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que se hiciese sonar el número de nuestros combatientes, sc hablase de estados de fuerza, de raciones consumidas diariamente, no teniamos las tropas suficientes pare cortar de una vez todas las cabezas de la hidra. Habia gran diferencia entre sostener una guerra, y terminarla; entre hacer frente con ventaja á nuestros enemigos, y acabar con ellos tratándose de gente que empeñaba pocas batallas, que tenia segura su retirada en todas ocasiones, que pocas veces se veia embarazada con líneas de bases de operaciones, que se hallaba en fin con tantos medios de dañar, como lo hemos indicado repetidas veces.

La prolongacion de la guerra que era para nosotros un mal incalculable, tenia siempre despiertas las esperanzas de nuestros enemigos; mas tambien comenzaban á cansarse de una contienda que no les ofrecia prontos y decisivos resultados. Los adversos que produjeron para ellos las espediciones del año anterior cuando tantos sueños se habian disipado como el humo, aumentaron su descontento, y encendieron de nuevo las disensiones internas que tambien los aquejaban. D. Cárlos, personage politico de tanta importancia, como gefe supremo de un partido, era una especie de rémora y estorbo á la cabeza de su ejército, que por falta de su capacidad militar, no podia dirijir personalmente. En su pequeña corte no andaban escasas las intrigas, ni dejaba de haber personages que sin ser militares, querian influir demasiado en las operaciones de la guerra. Tambien allí se censuraba la conducta de los generales, y alguno que otro fué victima de la animosidad de los partidos; porque tambien allí habia sus moderados y exaltados, principios de no fácil amalgama, pretensiones esclusivas. Los primeros y antiguos campeones del carlismo que desde el principio de la guerra habian alzado su estandarte, no veian con gusto á los nuevos afiliados que probablemente iban á tener igual parte, si no tal vez mayor, en la distribucion del premio. Los que presumian de mas leales á las doctrinas legítimas del partido, y se preciaban sin duda de mas lógicos, aborrecian á los que deseaban mas blandura en la espresion de sentimientos, que se hallaban en demasiada disonancia con el espíritu del siglo. La bandera que por aquellos meses al

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zó abiertamente Muñagorri, puso á las claras cuán honda era la animosidad mútua en el campo de D. Cárlos; y aunque el nombre de este caudillo desapareció muy pronto de la escena pública, sin que su llamamiento trajese otras consecuencias por entonces, estaba siempre vivo el fuego oculto, cuya esplosion produjo un año despues tan favorables resultados.

Mientras tanto se apoderaba nuestro ejército del Norte con el general en gefe á la cabeza del punto fuerte é importantisimo de Peña-Cerrada, hecho de armas brillante, de los mas distinguidos de la época; se movian las columnas en Cataluña y Aragon, con buenos y mas decididos resultados. Se hablaba del sitio de Estella en Navarra que se proyectaba por nuestras tropas, mas esta idea no llegó á realizarse. Otros sitios que se emprendieron efectivamente, ocupaban entonces la atencion del público.

Se trataba de Morella, punto fuerte, importantísimo por su posicion, que en el año anterior se habia perdido por sorpresa. Se hicieron para este sitio grandes preparativos, de víveres, municiones, artillería, pertrechos de guerra y cuanto material era necesario para coronar la espedicion con feliz éxito. Todo el ejército del centro á las órdenes del general en gefe, estaba destinado á caer sobre Morella. Tres grandes columnas á las órdenes de los generales D. Santos San Miguel, Borso de Carminati y Pardiñas, se acercaron á la plaza por tres distintas direcciones, no sin encontrar fuertes obstáculos en los esfuerzos que hizo el enemigo para paralizar su movimiento. A principios del agosto estaba ya preparado todo para el sitio, y nuestras baterías comenzaron á jugar sobre la plaza. Jamas nuestras tropas habian mostrado mas ardor ni se habian batido con mayor denuedo. Con indecible arrojo corrieron al asalto ó mas bien á los asaltos, pues dos se dieron uno el 15, y otro el 17 de agosto. Mas la brecha no estaba practicable, ni se habian apagado los fuegos de la plaza; sea por falta de piezas de grueso calibre, ó porque el apresuramiento por dar pronto cima á la empresa, hubiese hecho desatender à un requisito, en todo asalto necesario. Asi fué inútil el arrojo de nuestros combatientes obligados á

escalar la misma brecha, detrás de la cual habian colocado los sitiados varios combustibles á que pusieron fuego en el momento del asalto. Mientras tanto arrojaban granadas de mano, piedras y otros proyectiles. El asalto de frente pareció imposible. ¿Como podian apagar estos fuegos laterales, neutralizar en las sombras de la noche elementos de tanta resistencia? El valor era infructuoso. Fué preciso dar órden de la retirada, para ahorrar la efusion de tanta sangre inútil.

Se dió el segundo asalto el 17, y este fué de dia. Se trató de atacar la brecha de frente, mientras tres columnas debian escalar la plaza por distintos puntos; mas la dificultad subsistia siempre; todos los enemigos que se habian opuesto al paso de las tropas del asedio, se habian introducido con Cabrera á la ca · beza, en la plaza de Morella. Los ataques fueron inútiles, y se derramó en ellos mas sangre que la vez pasada. Las columnas de brecha no pudieron acercarse á ella por las dificultades del camino que los obligaban á desfilar uno á uno, y el fuego que la plaza les hacia. En las diversas tentativas que hicieron para avanzar, perecieron varios gefes y oficiales. Mientras la columna de la brecha se empeñaba en tan infructuoso ataque, no fueron mas felices las destinadas á escalar la plaza. El general en gefe mandó tocar retirada en vista de tanta resistencia.

Rechazados asi los ataques, y ya sin víveres el campo, apeló este gefe superior al recurso de una retirada definitiva que se verificó en órden, salvándose toda la artilleria y material de sitio; á pesar de los esfuerzos del enemigo, que picó con vigor la retaguardia.

Quedó sumamente descontento con este desenlace el público, que aguardaba á cada instante la noticia de la toma de Morella. Las murmuraciones fueron tantas, y tan serio el acontecimiento á los ojos del gobierno, que el mismo ministro de la Guerra se trasladó al ejército, con objeto de averiguar por sí las causas de este descalabro. Lo que resultó de la indagacion, no se dió al público: mas la opinion de los inteligentes no le atribuyó á falta de valor y de ardimiento por parte de las tropas na

cionales, que se condujeron al contrario con mucha bizarria, sino al apresuramiento de dar el asalto, sin tomarse en cuenta las precauciones y reglas que prescribe el arte. El general en gefe dejó el mando; y cuando el ministro averiguador (el general Latre) regresó á Madrid, estaba ya revestido de otro cargo.

CAPITULO LVI.

Nuevo ministerio.-Segunda legislatura de 1837.-Proposicion para que se nombre una comision de visita á dependencias públicas.-Proyecto de contestacion al discurso de la corona.-Discurso de Argüelles.-Debates, animosidad de los partidos.-Varios asuntos discutidos y no resueltos.-Nuevo ministerio. Su posicion en el Congreso.-Suspéndense las sesiones de las Córtes.

En 6 de setiembre del mismo año de 1858, hicieron dimision

los ministros del 15 de diciembre. Para la secretaría de Estado, se nombró al duque de Frias; para la de Gracia y Justicia, á D. Domingo Ruiz de la Vega; para la de Hacienda, al marqués de Monte-vírgen, en clase de interino; para la de Gobernación, bajo la misma forma, al marqués de Valgornera; para la de Marina al gefe de escuadra D. José Chacon. La de Guerra estaba entonces despachada interinamente por el general D. Juan Aldama en ausencia del de igual clase Latre, comisionado como hemos dicho para averiguar los motivos que habian influido en los sucesos de Morrella. En 16 del mismo mes, dió este último su dimision que tambien le fué admitida.

Los motivos de este cambio del ministerio que tenia mayoria en ambos cuerpos colegisladores, no fueron bien sabidos. Los ministros nuevos no eran por otra parte los que hacian el principal papel en aquellas asambleas. Mas las Córtes comenzaban

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