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menos puras que las que deben dirijir á hombres que han merecido la confianza de sus conciudadanos, hubieran podido influir en sus votos, en suma, en su conducta. »

D

Tal vez necesitamos la indulgencia del lector por haber copiado tantos trozos de un discurso que se oyó entonces con gran satisfaccion por un partido, y por otro no sin muestras de grande atencion y de respeto; mas no se nos ocurrió medio mejor de retratar al vivo la honda division de entrambos. Cuando un hombre de su carácter moderado, de su decir inofensivo, se espresaba en quejas tan sentidas, en inquietudes, en recelos tan fundados del mal giro que se daba á los negocios públicos, de la tendencia á desvirtuar el espíritu de las instituciones; cuando se presentaba el mismo como blanco de las acusaciones hasta de dicterios por parte de la imprenta, que despues de combatir tan crudamente á los que ejercian el poder antes de la reunion. de aquellas Cortes, los abrumaban con sarcasmos, despues que habian caido, ¿se estrañará que hombres mas fogosos, en toda la fuerza de la edad, diesen mas energía á sus palabras, y que la discusion sobre un proyecto que estaba concebido en términos tan moderados y tan circunspectos, abriese un campo de batalla, en que se hicieron recuerdos amargos y se renovaron las acusaciones que cada partido hacia á su rival, de haber contribuido á los males de la patria? Tomaron parte en el debate los señores ministros Martinez de la Rosa, Muñoz Maldonado, Alcalá Galiano, conde de las Navas, Scoane, Castro, Lopez (D. Joaquin), Lujan, y algun otro. Hubo interrupciones, murmullos, aplausos en las galerías, alusiones personales, toda la esencia y accesorios de una gran batalla. El señor Argüelles aludido aunque indirectamente por el señor Galiano, dijo: «el señor diputado que me ha honrado aluliendo á mi persona, aunque no señalándome con el nombre de bautismo, se pudiera haber limitado á favorecerme con la amonestacion que me ha hecho, y yo le daria, como le doy ahora, las mas espresivas gracias. Pero ha tenido por conveniente S. S. asociar una idea que me ha obligado á tomar la palabra para la alusion personal. Se ha hablado de filas, de movimientos, de partidos dife

TOMO IV.

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rentes, y de las circunstancias en que se encuentran los hombres públicos. Pero necesariamente ha debido aludir á dos partidos, filas ó bandos, ó como guste S. S. en que el Congreso está dividido, y yo pertenezco á uno de ellos. Pero creo que S. S. deberá reconocer, que yo jamás he aludido, no en el discurso que S. S. ha tenido la bondad de analizar, sino en ningun otro, que haya banderías, ni partidos en este sitio. Unicamente hablo de ello, cuando me veo obligado á contestar á los que asi opinan. Si nos hallamos separados, yo espero que S. S. tendrá por conveniente reconocer, que aquel partido á que correspondo, no le ha obligado á separarse de él; y para esto recordaré á S. S., que tan lejos estaba yo de merecer esta alusion, que cuando estaba en estas filas, donde hoy me ha colocado, ocupaba S. S. el pretorio. Cuando lo tenia por conveniente y nece. sario, S. S. disponia la batalla, dirijia la accion; y si la ganaba, como tenia de costumbre, todos seguiamos el carro de su triunfo, en disputarle el honor de la victoria. Yo me alegraré que encuentre S. S. entre sus antiguos aliados, tantos y tan sinceros admiradores como entre nosotros. »

Hasta en la sesion del 23, no se dió por terminada la discusion de la totalidad del proyecto. Habiéndose pasado á los artículos, se leyó un voto particular de los señores Olózaga y Seoane, individuos de la comision, y que consistia en que al fin del 2.o párrafo ya citado se añadiese: «Y de concluir una guerra en transaccion, ni acomodamiento de ninguna clase con D. Cárlos ni su familia.

Atacado este artículo por Martinez de la Rosa, y defendido por el Sr. Olózaga, fué aprobado en votacion nominal por 82 contra 24.

La discusion por artículos produjo los mismos altercados que la de la totalidad; sobre cada uno se hicieron enmiendas y subenmiendas, que ocuparon mucho tiempo. Volvió á hablar Argüelles, y los que estaban acostumbrados á llevar la palabra en el Congreso. El tratado de la cuádruple alianza, los ausilios que por la frontera de Francia recibian los carlistas, la reforma de la ley de ayuntamientos, la de la Milicia Nacional, la de la

imprenta, suscitaron las quejas, el espíritu de discordia de la mútua animosidad, que á todos aquejaba. Jamas las obras habian estado en tan abierta oposicion con las palabras de fusion y reconciliacion que sonaban en los labios. ¿Qué partido habia contribuido mas á la agravacion de los males de la patria? ¿Cuál entendia mejor ó peor el espíritu de la verdadera libertad? Hé aquí la cuestion eterna, que se agitaba en aquellos bancos desde la reunion del parlamento. Entre tanto el partido dominante usaba tanto dentro como fuera sus derechos. En todas partes resonaban quejas de la conducta de las autoridades propensas á castigar lo que se llamaban demasías del partido progresista. Hubo prisiones, destierros, trasportaciones allende de los mares. Los estados de sitio que antes habian sido situacion escepcional, comenzaron á serlo en varias partes normal y permanente. La prensa, intérprete de todos estos sentimientos encontrados, se mostraba fogosa y en mil ocasiones destemplada. Hasta el 4 de diciembre, no se dió por terminado este negocio.

El artículo 43 de la Constitucion, por el que quedaban sujetos á reeleccion los diputados ó senadores que admitiesen empleos del gobierno, producia los efectos que debian presumirse. A cada momento ocurrian estos casos, y se suscitaban discusiones sobre el verdadero sentido del artículo. Parecia claro que inmediatamente que un individuo fuese agraciado, y declarado sujeto á reeleccion, dejase su puesto hasta que la provincia manifestase su voluntad, procediendo á nuevas elecciones; mas no solamente se interpretaba lo mas favorablemente que era posible para el interesado la disposicion de la ley, sino que aun despues de declarado sujeto á reeleccion, se prolongaba su asistencia á los bancos del Congreso. Primero, se decidió que permaneciesen ejerciendo su cargo hasta saberse el resultado de las nuevas elecciones, en caso de no serles favorables. Despues se alteró esta disposicion, fijando un término al agraciado para aceptar ó no la gracia conferida, y estableciendo su cesacion en el cargo de diputado, inmediatamente que se declarase comprendido en el artículo citado.

Fué el conde de Toreno uno de los individuos à quienes alcanzaba. En la sesion del 5 de diciembre se leyó en el Congreso un oficio suyo del 23 del mes anterior en Paris, en que manifestaba, que habiendo tenido á bien S. M. declarar en su favor y el de su familia la dignidad de grande de España de primera clase, y dudoso él de si aquella declaracion honrosa exigia ó no nueva eleccion para o cargo de diputado con que le habia distinguido la provincia de Asturias por la quinta vez, lo elevaba al conocimiento del Congreso, para que este sc dignase en su sabiduría resolver lo que juzgase mas arreglado á la Constitucion y disposiciones aclaratorias sobre la materia, etc.

La comision dió su dictámen en la sesion del 8 de enero, de que se estaba en el caso de sujetar á reeleccion al conde de Toreno. En la del 12 se puso á discusion, de la que no nos ocupariamos si no hubiese dado motivo á un rasgo de elevacion y nobleza de carácter, de los muchos que distinguian á Argüelles.

El Sr. Galiano combatió el dictámen, haciendo ver que el título de grande de España con que habia agraciado S. M. al conde de Toreno, no se podia considerar sino como un acto de justicia, por cuanto el interesado habia probado ante un tribunal, que le asistia el derecho de ser reconocido grande de España; que era sabido que cuando concurrian en una familia las circunstancias de antigua, ilustre y tener una renta suficiente para sostener el decoro de una dignidad tan alta como de la grandeza de España, cra costumbre y costumbre antigua, de ser una fórmula y no mas la peticion de esta gracia. «He aquí las razones porque me opongo al dictámen, dijo. Se trata de un personage ilustre de quien me glorio ser amigo, y amigo intimo; personage que desde el año 1808, en que tuvo la gloria de ser el primero que llevó á Inglaterra la noticia del memorable y glorioso alzamiento del pueblo español, ha estado hasta la época actual haciendo grandes servicios á la causa de la libertad. Si alguno creyese que en abogar por este digno individuo, que por lo mismo que tiene tantos enemigos, algun amigo debe tener que echando el pecho al agua le defienda; y si creyese'

digo, que por eso abjuro mis opiniones, me agravia y se agravia á sí mismo...,

«El Sr. Argüelles: El señor diputado Galiano ha tenido la bondad de dirijir gran parte de su discurso hácia ciertos señores diputados, y señaladamente hacia el que tiene la honra de dirijir su palabra al Congreso.... Decia, señores, que sin que yo tenga ánimo de ofender en lo mas mínimo la persona del señor Alcalá Galiano, á quien respeto por muchas consideraciones como nadie mejor que S. S. debe de estar convencido de ello, me asiste sin embargo el derecho y la facultad de que voy á usar, procurando no faltar en nada á la práctica parlamentaria, de creer que S. S. me ha dirijido una gran parte de su discurso, porque fijaba á menudo la vista hacia este sitio al pronunciar ciertas palabras, que no pueden ser dirijidas á persona alguna del Congreso sino á mí: y yo sin que sea mi intencion disminuir ni dudar en lo mas mínimo de las relaciones que unen á S. S. con el señor conde de Toreno, debo decir que las mias esceden mucho á las del señor Galiano, tanto por su antigüedad, como por la circunstancia de haberme dado el señor con, de de Toreno pan por espacio de dos años, durante mi emigracion, y por haber encontrado en él en mi pobreza, un patriota, un caballero, un amigo y sobre todo un español. ›

Todas estas consideraciones me parece que deben pesar en mi ánimo, de modo que mi gratitud no reconozca igual; ¿pero tiene nada que ver este compromiso, que puede existir entre los diputados, tiene nada que ver esta gratitud y reconocimiento individual con la cuestion presente, que versa sobre un principio? Nada absolutamente: desde Paris, el mismo señor conde de Toreno me reconvendria si yo faltase á un principio, y mucho mas cuando no le importa nada que el principio se consagre, porque siempre que el señor conde quiera, seguro es que será elegido por Asturias, donde tiene el ascendiente que su mérito y circunstancias le han proporcionado..

Yo reconozco tan gran fuerza en el argumento del señor Pidal (era el presidente de la comision que dió el dictámen) que aunque pudiera temer, que no lo temo, que el señor conde de

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