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bre los muros de su recinto principal, como sobre los del castillo que parecia inespugnable, llovieron los proyectiles de los nuestros. Una de sus bombas incendió un depósito de municiones, con inmenso estrago de cuanto estaba á sus alrededores. Los fuegos de la plaza estaban todos apagados. La guarnicion en grande apuro, trató de aandonarla á favor de las tinieblas de la noche; mas descubierto el movimiento por los nuestros, retrocedieron los fugitivos y encontraron cerradas las puertas, que no quisieron abrirles los pocos que se habian quedado dentro. Acosada por dos partes, en tanta confusion y oscuridad, sin saber donde abrigarse aquella muchedumbre, padeció gran mortandad, hasta que habiéndose reconocido unos y otros, se guareció por fin dentro de la plaza.

Seguia el sitio, sin que los nuestros mitigasen lo recio del ataque, sin que los de adentro diesen indicios de querer rendirse. Por fin el 29 del mismo mes ofició el gobernador al duque de la Victoria, ofreciendo rendir la plaza y entregar las armas con tal que se dejase salir la guarnicion à paises estranjeros ó á donde mejor le pareciese. Negóse el duque á conceder capitulacion bajo estas condiciones, y declaró que á menos de entregarse prisionera la guarnicion de la plaza y del castillo, llevaria el ataque hasta las últimas estremidadas; anunciando al mismo tiempo que en caso de rendirse, serian respetadas las personas, y no molestadas por sus opiniones.

Una hora de término dió á los sitiados el general en gefe para contestarle. Mientras tanto, aproximó de nuevo sus tropas á la plaza en actitud de renovar las hostilidades en caso necesario. Mas los sitiados no dieron lugar á nueva efusion de sangre, y segun los términos prescritos se entregaron en número de 2,700 hombres, entre los que habia ocho coroneles. Fueron los objetos encontrados en la plaza 15 piezas de artillería, 11 cureñas, 2,227 balas, 154 botes de metralla, 595 bombas, 1,860 cartuchos de cañon vacios, 677 cargados, 30 quintales de pólvora, 1,800 cartuchos de fusil, 500 piedras de chispa, varios objetos de parque y algunos víveres. Ascendió el número de proyectiles lanzados por los si'iadores á 8,878.

Hizo gran ruido en España la toma de la importante plaza de Morella. La Reina recompensó al vencedor con el título de duque de este mismo nombre, y el collar del Toison de oro. Varios ascensos y decoraciones premiaron el mérito de los generales, gefes, oficiales y tropa que habian contribuido á la victoria.

En la sesion del 2 de junio, leyó e ministro de la Guerra en el Gongreso el parte de la rendicion de la plaza de Morella. Inmediatamente se presentaron dos proposiciones firmadas por varios diputados, y que coincidian en una misma idea, á saber: que el Congreso se sirviese decretar un voto de gracias al duque de la Victoria, y á los gefes, oficiales y tropa de sumando por el nuevo triunfo que acababan de conseguir, coronando con la toma de Morella varias gloriosas campañas. Despues de haber sido apoyadas las proposiciones ó proposicion, pues las dos eran una misma, por los Sres. Galiano y Martinez de la Rosa, fué aprobada sin mas discusion por todos los diputados, por el método ordinario. Igual efecto produjo la lectura del parte en el Senado.

A la toma de More'la, se siguió la de los fuertes de Peteta y Cañete en la provincia de Cuenca, y la desaparicion de los carlistas de todo el territorio que habia sido teatro de las operacio nes del ejército del centro. Todos se corrieron á Cataluña, incluso Cabrera que pasó el Ebro seguido de lo que le restaba de los suyos.

Disminuyó algo el gozo que causaban tan prósperos sucesos, la aparicion de Balmaseda por las provincias de Castilla, señalando su tránsito por la mayor parte de los pueblos, con todo género de atrocidades Los de Roa y Nava de Roa se convirtieron en un monton de escombros. Despues de haber sido el terror de la provincia de Búrgos, pasó Balmaseda el Ebro por Puente-Larrá para dirijirse á las provincias; mas esperimentó en ellas unà persecucion, que hizo esperar bien pronto la destruccion total de su gavilla. Conocian por demasiada esperiencia aquellos paises las ventajas de la paz, para que no se dec'arasen en abierta hostilidad contra los que tan villanamente trataban de alterarla. Asi desplegaron el mayor celo las diputaciones de Alava y Vizcaya, poniendo en movimiento cuantas fuerzas tenian á su dis

posicion, dirigiendo alocuciones sentidas á los pueblos de su mando. Con esto, y la activa persecucion que esperimentó Balmaseda por las tropas del ejército, no tardó mucho en saberse la noticia de que aquellos facciosos habian desaparecido como el humo. La guerra civil quedó de este modo reducida á Cataluña. Presentaban las cosas en este pais un aspecto favorable. Mandaba á la sazon aquel ejército el general D. Antonio Van-Haleu, que fué dichoso y acertado en sus operaciones. La introduccion de un fuerte convoy en Solsona dió lugar á lances sérios, y por fin á una batalla en que salieron victoriosas las tropas de la Reina. El 23 de abril de 1840 acampó en San Pedro de Padullés con 18 batallones, 750 caballos, 3 cañones de á 12, un obus y 22 piezas de campaña.

Queriendo batir al enemigo en las fuertes posiciones que ocupaba, antes de mover su convoy compuesto de 900 acémilas, le dejó en Biosca, y el 24 se puso en direccion del enemigo, que fué batido y arrollado en todas sus posiciones con notable pérdida. Aquella noche se acamparon nuestras tropas en las posiciones de Peracamps, Casa-Sacanellas y Casa-Cuadros.

El 25 regresaron al campamento de San Pedro de Padullés para depositar en Biosca la artillería y los heridos, y tomar el convoy, con el que se puso en marcha el 25 camino de Solsona, á donde llegó sin ninguna oposicion formado en tres columnas, despues de haberse apoderado del pueblo de Torrenagó, y de un reducto al rededor de la Casa-Molino.

El 28 salió de Solsona el general en gefe, contando con atacar al enemigo y echarle de las fuertes posiciones que ocupaba en las alturas, á fin de dejar mas despejado el camino, y se puso en marcha en tres columnas. En el momento que comenzó el fuego, fué herido el general en gefe; mas esto no impidió el tomar con ímpetu las posiciones de Casa-Serra, CasaSacanella y Peracamps, lo que aseguró la marcha de nuestras columnas, cuyo objeto era regresar á Biosca. Habiendo llegado á San Pedro de Padullés, hizo alto el ejército. Los enemigos avanzaron en seguida y empeñaron una accion en que fueron repelidos y terriblemente acuchillados. A eso de las cinco de la

tarde se retiraron hácia Milagro y Peracamps, y el ejército nacional llegó sin mas azar á Biosca, acantonándose en este punto y en los inmediatos. Fué esta accion muy disputada, y los enemigos combatieron con arrojo. Nuestra pérdida en los tres dias fué de 10 oficiales, y 76 individuos de tropa muertos; 49 oficiales y 664 de tropa heridos.

El general en gefe fué premiado con el título de conde de Peracamps. El general O'donell lo habia sido con el de Lucena.

Cabrera en Cataluña á donde llegaba vencido y destrozado, no podia ejercer en el ejército carlista el mismo ascendiente á que todo se plegaba en el bajo Aragon y el Maestrazgo. Encontró las tropas desmayadas con los últimos reveses; y los que él mismo acababa de esperimentar, espelido de su territorio, no eran sin duda para inspirarles nuevo aliento. Hubo la mala inteligencia, y espíritu de discordia que era de suponer entre las tropas de D. Cárlos; y el nuevo general en gefe se vió amenazado de perder el prestigio á que estaba acostumbrado desde tantos años. La entrada en aquel pais del duque de la Victoria, al frente de sus tropas victoriosas, no podia menos de dar el golpe de gracia á una faccion moralmente destruida. Su campaña se redujo al sitio y toma de una plaza; la de Berga, fuerte posicion defendida por Cabrera en persona que habia reconcentrado alli todos los medios de defensa. Fué, pues, la resistencia obstinada y vigorosa; el ataque mas impetuoso y mas terrible. A los cuatro dias de sitio, se apoderaron los nuestros de aquella poblacion donde encontraron mucha artillería de varios calibres, muchos víveres y municiones, los parques, la fundicion, la maestranza, las fábricas de fusiles y de pólvora.

A esta ocupacion de Berga precedió una accion, cuya pérdida por los carlistas habia abierto sus puertas á las armas nacionales. Cabrera, dando las cosas por perdidas, tomó la direccion de Francia á la cabeza de las tropas que se le mantenian fieles; mas perseguido vivamente por las nuestras, no le quedó, no podia quedarle mas recurso que pasar la frontera, y buscar un asilo en paises estranjeros.

Asi terminó la guerra civil, de mas dura aun que la famosa

de la independencia; guerra singular, original, única en su especie que será muy dificil escribir con imparcialidad y sana crítica, cuando llegue su época; pues los acontecimientos están muy recientes todavia, y vivos los persages que han hecho papel principal en cste drama. Nosotros hemos trazado algunos rasgos, para dar á conocer la índole de este choque obstinado y furibundo, que no fué bien comprendido desde los principios. Admira en efecto á primera vista, que una contienda que tuvo principios tan humildes, creciese en importancia hasta tomar las proporciones de guerra formal; que hombres sin mas carácter que el de aventureros, se organizasen bien ó mal, á la vista y presencia de las tropas nacionales; creasen batallones y escuadrones; creasen hasta plazas empleando el arte de la fortificacion, donde establecer almacenes, fábricas y hasta fundiciones. Mas todo lo esplica la escasez de tropas que proporcionalmente se oponian á la insurreccion que se aumentaba por esta misma circunstancia, á la naturaleza del terreno en que se movian, y hacia dificiles, cuando no imposibles las persecuciones; sobre todo al mal espíritu del pais, que con mas predileccion los favorecia y abrigaba. Nada basta contra tropas que se hallan en estas circunstancias, cuando son mandadas por gefes hábiles, activos, emprendedores, prácticos en el pais, y apadrinados por sus habitantes. Se sabe cuanto crecieron las dificultades para los generales de Napoleon en la guerra de la independencia, cuando se estendió y se generalizó el sistema de guerrillas, y que á pesar de toda la pericia y las ventajas que como militares obtenian, no eran dueños en rigor mas que del terreno que pisaban. No queremos decir, y estamos muy lejos de esta idea, que los nuestros se hallasen en el mismo caso en todas ocasiones; que no hubiesen cometido faltas, errores, descuidos de importancia; mas los que escriban esta guerra despues de un estudio meditado, dirán tambien que los carlistas incurrieron en insignes desaciertos, y que si anduvieron desatinados á las veces en la parte militar, no obraron por lo regular con mas prudencia en la política.

Volvamos ahora nuestros ojos á las Córtes, donde estaban rotas hostilidades de especie muy diversa.

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