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sentantes de todas las provincias, con el poder especial de establecer la Constitucion, sobre otras bases mas en armonia con sus principios avanzados. Habiéndose logrado aquel objeto, persistieron en su idea creyéndola en armonia con los que ejercian el poder; pero nada estaba mas lejos de su pensamiento. A cuantas esposiciones se les hicieron en este sentido respondieron con la negativa, y no omitieron medio alguno de persuacion por medio de sus amigos, para hacerlos desistir de sus designios. Los centralistas insistieron, y viendo sus ruegos desoidos, acudieron á las armas. Hubo pronunciamientos en la provincia de Leon, en Zaragoza, en Cataluña; mas quedaron aislados en aquellos puntos. No era su idea oportuna en aquellas circunstancias. Los que sin duda en otras provincias participaban de las mismas opiniones, tuvieron que ceder á obstáculos insuperables, cuando eran ya casi dueños de la situacion, los que al solo nombre de junta central se enfurecian é indignaban. El gobierno envió tropas á sofocar la insurreccion, que se hallaba en minoría, y cuya inútil resistencia no tuvo mas resultado que aumentar el número de los desterrados y proscriptos. Ocurrieron estos movimientos en octubre, y coincidieron con poca diferencia con la apertura de las Córtes.

En diciembre, despues de la instalacion del nuevo ministerio, hubo nuevas insurrecciones en Alicante y Carlagena, de cuyos puntos se apoderaron los alzados, estableciendo una Junta de gobierno. Aislados estos movimientos, estaban condenados á la misma suerte que los otros. Consiguieron sofocarlos las tropas que dispuso contra ellos el gobierno; mas costó sangre á los vencidos. Algunos cogidos en el campo, fueron pasados por las armas.

Distaba mucho asi de estar tranquila, la nueva situacion que habian creado los primeros dias de diciembre. ¡Qué poco se oian ya las voces de reconciliacion y de fraternidad que tanto se habian hecho sonar durante el mes de agosto! En Madrid, con motivo de los sucesos de Cartagena y Alicante, se hicieron prisiones, cuyo rigor alcanzó á diputados progresistas de grań cuenta. El gobierno se mostrý severo en todas sus disposicio

nes. A principios de 1844, se decretó la disolucion de toda la Milicia Nacional del reino. Y para que á nadie quedase duda de la situacion del pais, se pusieron en situacion escepcional, en estado de guerra, todas las provincias.

Los progresistas fueron desapareciendo poco á poco de los cargos públicos; quienes por exoneracion forzosa: quienes, y todos estos de altas clases, por renuncias voluntarias; ¡tan convencidos estaban de que habian trabajado para otros, y equivocádose en los medios, cuando no en los fines! Habian vuelto las sesiones de diciembre á separar definitivamente, lo que no se podia amalgamar por la lógica de los principios. Al comenzar el año 1844, la situacion de los progresistas vencedores, y la de los progresistas vencidos en julio, era casi idéntica. La comun desgracia volvió á unirlos.

Y con esta leccion severa de la historia, daremos fin á los breves apuntes de los acontecimientos principales, con que está enlazada la vida pública del personage á quien se dedica, y cuya existencia toca ya á su término. A los que examinen imparcialmente los acontecimientos sucesivos, toca resolver el problema de si con la caida de la Regencia, con la declaracion de la mayoría de la jóven Reina, se abrió ó no en España una época de tranquilidad, de legalidad, de moralidad y de justicia.

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TOMO IV.

CAPITULO LXIX.

Argüelles en la tutoría.-Pormenores administrativos.-Renuncia del cargo de tutor. No es elegido diputado en las últimas Córtes de 1843.-Lo es á principios de 1844.-Estado de su salud. Su muerte repentina.-Sensacionque causa.-Funerales públicos discursos al pié de su sepulcro.-Su ca rácter como hombre público y privado.-Considerado como político, como orador, como escritor.-Conclusion.

Qué hacia D. Agustin de Argüelles, durante los aconteci

mientos que en los tres últimos capítulos hemos tan rápidamente recorrido? Como hombre político, podemos decir que se mantuvo en situacion pasiva. Los desengaños, mas que el mal estado de su salud, le tenian casi completamente silencioso. Habia visto demasiado, para que conservase ilusiones sobre los hombres y las cosas, sobre la estabilidad y consolidacion, de lo que habia sido el ídolo de su existencia. Contribuia sin duda la situacion de los negocios, á que desenvolviese en él nuevo rigor el invierno de sus años. En la gran sesion del 28 de mayo de 1842, no desplegó sus labios, contentándose con desechar nominalmente el voto de censura. Durante la administracion Rodil, habló dos veces solas; ninguna en las sesiones de abril y y mayo del siguiente año. Cuando sobrevino la tempestad que acabó con el gobierno del Regente, se cruzó de brazos, aguardando con resignacion estóica, el resultado que no podia menos de anunciar aquel desencadenamiento de pasiones.

Los cuidados de la tutela, eran su refugio, su sola ocupacion en aquellas tristes circunstancias. Se mantenia su cèlo con el mismo ardor que habia desplegado desde que tomó á su cargo un deber tan sério, de consecuencias tan trascedentales. Obraba como hombre que no tenia mas interés que los de sus régias pupilas, como si en el curso de su larga vida, no hubiese tenido ó ejercido otro destino. Con la misma perseverancia Je ausiliaban el aya, el ayo y el intendente de la casa. Al fin de 1841, le habia presentado este una memoria comprensiva de todos los ramos de la administracion: igual trabajo salió á luz, cuando llegó á su término el siguiente. No hay mas que abrir y recorrer ligeramente ambas memorias, para penetrarse del órden, del método, de la claridad con que todo está clasificado, de la minuciosidad con que se especifican los mas insignificantes pormenores. Todas las posesiones, tanto rústicas como urbanas, que constituyen el patrimonio de S. M., el estado de sus rendimientos, el de su deterioro, el de las mejoras de que son susceptibles, se recorren en los dos escritos. No brilla menos el celo del intendente en reclamar atrasos, en abogar por la causa del patrimonio real, en cuantas contiendas entre él y la Hacienda pública se suscitaban sobre el deslinde de propiedades, subiendo á la historia de donaciones, al origen primitivo de la pertenencia. Tambien se hubiese dicho que el intendente de la real casa se habia criado en los pormenores de aquella administracion, sin haberse ocupado en toda su vida de otra cosa. Administrador mas íntegro, mas activo, mas celoso, no le tuvo, nies posible, sobre todo en cuanto á probidad, que le tenga en ningun tiempo. Nosotros le hemos visto muchas veces hacer reclamaciones y hasta reñir con los ministros sus amigos, sobre asignaciones á las régias pupilas, sobre cantidades que les eran debidas, sobre atrasos cuya satisfaccion no era posible en vista de los apuros del erario. Se ve en ellas la mano reparadora, que se estiende á las cosas grandes como á las pequeñas, á las verdaderamente útiles como á las de puro recreo, á construcciones materiales, como á los ramos de horticultura y arbolado. Se lleva la cuenta exacta de todas las me

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joras, hasta de los árboles que se plantan, de las simientes que se adquieren, tanto de varias provincias de España como de paises estranjeros. Se balanzan con escrupulosidad los ingresos con los gastos comprendidos en ellos, atrasos considerables á los empleados de la casa, compras de objetos de valor para el adorno de las régias pupilas; atendiendo á lo que es necesario, sin descuidar las consideraciones de lujo y esplendor que requeria la escelsa dignidad de sus personas. De tanto celo y laboriosidad, quedan mil testimonios materiales; la plaza de Oriente, sobre todo, le debe su hermosura, y el ser hoy uno de los sitios mas espaciosos y mas elegantes de solaz y de recreo, que la capital ofrece dentro de su mismo seno.

El intendente, no percibió durante su administracion mas haberes ni emolumentos, que el sueldo de cesantía de ministro.

Consta asimismo, que el tutor al entrar en su cargo habia mandado formar inventarios de todos los bienes, alhajas y efec tos de todas clases pertenecientes á las régias pupilas, cuyo encargo fué cumplido con la mayor formalidad, estendiéndose una acta en debida forma para que en todo tiempo constase, de la que, como del inventario, se entregó una copia al que era intendente de la real casa, cuando entró Argüelles en el ejercicio de su cargo. Mas cuando trató de enterarse de las hijuelas que por la muerte de D. Fernando VII debieron adjudicarse á cada uno de sus herederos, sus diligencias fueron vanas. El tutor y el intendente se atuvieron, pues, al cuidado de lo existente, que constaba por inventarios; al manejo de los intereses que ingresaban en la tesoreria, negándose á satisfacer créditos que databan de fecha mas antigua, y trabajando sin cesar en que no quedasen defraudados los intereses del patrimonio real en lo mas mínimo, con las novedades que medidas legislativas y la fuerza misma de los acontecimientos, habian introducido.

Entregado casi esclusivamente á tan sagradas atenciones, atravesó D. Agustin de Argüelles las vicisitudes políticas que rápidamente hemos descrito. Asistia á las sesiones de las Córtes; mas no tomaba parte en los debates. En junio de 1842

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