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de la administracion de lo que el tesoro nacional por via de dotacion le suministraba, hé aquí dos puntos principales que debran de absorver su tiempo, sus cuidados y sus meditaciones. Con el mayor ardor se entregó pues al desempeño de su obligacion, y si en otras situaciones de su vida pública pudo encontrar enemigos y de sus opiniones y principios, como tutor de S. M. y A. mereció la aprobacion de los hombres imparciales de todos los colores. Fué su primer paso asociarse personas de mérito indis putable, de reputacion conocida, de pureza de principios y de adhesion constante á las ideas constitucionales. Estaba nombrado ayo de S. M. y A. el Sr. D. Manuel José Quintana: el tutor encargó las funciones de aya á la Sra. condesa de Mina. De estas dos personas, vivas hoy, basta por todo elogio mencionar los nombres. Una de actividad é inteligencia en materias administrativas se necesitaba para manejar los negocios de la real Casa y patrimonio, y la encontró en el Sr. D. Martin de los Heros de quien no diremos mas, por las razones indicadas. De los tres con particularidad fué perfectamente ausiliado, como si todos estuviesen animados de un mismo espíritu y de unas mismas intenciones. Reformas personales habia sin duda que hacer en la real Casa, y depuraciones en su servidumbre. Algunas personas de elevados cargos los habian renunciado; otras, residentes en paises estranjeros, no habian vuelto á continuar el ejercicio de los suyos. Argüelles echó mano para reemplazarlos, de los mejores que designaba la opinion; no tuvo reparo en hacer cuantas variaciones se presentaban como indispensables. Mas las exigencias de los mas avanzados que opinaban por un cambio absoluto de personas, no podian razonablemente ser todas satisfechas y cumplidas. Oigamos lo que sobre el particular espuso al mismo tutor, el intendente de la casa. «En una servidumbre de tantas personas, de tan varios oficios y categorías, dice, no hay duda de que los pormenores serán muy molestos y enfadosos. Los omitiré por lo tanto, y solo como preliminar me atreveré á indicar que en los meses que llevo à la cabeza de estos negocios ha llovido sobre mí tal número de cuentos, chismes, delaciones, quejas, animadversiones y pretensiones de palabra y por escrito, como nunca habia visto, á pesar de

estar algo habituado á la vida pública, y á los cargos mas supe. riores del Estado. Los serviles antiguos y los carlistas modernos,> los liberales de antaño y los nuevos, los de dentro y fuera de la casa y sobre todo algunos de los que le son deudores y quieren aprovechar las circustancias, todos han acudido á mí, quejándo se los unos de que los despidieron, los otros de que los maltrataron, los otros de que no ascendieron y los otros de que los administradores y empleados los persiguieron y apuraron, por que profesaban tales principios políticos, ó porque en todo influia y dominaba en palacio, tal ó cual persona. Todos han pedido ascensos, reposiciones, indemnizaciones y lo que era peor, destitituciones señaladas, sin prueba ni fundamento razonable, lo que no era por cierto la mejor recomendacion para entrar en una casa como esta, y para sustituir á los delatados. »

«Nadie al través de esto se acordaba, ni de que á mantener á S. M. contribuyen todos los españoles y que las proscripciones en su nombre no sientan bien, ni que en esta casa hay criados tan antiguos como fieles, afecciones domésticas y hábitos cariñosos que respetar, mayormente en la niñez y horfandad de su dueña, ni de que por último ni V. E. ni yo éramos un tribunal de apelacion, ni menos de policía para abrir juicios fenecidos ó introducir pesquisas, sino que V. E. habiendo espresa y solemnemente jurado guardar y conservar los intereses de la Reina Doña Isabel II, despues de su persona, ni en la rectitud: de V. E. entraba gravárselos, ni en la mia proponer que se gravasen mas de lo que estan como mas adelante se 'verá, con precipitadas espulsiones, aumentando cesantías y jubilaciones; pero es seguro que en el dia, en nuestras cuentas que nunca huiremos, si se tratase de nuestra responsabilidad, nadie se acordaria probablemente de la causa que nos hizo obrar, sino de si administramos bien y debidamente los intereses de S. M., y de si los gravamos ó no sin necesidad, prescindiendo de circunstancias y de personas.......

Y mas adelante. «La esperiencia ha confirmado el acierto, sin que por eso se haya dejado de apartar de la real casa á los sugetos que habian sido colocados en reacciones, por decirlo asi,

TOMO IV.

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de los principios dominantes, ó por antecedentes poco regulares, ó por relaciones de parentesco y familia con determinadas per. sonas, ó bien habian sido nombrados por la señora Reina madre hallándose ya en tierra estraña, habiendo tambien algunos que quedaron sin destino, por estar fuera de su patria sin la competente autorizacion, y contr aviniendo espresamente á lo prevenido en la ordenanza de la real casa. »

De todos, asi como de los que hayan entrado de nuevo en ella, acompañará una lista á esta memoria. Mientras tanto y en ampliacion de cuanto dejo espuesto, no debo callar á V. E., que no obstante alguna queja respetable, estas medidas no salieron de la corte y sitios reales, porque ademas de faltar datos para obrar en justicia, las circunstancias eran diversas. Para los que no tienen que responder, ni miran las cosas con la rigidez que el que está pronto á hacerlo, quizás ni los anteriores fundamentos, ni otros que sugiera la lectura de esta memoria, parecerán bastantes; pero sin contraerme á punto determinado, cuando en el año anterior ya se hizo proposicion en el Congreso de diputados para suprimir el real patrimonio en las provincias que antes se llamaron de la corona de Aragon: cuando en los programas que en las últimas elecciones se circulaban en Barcelona, se exigia de los futuros diputados la abolicion del mismo patrimonio; cuando despues de las ocurrencias de setiembre del año de 1840 quedó tan de hecho suprimido, ademas de lo que ya lo estaba con la abolicion de los diezmos y otros derechos que ya nada producen, porque los particulares y mas especialmente los pueblos se niegan á contribuir, y no hay como obligarlos, cuando en fin todos estos antecedentes dan á conocer que en breve se habia de consumar la supresion legal del mencionado patrimonio, supresion que sea dicho de paso ya verificó la diputacion provincial de Valencia, aunque sin acordarse de la debida indemnizacion, ¿habria sido justo ni acertado declarar cesantes á empleados muy habituados á tan delicada como minuciosa administracion, para por un lado gravar al Estado ó á la casa real con nuevas cesantías, y por otro encontrarse V. E. en la ocasion con empleados poco entendidos que solo con daño

y perjuicio de su augusta pupila verificarán la entrega al Estado de tantos derechos, acciones, propiedades y rentas de tan varia especie como fueron lo que se llama patrimonio de S. M., en aquellos parages?»

Basta este pequeño trozo que hemos copiado de la memoria indicada, para hacer ver los sentimientos de rectitud y justicia que animaban al tutor y al intendentë, y hasta qué punto el vivo interés de promover los de las reales pupilas, animaba todas sus acciones. Era imposible para el primero un colaborador mas á propósito para secundar sus intenciones, que al desempeño de su nueva obligacion dedicase mas cuidado, mas celo y mas perseverancia. Resaltan estas cualidades en las memorias, ó sea partes, que dió al tutor de su administracion. Todos sus pormenores son claros y metódicos, y al alcance de cualquiera inteligencia. Se ve por ellas la aplicacion con que se dedicó á instruirse de cuantos pormenores entraban en una administracion tan complicada, el estado activo y pasivo de los fondos, el exámen minucioso de cuantos objetos exigian reparo, y el ardor con que se dedicó á mejoras en medio de la penuria de los fondos de que entonces disponia; pues las consignaciones de S. M. habian sufrido grande atraso. Palacios, jardines, cuantos establecimientos de utilidad y ornato constituian el patrimonio real, espe-. rimentó beneficios; el Escorial como la Granja, el jardin del Retiro como la plaza de Oriente, todo sintió la mano reparadora que al mismo tiempo que fomentaba la industria, contribuia al ornato de la capital, con no poca admiracion del público. Con el tiempo entraremos en mas pormenores sobre un asunto tan interesante, y que las citadas memorias nos suministrarán con mano pródiga; contentándonos por ahora con citar un rasgo de desinteres, tan propio del carácter del tutor.

Preguntó este á la junta consultiva ó administrativa de la casa real, qué cantidad ó sueldo podria asignarsele para el desempeño de su encargo. Penetrada la junta de la importancia del asunto, respondió que siendo nuevo el caso de la tutoría ejercida por un particular, no tenia antecedente alguno á que atenerse: que el mayor sueldo que en los últimos tiempos se obtenia en

palacio era el de 120 mil reales señalados al mayordomo mayor! mas siendo tan enorme la diferencia entre este cargo, y el mucho mas elevado de tutor, opinaba la junta que se indicase á este como el minimun la cantidad de 180 mil reales, dejándole en libertad de tomar de aqui arriba lo que juzgase conveniente, para sostener con la debida ostentacion la alta dignidad con que las Córtes le habian revestido. Argüelles contestó á la junta agra. decido, y no admitió mas que 90 mil reales anuales para su gasto, dejando los 90 il restantes, por si ocurria algun lance estraordinario. Como veremos despues, esta última cantidad no salió nunca de la tesoreria de la casa real.

Basta lo indicado hasta el presente para manifestar que Don Agustin de Argüelles desempeñaba el grave cargo de tutor de S. M. y A., con aprobacion sentida de cuantos abrigaban senti mientos de probidad y de justicia.

Pasemos á negocios de carácter mucho menos halagüeño. Desde el advenimiento del Regente, comenzaron á sentirse varios anuncios de una tempestad política. El partido derribado trabajaba y conspiraba. El carlista no abandonaba jamás las es. peranzas de poner á su pretendiente sobre el trono, y hacer triunfar sus principios favoritos. Varios informes tenia el gobierno de los pasos que en paises estranjeros, en Gibraltar y otros puntos daban sus enemigos, y con afan se empeñaba en neutralizar disposiciones tan hostiles, en tomar medidas eficaces para evitar invasiones, desembarcos de afuera y movimientos interiores de los que con aquellos estaban en combinacion y estrecha alianza. Para complicacion de mal tan grave, se añadian la discordia, el descontento de una gran porcion del partido progresista, los ataques de que era blanco la administracion, por los hombres que se decian mas avanzados en ideas. El gobierno resuelto á no salir de la línea constitucional, á no estralimitarse en lo mas mínimo de sus facultades, se contentó con observar, con vigilar los pasos de los que se decian mas desafectos, y casi públicamente desplegaban al aire sus banderas.' Por lo demas no empleó castigos sino contra actos consumados no apeló á la medida de confinamientos ni destierros, quiso

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