Cumaneses, muchos de los cuales se fugaron; unos á buscar asilo en país extranjero, y otros á tomar las armas para castigar á sus opresores. Cuando

Monteverde removió á Level de su destino, ya habia hecho males muy graves á la causa de España. Comparando su administracion con la de Antoñánzas, parecia este un hombre justo y sostenedor de las leyes; él continuó de gobernador militar y jefe político.

En aquellas circunstancias una sublevacion de negros esclavos que estallára en Santafé, á ocho leguas de la capital de Cumaná, hizo mas crítica la situacion de las autoridades españolas. Antoñanzas logró disiparla. Este observaba en su gobierno una conducta algun tanto justa, protegiendo á los patriotas del odio y resentimientos de los Catalanes, que siempre los querian oprimir y maltratar á título de reconquistadores, y para vengarse de la revolucion. Antoñánzas debió á tal sistema el que le auxiliára la poblacion de su provincia, para resistir los ataques de los patriotas, dueños de la costa de Güiria y de Maturin. Este era el punto central de sus ope

raciones.

Mientras tanto la provincia de Carácas gemia bajo el despotismo de Monteverde y de sus subalternos. Alarmados estos con los progresos de los patriotas de Oriente, no cesaban de inventar conspiraciones por donde quiera, cuyos supuestos descubrimientos producian nuevas prisiones, nuevos secuestros de bienes y mayor descontento. Una de estas ficciones fué la de Ildefonso Rámos, conspiracion que Monteverde anunció en 15 de febrero por una proclama á los habitantes de Carácas, como de naturaleza la mas horrible, de que habian escapado los fieles servidores del rey por un milagro del Altísimo; y para darle gracias se cantó un solemne Te Deum. Comprometióse en ella al comerciante don José Ventura Santana y al hacendado don Marcelino Argain, suponiendo que unidos con Rámos querian jurar la Independencia.

Para juzgar esta figurada conspiracion, decretó Monteverde establecer una comision militar que entendiese en la referida causa. Se fundaba en que hallándose autorizado por órdenes de los ministerios de Estado y guerra, comunicadas en 27 y 28 de noviembre último, para obrar en todas las ocurrencias, segun lo exigieran las circunstancias hasta la perfecta tranquilidad del país, habia observado que se retardaban mucho los procesos de conspiracion con riesgo de la seguridad pública é individual. Los miembros designados para dicha comision fueron:

el capitan de fragata don Juan Tízcar, los tenientes coroneles don Lorenzo Ros y don Antonio Bosch, los capitanes Bengoa y La Ginestier, y el abogado González. Concedia facultad á este juzgado militar extraordinario para conocer, sustanciar y decidir el proceso, consultando la sentencia con el capitan general. La real audiencia reclamó enérgicamente contra el establecimiento de la comision militar, manifestando que por decretos de las Córtes las causas de traicion é infidencia correspondian á las reales audiencias, con exclusion de los antiguos capitanes generales, que solo podian ejercer la jurisdiccion militar. Monteverde no cedió á tan legal como justa reclamacion, alegando haber procedido con dictámen de letrados y personas de su confianza; añadiendo que consideraba á Carácas como en estado de sitio, en cuyo caso debia proceder contra los perturbadores del órden público con energía y firmeza. Se lisonjeaba por esto que el gobierno de la nacion no reprobaria su conducta, habiéndole manifestado ya, segun decia : « que si publiqué la constitucion, fué por un efecto de respeto y obediencia, no porque consideré á la provincia de Venezuela merecedora todavía de que participase de tan benigno Código. »-Persuadida la audiencia de que era inútil toda reclamacion á un jefe que profesaba tan detestables máximas políticas, dió cuenta de tales hechos á la Regencia de Cádiz, diciéndole : « que despues de todos los atentados cometidos contra la constitucion y las leyes, referidos en su representacion de 9 de febrero, acababa de ejecutarse aquel último que faltaba al trastorno del órden y al imperio de la arbitrariedad. >>

Así era en efecto, pues toda aquella ponderada y horrible conspiracion fué solo un pretexto para nuevos actos de tiranía. El reo principal Ildefonso Rámos se fugó de la cárcel, y aunque se le aprehendiera de nuevo, nada se le probó. Santana, Argain y otros dos ó tres presos estuvieron cincuenta y siete dias en un calabozo, sin que se les tomára una sola declaracion indagatoria. Perdieron, sin embargo, intereses considerables por la rapacidad de sus enemigos.

Hé aquí el objeto principal de aquellas supuestas conspiraciones. La de Rámos costó á las extenuadas fortunas de los habitantes de Carácas el préstamo forzoso de cien mil pesos, que por medio de una junta les impuso Monteverde para sostenerse contra los conspiradores. Ofreció reintegrarlos del producto del

uno por ciento que de hecho impuso al comercio de la Guáira y Puertocabello, muy recargado ya.

La dilapidacion de las rentas reales habia sido tan grande como los excesos cometidos en la política, en la justicia y en la administracion de los pueblos de Venezuela. Desde el 1° de agosto hasta 31 de diciembre de 1812, apénas habian producido las rentas 52,821 pesos, y lo gastado en estos cinco meses causó un déficit de 204,286 pesos. Así fué que el intendente don Dionisio Franco, teniendo en consideracion otros muchos gastos que se habian hecho, calculaba en medio millon el alcance contra la real hacienda de Venezuela en la fecha mencionada. Esto era sin contar el producto de las ventas de mulas y ganado vacuno que se tomaban por fuerza de los hatos de la provincia de Barinas. Allí se habia estancado hasta la carne, para ocurrir á las necesidades de la division que mandaba don Antonio Tízcar. Dicha provincia fué reducida á esqueleto y devastada en todos sus ramos por las multiplicadas exacciones de aquel jefe militar. Algunas familias principales tuvieron que llorar la muerte de miembros de ellas, que Tízcar hizo morir como insurgentes.

Una invasion de las fuerzas de la provincia de Casanare en la Nueva Granada, que ocuparon algunos pueblos de la frontera de Barínas, y que fueron obligadas á retirarse por un destacámento de las tropas reales, habia sido la causa de la formacion de aquel cuerpo de ejército á principio de este año. Los consejeros y aduladores de Monteverde le hicieron concebir el proyecto de reconquistar el vireinato de Santafé, cuya empresa creía, ó se la pintaban los interesados en fomentarla, mas fácil que la pacificacion de Venezuela. Aprestáronse, pues, las mejores tropas que tenia Monteverde, quien nombró para jefe de la reconquista al capitan de fragata don Antonio Tízcar, militar que nada sabía de guerra terrestre y á quien se destinaba para virey. El cuartel general se puso en la ciudad de Barinas, punto el mas á propósito para abrir la campaña. Muchas personas sensatas del partido real, que conocian la situacion y los recursos de que podia disponer Monteverde, trataron de disuadirle de un proyecto que, en su opinion, tenia notoriamente el carácter de impolítico y peligroso. Ellas le hicieron ver que desprenderse de sus mejores cuerpos con el objeto de atacar á un país que no le hostilizaba, dejando descubierto su propio territorio,

cuando Monteverde mismo confesaba que no podia sostener á Venezuela sin que se le enviasen fuerzas de España, era exponerse á perderlo todo: era llamar sobre sí la atencion de los insurgentes de Santafé, que hasta entonces le habian dejado tranquilo; era, en fin, agotar los escasos medios que tenia, y que no estaba léjos de necesitar en su totalidad para la conservacion de las provincias especialmente encomendadas á sus cuidados. Mas como se pensaba sin la menor duda, segun dijo á la Regencia de Cádiz el fiscal de la audiencia doctor don José Costa y Gali, testigo presencial, « que la reconquista del vireinato de Santafé solo era un paseo militar, y hasta se habia calculado el dia en que el virey Tízcar entraria triunfante en la capital, los consejos de la prudencia fueron tenidos como inspiraciones de la cobardía y de una tímida política, y por consiguiente despreciados. » Monteverde insistió en su proyecto de reconquistar el Nuevo Reino de Granada, y elevó á 2,600 hombres la division de Tízcar.

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Á tiempo que Monteverde se ocupaba en tan grandes proyectos, y cuando la opresion de los Venezolanos habia llegado á su colmo, un rayo de esperanza lució con la órden comunicada por la Regencia de Cádiz en 30 de enero al oidor comisionado para seguir en Carácas los procesos de infidencia, don Pedro Benito y Vidal. En ella se decia terminantemente:

<< que en la formacion de las causas no se debian hacer valer los hechos anteriores á la capitulacion de San Mateo, en la que á nombre de la nacion española se habia ofrecido que las personas que se hallaban en el territorio sin subyugar, no serian presas ni juzgadas por lo pasado, ofrecimiento cuya violacion era muy ajena de la generosidad española, y que por lo tanto debia cumplirse. >> - Sin embargo, para que no fuese completo el beneficio que resultaba de esta declaratoria, se recibió otra órden de la misma Regencia en que se declaraba: - « que el olvido de lo pasado no debia extenderse á condonar los perjuicios que se hubieran hecho á cualquiera que los reclamára. » Esta excepcion era manifiestamente contraria á lo convenido en San Mateo, y por tanto injusta era tambien impolítica, porque abria un vasto campo de pleitos y disputas que no dejarian sosegar el país.

Deseosa la real audiencia de poner en ejecucion estas órdenes de acuerdo con Monteverde, comisionó al oidor decano don Francisco de Heredia, para que trasladándose de Valencia á

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