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sello de aprobacion y legitimidad á lo que juzgaban, nulo y hasta dañoso al órden social. Mas escusables se presentaban los que firmaron despues rendidos al miedo ó á flaquezas á que está tan sujeta la humanidad. Desapareció de las córtes Don Bernardo Mozo Rosales, llevando en persona á, Valencia la representacion, entre cuyos nombres distinguíase el suyo como el primero de todos.

Conducta de

las cortes.

en

Ni por eso se persuadieron en Madrid destruiria los liberales de raiz el rey todo lo hecho durante su cautiverio, escuchando Š. M. solo á un partido y no sobreponiéndose á los diversos que habia en la nacion para dominarlos y regirlos sabia y cuerdamente. Confiados en esto y asistidos entonces de intenciones may puras, permanecieron tranquillos los diputados liberales y sus amigos, no bastando para, desengañarlos las noticias cada vez mas sombrías que de Valencia llegaban. Por tanto no provocaron en las córtes medida alguna con que hacer rostro á repentinos y adversos acontecimientos, ni tampoco se cautelaron contra asechanzas personales que debieron suponer les armarian sus enemigos, implacables y reucorosos.

Se trasladan estas á Doña María de Aragon.

Contentáronse pues con escribir nuevamente al rey dos cartas que no merecieron respuesta, y con ir disponiendo el modo de recibirle y agasajarle á su entrada en Madrid y jura en el salon de córtes. A este propósito decidieron trasladarse del que ocupaban en el teatro de los Caños del Peral á otro construido espresamente y con mayor comodidad y lujo en la casa de estudios y convento de agustinos calzados de Doña María de Aragon, dicho asi del nombre de su fundadora dama de la reina Doña Ana de Austria. Señalóse para esta mudanza el 2 de mayo, en que se celebró con gran pompa un Funcion fúuc- aniversario fúnebre en conmemoracion de las víctimas bre del dos de que perecieron en Madrid el año de 1808, en el mismo dia: sirviendo asi de funcion inaugural del salon nuevo una muy lúgubre, como para presagiar lo astroso y funesto en el porvenir de aquel sitio, en donde se hundieron luego y mas de una vez las instituciones generosas y conservadoras de la libertad del estado.

mayo.

Lo

que pasa en Valencia.

Eu Valencia llevaban los acontecimientos traza de precipitarse y correr á su desenlace. Renováronse y se multiplicaron allí los conciliábulos y las juntas, muy à las caá lladas, y no llamando ya á ellas á ninguno de los que tenian fama de inclinarse á opiniones liberales. Concurrieron varios sucesos para tomar luego una determinacion decisiva: tales fueron las ofertas del general Elío, la representacion de los diputados disidentes, la caida en fin del emperador Napoleon. Antes de esta catástrofe contábanse algunos que titubeaban todavía sobre destruir las córtes súbitamente y por razon de estado, recelosos de la desanion que

y

resultaria de ello en provecho del enemigo comun; mas despues nada hubo que los detuviese ya, dando rienda suelta á sus resentimientos y miras ambiciosas. Y cosa rara! habiendo sido Napo¡ leon y sus enviados los que aconsejaron primero al rey el aniquilamiento de las córtes y de la constitucion, debia al parecer su caida producir efecto contrario y afianzar de lleno las instituciones nuevas; pero no fue asi, andando como unida con el nombre del emperador francés la suerte y desgracia de España; lo cual se esplica reflexionando que el odio y aversion de los antireformadores contra Bonaparte no tanto pendian de la política interior é inclinaciones despóticas de este, arregladas en un todo á las de ellos ó muy parecidas, como de sus empresas é invasiones esteriores y de ser el mismo hombre nuevo y de fortuna, hijo de la revolucion.

A nublado tan oscuro y denso nada tenian que oponer las córtes en Valencia para prevenirle ó disiparle, sino los esfuerzos del cardenal de Borbon y Don José Luyandu, débiles por cierto; pues los que procediesen de su autoridad nulos eran, habiendo de hecho cesado esta desde la llegada del rey, y pocos los que podian esperarse de su diligencia y buena maña. Uno y otro visitaban al rey con frecuencia, pero limitándose á preguntarle cómo le iba de salud; hecho lo cual volvíanse en seguida á su posada sin detenerse á mas ni dar siquiera por fuera señal alguna de movimiento y vida.. Y aunque el cardenal mostró en un principio, segun apuntamos, entereza laudable, no le fue posible conservarla faltándole apoyo y estímulo en su ministro, hombre de bien y muy arreglado, pero pobre de espíritu y sin espediente ni salidas en los casos arduos.

Madrid.

Una indisposicion del rey, aquejado de la gota, y Se acerca el coordinar ciertas medidas previas, retardaron al- Whittingham á gunos dias la ejecucion del plan que se meditaba para destruir las córtes. Era una de ellas acercar á Madrid tropas á devocion de los de Valencia, lo cual se verificó trayendo estas á su frente á Don Santiago Whittingham, quien gefe en Aragon de la caballería, siguió al rey en su viage de resultas de habérselo ordenado asi S. M. mismo. Llegó Whittingham á Guadalajara el 30 de abril, y habiéndole preguntado el gobierno de la regencia, que porqué venia, respondió que por obedecer disposiciones del rey comunicadas por el general Elío.

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Conducta del

El ser Don Santiago súbdito británico y muy favorecido de aquel dió ocasion á que creyeran muchos embajador inobraba en el caso actual por sugestion del embajador glés.

de Inglaterra sir Enrique Wellesley, que a la sazon se hallaba en Valencia para cumplimentar al rey. Mas engañáronse : sir Enrique no aprobó la conducta de aquel general, ni aconsejó ninguna de las medidas que se tomaron en Valencia; disgustábale, es cierto, la constitucion, y como particular hubiera querido se reformase,

mas como embajador mantúvose indiferente, y no se declaró en favor de una causa ni otra, bastantes por sí las pasiones que reinaban entonces, sin ayuda estraña, para trastornar el estado y confundirle.

Sale el rey de

Dispuesto todo en Valencia segun los fines á que se Valencia. tiraba, salió el rey de aquella ciudad el, 5 de mayo, trayendo en su compañía á los infantes Don Carlos y Don Antonio, y escoltando a todos una division del segundo ejército regida por el general en gefe Don Francisco Javier Elío. Venian en la comitiva varios de los que se habian agregado en el camino, y los de Valencey, escepto Don Juan Escoiquiz, que desde Zaragoza ganaba siempre la delantera, haciendo de esplorador oficioso. Recibieron al propio tiempo una real órden para regresar á Madrid el cardenal de Borbon y Don José Luyando, ignorando ambos del todo lo que de oculto se trataba, y sin que el último, segun obligacion mas peculiar de su cargo, gastase mucho seso ni ann siquiera en averiguario.

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Lo que ocurre Fue acogido el rey en los pueblos del tránsito con en el camino. regocijo estremado que rayó casi en frenesí, aunándose todavia para ello los hombres de todas clases y partidos. Enturbiaron sin embargo á veces la universal alegría soldados de Elío y gente apandillada de los antireformadores, prorumpiendo en vociferaciones y grita contra las córtes, y derribando en algunos lugares las lápidas que con el letrero de Plaza de la Constitucion se habian colocado en las plazas mayores de cada pueblo, conforme á un decreto promulgado en Cádiz á propuesta del señor Capmany, desacertado en verdad y que sirvió despues de pretesto á parcialidades estremas para rebullir y amotinarse en derredor de aquella

señal.

Diputacion de las córtes para ir á recibir al rey.

Luego que supieron las córtes que se acercaba el rey á Madrid, nombraron una comision de su seno para que saliera á recibirle al camino y cumplimentarle. Componíase esta de seis individuos teniendo á su frente á Don Francisco de la Dueña Cisneros, obispo de Urgel, de condicion algo instable, aunque no propenso á exage-raciones ui destemplanzas. Encontró la diputacion al rey en la Mancha y en medio del camino mismo, por lo que juzgó oportuno retroceder, para presentar á S. M. en el pueblo inmediato sus obsequiosos respetos y felicitaciones. Mas no lo consiguió, negándose el rey á darle alli audiencia, y mandando á sus individuos que aguardasen en Aranjuez, esquivando asi todo contacto ó ludimiento con la autoridad representativa, próxima ya á desplomarse, como todas las que se derivaban de ella.

Tal habia sido la resolucion acordada en Valencia, cuyo cumplimiento tuvo ya principio alli donde el rey estaba; mandando S. M. al cardenal de Borbon y á Don José Luyando que se retira

sen ambos, yendo el primero destinado á su diócesi de Toledo' y el segundo, como oficial de marina, al departartamento de Cartagena.

Prenden en

Madrid á los regentes, y á varios ministros y diputados.

Casi á la propia sazon llevábanse tambien á efecto en Madrid providencias semejantes, aunque, si cabe, mas inauditas en los anales de España. Fueron pues arrestados en virtud de real órden durante la noche del 10 al 11 de Mayo los dos regentes Don Pedro Agar y Don Gabriel Ciscar, los ministros Don Juan Alvarez Guerra y Don Manuel García Herreros, y los diputados de ambas cortes Don Diego Muñoz Torrero, Don Agustin Argüelles, Don Francisco Martinez de la Rosa, Don Antonio Oliveros, Don Manuel Lopez Cepero, Don José Canga Argüelles, Don Antonio Larrazabal, Don Joaquin Lorenzo Villanueva, Don Miguel Ramos Arispe, Don José Calatrava, Don Francisco Gutierrez de Teran y Don Dionisio Capaz. Estuvieron en igual caso el literato ilustre Don Manuel José Quintana, y el conde, hoy duque, de Noblejas, con su hermano y otros varios.

Procedió á ejecutar estas y otras prisiones Don Francisco Eguía, nombrado al propósito de antemano y calladamente por el rey capitan general de Castilla la Nueva, obrando bajo sus órdenes asistidos de mucha tropa y estruendo con el título de jueces de policía Don Ignacio Martinez de Villela, Don Antonio Alcalá Galiano, Don Francisco Leiva y Don Jaime Alvarez de Mendieta. diputados á córtes algunos de ellos en las estraordinarias, y colegas por tanto de varios de los perseguidos. Negóse á desempeñar encargo tan criminal y odioso Don José María Puig, magistrado antiguo, á quien ensalzó mucho ahora proceder tan noble como poco imitado. Fueron encerrados los presos en el cuartel de guardias de corps y en otras cárceles de Madrid, metiendo á algunos en calabozos estrechos y fétidos, sin luz ni ventilacion, á manera de lo que se usa con forajidos ó delincuentes atroces.

Continuaron los arrestos en los dias sucesivos, y estendiéronse á las provincias de donde fueron traidos á Madrid varios sugetos y diputados esclarecidos, entre ellos, Don Juan Nicasio Gallego, acabando por henchirse de hombres inocentes y diguísimos todas las cárceles, en las que de dia y noche, sigilosamente y sin guardar formalidad alguna, vaciaban encarnizados enemigos la flor y gloria de España. No pudieron ser habidos á dicha suya los señores Caneja, Diaz del Moral, Don Tomas de Iztúriz, Tacon, Rodrigo y conde de Toreno, que pasaron á otras naciones. En la misma noche del 10 al 11 de mayo presentóse el general Eguía á Don Antonio Joaquin Perez diputado americano por la Puebla de los Angeles y ac

Disolucion de las córtes por órden del rey

tual presidente de las córtes, intimándole de órdeu del rey quedar estas disuelsas y acabadas del todo. No opuso Perez á ello óbice ni

reparo alguno, y antes bien créese que obedeció de buena voluntad, estando en el número de los que firmaron la representacion de los sesenta y nueve, y en el secreto, segun se presumió, de todo lo que ocurria entonces. Una mitra con que le galardonaron despues, dió fuerza á la sospecha concebida de haber procedido de connivencia con los destruidores de las córtes, y por tanto indigna y culpablemente.

Asonadas en Soltáronse en la mañana del 11 los diques á la Madrid. licencia de la plebe mas baja, arrancando esta brutalmente la lápida de la constitucion que arrastró por las calles, lo mismo que varias estatuas simbólicas y ornatos del salon de córtes. Lanzaban tambien los amotinados gritos de venganza y muerte contra los liberales y en especial contra los que estaban presos: llevando por objeto los promovedores encrespar las olas populares á punto de que se derramasen dentro de las cárceles, y sofocasen alli eu medio de la confusion y ruido á los encerrados en aquellas paredes. Pero malogróseles su feroz intento, que muy somera y no de fondo era la tempestad levantada, como impelida solo por la iniquidad de unos pocos y muy contados.

Manitiesto Ó

mayo.

Amaneció igualmente en aquel dia puesto en las esdecreto del 4 de quinas un manifiesto con título de decreto, firmado de la real mano y refrendado por Don Pedro de Macanaz, que aunque fecho en Valencia á 4 de mayo, habíase tenido hasta entonces muy reservado y oculto. *En su con- . (* Ap. u. 23.) testo, si bien declaraba S. M. que no juraria la constitucion, y que desaprobaba altamente los actos de las cortes y la forma que se habia dado á estas, afirmaba no menos que aborrecia y detestaba el despotismo, ofreciendo ademas reunir córtes y asegurar de un modo duradero Ꭹ estable la libertad individual y real, y hasta la de la imprenta en los límites que la sana razon prescribia. Mas hacer promesas tan solemnes y de semejante naturaleza á la faz de la nacion y del mundo, al propio tiempo que se decretaba subrepticiamente la disolucion de las cortes y que se atropellaban sin miramiento alguno las personas de tantos diputados y hombres ilustres, no parecia sino que era añadir á proceder tan injusto y desapoderado befa descarada y dura. Autores y coo- Asegúrase escribió este manifiesto ó decreto Don perarios de él. Juan Perez Villamil, ausiliado de Don Pedro Gomez Labrador, aunque al cabo riñeron los dos entre sí y descompadraron. Llevó la pluma haciendo de secretario Don Antonio Moreno, ayuda de peluquero que habia sido de palacio, y en seguida consejero de hacienda.

Reflexiones.

Atropellanse á la mente reflexiones muchas al contemplar semejantes acontecimientos y sus resultas. Por una parte muy de lamentar es, ver convertido al rey en instrumento ciego de un bando implacable é interesado, haciendo suyas

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