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El gobierno, repito una y mil veces, porque quiero que esta verdad se estampe en el ánimo de todos los señores diputados, no pide ni puede pedir nunca, sino contra las personas que amenazan la libertad y seguridad del Estado; no contra los patriotas, porque no es posible que en Madrid haya patriotas que comprometan la libertad, y si hay alguno que la comprometa, no es patriota.

Señores, para mí, la libertad que no se combine con el órden público, no es libertad; yo pues que soy amante de la libertad, como el que mas, creo que el modo de conservar el órden público es tomar medidas para sostener la libertad, y es claro que todo lo que se sale del órden público, la compromete, la pone en peligro, y no puede llenar su objeto. Sin embargo, algunos de los señores que se oponen á las medidas propuestas por el gobierno, y apoyadas por la comision, quieren proteger la libertad sin atender al órden público; mas el gobierno al contrario quiere sostener el órden público, aunque hasta cierto punto se desatienda la libertad, no la pública, sino la particular. Ruego por lo tanto al Congreso que al tiempo de votar, no se dé la interpretacion que hasta ahora se ha dado á lo que pide el gobierno y apoya la comision, sino que se atienda á los términos precisos en que se halla la propuesta del gobierno. »

«Ayer, despues de haber equivocado todas mis espresiones, dijo un señor diputado que no habia probado que hubiese conspiraciones: señores, muy estraño seria que si el gobierno tuviese pruebas, viniese aquí á presentarlas; ademas de que si las tuviera, no habria necesidad de pedir esta autorizacion: sin duda S. S. no habrá tenido presente, las espresiones que yo he vertido, tan francas como ninguno las ha dado á luz; tambien debió tener presentes las de la comision, á la cual el gobierno ha manifestado muchos datos en los cuales se ha fundado para estender el dictámen.

«Sin embargo, como parece que en esta discusion se dá á entender que este ministerio es misterioso, para que no se crea que este quiere espantar á las Córtes con fantasmas, el Congreso no llevará á mal que yo dé algunas noticias, que me he reser

vado en los dias anteriores, porque no se dijera que yo caminaba de ligero; pero ya no puedo guardar silencio por mas tiempo, siendo provocado á ello, al ver puestas en duda las ideas del ministerio; el Congreso verá que el gobierno no carece de pruebas evidentísimas de que se conspira, y para que no quede duda, voy á manifestar las que pueda. Aquí se me reconvino desnaturalizando mis espresiones, acerca de si serian una, dos ó tres docenas de personas, las que podrian conspirar en Madrid » (por que hasta ahora, no se ha tratado de las de fuera) puesto que la propuesta dice cuya permanencia en Madrid. » Se dijo que siendo dos ó tres docenas los conspiradores en Madrid, ¿á qué se necesitaban estas medidas? Yo no digo sean los conspiradores, sino que estos son los que promueven la revolucion, y que estas medidas bastarian para asegurarlos. Lo he dicho y me ratifico en ello. Dos ó tres docenas de personas, poco mas ó me nos, serán las que en Madrid ponen en movimiento la revolucion; y las medidas que se piden, bastarian para asegurar en Madrid la tranquilidad y el Estado. »

« Por lo demas, si se quiere saber cuales son los elementos del desórden, yo los diré; y diré mas que siendo tan reducido el número de los que ponen en movimiento la revolucion, conviene que las Córtes tengan alguna idea de estos elementos y de este número de personas. Ademas de la multitud de emisarios que por parte del estrangero han venido, no solo en esta época sino en las anteriores, tenemos una especie de congregacion ó secta que tiene por título una palabra que basta á caracterizarla, y para conocer lo que esta puede arrojar de sí estos se intitulan vengadores de Alibeau, autor del último atentado contra el Rey de los franceses. La primera noticia de esta secta ó reunion se la debió el gobierno español á la lealtad de uno de los ministros franceses, y es una de la que entre sus planes se proponen la disolucion de las Córtes. Ademas de los vengadores de Alibeau, existe otra asociacion francesa, titulada defensores de los deberes del hombre, cuyos planes son bien conocidos de todos, puesto que se halla estendida por toda Europa.

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Tenemos los carbonarios, señores, aquellos que llevan por divisa un puñal, y que tambien son conocidos por toda Europa. Se encuentran los Isabelinos cuyas ideas no las ignoramos: tenemos la jóven Italia, la jóven España y otras, que sin necesidad de enumerarlas, las Córtes conocerán que son demasiadas, sin contar con la principal ó de los carlistas. Yo no digo que todos estos conspiren, que todos se dirija contra el Estado; pero. nadie negará que todas son personas mal intencionadas, y que pueden muy bien contribuir á trastornar nuestro estado social; y que se han valido de otros medios para conseguirlo, es indudable. ¿Y se quiere que el gobierno presente pruebas de que ha habido conspiraciones? »

po

«El gobierno no necesita presentar mas pruebas que las que tienen todos á la vista, y si no, señores ¿á qué se debieron los movimientos que se observaron al principio de este ministerio entre los batallones tercero y cuarto del 4.° regimiento de los Guardias? ¿Se creerá que estos soldados se movieron por sí, y que en este movimiento no tuvieron parte estos revolucionarios que el gobierno quiere sujetar? ¿No fué toda obra de los maquinadores? A alguno de los que tuvieron parte en aquel movimiento se le conoció, se le mandó buscar por el gobierno; pero no le encontraron y despues ocurrió lo que todos saben. ¿A quién se debió tambien el movimiento de otro batallon del mismo cuerá la salida de Madrid, creo que para Guadalajara? ¿A quién el paso funesto cerca de la cárcel de corte? A estos se debió, uno de los cuales fué cogido casi en el acto, y como afortunadamente el gobierno se previno, no se vió en la precision de practicar mas diligencias, y el celo de las autoridades de Madrid hizo que imperceptiblemente se disipase aquella trama. Pero la misma causa ¿no existe en la capital? ¿Ha sido de los soldados? No señor; ha dimanado de donde todas las conspiraciones traen el origen, los cuales maquinarán mientras subsistan en Madrid.» Señores, el 17 de noviembre, poco mas ó menos, estos mismos tenian preparada otra, y gracias á la vigilancia de las autoridades, no quiero decir que del ministerio; digo que aquel dia tenian preparado otra, en la que no solo se atentaba contra los

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ministros, sino contra algunos diputados y otras personas beneméritas. No se crea que esta es cuestion solo del ministerio, no señores; hay, repito, otras personas amenazadas, y el peligro en que se hallaban, fué el que movió á los diputados á poner en conocimiento del gobierno estas noticias; oyéndome está un señor diputado, persona recomendable, cuya vida peligró en estos dias, y cuyo peligro escitó al gobierno. El señor presidente que está presente fué llamado aquel dia por un patriota eminente, por un hombre recomendable, comprendido tambien en el mismo peligro, el cual obligó á escitar el celo de las autoridades; aquel dia debia ser asesinado uno de mis dignos compañeros, y no sé si me tocaria á mí. Hago estas manifestaciones para hacer ver, que no es solo para defender al ministerio el pedir estas medidas..

Se preguntó ayer si el ministerio creia que con ellas (las medidas) se salvaria el Estado. Ya dije el otro dia como opinion mia, no como del ministerio, que ojalá no llegase el dia en que las Córtes tuviesen necesidad de conceder esta dictadura del artículo. En mi concepto, estas medidas son de absoluta necesidad, inevitables en el estado de las cosas; pero si se pregunta si son suficientes, diré que en mi concepto no lo son, y acaso dentro de breves dias, tendrá el gobierno que pedir mas; acaso el peligro es mayor de lo que nosotros creemos, pero en el actual estado de cosas, estas medidas son de obsoluta necesidad, múdese ó no el ministerio actual, esto importa muy poco: las Córtes tendrán de todos modos necesidad de concederlas, pues cualquiera otro ministerio vendrá pidiéndolas, y aunque se nombrase de entre los mismos señores que actualmente se oponen, estoy seguro que dentro de muy pocos dias entablarian la misma pretension.»

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Vuelvo a decir que al ministerio le es indiferente el que se les concediesen estos derechos; pues de negárselos las Córtes los sacarian del conflicto en que están, y se retirarian á sus casas á descansar de las fatigas del ministerio, en el dia tan poco apetecible: pero los ministros no han temido comprometer su reputacion, cuando han creido que la conveniencia pública peli

graba; de otro modo, ¿cómo habian de pedir esta autorizacion, siéndoles tan doloroso y desagradable como al que mas el verse en la precision de usar de estas facultades? Yo creí que al cabo de tantos años de vida pública, no podria tenerse de mí esta duda. A nadie compromete como á nosotros ésta autorizacion, y tenemos valor para pedirla, la sostenemos y declaramos á las Córtes y á la nacion entera, que la consideramos necesaria, no para conservarnos nosotros, sino para mantener el órden público, ópara que de nuestra parte por lo menos, no quede nada que hacer para conseguirlo, para proteger á los diputados amenazados y á una porcion de hombres de bien.»

El cuadro que habia trazado el ministro no era sin duda exagerado. Habia renacido la Constitucion de 1812 casi rodeada de los mismos enemigos, que de un modo ó de otro habian precipitado su caida. Si no se habian alterado los sentimientos del carlismo, tan enemigo del Estatuto como del Código de Cádiz, se habia desmoronado para los moderados el castillo de sus halagüeñas esperanzas, y vuelto á aparecer en su concepto la época de la confusion y de los alborotos, que consideraban como los frutos naturales de aquel nuevo órden de cosas en política. Sus ideas, sus principios, su mismo amor propio tan cruelmente herido, estaban en pugna contra aquella Constitucion, aquellas Córtes, aquellos gobernantes. El gabinete francés, aunque fundado sobre los principios de la revolucion de julio, veia con recelo un movimiento que podia comprometer su política, tan empeñada en oscurecer su propio origen. Que aquel gobierno nos fué tan contrario, aunque de modo mas disimulado, que el de la restauracion, puede adoptarse como muy probable y positivo. Argüelles que en todos sus discursos se quejaba muy sentidamente de las influencias estrangeras, podia dejarse tal vez arrastrar demasiado de esta idea; mas el fondo era cierto, y los datos en que se apoyaba, históricos. Y si concebimos que todo principio dominante en política tiene dos clases de adversarios en sentidos muy opuestos, no estrañaremos que á los enemigos de la Constitucion por lo mucho, se agregasen enemigos conjurados contra ella por lo poco. Las conspiraciones políticas, databan entre nosotros des

TOMO IV.

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