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CAPÍTULO XII.

DON FERNANDO I.—Reseña histórica.-Sentencia y prision del conde de Urgel.— Concluye el cisma de Occidente.-Disgustos con los conselleres de Barcelona. Reforma de las ordenanzas de Zaragoza.-Córtes de 1412. — Nombramiento de una comision, para investigar las rentas y derechos pertenecientes al reino. Se discute sobre si celebraron ó no Córtes en Aragon el año 1413.-Córtes de 1414.-Fueros, actos y greuges de estas Cortes.

Despues de elegido rey de Aragon el infante Don Fernan. do, salieron comisiones de todos los reinos, para recibirle en la frontera. Los comisionados aragoneses traspasaron los límites y le besaron la mano en Castilla; pero los catalanes no salieron de los mojones del reino, y solo desde ellos le acompañaron. Ya en Zaragoza Don Fernando, reunió las Córtes para ser jurado rey, aprovechando la ocasion de que lo fuese tambien como sucesor, el infante Don Alonso. Marchó luego á Cataluña, jurando en Lérida las constituciones y libertades del principado, volviendo á prestarle nuevamente al llegar á Barcelona, y por tercera vez, y con toda solemnidad, en las Córtes de la misma ciudad.

Muy agitado fué el principio de este reinado por la resistencia que opuso el conde de Urgel, al reconocimiento del nuevo monarca, intentando ganar por las armas, lo que le habian negado los compromisarios de Caspe. Interin el conde reunia sus medios de ataque y defensa, en los que entraba

por mucho el extranjero, apremiaba vivamente Don Fernando para que le reconociese, viéndose obligado por disimulo á mandar comisionados al rey, quienes le prestaron juramento de fidelidad en la iglesia mayor de Lérida el dia de la fiesta de San Simon y Júdas del mismo año 1412. Negóse el conde á ratificar este juramento, á pesar de que los principales personajes de Cataluña tomaban gran interés en su desgracia y le aconsejaban el reconocimiento; agotadas todas las vias pacíficas y la proposicion de indemnizarle ámpliamente, se declaró en abierta rebelion. Guiábase y era sostenido en sus pretensiones por los fieles servidores D. Antonio de Luna y Garci Lopez de Sesé en Aragon; y Ramon Berenguer de Fluviá, Andrés Barutell, Dalmao de Palau y Pedro Grabalosa en Cataluña.

Desprovisto de gente de guerra aragonesa y catalana, el rey Don Fernando utilizó para la guerra con el de Urgel dos mil hombres de armas castellanos, al mando de D. Alonso Enriquez y D. Diego Hernandez de Quiñones. Sin este núcleo de ejército real que llevó hasta los confines de Cataluña, no sabemos si le habria sido posible sujetar tan pronto al conde. Sin embargo, Don Fernando despidió pronto á los castellanos, ό porque hubo momentos en que se creyó la sumision del conde, ó porque conoció el disgusto con que los catalanes miraban dentro de su principado este cuerpo de ejército, ya en fin porque hubiese organizado las fuerzas nacionales suficientes para vencer. Obstinado el de Urgel, desoyendo todo consejo prudente, y entregado á las exageraciones y cólera de su madre, la condesa Margarita, llevó lo peor de la contienda y se encerró en Balaguer, donde quedó por último á merced de su enemigo.

En 29 de Diciembre de 1413 pronunció el rey sentencia contra el conde, y si bien decia en ella, que por sus crímenes y traicion habia incurrido en pena capital, le impuso la de prision perpétua, mandándole conducir á la fortaleza de Ureha en Castilla. Todos los historiadores y principalmente el

en

cronista Monfar, convienen en la indignidad con que fué tratado este personaje por los ajentes del rey. «Padeció, dice, este viaje, muchas injurias y pesadumbres, porque los que le llevaban, eran muy descomedidos é inhumanos y hacian escarnio y mofa de él, llevándole atado de piés y de manos; y en los mesones y posadas, le enseñaban á la gente, como si llevaran un hombre vil ó ladron público, y le daban de pescozones, burlándose de él.» La dilatada prision del conde, fué un contínuo tormento, pues hasta se le prohibió ver á su mujer é hijas. La condesa Margarita, causa en gran parte de la infausta suerte de su hijo, trabajó mucho para librarle de la prision, pero se manejó tan mal, ó se rodeó para ello de tantos traidores, que todos sus proyectos, llegaban á noticia del rey, quien al fin la formó causa y la confiscó todos sus bienes. Pasado algun tiempo, el conde de Urgel fué trasladado á Játiva, en cuya prision pasó muchos años, hasta que los infantes hermanos del rey de Aragon, Don Enrique, Don Pedro y el rey de Navarra le asesinaron villanamente en el castillo, el 1.o de Junio de 1433, haciendo que el alcaide lo metiese en la cama despues de muerto, y dijese habia amanecido en tal estado; consignándose así oficialmente. Veinte años de prision estrecha y dura, y la resignacion y cristiandad con que la sufrió el conde, le ganaron las simpatías y compasion hasta de sus enemigos.

Otro de los graves asuntos que ocuparon mucho á Don Fernando, y en general á toda la cristiandad, fué la conclusion del cisma de Occidente, sostenido en su principal parte por Benedicto XIII refugiado en Aragon. Ya hemos dicho la influencia tan activa que ejerció el célebre Papa, en la eleccion de Don Fernando, y que este pagó andando el tiempo, con la mas negra ingratitud. Los reyes cristianos de casi toda Europa y á su frente el emperador de Alemania, decidieron que se concluyese de una vez el cisma, que venia hacia tantos años trabajando á la Iglesia: que se reuniese Concilio general en Constanza: que renunciasen el pontificado los antipapas,

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que cada uno se llama legítimo pontífice; y que se eligiese por toda la cristiandad un único é indubitado Papa, que fuese universalmente reconocido. Conforme á lo acordado por los reyes y el Concilio, renunciaron los dos antipapas Juan y Gregorio, para que canónicamente se eligiese Sumo Pontifice; pero no era tan fácil reducir al aragonés D. Pedro de Luna, ó sea Benedicto XIII. Inútiles fueron todos los esfuerzos y pasos del rey Don Fernando para conseguirlo, y que al fin hubiese paz y union en la Iglesia; viéndose por último obligado á negarle la obediencia, despues de consultarlo con Fray Vicente Ferrer. Ni aun así se dió por vencido D. Pedro de Luna: encerróse en Peñíscola con su pequeña córte, y gracias á la to— lerancia del rey Don Alfonso, sucesor de Don Fernando, que no permitió se le persiguiese, ni quiso entregarle á los legados del Papa Martin, vivió en aquella fortaleza, como preso, ocho años, hasta que á los noventa de edad murió en 23 de Mayo de 1423 de veneno segun algunos, propinado por un fraile, de órden del cardenal Alamano. ¿Por qué no de viejo? El cuerpo de Benedicto fué trasladado á Illueca, donde habia nacido, y puesto en el cuarto mismo que por primera vez salió al mundo; no dándole sepultura eclesiástica por haber muerto cismático. Su terquedad en no renunciar el pontificado, dejó en Cataluña los dos refranes con que se ponderaba la porfía ó pertinacia de cualquier hombre: «Está en sus tretse;» y «tretse son tretse:» aludiendo á su número en la cronología de los Benedictos.

Por lo demás, el reinado de Don Fernando fué bastante pacífico: su gran poder impuso á los enemigos, y hasta Génova hizo treguas de cinco años, con las que acabó de tranquilizar la isla de Cerdeña. El rey empezó á adolecer, y cuando emprendió un viaje desde Barcelona á Castilla, murió en Balaguer el 2 de Abril de 1446 á los treinta y siete años. Su gobierno fué en general justo y benigno, á pesar del rigor con que trató al conde de Urgel y á sus principales partidarios. Sin embargo, algunas genialidades le indispusieron principal

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