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Llegan los a

obstáculos que pudieran ofrecérseles, caminando con tiempo muy Iluvioso, en tierra enemiga y de fe dudosa. Aparecieron pues los aliados el 27 en freute de Tolosa, ordenando Wellington el 28 que se estableciese un puente en el lugar liados enfrente de Portet, situado mas arriba de la ciudad y por bajo de la ciudad. de la junta de los dos rios Ariége y Garona. Deseaba el ingles colocarse por aquella parte, como medio oportuno de obligar á Soult á abandonar su estancia, ó de estorbarle, interponiéndose, unirse al mariscal Suchet. Imposible fue armar el puente alli por la rapidez excesiva de la corriente y su anchura, mayor que la que podian cubrir los pontones preparados. Frustrada esta tentativa, tuvo mejor éxito otra que se ensayó y puso en planta en 31 en Roque, sitio mas favorable aunque por de la confluencia de los espresados rios: por donde atravesó al Garona sir Rolando Hill, apoderándose en breve en Cintegabelle del puente del Ariége no destruido aun.

cima

Tentativas pa

ra pasar el Ga

rona.

Pero advirtiendo Lord Wellington lo intransitable de aquel terreno pegadizo y gredoso, desistió de seguir obrando por aquella parte, y dispuso repasasen el Garona las tropas del general Hill que le habian cruzado poco antes. Registróse entonces la ribera por bajo de Tolosa, y se descubrió un parage media legua mas arriba de Grenade, en donde el rio corre casi lamiendo el camino real, muy veloz en su curso, y teniendo sobre 130 varas de ancho: trazóse alli el puente y se remató la mañana del 4 de abril en el espacio de pocas horas.

aliados.

Determinado Wellington á atacar cuando antes al Le pasan los mariscal Soult, hizo cruzasen al Garona en equel dia algunos ginetes y tres divisiones suyas de infantería á las órdenes de Beresford. Debian seguir á estas las divisiones españolas cuarta y provisional y la ligera británica; mas hincháronse tanto las aguas,. y empézó á ir tan arrebatada la corriente, que hubo que suspender el paso y aun levantar el puente para impedir que se le llevase el rio, quedando repartidas las fuerzas del ejército aliado con grave peligro suyo entre las dos orillas, espuestas las de la derecha á ser acometidas por las huestas muy superiores del mariscal Soult. A dicha no se meneó este prefiriendo mantenerse sobre la defensiva. Amansó la crecida el 8, y aparejado de nuevo y sin dilacion el puente, cruzaron por el entonces las divisiones ya nombradas, la artillería portuguesa y Wellington con su cuartel general; moviéndose todos la vuelta de Tolosa. Tuvo al avanzar un reencuentro

en la Croix-Daurade el general Vivian estando al Otros movifrente del regimiento diez y ocho húsares, y si bien

mientos.

fue gravemente herido, no por eso dejó de coger cien prisioneros, cerrando al frances tan de cerca que no le dió tiempo para inutilizar en el rio Lhers, tributario del Garona, un puente único que quedaba en pie por aquel lado.

Al dia siguiente hacia resolucion Wellington de atacar, y detú vose al ver que apostado sir R. Hill á la otra parte del rio, frontero del arrabal de Saint-Cyprien, hallábase este general muy á tras mano del puente de barcas; razon por la que antes de emprender cosa alguna determinó alzar dicho puente y trasladarle á Blagnac una legua mas arriba. Duró la faena bastante eu términos que no se pudo hasta el 10, domingo de la pascua florida, dar principio al acometimiento contra el frauces: lo que tampoco ni aun entonces era muy hacedero, fortalecido y atrincherado el mariscal Soult en Tolosa y sus alrededores.

sa.

Tolosa y su

Ciudad aquella de 60,000 almas capital del antiguo estado de defen- Languedoc y ahora del departamento del Garona superior (Haute-Garonne), asiéntase á la derecha del rio de este nombre que corre por el ocaso, quedando á la izquierda el arrabal de Saint-Cyprien, que comunica con lo interior de la poblacion por medio de un puente de piedra que apellidaban Nuevo. Rodea á Tolosa del lado del norte y este el famoso canal de Languedoc llamado tambien de mediodia ó de ambos mares, el cual desemboca en el Garona á mil toesas de la ciudad, si bien enlazadoya antes con el nismo rio por el canal de Brienne, dicho asi del nombre del cardenal que le construyó para facilitar la navegacion; interrumpida la del Garona con las represas de las aceñas ó molinos harineros de Basacle que se divisan mas abajo del puente de piedra. De manera que escepto por el mediodia, circundan á Tolosa por las demas partes rios y canales que la protegen, y retardan cualquiera tentativa dirigida contra sus muros.

A estas defensas que pudieran mirarse como naturales, agregábanse otras levantadas por el arte, ya en tiempos antiguos, ya en los recientes. Entre las primeras contábanse las murallas viejas, espesas y torreadas, que todavía en pie abanzaban entonces casi todo el recinto. Comenzáronse á construir las segundas despues de la batalla de Orthez y de la entrada en Tolosa del mariscal Soult. Consistian estas por el lado de Saint-Cyprien en una cabeza de puente y en obras que ceñian el arrabal, apoyándose á derecha é izquierda en el Garona. Pusieron los enemigos particular conato en fortalecer este punto, creyendo seria por donde intentasen los aliados su principal acometimiento. Pero luego que advirtieron lo contrario, afanáronse por aumentar y fortalecer las defensas en la derecha del Garona. Por tanto ampararon con obras bien entendidas de campaña los cinco puentes que se divisan en el canal de Languedoc desde el del Embocadero hasta el de Demoiselles, atronerando las casas y almacenes vecinos, lo mismo que la antigua muralla, dispuesta ademas en muchas partes para recibir artillería de grueso calibre. Unas colinas que se elevan al este de la ciudad y corren paralelamente entre el canal y el rio Libers, conocidas bajo el nombre de Montrave ó del Calvinet, fortificáronse con

Iineas avanzadas, y en especial con cinco reductos distantes entre sí los mas lejanos unas 1,200 toesas, sirviéndoles de comunicacion por detras de un camino formado de tablones enrasados en lugar de otro resbaladizo y gredoso que retardaba antes el traspaso rápido de la artillería y municiones. Por el sur dispusiéronse y se artillaron varios edificios, trazándose tambien diversas obras que se daban la mano con las de Calvinet. Se ejecutaron semejantes trabajos en breve tiempo y con admirable presteza, obligados á tomar parte en ellos hasta los habitadores, quienes dolíanse ya de ver couvertido en suelo de sangrientas lides el de sus moradas pacíficas: precursores tales preparativos de ruinas y desolacion muy triste.

Pasaron de 30,000 hombres, sin contar la guardia urbana, los que tenia Soult á sus órdenes, distribuidos como antes en tres grandes trozos bajo el mando de los generales Clausel, d'Erlon y Reille, , y repartidos estos en varias divisiones que se colocaron en varias divisiones que se colocaron en torno de la ciudad y en sus fortificaciones y reductos. Escedian mucho á los franceses en número los aliados, bien que no favorecidos como los otros por sus estancias.

A las siete de la mañana del 10 de abril trabóse la Batalla de Tolosa. accion anunciada ya, empezando sir Tomas Picton al frente de la tercera division por arrojar las avanzadas francesas de donde los canales de Languedoc y Brienne se jantan en un mismo álveo, y estendiéndose por su izquierda la division ligera bajo el baron Alten hasta dar con el camino de Albi, parage destinado al ataque que se reservaba á los españoles. Habíanse estos movido al amanecer y encontrádose en La Croix-Daurade con el mariscal Beresford, quien se desvió alli tirando via de Montblanc y Montaudran, para encargarse de los acometimientos concertados por aquella parte. Eran el punto principal de la embestida las colinas de Montrave y el Calvinet en donde los franceses, haciendo cara al Lhers, aguardaban á los aliados con sereno y fiero ademan. Correspondia á los españoles acometer la izquierda y centro de semejantes estancias, y á los de Beresford la derecha; recayendo por tanto sobre unos y otros el mayor y mas importante peso de la batalla.

Marcharon con bizarría suma al ataque las divisiones españolas cuarta y provincial regidas por Don José Ezpeleta y Don Antonio Garcés de Marcilla. Asistia tambien alli el general en gefe Don Manuel Freire que llevaba á su lado, haciendo de segundo, á Don Pedro de la Bárcena y asimismo á Don Gabriel de Mendizábal, si bien este solo como voluntario. Fue de furioso ímpetu la primera acometida de los españoles, que arrollaron á los franceses, y desalojaron del altozano de la Pujade, delantero de la posicion enemiga, la brigada de Saint-Paul perteneciente á la division del ral Villatte, la cual estrechada por los nuestros tuvo que refugiarse

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en las líneas del reducto grande, que era el mas robusto de los cinco construidos en las cumbres. Dueños los nuestros de la Pujade, plantaron alli la artillería portuguesa á las órdenes del teniente coronel Arentschild, , y dejaron de reserva en el mismo parage una brigada de la division provisional, manteniéndose detras la caballería de Ponsonby. La otra brigada y la cuarta division dispusiéronse á pro. seguir en su avance, esta por la izquierda de la carretera de Albi, aquella en derechura contra dos reductos de los cinco de las colinas, situados en la parte setentrional, á saber; el grande ya nombrado, y el triangular, dicho asi á causa de su figura. Mientras tanto habia ido marchando el mariscal Beresford por el Lhers arriba con las divisiones cuarta y sesta británicas del cargo ambas de sir Lowry Cole y de sir Enrique Clinton, y continuado hasta el punto por donde debian sus fuerzas ceñir y abrazar la derecha enemiga. Luego que llegó aviso de estar Beresford pronto ya á realizar su ataque, emprendió Don Manuel Freire el suyo en el indicado órden. Aguardábanle fuerzas de Villatte y Harispe y la division d' Armagnac, aquellas en las líneas y reductos, la última emboscada entre estos y el canal en unas almácigas y jardines, favorecidos los enemigos del terreno y de las fortificaciones, en cuya parte baja colocaron alguna artillería por disposicion del general Tirlet, para que rasantes los fuegos causasen mayor estrago en nuestras filas. Metralla horrorosa, granadas, balas inundaron á porfía el campo y esparcieron el destrozo y la muerte por los batallones. españoles, que serenos é impávidos, llevando á su cabeza al mismo general Freire, adelantaron sin disparar casi un tiro hasta gallardearse en el escarpe de las primeras obras de los enemigos, titubeantes y próximos á abandonarlas. Era dirigido dicho ataque contra los reductos. El otro de la carretera de Albi, ausiliar suyo, venturoso al comenzar, estrellóse despues contra fuegos muy vivos y á quema ropa, que de repente descubrieron los enemigos en el puente de Matabiau, conteniendo á los nuestros y haciéndolos vacilar en su marcha. Advirtiólo Soult, y no desaprovechó tan feliz coyuntura; lanzando contra la izquierda de los españoles al general d' Armagnac, quien arrancó de su puesto dando una arremetida á la bayoneta que desconcertó á los nuestros, muy acosados ya y oprimidos con mortíferos y cruzados fuegos. Ciaron pues algunos atropelladamente en un principio, pero volvieron luego en sí, por acudir á sostenerlos en su repliegue la brigada española que habia quedado de reserva en Pujade, y tambien algunos cuerpos portagueses de la division ligera del baron Alten, que se corrió hacia nuestro costado derecho; infundiendo tales movimientos respeto á los enemigos y causándoles diversion. Señaláronse entonces entre los nuestros unos cuantos húsares de Cantabria al mando de Don Vicente Sierra, y brilló estraordinariamente el regimiento de tiradores de igual nombre, que se mantuvo firme y denodado bajo

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los atrincheramientos enemigos hasta que Wellington mismo le mandó retirarse; dando ejemplo sn valeroso coronel Dou Leonardo Sicilia, quien pagó con la vida su noble y singular arrojo. Muchos y grandes fueron los esfuerzos de los caudillos españoles, y en especial los del general Freire para contener al soldado é impedirle hacer quiebra en la honra, muchos los del Lord Wellington que voló en persona al sitio del combate acompañado de los generales D. Luis Wimpffen y Don Miguel de Alava, consiguiendo rehacer la hueste y ponerla en estado de despicarse y correr de nuevo á la lid. Pero ah! ¡qué de oficiales quedaron alli tendidos por el suelo, ó le coloraron con pura y preciosa sangre! Muertos fueron, ademas de Sicilia, Don Francisco Balanzat, que gobernaba el regimiento de la Corona, Don José Ortega, teniente coronel de estado mayor y otros varios, contandose entre los heridos á los generales Don Gabriel de Mendizábal y Don José Ezpeleta, como tambien á Don Pedro Mendez de Vigo y a Don José María Carillo, gefes los dos de brigada, con muchos mas que no nos es dado enumerar, bien que merecedores todos de justa y eterna loa.

Afortunadamente reparábase á la sazon tal contratiempo por el lado de Beresford, á quien tocaba embestir la derecha enemiga. Habia en efecto empezado este mariscal á desempeñar su encargo con tino y briosamente, acaudillando la cuarta y sesta division británicas del mando de sir Lowry Cole y de sir Enrique Clinton, cuyos soldados formados en tres líneas marchaban como hombres de alto pecho, sin que los detuviese ni el fuego violentísimo del cañon frances ni lo perdido de la campiña, llena en varios parages con las recientes lluvias de marjales y ciénagas. Enderezose particularmente el general Cole contra la parte estrema de la derecha enemiga y contra el reducto de la Sypière alli colocado, al paso que el general Clinton avanzaba por el frente para cooperar al mismo intento. Sucedieron bien ambos ataques, alojándose los ingleses en las alturas, y enseñoreándose del reducto dicho, que guarnecia con un batallon el general Dauture. Pero habiendo dejado los ingleses su artillería en la aldea de Montblanc por causa de los malos caminos, corrió algun tiempo antes de que llegase aquella y pudiesen ellos proseguir adelante; lo que tambien dió vagar á que reforzase el mariscal Soult su derecha con la division del general Taupin, la cual ya de antes se habia aproximado á las colinas para sostener las operaciones que por alli se efectuasen. Vino paes sobre los aliados esta division y vinieron otras tropas, mas todo lo arrolló la disciplina y valor británico, quedando muerto el general Taupin mismo. Acometieron en seguida los ingleses los dos reductos del centro llamados les Augustins y le Colombier, y entrólos la brigada del general Pack, herido alli. En vano quiso entonces el enemigo recobrar por dos veces el de la Sypière, como clave de la posicion: vióse rechazado siempre, no

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