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de J. C.

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Años nunció este destino: que los que le han seguidora serán restituidos en sus respectivos empleos : que paña. será puesto en libertad D. Bernardo Patiño: quej se creará una junta para entender en los medios de aliviar los pueblos y reformar el sistema de la real hacienda, de la qual sería Presidente: que se le permitirá entrar en la corte à besar la mano à los Reyes: que el Presidente de Castilla y el Marqués de Aytona se abstendrán de entender ni de asistir al consejo quando se trate de sus negocios: que el P. Nithard no volverá à Españia: que quedará nulo quanto se haya hecho contra él y cancelado de los autos y registros: que su tropa será pagada como la otra, y se retirará à sus respectivos cuerpos ò à sus casas. Comprendia esta capitulacion muchos otros artículos que omitimos por ser de poca importancia, asegurando la Reyna su palabra con la garantía del Papa.

La tempestad se sosegó de este modo por algun tiempo, pero como D. Juan agitado de las pasiones de la ambicion, de la vanidad y del orgullo no podia estar satisfecho con ninguna cosa sino llegaba à dominar enteramente, empezáron de nuevo las quejas en el mes de Mayo con el motivo de haber levantado la Reyna un regimiento para la guardia del Rey, y nombrado por su coronel al Marqués de Aytona. Montado en cólera le escribió que los Reyes de España jamás habian querido otras guardias de su persona que los habitantes mismos de Madrid, y que el regimiento que habia levantado causaria muchos males en el pueblo, añadiendo otras razones despreciables que le sugeria su pasion, resentido acaso porque de este modo se oponia un obstáculo invencible à su ambicion, y trastornaba todas sus ideas si pensaba sentarse en el trono. En la misma carta se quejaba de la Reyna porque no lej habia escrito de su propio puñio, y con el pretexto de tener dolor de cabeza se habia servido del Cardenal de Aragon diciéndole, que un hombre de su clase no debia sufrir tal desprecio.

Levantado el regimiento, y tomadas otras providencias para poder sostener las demasías de este hombre, le mandó que se apartase de Guadalajara y que fuese de Virrey à Aragon y de

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Años Vice-regente de los reynos que dependian de él; Era resolucion imprudente, porque era ponerle en las manos una fuerza con la qual podia satisfacer su ambicion y ocupar el trono, teniendo en la misma corte tantos amigos ocultos que no deseaban sino novedades. Satisfecha en parte su ambicion con un destino tan brillante, escribió à la Reyna dándole las gracias con las palabras mas humillantes, y suplicándole sériamente que pusiera el mayor cuidado en la educacion del Rey, representándole con la mayor viveza los males que resultan à la nacion y al trono de la educacion que se dá à los Príncipes; y el 7 de Junio escribió al Papa conjurándole que obligase al P. Nithard à hacer dimision de todos sus empleos.

Los enemigos de la Reyna hicieron correr un decreto falso que suponian haber enviado al consejo, por el qual mandaba que se desarmase al pueblo. Con esta mentira que fué creida fácilmente, se alteráron los ánimos y estuviéron à punto de levantarse. El regimiento de los Schombergos, llamado así porque estaban vestidos à la francesa como los soldados de Schomberg, y cometiendo muchos desórdenes, habian hecho creible la calumnia. El consejo le representó que convenia muchísimo que este regimiento pasase à la frontera para calmar los temores del pueblo; mas como creía que eran necesarios para la seguridad del Rey, y contener à los revoltosos y audaces, no quiso seguir un consejo que parecia muy pernicioso en las circunstancias en que se hallaban.

D. Juan en Aragon procuraba grangearse la estimacion de la nobleza y del pueblo, asegurándose por este medio de las maquinaciones de la Reyna que no le perdonaba los disgustos que le habia causado, y tenia por cierto que si se ofrecia ocasion no dejaria de vengarse. Sentia que el P. Nithard, despues de la desgracia que habia tenido en España por la persecucion y el ódio del Príncipe, estuviese en Roma muy desairado y poco atendido; y así trabajó poderosamente para que el Papa le nombrase Cardenal, dando órdenes secretas al Marqués de S. Roman que era Embajador en aquella corte que lo solicitára con la mayor actividad. Estas gestiones que despues

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paña.

Años de algun tiempo se supiéron en Madrid por mas Era secretas que fueran causáron la mayor sensacion, temiendo que si el Papa lo hacia Cardenal no tardaria en volver à España creyendo algunos que la Reyna conservaba los Schombergos con este fin.

El Consejo hizo en secreto quanto pudo para trastornar esta solicitud. Envió un correo al Embajador proponiendo al Papa otros sugetos del reyno mas dignos de la púrpura. La Reyna que estaba tan acostumbrada à la ficcion, y sabia perfectamente el arte de disimular como si fuera Italiana, consintió en lo que el Consejo le proponia, aunque bajo mano renovaba las órdenes anteriores. El Marqués de S. Roman que no era amigo de los jesuitas se desentendió de ellas, y procuró con el mayor empeño excluir del capelo al Padre Nithard, y aun obligarle à hacer dimision de todos los cargos, lo que por entonces pudo conseguir. El Papa no era afecto à la Reyna; y el General de los jesuitas, que estaba sentido del poco caso que habia hecho de él el confesor quando se hallaba en favor, quiso vengarse ahora que estaba abatido, y lo envió à un colegio fuera de Roma.

Este religioso se retiró sin murmurar, y obedeció la órden con mucha prontitud y una moderacion exemplar, sin llevar consigo mas que al Padre Bustos su compañero. Estas repetidas desgracias eran capaces de abatir un ánimo ménos constante y firme que el que tenia. La Reyna las sufrió con ménos paciencia porque irritada por el mal éxito de su negociacion, que conocia se debia à las intrigas del Consejo y à los artificios de su Embajador, cayó enferma de una fiebre tercianaria que le duró mucho tiempo. Agravaba su indignacion y su mal el hallarse sin fuerzas para vengarse de sus enemigos haciendo un papel tan desairado en la soberanía, que sin embargo que el Consejo no tenia sino voto consultivo, si queria decidir alguna cosa à favor de los súbditos y de la tranquilidad del reyno, encontraba obstáculos invencibles que no la dejaban usar con libertad de su autoridad. El'ódio que tenia à Don Juan le hacia creer que dominaba enteramente

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Años en el Consejo aunque estaba ausente, y que los Era 3. C. Consegeros estaban vendidos à él. Estos pensa-paña. mientos que revolvia en su imaginacion noche y dia, la tenian en la mayor inquietud exclamando frecuentemente: "De qué me sirve ser Reynal y Regenta si tengo atadas las manos, y me es preciso estar sujeta à otros." Sentia en extremo que su confesor estuviese fuera de Roma expuesto à los caprichos y malos tratamientos de su superior, y que la plaza de Inquisidor general que tenia en España se le hubiese dado à D. Antonio Valladares Presidente de Castilla, y no perdonaba diligencia alguna para sacarlo de la obscuridad en que estaba.

Clemente IX que se habia hecho sordo à sus súplicas por las intrigas del Consejo de Estado y la Junta de gobierno murió en el mes de Diciembre, y en su lugar fué elegido Papa el Cardenal Altieri con el nombre de Clemente X; y creyendo mejorar de suerte renovó las solicitudes por su favorito nombrándole Embajador extraordinario para felicitarle en nombre de S. M. De este modo estaba revestido de un carácter público que le hacia mas respetable y mas proporcionado para el capelo. Clemente atendiendo à las súplicas de la Reyna le nombró Arzobispo de Edessa.

Despues de la paz que se hizo el año pasado con Portugal, la corte de Roma reconoció por Soberano legítimo al Regente D. Pedro, y no puso ninguna dificultad en admitir sus Embajadores, los quales solicitando que se despachasen pronto las bulas que se habian pedido tantas veces por aquel gobierno, y estaban detenidas con grave perjuicio de la Iglesia, consiguiéron pronto esta gracia. La Cerdeña que el año ántes se habia alborotado asesinando los del partido del Marqués Achi al Virrey el Conde de Comerano, fué reducida à la obediencia; y castigados los reboltosos por el Duque de S. German que habia entrado en ella con un exército considerable, se restableció la tranquilidad sin necesidad de derramar mas sangre que la de los principales facciosos, los quales obligaban à los demás à seguir su partido con terribles penas y amenazas; de manera, que los pueblos estaban en la mayor consternacion su

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de España.

Años friendo con paciencia los rigores del despotismo Era mas cruel, y deseando con ansia que llegase algun General Español que los librase del pesado yugo en que gemian.

F. C.

En Valencia el mismo año se levantáron los paisanos bajo el pretexto de estar muy oprimidos, y no faltáron algunas cabezas exâltadas que diéron impulso à estas máquinas haciéndoles promesas magníficas de libertad y felicidad, dos nombres que usados oportunamente por los facciosos, han trastornado muchas veces los imperios mas bien establecidos; y encendiendo el fuego de la discordia, han hecho correr rios de sangre huma

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hasta que cansados los hombres de agitaciones tan violentas han querido mas recibir el yugo que los ambiciosos les han impuesto, que exponer à sufrir nuevas tormentas en las quales habian de ser víctimas del partido mas poderoso y mas atrevido. Un cuerpo de tropas disciplinadas que se presentó fué bastante para disipar los reboltosos y obligarles à volverse à sus casas abandonando à los que los habian seducido, los quales pagáron con la cabeza el horrendo crímen de la rebelion. Los Flibutiers que digimos haberse establecido el año 1660 en las islas Antillas, no cesaban de hacer invasiones por todas las costas de aquellos mares con una una audacia increible. Los pueblos estaban en la mayor consternacion, y por mas que reclamasen los auxîlios de la corte, nunca recibian sino promesas que no se realizaban. La España estando en un estado tan deplorable que no podia defender sus costas, cómo podria enviar socorros à la América? Los habitantes de aquellos inmensos paises en circunstancias tan críticas, y estando abandonados por la metrópoli, léjos de levantar el estandarte de la rebelion mostráron un zelo ardiente por su defensa; y dando pruebas de su obediencia al Soberano, rechazáron algunas veces à los enemigos con un valor extraordinario haciéndoles perder mucha gente. Otras veces sorprendian con artificios algunas ciudades que estaban ménos prevenidas. Portobello tuvo esta desgracia. Morgan, uno de los capitanes de estos malvados, la acometió con seiscientos foragidos, se apoderó de ella, y se lle

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