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establecimientos á la disposicion del mencionado ramo en calidad de bienes nacionales, cuanto de ser mas aficionado su gefe á la repoblacion de los conventos que no su compañero el de gracia y justicia Don Antonio Cano Manuel, quien lidiaba en sentido opuesto, trocada asi la índole respectiva de ambos ministerios; pues parecia mas propia de la del primero querer la reforma de regulares productora de medios, que de la del segundo no ganancioso con la desaparicion de instituciones, de mucho valer que corrian bajo su dependencia.

Entre los flojos descargos que alegó Don Cristóval de Góngora en respuesta á las fundadas y vigorosas razones que le presentaron en la sesion indicada los diputados García Herreros y Traver, graduóse á primera vista como de alguna fuerza el de que la regencia se habia visto obligada á obrar asi por el espectáculo lastimoso que se presentaba en los pueblos de andar los religiosos á bandadas sin encontrar asilo en donde recogerse. Mas bien examínado este descargo, carecia de fundamento lo mismo que todos los otros, porque si en realidad era tan desgraciada la suerte de los esclaustrados, ¿qué causa impedia ausiliarlos, segun estaba prevenido, echando mauo de las rentas de los mismos conventos, y bastando las de los ricos con muchas sobras á sufragar, no solo los gastos suyos, sino los de los que se consideraban pobres? No era ¿ preferible semejante medio de permitir se apoderasen de las casas y los bienes, antes de decretar la conveniente reforma? Pues ó esta no se verificaba entonces, y patentes daños resultarian para el estado y aun para la Iglesia; ó si despues, claro era que mayores obstáculos se ofrecerian, y mayor y mas doloroso el sacrificio pedido á los regulares. Y por otra parte, ¿probábase de un modo cierto que la suerte de los esclautrados fuese tan aciaga y mísera? ¿Imploraban la piedad de los fieles públicamente y de monton durante el dominio de los franceses? No. Osaron aparecer vestidos con el hábito de religioso? Menos aun. Y ¿en qué consistia diferencia tan notable? Ea que el gobierno de José, vigoroso con el ausilio estrangero, y no protector de aquellas casas, estorbaba se representasen escenas tales de puro escándalo, al paso que la regencia y sus autoridades las aplaudian y quizá las preparaban, rebuscando pretestos de restablecer sin mesura y tasa las comunidades religiosas. No se diga motivó la vista repentina de tantos frailes en las ciudades y poblaciones evacuadas el que se agolparon á ellas los residentes en las libres, porque pocos y muy contados fueron los que abandonaron su domicilio ordinario: habíause los mas quedado en sus respectivos distritos. Ni durante aquel tiempo se oyó hablar de sus apuros y estremada escasez: todos ó los mas tuvieron modo de subsistir honesto. Y ¿era imposible ahora lo que entonces nó....? ¿Escaseaba de proporcion el gobierno legítimo para suministrarles el debido sustento y una decente manuten

cion, dueño de los muchos recursos que en sus manos ponia la suspension mandada de repoblar semejantes establecimientos? Tampoco pedian eso los vecinos de los paises desocupados, ni siquiera pensaban en ello los mas. Acordámonos que en los dominados mucho tiempo por el invasor habíanse las gentes desacostumbrado en tan gran manera á ver el hábito religioso, tan venerado antes que los primeros regulares que se pasaron asi vestidos en las poblaciones grandes, como Madrid y otras, tuvieron que esconderse para huir de la curiosidad y estrañeza con que los miraba y seguia el vulgo, en particular los muchachos que nacieran ó habian crecido durante la ocupacion francesa. Por tanto las peticiones sobre restablacer las comunidades procedieron tan solo de manejos de los ayuntamientos ó de algunos interesados, siéndole muy fácil al gobierno patentizar tales amaños para caminar en seguida con paso firme á la reforma prudente de los regulares, y de modo que, cubriendo las justas necesidades de estos, no se viesen desatendidos ni los intereses del estado ni los del culto.

Pero restablecidas ya varias casas, y tomadas por la regencia otras providencias, ofrecia obstáculos retroceder y desbaratar lo hecho, segun querian las comisiones reunidas. Por lo tanto, pidióse á las mismas nuevo dictámen, que dieron en 8 de febrero y aprobaron las córtes en sesiones sucesivas promulgándose de resultas un decreto acerca de la matería en 18 del propio mes. Considerósele á este como provisional y sin perjuicio de las medidas generales que en adelante pudieran adoptarse. Las del actual decreto eran en sustancia; 10 permitir la reunion de las comunidades consentidas por la regencia, con tal que los conventos no estuviesen arruinados; y vedando pedir limosna para reedificarlos; 2° rehusar la conservacion ó restablecimiento de los que no tuviesen doce individuos profesos; 3° impedir que hubiese en cada pueblo mas de uno del mismo instituto; y 4° prohibir que se restableciesen mas conventos y se diesen nuevos hábitos hasta la resolucion del espediente general.

A pesar de que algunas parecerán mancas y no bastantes para su objeto tales resoluciones, seguro es que si se hubieran puesto en práctica con teson y cumplido á la letra durante sucesivos años el decreto que las comprendia, la reforma del clero regular hu biérase verificado ampliamente y por medios suaves. Pero la mano destructora del bien que, empuñando en 1814 una aguzada y cortante hoz, la estendió á ciegas y locamente sobre todas las provi

dencias que emanaron de las córtes, tampoco olvidó esta, y la segó

muy por el pie.

Mudauza de la

regencia y sus

A otras mudanzas tambien de entidad dieron orígen estas reformas de la inquisicion y los regulares. Debe contarse como la mas principal la remocion de la regencia que gobernaba entonces la monarquia. Casi nunca conforme

causas.

en sus procedimientos con los deseos de las córtes, desviòse cada vez mas y se apartó, si cabe, del todo, luego que 'Don Juan Perez Villamil ocupó el puesto que dejó vacante por dimision voluntaria el coude del Abisbal, lo cual habiendo ocurrido en setiembre de 1812, coincidió con los importantes acontecimientos que sobrevinieron en la propia sazon. Ibase en ella desembarazando de enemigos nuestro territorio, tocando el gobierno en ocasion tan crítica obrar con el mayor pulso, y bien le era menester, cuando de naua menos se trataba que de plantear la administracion en todas sus partes, introducir las nuevas leyes, apaciguar las pasiones, recompensar servicios, aliviar padecimientos, echar un velo sobre estravios y errores, y ganar en fin las voluntades de todos, usando de suavida con unos y de firmeza con otros. Requeríase para ello maestría suma, el tino de hombres resueltos y probados, que supiesen sobreponerse á las preocupaciones y exageradas demandas de partidos estremos y resentidos. Tres eran estos en los pueblos evacuados: el del rey intruso, el de los opuestos á las reformas, y el de sus antiguos defensores. No muy numeroso el primero, tenia sin embargo raiçes, no tanto por aficion, cuando por el temor de que ahondando en vidas pasadas, se descubriesen compromisos, aun en donde ni siquiera se recelaban: dolencia que acompaña á las disenciones largas y domésticas. Era de todos el segundo partido el mas crecido y fuerte, y en el que si bien muchos anhelaban por reformas respecto del gobierno antiguo, no las querian amplias, ni tan allá como las cortes, desfavoreciendo á estas el que se asemejasen varias de sus mudanzas á otras de José, no permitiendo á veces los intereses individuales y los apasionados afectos de aquellos tiempos distinguir la diferencia que mediaba entre ambas autoridades de tan opuesto orígen. Aunque mas circunscrito el partido tercero y último (el de los amigos de las reformas) era su influjo grande y su pujanza mucha, abanderizándose generalmente en él la mocedad y los hombres ilustrados que tenian á las córtes por apoyo y principal arrimo.

En vez la regencia de mostrarse desnuda de aficiones, declaróse casi abiertamente por los enemigos de las reformas, tirando á incomodar á los comprometidos con José, y desatendiendo indebidamente á los que pertenecian al tercer partido; por lo cual estribando su política en medidas esclusivas y de intolerancia, adolecieron sus providencias de este achaque y de inclinaciones parciales. El nombramiento de empleados y jueces, asunto difícil siempre y en tales crisis muy arduo, tachóse, y en general fundadamente, de desacertado, escogiendo hombres poco discretos que atizaban el fuego en lugar de apagarle, y desanian los ánimos lejos de concordarlos. Nacieron de aqui universales quejas, hijas algunas de males reales, muchas, como acontece, de imaginarios ó muy ponderados, á que daban plausible pretesto el desacuerdo y desvaríos de la regencia,

poco cauta en su conducta, y nada cuydadosa de evitar se le atribuyesen las desgracias que procedian de trastornos anteriores, como tampoco de moderar las esperanzas sobrado lisongeras que se formaban los pueblos con la evacuacion enemiga. Cosa eu que deben reparar mucho los repúblicos advertidos, porque la muchedumbre irrefleja, propensa en demasía á esperar venturas, y á que se cicatrisen añejas llagas con solo cambiar de gobierno, enfurécese al verse chasqueada, y se desalienta en igual proporcion y en contrario sentido de aquello mismo que primero le daba brios.

Al ruido de las representaciones y lamentos desatentada la regencia, antes de examinar bien el origen de ellos y de apurar si provenian de determinaciones equivocadas ó de desmayo y manejos torcidos de sus empleados, o bien de males inherentes á los tiempos, ó si de todo junto, para ir aplicando los convenientes remedios, sin espantarse ni inclinar su balanza á uno ni á otro lado, atropellóse; y achacando á las trabas que se ponian al gobierno por las nuevas instituciones los desmanes y osadía de muchos y la culpa del desasosiego y daños que aquejaban á los pueblos, pidió á las córtes se suspe ndiesen varios artículos de la constitucion. Error grave querer suspender en parte aquella ley apenas planteada, que gozaba de popularidad, y cuyos efectos ventajosos ó perjudiciales no podian todavia sentirse.

Sirvió de particular motivo para la demanda una conspiracion descubierta, segun se contaba en Sevilla contra las córtes y la regencia, habiendose de resultas formado causa á varios individuos, para cuya prosecucion pronta y fácil exigíase á dicho del gobierno la suspencion de ciertos artículos constitucionales, entre los que estaban comprendidos algunos que no pertenecian á la dispensa de formalidades que en los procesos y en determinados casos consentia la nueva ley fundamental, sino a otras disposiciones de mas sustancia. Las cortes no accedieron á la demanda de la regencia por no creer fuese grave la conspiracion denunciada, y tener sospechas de que se abultaba su importancia para arrancar de ellas el consentimiento apetecido.

No muy satisfechas ya desde antes del proceder del gobierno, quedaronlo aun menos con este incidente, entibiándose la buena avenencia entre ambas autoridades, y aumentándose la discrepancia que rayó en aversion de resultas del asunto de los frailes, cuyos trámites y final remate por el propio tiempo hemos referido ya.

En consecuencia no desperdiciando coyuntura las córtes de hostigar al gobierno, ofrecióseles una oportuna con motivo de discatirse el dictámen de cierta comision encargada del exámen de memorias presentadas por los secretarios del despacho en que cada uno daba cuenta del estado de sus respectivos ramos. Apa

TOMO III.

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recieron los ministros durante los debates en mala y desgraciada postura, trayéndolos los diputados à mal traer con preguntas y réplicas. El de la guerra, Don José Carvajal, que vimos desafortunado y de fofo y mermado seso allá en Áragon, fiingióse malo por no comparecer, y los de hacienda y estado, Don Cristóval Gongora y Don Pedro Gomez Labrador, tampoco representaron lucido papel, escasos de razones y confundiendo ó desfigurando los hechos en sus discursos. Como individuo de la comision dijoles el conde de Toreno entre otras cosas en la sesion de 7 (* Ap. n. 28.) de febrero*: « El dictamen de la comision está redu« cido á dos puntos; exámen de las memorias de los secretarios << del despacho, acompañado de las reflexiones que han parecido oportunas, y su dictámen particular deducido del juicio que « de ellas ha formado. Las memorias y discursos de los secreta«rios del despacho fueron provocadas por unas proposiciones del » Señor Argüelles aprobadas por el congreso, y pasadas á la regencia para que contestase á ellas. Cuatro son las proposicio«nes..... La primera se dirigia á averiguar las providencias adop« tadas por la regencia para levantar y organizar ejércitos, "particularmente en las provincias de Andalucía, Extremadura y "las dos Castillas: la segunda á las medidas que hubiese tomado << para recoger los efectos abandonados por el enemigo: la ter<«< cera enderezábase á saber la opinion de la regencia sobre las «< causas que habian producido la diminucion y deplorable estado << del ejército de Galicia y la cuarta la confianza que le inspi«raban los gefes políticos enviados á las provincias. Quiere de«< cir que tres de las cuatro proposiciones inmediata y directamente « hablan de la parte militar, y asi es que el secretario del despacho de la guerra dió un informe mas estenso que los demas compañeros suyos. Siento que la indisposicion que ha acome« tido á este señor le impida asistir al congreso, pues no podria <«< ilustrar sobre las contradicciones que aparecen en su memoria, «deshacer las equivocaciones en que haya incurrido la comision, Ц y satisfacer á los reparos y réplicas que de nuevo se nos ofrecia << hacerle. Reproduciré algunos de los puntos mas esenciales, «< ya para que si se hallan instruidos tengan á bien respondernos «los secretarios del despacho que se hallan presentes, ya tambien para que los diputados con todo acuerdo apoyen ó impugnen á la comision. Con dolor ha encontrado esta al examinar la parte << de guerra un desórden que no era concebible. No se halla ni «se espere hallar una organizacion vasta y perfecta que abrace «la distribucion de ejércitos, el repartimiento de su fuerza, el « número de divisiones de que debiera constar cada uno, la proporcion entre las respectivas armas de caballería, infanteria y « artillería; no la relacion indispensable y necesaria entre los gas«tos de su manutencion y los medios con que se contaba; no ór

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