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por los intereses de V. M., y

manifestado mucho celo y abinco « que ha tenido muchas consideraciones

para conmigo. Mi hermano y mi tio me encargan los ponga á la disposicion « de V. M. I. y R.

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Pido, señor, á Dios conserve á V. M. muchos años. - Valencey, 21 de noviembre de 1813. - Fernando*. » (*Ap.. n. 3.)

La imparcialidad histórica nos ha impuesto la obligacion de sacar estos hechos de la obra que, al volver á España, (*Ap. n. 4.) publicó Don Juan Escoiquiz, bajo el título de * Idea sencilla, etc., cuyo relato en el asunto da este á entender haberle tomado de ias apuntaciones que de su puño estendiera en Valencey Fernando mismo. Nada tenemos que oponer a semejante aseveracion, y menos á una autoridad de esfera tan elevada. Mas con todo atendiendo á la anterior conducta, vacilante, débil, y auu sumisa de los príncipes cautivos en Francia y á los acontecimiantos que luego sobrevinieron, como tambien à una singular ocurrencia de que se hablará despues, pudiera el lector sensato y desapasionado suspender el juicio sobre la veracidad en sus diversas partes de la narracion citada, y aun inclinarse á creer que hubo olvidos en ella, ó algunas variantes entre lo que S. M. escribió el estracto ó copia que hizo D. Juan Escoiquiz.

y

Sea de ello lo que fuere, peregrinas por cierto aparecen no poco las espresiones de sentimiento y pesar que vertió Mr. de Laforest por la suerte deplorable de España, como si no fuera su amo el principal autor; y aun mas las noticias y avisos que dió acerca de las maquinaciones ó intentos del gabinete británico, pues pintar á este afanándose por introducir en España una repú- ‹ blica, ó por mudar la dinastía sustituyendo á la antigua la de Braganza, invencion es que traspasa los límites de la imaginacion mas desvariada ó que se hunde en las cavilosidades de la grosera vulgaridad. ¿Cómo ni siquiera pensar que los sucesores de Pitt y de sus máximas tratasen de fundar una república, y una república en España? ¿Cómo, que les pluguiese unir aquella corona y la de Portugal, y unirlas bajo la rama de Braganza, enlazada con la de Borbon? Ah! Menester fue gran desmemoramiento de cosas pasadas y presentes, y confianza suma en la ignorancia é impericia de los principes españoles, para producir en apoyo de la política de Napoleon argumentos tales, y tan falsas y ladeadas razones, espuestas con tanta desmaña. Asombra en verdad, mayormente viniendo la idea y su manifestacion de un soberano diestro al par que astuto, y de un estadista envejecido en los negocios, ambos de una nacion en donde*, al decir ya del gran duque de Alba; son tan grandes maestros en colorar cosas mal hechas.

(* Ap. n. 5.) Llegada á Valencey del duque de San Carlos.

Prosigamos en nuestra relacion. No desistiendo el emperador frances de su propósito a pesar de la respuesta que parece le dió el rey Fernando, repitió sus

instancias y continuó la negociacion entablada, al llegar á Valencey el duque de San Carlos, traido alli de su órden de Lons-le-Saulnier, en donde le tenia confivado cosa habia de cinco años. Renováronse entonces las conferencias á que asistieron S. M. y AA., Laforest y San Carlos, acordáudose unánimemente entre ellos, que los dos últimos, autorizados competentemente con plenos poderes de sus respectivos soberanos, hiciesen y firmasen un tratado concebido en términos ventajosos para España, si bien no debia con siderarse este concluido hasta que llevado á Madrid por el duque, fuese ratificado por la regencia y tambien por el rey cuando, restituido al trono, estuviese en el goce de verdadera y plena libertad.

Vase por aqui viendo de qué modo empezaba Fernando á ceder en su repugnancia de meterse en tratos con Napoleon antes de averiguar cuáles fuesen los deseos del gobierno legítimo establecido en España; ora que en realidad no se hubiese mostrado nunca tan opuesto como nos lo encarece Escciquiz, ora que torciesen aquel buen ánimo los consejeros ospañoles que iban llegando á Valencey fieles á su persona, pero bastante desacertados en

rumbos políticos.

sus miras y No tardaron en estar conformes los plenipotencia- Tratado conrios Laforest y San Carlos, ertipulando el 8 de di- cluido en Valenciembre un tratado cuyo tenor era en sustancia: cey.

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« 1o Reconocer el emperador de los franceses á Fernando y sus << sucesores por reyes de España y de las Indias, segun el dere« cho hereditario establecido de antiguo en la monarquía, cuya integridad manteníase tal como estaba antes de comenzarse la actual guerra; con la obligacion por parte del emperador de « restituir las provincias y plazas que ocupasen aun los franceses, « y con la misma por la de Fernando respecto del ejército britá«nico, el cual debia evacuar el territorio español al propio tiempo « que sus contrarios; 2° conservar recíprocamente ambos sobe<< ranos (Napoleon y Fernando) la independencia de los derechos « marítimos conforme se habia estipulado en el tratado de Utrecht, « y continuándose hasta el año de 1792; 3o reintegrar á todos los « españoles del partido de José en el goce de sus derechos, honoares y prerogativas, no menos que en la posesion de sus bienes, « concediendo un plazo de diez años á los que quisieran vender« los para residir fuera de España; 4" obligarsc Fernando á pa"gar á sus augustos padres el rey Cárlos y la reina su esposa (quienes en busca de region mas templada se habian trasla« dado de su anterior residencia á Marsella, como despues á « Roma) treinta millones de reales al año y ocho á la última en « caso de quedar viuda; y 5o convenirse las partes contratantes « en ajustar un tratado de comercio entre ambas naciones, subsis«tiendo hasta que esto se verificase las relaciones comerciales

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- (*Ap. n. 6 Viage de San

Carlos á España.

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« en el mismo pie en que estaban antes de la guerra « de 1792*. »

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Confióse al duque de San Carlos el encargo de llevar este tratado á España con carta del rey para la regencia, que sirviese de credencial, y una instruc(*Ap. n. 7.) cion ostensible que escudase á Fernando cerca del gobierno francés. Exigíase del de Madrid en el primer documento la ratificacion del tratado pensamos que lo mismo en el segundo, bien que nada nos asegura sobre esto Escoiquiz; y solo sí que S. M. hizo de palabra á San Carlos las advertencias siguientes: << 1 Que en caso de que la regencia y las córtes fuesen leales al <«< rey y no infieles é inclinadas al jacobinismo, como ya S. M. sos« pechaba, se les dijese era su real intencion que se ratificase el << tratado con tal que lo consintiesen las relaciones entre España « y las potencias ligadas contra la Francia, y no de otra manera; 2a que si la regencia, libre, de compromisos, le ratificase, podia 2a verificarlo temporalmente entendiéndose con la Inglaterra, re« suelto S. M. á declarar dicho tratado forzado y nulo á su vuelta « á España por los males que traeria á su pueblo semejante con<< firmacion; y За que si dominaba en la regencia y en las cortes » el espiritu jacobino; nada dijese el duque y se contentase coninsistir buenamente en la ratificacion, reservándose S. M., luego << que se viese libre, el continuar ó no la guerra segun (*Ap, n. 8.) « lo requiriese el interes ó la buena fe de la nacion*. » Despues de esto partió el de San Carlos de Valencey el 11 de diciembre, bajo el falso nombre de Ducos para ocultar mas bien su viage, é impedir hasta el trasluz del objeto de la comision. En sa ausencia quedó encargado de continuar tratando con el conde de Laforest Don Pedro Macanaz, traido tambien alli alleou à Valencey gunos dias antes por órden del emperador, lo mismo á otros españo. que los generales Don José Zayas y Don José de Palafox encerrados en Vincennes, no habiéndose Napoleon olvidado tampoco en su llamamiento de Don Juan Escoiquiz; quien el 14 de diciembre llegó de Bourges en donde le tenian con-finado, y al instante tomó parte por disposicion de Fernando en las conferencias de Macanaz y Laforest, sin que por eso mejorasen los asuntos de semblante, ni el adquiriese mayor fama de la que ya gozaba y habíale cabido como estadista y negociador en los sucesos de Madrid y Bayona.

es.

Envia Napo

Nuevas Apesárase el alma al contemplar, y desgracia es de reflexiones. España, que los mismos hombres (no se alude en este caso á Palafox ni á Zayas) que por sus errados consejos habian influido poderosamente en meter á la nacion y al rey en un mar de desdichas sin suelo a penas ni cabo, volviesen á salir al teatro político para representar papeles parecidos á los de antes, trabajando por estremarse en idénticos desvíos de discernimiento y buen juicio.

Porque en efecto si examinamos con atencion el tratado de Valencey, cuya letra no ha podido alterarse, patente se hace permanecian aun vivas las inclinaciones de Bayona entre los cortesanos que asistieron alli en 1803; pues en el contesto del referido tratodo ni siquiera se nombra al gobierno nacional, que durante la ausencia del rey, habia agarrado con gloria y dichosa estrella el timon de los negocios públicos, ni tampoco se hace mencion de los aliados, acordándose solo de los ingleses para repelerlos fuera del territorio español á manera de enemigos. Y si del tratado pasamos á las instrucciones que de palabra se comunicaron á San Carlos, y cuenta Escoiquiz, ¿habrá nadie que no las gradúe de mal sonantes, falaces é impropias de la dignidad real? En ellas queriendo por una parte engañar á Napoleon mismo y faltarle á lo pactado, suscít anse por la otra recelos contra la regencia y las córtes, y aun se sospecha de su lealtad, anunciando en su escrito Don Juan Escoiquiz, que sin las precauciones adoptadas «hubiera podido llegar « por la infidelidad de la regencia la noticia de las intenciones del «rey al gobierno frances y echarlo todo á per(* Ap. n. 9.) « der*. » Enhorabuena desagradasen al tal autor y los suyos las opiniones de las córtes y sus providencias en materia de reformas, aunque no las conociese bien; pero tildar á sus individuos del modo que lo hicieron, y aun creer que la regencia fuese capaz de descubrir á Napoleon un secreto del rey, como en su folleto estampa osadamente el Don Juan, cosa es que alborota el ánimo y provocará á ira al español mas pacífico y templado, siempre que sea amante de la verdad y de la justicia. Qué! ¿ Hombres íntegros y de incontrastable firmeza en tiempos procelosos y desesperados mudaríanse de repente y ahora, cuando iba a entrarse en otros serenos y bonancibles? No, ni imaginado lo hubieran antes ni despues, ni entonces, aun dado caso que hubiese ya zumbado en sus oidos el ruido de los grillos y cadenas que preparaban para ellos y la patria, en recompensa de tribulaciones pasadas y grandes servicios, los de Valencey y secuaces.

á

Que fuese el encubierto deseo de los consejeros de Fernando rehuir de otras alianzas y estrechar la del emperador frances, ya' por miedo, ya por la ciega admiracion que aun conservaban á su persona, colígese del tratado referido que no consiente interpretaciones ni posteriores variantes, y de la conducta que todos ellos tuvieron é irémos observando hasta la final caida de Bonaparte; no siendo de menospreciar tampoco en comprobación una ocurrencia' que arriba apuntamos, y es oportuno contar aqui.

Comisionados

franceses enviados á España.

Por el mismo tiempo en que andaban los tratos de Valencey, vinieron á España unos comisionados franceses, que bajo de cuerda dirigia y manejaba desde su pais un tal Mr. Tassin, sugeto inquieto muy entremetido y de secretos amaños. Traian aquellos encargo de introducir desconfianza

respecto de los ingleses, y trabajar ahincadamente para que estos saliesen de España. Dos eran los principales comisionados revestidos de poderes y con autorizacion competente. Presentóse uno de ellos al general Mina, y esquivó el otro encontrarse hacia Irun con Lord Wellington y Don Manuel Freire, encaminando sus pasos á Bilbao, en donde se abocó con un cierto Echevarría, amigo y corresponsal de los de Valencey desde los sucesos de Bayona; á quien de intendente vimos convertido en guerrillero allá en Alcañices. Mezcláronse con los espresados emisarios algunos otros, entre los cuales merece mentarse un Mr. Magdeleine, hombre muy gordo y de aparente buen natural, del que se sirvió para engañar á Don Miguel de Alava y á Lord Wellington á punto de sacarles dinero y recomendaciones. El comisionado o agente que se avistó con Mina, de nombre Mr. Daclerc, descubrióse á este y le manifestó el objeto de su comision, entregándole diversos papeles. Informada de todo la regencia del reino y cierta de lo avieso y torcido de la trama urdida, dispuso proceder contra los ejecutores de ella, y ordenó en consecuencia la prision de varios sugetos, señaladamente la del que hemos dicho haberse enderezado á Bilbao, de cuya persona, ya de vuelta se apoderó dentro del territorio francés Don Miguel de Alava, en virtud de órden superior y por medio del comisario de policía Mr. Latour. Trataba la regencia de que se castigase ejemplarmente á semejantes enredadores, cuando tuvo que detenerse sabedora de que entre los documentos habia algunos que aparecian firmados de paño y letra de persona muy elevada y augusta. Suspendiéronse de resultas las diligencias judiciales, y procuróse dar treguas al asunto y aun echarle tierra. No faltó quien entonces pensase y fundadamente que todo ello habia sido pura fragua y falsificacion* de Don Juan Amézaga, hombre mal reputado é instrumento secreto del gobierno frances; pero mudaron de dictámen, ó quedaron perplejos al averiguar que los arrestados rocobraron su libertad al tornar Fernando á España, y que recibieron en 1815* una suma conside(*Ap. n. 11.) rable á trueque de que entregasen papeles al parecer importantes que todavía conservaban en su poder, y con cuya publicacion amenazaban al rey Fernando soberbia y desacatada

( *Ap. n. 10.)

mente.

á Madrid.

Llega San Carlos Mientras tanto el duque de San Carlos iba acercándose á Madrid, si bien no llegó á aquella capital hasta el 4 de enero, impidiéndole las circunstancias verificarlo con mayor presteza. Tambien se dilató el despacho del negocio que traia, por hallarse á la propia sazon todavía de viage la regencia y las córtes, y tardar estas algunos dias en instalarse; con lo que se dió lugar á muchas hablillas, y á que se pusiese la opinion muy bosca y embravecida contra el de San Carlos, recorcausa su llegada. dando lo de Bayona; y saltando á veces la valla de lo

Disgusto que

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