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hijos varones: la respuesta de los letrados fué afirmativa, y fundado en ella, declaró el 23 de Marzo de 4347, que segun el sistema hasta entonces seguido en sus reinos y señoríos, llegase á morir sin hijo varon, le sucederia su hija primogé— nita Doña Constanza. Resintióse, como era natural, el infante Don Jaime, que se creia con derecho á suceder en el trono subiendo de punto su irritacion, por haberle privado el rey de la gobernacion general del reino, mandándole salir de Valencia, donde se hallaba, y que no entrase en ninguna ciudad principal.

Empezó pues la lucha entre el rey y su hermano, apoyado este por una fuerte parcialidad, disipándose las halagüeñas esperanzas de la pacificacion del reino, un momento concebidas, por haber dado la reina á luz un niño, que desgraciadamente falleció al nacer, muriendo su madre Doña María á los cinco dias. En 7 de Abril de 1347 emancipó el rey Don Pedro á su hija Doña Constanza; pero ya desde 29 de Marzo no solo habia variado las autoridades principales del reino, sino tambien ordenado, que todo él se administrase en nombre de la infanta. Exigió además el rey, que su tio el infante Don Pedro, muchos ricos-hombres, caballeros y oficiales, y todos los alcaides de castillos y fortalezas, reconociesen y prestasen juramento á la infanta. Sin embargo, en la fórmula usada, así por el infante Don Pedro, como por los demás expresados, se introdujo la limitacion de que si durante la vida del rey, se declaraba y determinaba que la sucesion de los reinos competia al infante Don Jaime ó á otro varon, que el homenaje y juramento prestados no tuviesen valor y efecto alguno.

La destitucion del infante Don Jaime, y la órden del rey para el reconocimiento de la infanta, aparte de otras razones de menos importancia, fueron las principales causas de la sublevacion casi general de los reinos de Aragon y Valencia, y de la union que entre ellos se formó, siguiendo el sistema sancionado en los antiguos privilegios de los reyes Don Jaime

TOMO V.

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y Don Alonso. Gran parte tomaron tambien en esta guerra de la Union contra el rey, los infantes Don Fernando y Don Juan, que al principio de las desavenencias se hallaban emigrados en Castilla. Aunque la union contra Don Pedro se inauguró ventajosamente con las victorias de Játiva y Bétera, con los acuerdos de las Córtes de Zaragoza, y las concesiones de Don Pedro en Valencia, adonde bien escoltado le condujeron los de Murviedro, el resultado fatal de la batalla de Epila, que fué el Villalar de Aragon, decidió las cosas en favor del rey, quien en las Córtes de Zaragoza anuló y mandó quemar los dos célebres privilegios de la Union; y aunque Valencia resistió mas tiempo, sucumbió al fin. Bastan por ahora estas noticias concernientes á la guerra civil, porque en este capítulo nos ocuparemos ámpliamente de los privilegios de la Union, base principal hasta mediados del siglo XIV, de las libertades que disfrutaban los ingénuos de Aragon.

Afortunadamente, quedaron terminadas todas las desavenencias y cuestiones sobre la sucesion, con el nacimiento del infante Don Juan el 27 de Diciembre de 1351 en Perpiñan, donde casualmente se hallaba la reina Doña Leonor. En 21 de Enero siguiente dió el rey al infante la ciudad de Gerona, con el título de duque, que luego se elevó al de principe, quedan— do este título para los primogénitos de Aragon. No faltaron dudas y dificultades entre aragoneses y catalanes acerca del punto donde deberia jurarse primero al infante, pero se acordó seguir la costumbre antigua, de que lo fuese primero en Zaragoza, y luego en Cataluña. Así se verificó el 5 de Setiembre de 1352 en las Córtes de Zaragoza. Don Pedro en sus últimos años se indispuso con este infante, que era el heredero, y empezó á perseguirle por instigacion, segun se cree, de su última mujer la reina Doña Sibilia de Forcia: intentaba quitarle la administracion y gobernacion del reino, que como primogénito se le debía por derecho. Contribuyó á la animadversion del rey hácia su hijo, el negarse este á casar en segundas nupcias con la infanta de Sicilia, que era la segunda

esposa elegida por el rey, haciéndolo con Doña Violante, hija del duque de Var. Insistió el rey, y consiguió privar á Don Juan de la procuracion del reino; pero el infante acudió al Justicia, que lo era Domingo Cerdan, y este declaró la inhibitoria, conservando entonces Don Juan la administracion y procuracion del reino, y administrándole en su nombre, pero retrayéndose bastante de su padre, que cordialmente le aborrecia.

Apenas pasó un año de este reinado, en que Aragon, Valencia y Cataluña disfrutasen un momento de paz. Además de las dos guerras del Rosellon, de la expedicion á Mallorca contra el rey Don Jaime, y de la terrible civil sostenida con la Union, guerreó y batalló Don Pedro, á pesar de la paz hecha, con los genoveses el año 1336 en Cerdeña, y con éxito no por cierto muy halagueño, á juzgar por la vergonzosa paz con ellos firmada. No mejoró gran cosa las de Cerdeña, la visita que el rey hizo al Papa en Aviñon, pues por los años 1371 se habia ya casi completamente perdido la isla para la corona de Aragon, estando en poder del juez de Arborea.

Sus guerras con Castilla fueron casi constantes, lo mismo con Don Alonso XI que con Don Pedro y el mismo Don Enrique, sin que las paces de 1352 y 1361, y los esfuerzos de dos legados para establecer paz entre los principales reyes de la Península, lograsen obtenerla duradera Las turbulencias interiores así en Zaragoza, promovidas por el rico-hombre D. Aton de Foces, como en Cataluña por todos los ricos-hombres, contribuyeron á sostener en algunos períodos la agitacion del reino.

Prevaleció en este rey, además de la crueldad con sus enemigos, la ingratitud con sus amigos. Uno de los nobles á quien mas debia, que siempre le siguió en su consejo, y que mas leal se le manifestó durante la mayor parte de los años que duró el reinado, fué D. Bernardo de Cabrera, su gran privado, y excelente caballero catalan. El rey lo mandó degollar, disponiendo préviamente, que su hijo Don Juan formase para ello una farsa de juicio, al que hizo concurrir á Do

mingo Cerdan, Justicia de Aragon, y al arzobispo de Zaragoza. Cuéntase que lamentando D. Bernardo la forma del proceso por que se le habia condenado, sin oirle ni admitirle defensa, le contestó D. Berenguer de Abella, encargado de custodiarle, que tal cosa era en efecto muy sensible, pero que debia recordar haberse introducido esta costumbre en Aragon, desde que él desempeñó el gobierno del rey; y que habiendo mandado matar D. Bernardo de este modo á D. Juan Jimenez de Urrea, que fué hecho prisionero en la batalla de Epila, y ahogar en Barcelona á Ramon Marquet, sin haberles oido ni permitido defensa, le parecia razon pasase él por la misma costumbre. Si los dos hechos eran ciertos, y el de Urrea así nos lo parece, hubo en efecto castigo providencial; pero la terrible compensacion no justifica al rey, durante cuyo reinado se asesinaba de esta manera, ni favorece al Justicia Domingo Cerdan, que interponia su omnipotente autoridad para conservar la procuracion del reino al infante Don Juan, y no protegia el cumplimiento de las leyes en el juicio de Cabrera, caballero muy heredado en Aragon. Este asunto es uno de los que mejor revelan la perversidad del rey, y lo poquísimo que le importaba su buen nombre. El 45 de Junio de 1386 otorgaba á D. Bernardo de Cabrera, nieto del asesinado, instrumento público, en que Don Pedro reconocia que el conde de Osona, padre de D. Bernardo, y su abuelo D. Bernardo eran inocentes y libres de los delitos que se les habian imputado, sus muertes injustas, y por consecuencia se le devolvian todos sus estados y patrimonios, con la honra y fe de aquellos buenos caballeros.

La dilatada vida de Don Pedro, sus continuas guerras, y los disturbios y rebeliones interiores, le obligaron á reunir con frecuencia las Córtes; así aparece su reinado como uno de los mas ricos para la historia parlamentaria de Aragon, Cataluña y Valencia.

Sin haber sido tan malo como su coetáneo Don Pedro de Castilla, no ha encontrado el aragonés los celosos defensores

que el castellano, ni aun en los cronistas oficiales; por el contrario hasta el mismo Zurita, tan interesado y que siempre tiende á ensalzar á su país, dice de Don Pedro, que su condicion y naturaleza fué tan perversa é inclinada al mal, que en ninguna cosa se señaló tanto ni puso mayor fuerza que en perseguir su propia sangre; y en otra parte, comparándole con Don Pedro de Castilla, añade: «Y no sé si fué mas pernicioso y terrible que su adversario en el modo que siguió de ejecutar su ira con color y voz de justicia, no lo siendo.»

Con Roma procuró siempre estar bien, y siguió muy artificiosa política; así vemos, que cuando obedecia á los legados y estos excomulgaban al rey de Castilla, exigia que los prelados é iglesias le diesen un servicio especial para celebrar el quincuagésimo año de su reinado, imitando el jubileo eclesiástico. Durante el cisma entre los Papas Urbano y Clemente, tuvo cuidado de permanecer neutral, y pretextando no saber cuál era el verdadero Papa, secuestró todos los bienes y rentas que pertenecian á la Santa Sede, y no obedeció ninguna bula. Cuéntase de él, que cuando el cardenal Hugo de Arpayo trató de intervenir en nombre del Papa en las diferencias del rey con su primo el de Mallorca, y hallándose ofendido porque la Santa Sede no quiso perdonarle el importe de algunos años por el censo que estaba obligado á pagar en reconocimiento de las islas de Cerdeña y Córcega, contestó al cardenal, que la Iglesia de Roma era muy pesada para el reino de Aragon, porque él no tenia de San Pedro sino un pedazo de pergamino que contenia la bula de donacion de Cerdeña, y que su padre la habia ganado á lanzadas, quitándosela á los pisanos que estaban en rebelion contra el Papa: el cardenal tuvo que contentarse con tal respuesta.

En cuanto à Sicilia, durante este reinado, en 25 de Junio de 1338, murió el rey Don Fadrique, instituyendo por su heredero universal de Sicilia, ducado de Pulla, principado de Capua é islas adyacentes, á su hijo primogénito el infante Don Pedro, quien murió en 45 de Agosto de 1344, sucediéndole

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