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manecer neutrales, hasta que tuviesen fin las desavenencias. En estas pequeñas Córtes de Villareal, se acordó sostener la causa del rey, y oponerse á los intentos de la Union de Valencia; pero no por eso dejaron de pedir y suplicar al monarca reparase algunos agravios que habian recibido de él y de sus oficiales. Por el contrario, la Union establecida en el mismo Valencia, adoptó enérgicas medidas contra los disidentes, é impetraron el auxilio de los infantes Don Fernando y Don Juan y de su madre Doña Leonor.

Las principales pretensiones de los valencianos, eran, que se volviese al infante Don Jaime la procuracion y sucesion del reino; que se dotase á Valencia de un Justicia como el de Aragon; pero que este magistrado fuese nombrado por la Union y confirmado por el rey; pudiendo ser removido á voluntad de la Union, y nombrado por la misma otro en su lugar: que la Union nombrase los consejeros del rey: que se reuniesen Córtes todos los años en Valencia, el 1. de Mayo, no pudiendo concurrir á ellas sino los que perteneciesen á la Union; que en las Córtes se nombrasen conservadores encargados de hacer observar y guardar lo que allí se acordase; y que el rey no pudiese tener en su consejo, ningun natural del Rosellon, ó que no hubiese nacido aquende el collado de Panizas, hasta que las Córtes generales de Aragon, Valencia y Cataluña determinasen otra cosa.

Como una de las primeras condiciones de buen éxito era la concordia entre valencianos y aragoneses, formaron confederacion y liga las dos Uniones, acordando suplicar juntas á Don Pedro revocase los agravios y desafueros, hechos en general y particularmente; proveyendo de modo, que en lo sucesivo no acaeciesen semejantes excesos. Tambien acordaron, que si el rey tratase de perseguir por la confederacion hecha, á alguno de los juramentados, ó lo quisiese prender ó matar, quedaban todos obligados á ayudarle y defenderle, de modo que no pudiese recibir daño alguno en su persona y bienes, y que si no fuese posible defenderle, se procediese contra los del

Consejo y casa del rey, y contra todos los que se opusiesen á la Union, pudiéndolos matar donde los encontrase; exceptuando únicamente al rey, reina, sus hijos, hermanos y tios. Además de esta liga ofensiva y defensiva, pactaron, que si el rey celebrase Córtes en Zaragoza antes que en Valencia, la Union aragonesa no hiciese ni firmase cosa alguna, ni tratase con el rey nada de lo concerniente á la Union, hasta que se presentasen en Zaragoza los mensajeros valencianos, y el rey les confirmase sus peticiones: lo mismo se acordó respecto á los aragoneses, en el caso de que el rey celebrase antes Córtes en Valencia. Convinieron por último en auxiliarse mútuamente con todas sus fuerzas, al mes de requeridos unos por otros, en el caso de verse acometidos por las fuerzas del rey.

Insistia este cautelosamente en celebrar Córtes en Monzon; pero los confederados no abandonaron el punto de Zaragoza, ni dejaron de continuar sus operaciones, para fortificar la Union, á pesar de las gestiones del rey dirigidas á dividirlos. Ya hemos dicho lo acaecido en las Córtes de Zaragoza de 1347, cuyos actos forman una gran parte de la historia de la Union. aragonesa; y cómo el rey, prévia protesta secreta, confirmó los privilegios otorgados por Don Alonso III, mandando revocar y anular los juramentos prestados en favor de Doña Constanza, aunque sin renunciar completamente al derecho que pudiese tener esta en la sucesion de los reinos, caso de morir sin hijos varones.

Desde que salió de Zaragoza, y segun él mismo escribe, empezó Don Pedro á conspirar contra lo que acababa de otorgar, contando como su principal fuerza con el principado de Cataluña, cuya lealtad alababa y ensalzaba, maldiciendo de la tierra de Aragon; con las fuerzas auxiliares de los nobles que se habian separado de la Union, y las universidades de Calatayud, Daroca, Játiva, Teruel y otras. Teníase tambien firme la Union de Valencia. El rey se trasladó á Barcelona, á celebrar Córtes de catalanes; y hallándose en ellas, murió su hermano el infante Don Jaime, en la misma ciudad, cuando lle

vaba una comision de los valencianos; asegurando Pedro Tomich, haber muerto de veneno propinado por el rey su hermano.

La primera batalla entre la gente del rey y los de la Union valenciana, se dió en 4 de Diciembre de 1347, quedando completamente batidos los de Játiva que sustentaban la voz de Don Pedro. En Aragon, los zaragozanos sacaron la bandera de la Union de las casas del puente, cosa que no habia sucedido en sesenta años desde la sancion de Don Alonso III á los privilegios, y la llevaron con gran pompa y acompañamiento á la Virgen del Pilar. Una segunda victoria en Bétera contra D. Pedro de Egerica, puso en mejor estado los asuntos de la Union, notablemente reforzada además, con los castellanos del infante Don Fernando, quien despues de la muerte de Don Jaime, aparecia como primogénito llamado á la procuracion, gobernacion y sucesion del reino.

Como en todas las disensiones civiles nunca faltan traidores, ocurrió, que al mandar Zaragoza á Valencia los socorros convenidos en el pacto de federacion, al mando de los capitanes D. Lope de Luna y Juan Jimenez de Urrea, se sublevó el de Luna arrastrando gran parte de su gente y haciéndose fuerte en Daroca con los demás partidarios del rey. Confiado Don Pedro, así en esta defeccion, como en los demás recursos que de todas partes allegaban sus parciales, se trasladó, para él en mal hora, á Murviedro, cuyos habitantes, con pretexto de arrojar del pueblo á los catalanes que le acompañaban, se sublevaron en favor del infante Don Fernando, á quien tuvo que confirmar el derecho de primogenitura, y declararle sucesor, caso de no tener hijos legítimos varones, dándole la procuracion y el gobierno general del reino. Este resultado obtenido por la Union, se disfrazó, atribuyéndolo á la intervencion del legado del Papa. Tambien firmó y confirmó el rey la Union de Valencia, y la federacion con los aragoneses, accediendo á la separacion absoluta de su casa y consejo, de varios personajes enemigos de la Union, principalmente ca

talanes. Obtuvieron además para el reino de Valencia un Justicia Mayor, con iguales atribuciones que el de Aragon.

Estas concesiones arrancadas á la fuerza, y una conspiracion tramada por D. Bernardo de Cabrera y D. Pedro de Egérica para sacar al rey de Murviedro, produjeron nueva sublevacion en el pueblo, quien no considerando allí seguro al rey, le condujo bien acompañado á Valencia, donde lo entregó al infante Don Fernando y á los demás de la Union. Corteses los valencianos, recibieron con grandes fiestas al rey y á la reina, aunque sin ocultarse á Don Pedro su verdadera situacion, ardiendo en deseos de vengarse. En Valencia, donde llegó á verse en peligro la vida de Don Pedro, le hicieron ratificar todo cuanto habia ya confirmado en Murviedro, sacri— ficando los derechos de su hija en favor del infante Don Fernando. Cuéntase que antes de salir de Valencia, intentó el rey matar públicamente á un partidario de la Union, evitándolo el infante Don Fernando. Despues de haberles otorgado cuanto quisieron, pidió permiso para salir de la ciudad por haber en ella gran peste, y los conservadores de la Union se lo concedieron, abriéndose el sepulcro.

Marchó el rey á Teruel, y desde este punto reanudó todas sus intrigas contra la Union de Zaragoza, teniendo por principal agente á D. Lope de Luna, seguido de D. Blasco de Alagon y otros ricos-hombres, que abandonando la causa popular, como cerca de dos siglos despues hicieron los nobles castellanos en la causa de las Comunidades, se unieron al rey con sus gentes y mesnadas. El círculo de las vias pacíficas se estrechaba, y conociéndolo el infante Don Fernando, salió de Valencia y marchó á Zaragoza á tomar el mando de las tropas de la Union. Declaró por último el rey, que la causa seguida por D. Lope de Luna era la suya propia; y en vista de tal declaracion, salió al campo el infante Don Fernando con el ejército de la Union, compuesto de unos quince mil hombres, y á la cabeza el pendon que sacaron de la Vírgen del Pilar. Púsose el infante sobre Epila el 24 de Junio de 1348, y

D. Lope de Luna, que sitiaba al mismo tiempo á Tarazona, levantó el cerco, y uniéndose con seiscientos caballos que de Castilla pasaron al reino de Aragon con Alvar García de Albornoz, marchó sobre Epila.

Sabido es el resultado de esta triste jornada; la Union quedó vencida, muriendo en la batalla sus principales jefes, y gracias que el infante Don Fernando cayó herido en poder de los castellanos, cuidando el mismo Alvar García de ponerle en salvo, temiendo que el rey lo mandase matar, como hizo con Juan Jimenez de Urrea, hijo; á pesar de lo que él mismo dice, de haber muerto en la batalla.

Terrible descargó la cólera del rey sobre el partido popular de Zaragoza, cuya ciudad no pudo menos de entregarse, ahorcando de solo una vez trece personas principales, en la puerta de Toledo y numerosas ejecuciones en otras partes del reino. Para formar todos estos procesos, destituyó al Justicia Garci Fernandez de Castro, cuyos buenos oficios de concordia en las pasadas disensiones fueron inútiles, y nombró para tan importante cargo á su agente Galcerán de Tarba. Conócese que no existia en Zaragoza la unanimidad de opinion que habria sido de apetecer en pro de la Union, porque al recibirse la noticia de haber triunfado las huestes del rey, autorizó la ciudad á este para que procediese contra todos los que apareciesen culpables y delincuentes en las anteriores turbulencias, y contra los que les diesen favor y ayuda en sus personas y bienes, segun el rey creyese conveniente, de un modo sumario, y con arreglo á su conciencia; añadiendo, que los que fuesen citados y no compareciesen, se los declarase convictos. Esta autorizacion, tratándose de la mayoría de sus convecinos, y de un rey que de todo tenia menos de circunspecto y moderado, nos demuestra que existian en Zaragoza dos partidos políticos encarnizados é irreconciliables.

Ya hemos visto cómo quedaron destruidos y quemados en las Córtes de Zaragoza el 4 de Octubre de 1384, los dos privilegios de la Union, concedidos por el rey Don Alonso, así

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