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Los alaveses alzados por Verástegui y Uranga, hicieron una salida hasta Miranda de Ebro, y otra hácia la parte de Estella, colocándose á retaguardia de los castellanos cuando volvieron á la llanada de Alava. Verástegui, que gobernaba esta provincia, tomó el mayor interés en auxiliar con viveres y útiles de guerra á las tropas de Merino y Cuevillas acampadas á las inmediaciones de la misma.

Al propio tiempo iban tomando cuerpo y dando no poco que hacer á las tropas de la reina, varias partidas sueltas que, proclamando á D. Cárlos, se habian levantado no solo en lo interior de Castilla, sino tambien en varios puntos de Aragon, Valencia, la Mancha y Cataluña.

Tal era el estado de las cosas cuando salió á campaña el hombre mas notable en los fastos de la guerra civil que nos ocupa: á saber, el insigne ZUMALACARREGUI. Espongamos los antecedentes de este personaje, cuyo nombre equivale à un diccionario de elojios para todos los que no están preocupados por el espíritu de partido.

D. Tomas Zumalacárregui nació en Ormaiztegui, pueblo de poca estension, en la provincia de Guipuzcoa, á 29 de diciembre de 1788, de una familia medianamente acomodada y perteneciente á la primera nobleza del país. Desde muy jóven manifestó la mayor aficion al estado militar, y esta vocacion le condujo á tomar parte en la defensa de

Zaragoza en 1808. Levantado por los franceses el sitio que entonces tuvo lugar, esto es, el primero de los dos que han inmortalizado à la capital de Aragon, Zumalacárregui se restituyó á la casa paterna, donde se mantuvo hasta que, alzada la provincia de Guipuzcoa, á imitacion de las demas de España, contra el usurpador Bonaparte, se alistó bajo las inmediatas órdenes de D. Gaspar Jáuregui, citado poco ha, el cual depositó desde luego la mayor confianza en el jóven guerrero de Ormaiztegui, que se distinguió no poco á su lado, y tuvo parte activa en todas sus empresas; siendo voz comun que el D. Tomás enseñó el arte de escribir á su gefe, que, como lo indica el sobrenombre por que todos le conocian en su tierra segun va dicho, dejaba á la sazon el cayado de pastor por la espada de capitan, y no era por consiguiente estraño que no poseyese aquella parte de la instruccion comun tan necesaria en la vida civil. Concluida la guerra con Napoleon, el capitan general de las provincias vascongadas, D. Juan Carlos de Aréi– zaga, nombró á Zumalacárregui su ayudante, y le confió varias comisiones de importancia, hasta que por su recomendacion obtuvo el mando de una compañía de infantería en el ejército. Esta colocacion estimuló á Zumalacárregui à dedicarse enteramente á los estudios militares; y habilitado con ellos y atendidas las demas buenas prendas que le adornaban, gozó siempre del mejor concepto en

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Jos cuerpos de Borbon, de Vitoria y de las Ordenes Militares, á que sucesivamente perteneció. Servia en el último de estos regimientos cuando en junio de 1822 pasó de Ciudad-Rodrigo á Pamplona. Coincidió con su llegada á esta plaza el levantamiento de la Navarra contra el sistema constitucional; y como hacia algun tiempo Zumalacárregui era objeto de sospechas y aun de persecuciones por sus sentimientos monárquicos, inmediatamente se le separó del mando de su compañía, haciéndole marchar á Alava á disposicion del respectivo comandante general. Obedeciendo esta órden, Zumalacárregui pasaba á Vitoria; mas al llegar á Huarte-Araquil, se encontró con una partida de los realistas insurrectos, cuyo gefe superior era Quesada; conducido á la presencia de éste, despues de haber hablado un rato con él Zumalacárregui, se convino en volver á Pamplona, para persuadir á algunos oficiales de su regimiento, que participaban de sus opiniones políticas, que viniesen á incorporarse en las filas de los pronunciados; cuyo proyecto realizó, volviendo luego á presentarse al mismo general juntamente con dos compañeros suyos. El general confirió al punto á Zumalacárregui el mando del segundo batallon de voluntarios de Navarra. El nuevo comandante se hizo notar por la inteligencia y el celo con que llenaba todos los deberes de su destino. La primera vez que tuvo que batirse, hubo de hacerlo con una fuerza tan esca

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