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fuese disminuyendo poco á poco, á que en cada jornada se notasen nuevas deserciones, siendo tal el desamparo que cuando llegó en la madrugada del 50 al puerto de Santa María, solo entró rodeado de su escolta de caballería y tres ó cuatro compañías de infantería. A las tres y media de la mañana, se acogió al vapor Betis, seguido de los dos ministros que le acompañaban siempre, de algunos generales, oficiales de estado mayor, ayudantes de campo y algunos pocos de la hacienda militar. Acababa Cádiz de hacer igualmente su pronunciamiento.

A bordo de dicho buque estendió el Regente la protesta que sigue: En el dia 30 de julio de 1843 y hora de las diez de la mañana, hallándose S. A. Serenísima D. Baldomero Espartero, conde de Luchana, duque de la Victoria y de Morella, Regente del Reino, en el vapor español Betis, en la bahia de Cádiz, y á su presencia el mariscal de campo D. Agustin Nogueras, ministro de la Guerra; D. Pedro Gomez de Laserna, ministro de la Gobernacion de la Península; el teniente general D. Antonio Van-Halen, conde de Peracamps; los mariscales de campo Don Francisco Linage, D. Facundo Infante y D. Francisco Osorio; el brigadier D. Juan Lacarte; D. Salvador Valdés, oficial del ministerio de la Guerra; D. Cipriano Segundo Montesino, oficial del de la Gobernacion de la Península; y los coroneles Don Ignacio Gurrea, D. Pedro Falcon y D. Ventura Barcaistegui, dijo: que el estado de insurreccion en que se hallaban varias poblaciones de la monarquía, y la defeccion del ejército y armada, le obligaban á salir sin permiso de las Córtes del territorio español, antes de llegar el plazo en que con arreglo á la Constitucion debia cesar en el cargo de Regente del reino: que considerando no podia resignar el depósito de la autoridad real que le fué confiada sino en la forma que la Constitucion permite, y de ningun modo entregarlo á los que anticonstitucionalmente se erigieron en gobierno, protestaba de la manera mas solemne contra cuanto se hubiere hecho ó se hiciere, opuesto á la Cons. titucion de la monarquía. »

Seguidamente previno S. A. que se estendiese acta de esta protesta por el ministro de la Gobernacion de la Península, en

TOMO IV.

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cargado del despacho de Gracia y Justicia, y en tal concepto notario mayor de los reinos, y que por el mismo se certificasen y autorizasen las copias que oportunamonte deben pasar á las Córtes, sin perjuicio de darle desde luego publicidad. Y para que conste, firma S. A. esta acta original con los testigos presentes antes mencionados, en papel comun por no haberlo del sello correspondiente. Seguian las firmas del Regente, y de las demas personas arriba espresadas).

Con la misma fecha y en el mismo buque, dirijió el duque de la Victoria la alocucion siguiente:

A la nacion.Acepté el cargo de Regente del reino, para afianzar la Constitucion y el trono de la Reina despues que la Providencia coronando los nobles esfuerzos de los pueblos, lo habia salvado del despotismo. Como primer magistrado, juré la ley fundamental: jamás la quebranté, ni aun para salvarla: sus enemigos han debido el triunfo á este ciego respeto; pero yo nunca soy perjuro. Feliz en otras ocasiones, ví restablecido el imperio de las leyes; y aun esperé que en el dia señalado por la Constitucion, entregaria á la Reina una monarquía tranquila dentro y respetada fuera. La nacion me daba pruebas del aprecio que le merecian mis desvelos, y una ovacion continuada, aun en las poblaciones mismas en que la insurreccion habia levantado su cabeza, me hacia conocer su voluntad, á pesar del estado de agitacion de algunas capitales, á cuyos muros solo estaba limitada la anarquía. Una insurreccion militar que hasta carece de pretesto, ha concluido la obra que muy pocos comenzaron; y abandonado de los mismos que tantas veces conduje á la victoria, me veo en la necesidad de marchar á tierra estraña, haciendo los mas fervientes votos por la felicidad de mi querida patria. A su justicia recomiendo á los que leales no han abandonado la causa legítima, ni aun en los momentos mas críticos: el Estado tendrá siempre en ellos servidores decididos. A bordo del vapor Betis, á 30 de julio de 1843.-Elduque dela Victoria.»

Asi de un modo que cuatro meses antes no era posible preveer á la prudencia humana, terminó de hecho la Regencia del duque de la Victoria, tan solemnemente proclamada y tan

gralamente acojida dos años hacia por todos los liberales españoles. Al ver desencadenados tantos elementos contra su gobierno; al ver convertidos en enemigos irreconciliables suyos, los que antes habian sido tan amigos: al ver á este hombre como espulsado materialmente del reino', arrojado de sus playas por los mismos soldados que en otro tiempo habia conducido, á la victoria, se podria suponer que tan amante como era antes de la patria, se habia convertido en su enemigo; que su gobier no, basado desde un principio en el amorá las leyes, en el respeto á la justicia, se habia convertido en opresor, en tiránico, en conculcador de los derechos de los españoles. Ninguna hipótesis podia ser mas contraria, mas desmentida por los mismos hechos. Jamás juramento hecho á la Constitucion fué mejor cumplido, que el que pronunció el Regente al ser solemnemente revestido de su cargo. Jamás se respetó á tal grado la libertad individual, la libertad política: en ninguna ocasion se aplicaron leyes menos represivas á la imprenta, aun en medio de su desenfreno; jamás se miró con igual indulgencia y hasta miramiento, á los que se mostraban enemigos de su administracion y su gobierno. Jamás se cometió violencia alguna, que no fuese represalia indispensable; ninguno pudo quejarse de persecucion, que no fuese demasiadamente merecida. Si alguna censura merece su gobierno, es sin duda la lenidad en esta parte, y los desórdenes que se debieron muchas veces á esta delicada atencion, á no salirse nunca de la ley en ninguna circunstancia. Sin este respeto, tal vez no hubiesen estallado los pronunciamientos que precipitaron su caida. Se sabe con cuanta atencion se trató de tener á todos satisfechos, y sobre todo con que mano liberal se atendió á la fortuna de las diferentes clases del ejército. Si sus ministros no fueron hombres grandes, ya hemos hecho ver que la España moderna no los ha producido en esta línea; mas todos tenian antecedentes respetables; ninguno estaba indicado en la opinion por inconsecuencias políticas; ninguno hizo fortuna durante su administracion, ni sacó de clla ascensos, titulos, honores, condecoraciones, y otros poderosos incentivos de la vanidad humana.

¿Cómo se esplica, pues, la caida del duque de la Victoria? Teniendo en cuenta los formidables enemigos de que surgió rodeado su gobierno, las muchas parcialidades que aunque ene migas entre sí, se aunaban por la fuerza irresistible de las cosas. Dos cuarteles generales tenia el campo enemigo en paises estranjeros, de donde venian el impulso principal de sus operaciones dentro. ¿Quién no sabe lo que puede el espíritu de intriga, el oro distribuido con acierto; aquí halagos, allí esperanzas, mas allá el miedo y el terror que la idea de un vencimiento probable imprimen en los debiles? ¿Quién no sabe á donde llega la inconsecuencia de los hombres, y cuantas veces á las pasiones ó suges. tiones del indómito amor propio se posponen vitales intereses? En tan encarnizada lid, solo una falange estrecha entre los progresistas, es decir, los hombres de setiembre, de cuyo pronunciamiento habia surgido aquel gobierno, podia sacarle victorioso, emplazando otras cuestiones para tiempos mas felices. Pero cl fraccionamiento de este gran partido abrió la brecha por donde los enemigos propios dieron el asalto, á cuyo irresistible impulso se rindió la fortaleza.

CAPITULO LXVIII.

Gobierno provisional.-Principales actos de su administracion.-Convocacion, á Córtes-Renovacion completa del Senado.-Union y descontento.-Elecciones. Sesion régia, relativa á la mayoría de la Reina.-Reunénse las Córtes. Se declara en ambos cuerpos la mayoría de S. M.-Sesion régia de Ja jura. Fin del gobierno provisional.-Nuevo ministerio. Su caida.-Sesiones del Congreso con este motivo.-Otro ministerio.-Centralistas.Pronunciamientos en Leon, en Zaragoza, en Cataluña.-Reprimidos.-Otro nuevos en Alicante y Cartagena.-Tienen igual suerte.-Severidad del gobierno. Supresion de la Milicia Nacionai.—Estado escepcional en todo el reino. Situacion del partido progresista.

Con la entrada de las tropas coalicionistas en Madrid, terminó

de hecho el ministerio de 20 de mayo presidido por el Sr. Gomez Becerra, y se instaló de nuevo el que habia sido nombrado el 9 de aquel mes, presidido por el Sr. Lopez (D. Joaquin). Quedaba este con la cartera de Gracia y Justicia: D. Fermin Caballero con la de la Gobernacion: D. Mateo Miguel de Ayllon con la de Hacienda: con la de Guerra el general D. Francisco Serrano y con la de Marina D. Joaquin Frias, á quien se encargó interinamente la de Estado.

¿Cuál era la procedencia de este nuevo ministerio? ¿Quién le investia del poder? ¿Quién le nombraba? Los hechos, la necesidad, la revolucion misma en que el pais se habia empeñado desde últimos de mayo. Era uno de los carácter es que la distinguia de otros movimientos que habian tenido lugar en tiempos anteriores. Habia en ellos un gefe del Estado que sancionaba por medio de decretos, lo mismo que la revolucion exigia ó pre

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