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Años noche, y dos horas despues ahorcado en virtud Era de órden de la Reyna sin saberse por qué causa ò motivo. Por mas que quisiéron ocultar este asesinato, el cuidado y las precauciones que se habian tomado no sirviéron sino para hacerlo descubrir. El Príncipe se llenó de indignacion contra el confesor à quien atribuía este hecho horroroso cometido únicamente para injuriarle, y resolvió no pasar à Flandes. Escribió à un amigo suyo que lo querian exponer al poder del Rey de Francia para que fuese vencido y oprimido, que no le darian los socorros necesarios, y que le harian responsable de los malos sucesos de la guerra aunque obrase con la mayor prudencia. Aun estoy en el puerto, decia, y se hace morir à un hombre sin mas causa que ser amigo mio; si estuviera en Flandes, todos ellos estarian expuestos al ódio y los caprichos del favorito.

Resuelto à no salir de España escribió à la Reyna que estaba enfermo, que los Médicos decian que no podia emprender un viage tan largo sin exponer su vida; y así le suplicaba que le dispensase de emprenderlo. Esta carta la incomodó mucho, y aun mas al P. Nithard, porque conociéron que la excusa no era sino un pretexto vano para no salir de España, y se temia no hubiese formado algun proyecto contra el gobierno estando apoyado por algunas gentes poderosas, y acaso por la misma tropa. La Reyna le mandó que hiciese dimision de su empleo y se retirase à Consuegra sin acercarse à Madrid, y nombró General y Gobernador de Flandes al Condestable de Castilla. D. Juan obedeció la órden que le comunicó; mas léjos de aplacarla con su obediencia, en el mes de Agosto de 1668 hizo presente al Consejo que aun quando su enfermedad fuera cierta en las circunstancias en que se hallaba el Estado debia haber partido; pero que si era supuesta merecia un castigo egemplar, pues la mentira de un súbdito à su Soberano siempre es un crímen muy grave en ocasiones importantes.

D. Juan que sabia todo lo que en la corte pasaba sintió mucho que se le tratára de este modo, creyendo que en lo que habia hecho usaba de mucha moderacion teniendo tan justos motivos TOMO XIX.

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Años para quejarse. Lo que acabó de irritar los ánimos] Era fué que el capitan D. Pedro de Pinilla en estos dias habló en secreto à la Reyna un largo rato, y de resultas de esta conversacion D. Bernardo Patifio hermano del primer secretario de D. Juan fué preso el dia siguiente con dos criados suyos; y tomadas las declaraciones con la mayor reserva, el Marqués de Salinas capitan de la guardia Española salió con cincuenta oficiales reformados à prenderle. Aunque hizo el viage con la mayor diligencia, quando llegó à Consuegra el Príncipe se habia ido por no exponer à ninguno de sus criados y amigos que indudablemente le hubieran defendido. Tuvo noticia cierta que el Marqués venia à prenderle, y se fué dejando una carta para la Reyna con fecha del 21 de Octubre en la qual le decia: "Que el motivo de no haberse embarcado para Flandes habia sido la muerte injusta y trágica que se habia dado à su amigo Malladas, no du»dando que el P. Nithard era autor de ella; que esta injusticia pedia venganza contra el que la habia cometido; que estaba resuelto à contri"buir con todo su poder à que se aparte de la corte un hombre tan malo; y que así le suplicaba que consintiese en esto, pues lo exîgia el bien del reyno, y la gloria de S. M.; que senti»ria verse precisado à recurrir à otros medios que los de las súplicas para arrojarle de un lugar donde su presencia era tan odiosa à todo el mundo; que él se veía precisado à buscar un asilo »contra las violencias de este extrangero, necesidad bien cruel para un hombre de su clase; que se prometia que S. M. haria sérias reflexiones so»bre esto, y que pondria pronto remedio."

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Esta carta llenó à la Reyna de indignacion, y si el Príncipe no hubiera sido tan estimado de los Grandes y del pueblo, se tomáran providencias severas que dieran à conocer la ira que ardia en su corazon. Su enojo se aumentó sabiendo que en público se hablaba con mucha libertad contra el P. Nithard, acusándole de ser autor de la muerte de Malladas y de la prision de Patiño. Publicó una declaracion, asegurando que estos dos hombres no habian venido à Madrid sino para executar los perversos designios, como constabal

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Años de la confesion que habian hecho, por cuya cau- Era sa se habia dado la muerte al primero. El P. Nithard publicó su apología acusando en ella à D. Juan que habia intentado muchas veces hacerle asesinar, asegurando esto como cierto, y protestando que no habia tenido parte en la muerte de Malladas ni en la prision de Patiño, alegando por prueba que quando fué ahorcado el primero rezaba en su casa el oficio con Fr. Bustos, y que quando se prendió al segundo arreglaba papeles en su gabinete. Este escrito lo dirigió à la Reyna que puso el mayor cuidado en que se le diera crédito en lo que en él decia.

Poco tiempo despues presentó al Consejo segunda querella contra D. Juan acusándole de muchos y muy graves crímenes, por los quales se le debia castigar para que la tolerancia no autorizase sus depravados proyectos, y no contribu yese para que tuvieran el éxîto que deseaba. Sus amigos le defendian con mucho calor, y circulaban papeles por todos los corrillos escritos con mucha fuerza, que no hacian mas que encender los dos partidos. Decian que era una horrible calumnia acusarle que habia tenido el infame y vil proyecto de hacer asesinar al P. confesor, lo que si hubiera intentado era fácil executarlo; pues à un religioso extrangero, sin amigos, sin parientes, y sostenido solo por una Reyna, ésta le hubiera abandonado luego que hubiera sido informada de su conducta: que léjos de proceder en este negocio como traidor, pedia abiertamente que se echase de la corte este Ministro, y que para conseguirlo se exponia à toda la ira de la Reyna: que realmente no sería đigno de compasion el P. Nithard retirándose con sesenta mil escudos de pension sin otros beneficios que no se sabian: que con una renta tan considerable se podia contentar la ambicion de un simple religioso: que él mismo era tan vengativo, que habia querido asesinar al Príncipe en Barcelona y en Consuegra; y que no instaba D. Juan à la Reyna para que le echase de la corte para vengarse de estas injurias, pues sabia olvidar con generosidad las ofensas particulares, sino por el bien general de la na[cion, en el qual tomaba tanto interés que no po

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Años dia sufrir que estuviese en España un hombre que Era con sus violentos consejos podia causar una revolucion general.

C. F.

La corte se hallaba dividida en dos partidos, los unos estaban por la Reyna y el P. Nithard llamados Nithardistas, y los otros por el Príncipe con el nombre de Austriacos; y hasta las Damas de palacio tomáron parte en este negocio declarándose cada una por el que mas le acomodaba por sus preocupaciones ò pasiones. En estas! agitaciones estaba la corte quando D. Juan se entró en Aragon, y se hizo fuerte primero en Jaca y despues en Flix. La Reyna temerosa de lo que podia suceder estaba en la mayor inquietud sin saber cómo se habian de precaver los males que amenazaban. Recibió varias cartas del Príncipe, que aunque respetuosas manifestaban que persistia siempre en la misma resolucion de hacer salir de España al confesor, dándole razones muy poderosas que las miraba como injurias hechas à su autoridad, porque se la queria obligar à privarle de un hombre en quien tenia puesta su confianza. Reflexionando la Reyna que el consejo nombrado por el Rey para ayudarle en el gobierno del reyno no le decia nada contra la conducta de este religioso resolvió despreciar las amenazas del Príncipe, y el afecto que tenia à su confesor le presentaba razones tan especiosas que nadie se atrevia à contradecirlas. Éste que gozaba de toda la autoridad real, y se veía protegido decididamente, sentia dejar una situacion tan lisonjera; y aunque estaba lleno de inquietud por tener contra sí un enemigo tan poderoso, temia no le asesinasen con una violencia abierta ò con veneno. Aunque el consejo no se habia explicado contra él sabia que habia algunos Ministros que eran enemigos suyos, y estaba persuadido de que si D. Juan llegaba à echarlo de su destino, algunos de los Grandes que le mostraban afecto se declararian contra él. Intimidado con estas reflexîones se echó algunas veces à los pies de la Reyna pidiéndole licencia para retirarse, pero no se la quiso conceder asegurándole que podia vivir tranquilo bajo su proteccion, y que no le hablase mas de esto pues le causaba mucha pesadumbre.

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D. Juan escribió à los Ministros manifestándo- Era les en términos muy fuertes que no desistiria de su instancia sobre la salida del confesor, suplicándoles que hicieran presente à la Reyna quan peligrosa y perjudicial era su permanencia en la corte y en el reyno. Estas cartas aumentáron los temores de ámbos al paso que llenáron de satisfaccion à sus enemigos. Los que juzgaban sin pasion de esta contienda se temian grandes males, y que acaso resultaria una guerra civil que todo lo pondria en desórden y confusion. La Reyna no dándose por segura hizo venir caballería al Pardo. El P. Nithard le aconsejaba que debia declarársele rebelde como el único medio para contenerle; pero los demás à quienes pidió consejo procuráron disuadirla esta determinacion diciénIdola que no guardaria ninguna medida con la ella, y se decidiria à usar de las armas, pues no esperaba sino un pretexto para declararse: que era valiente, tenia amigos poderosos, y una gran parte del pueblo estaba à su favor: que con estos medios siendo una persona tan alta se podia temer una furiosa revolucion: que por la misma razon era necesario usar de mucha moderacion para contenerle dentro de los límites de la obediencia, y convencer à todo el mundo que la injusticia estaba de parte suya y no del gobierno.

Estos consejos estaban llenos de prudencia, y se siguió la dulzura y la moderacion con preferencia al rigor y severidad; y así le escribió la Reyna que se volviera à Consuegra dándole palabra que estaria con toda seguridad. Esta promesa hizo poca impresion en su corazon porque no queria volverse à poner en manos del! P. Nithard; mas el Duque de Osuna que era Virrey de Barcelona le persuadió que debia obedecer, y le dió tres compañías de caballería para acompañarle. La Reyna que conservaba siempre el ódio y los deseos de venganza en su corazon, escribió à los estados de Aragon que no se le hiciera ningun honor por las ciudades por donde pasase; mas éstos la respondiéron que no podian méños de darle los que se debian à su clase y mérito siendo General tan acreditado, hijo del difunto Rey, y hermano del que ocupaba el]

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