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cesos que referian. Mas á pesar de esta fundada consideracion, todavía creemos que la presente obrita puede prestar algun interés, ora se mire á la esencia del plan que en ella nos proponemos, ora á las circunstancias en que sale á luz y al motivo que nos ha obligado á redactarla.

No negaremos que hay publicaciones notables sobre ciertos períodos de la guerra carlista; pero no existe una que los abrace todos, y en que se consignen con igual esmero los principales acontecimientos de cada uno de los mismos, asi políticos como militares, rindiendo siempre á la verdad el homenage que le es debido, y sin espíritu de adulacion ni de censura hacia los personages que han figurado en el campo de D. Carlos; dando ademas á conocer los antecedentes de los mas distinguidos entre ellos, para que los lectores puedan formar una idea cumplida asi de los hombres como de las cosas que se relacionan con esta época de la historia contemporánea.

Para percibir la exactitud de lo que acabamos de esponer, bastará examinar rápidamente las obras que mayor aceptacion merecen entre las muchas que se han dado á luz sobre la referida guerra del Norte. El libro del ba

ron de los Valles, «Un capítulo para la historia de... D. Carlos», es apreciable en lo que ofrece de sustancia, en lo que no es una narracion de las vicisitudes de su autor, que en vano pretendió hacer interesantes al lado de las del príncipe español que es su héroe; pero no se estiende, propiamente hablando, mas allá del tiempo de Zumalacarregui; y aun le hallamos escaso de noticias sobre los sucesos posteriores al viage de D. Carlos al pais vasco-navarro, con el cual verdaderamente se completa el plan del escritor francés.

La obra del general carlista Zaratiegui titulada «Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacarregui», es sin duda cuanto se puede desear en lo relativo al período en que mandaba este memorable caudillo; pero sa muerte señala el término del libro del Sr. Zaratiegui; libro no menos apreciable por su escelente fondo que por sus dotes literarios.

La «Memoria militar y politica» del consejero Arizaga contiene muchos y muy interesantes datos acerca de los períodos que forman su objeto principal, es decir, desde el fallecimiento de Zumalacarregui hasta la conclusion de la campaña; pero este autor recorre muy

rápidamente, como lo exigia su plan, los sucesos anteriores. Asi que, si bien la obra del Sr. Arizaga es indispensable para enterarse de lo acaecido en lo interior de Navarra y las provincias vascongadas, sobre todo, durante el mando del general Maroto, y como tal, debe ser tenida muy en cuenta al escribir la historia de la terrible lucha que nos va á ocupar, aun por los que no convengan con algunos juicios del escritor; sin embargo, no es un cuadro completo de la misma guerra civil, y por consiguiente, hace precisa la lectura de otros libros, en éspecial por lo que respecta á sus dos primeros años.

y

La obra de Mr. Mitchel, «El campo la córte de D. Carlos,» no es del todo desatendible como repertorio de hechos, si bien este escritor aparece mal informado en varias ocasiones; pero se limita de un modo decidido á la historia del mando de Maroto: es, pues este libro muy insuficiente para ilustrar los sucesos de que se trata considerados en su totalidad.

El Sr. Lasala, procedente del convenio de Vergara como comandante de batallon, hoy brigadier y gefe político de Barcelona, ha hecho

mprimir un escrito denominado, «Historia politica del partido carlista.» Hallamos cierto contrasentido entre anunciar una historia y publicar unos apuntes, que no es, propiamente hablando, otra cosa lo que ha dado á luz el Sr. Lasala; pero sin pararnos en esta circunstancia, y haciendo justicia al mérito que en lo general ofrece el opúsculo últimamente mencionado, como reseña de los sucesos mas culminantes de la campaña vasco-navarra, y como coleccion de retratos de los personages mas notables del bando carlista, algunos de los cuales son sin duda muy perfectos; no podemos menos de lamentar que este escritor se haya dejado arrebatar en muchos pasajes hasta un estremo muy digno de censura por las prevenciones que le animaban, particularmente hácia la persona de D. Cárlos, al cual trata con la mayor injusțicia.

El general Maroto, un mes no cumplido despues de la citada convencion, publicó en Bilbao un manifiesto, nosotros le llamariamos mejor proclama, en que, despues de indicar á su manera las causas que le obligáran á aquel paso, ofrecia solemnemente dar á la prensa una historia detallada de los sucesos que habian producido tan estraño desenlace. Desde setiembre

de 1839 hasta agosto de 1846 el general Maroto ha tenido á los españoles en espectacion por lo que hace al cumplimiento de este compromiso terminante, aunque mas de una vez se le escitó fuertemente por algunos personages á publicar la historia prometida. Y no solo ha guardado el general Maroto profundo silencio sobre este negocio; sino que tambien se ha mantenido casi siempre impasible, á pesar de las infinitas violaciones de que fue objeto el tratado de Vergara (*) que, cualquiera que sea la calificacion que merezca, que merezca, sobre todo bajo el aspecto político, indudablemente ha debido ser religiosamente observado en todas sus par

(*) Solo una vez recordamos haber oido al general Maroto reprobar con energía las flagrantes infracciones del convenio que tanto se han repetido y se repiten, tomando ocasion de ciertas escenas revolucionarias que ocurrieron en Valencia, año de 1841; habiéndose pronunciado algunos nacionales de aquella plaza contra el general Salcedo, porque dispensaba las regulares consideraciones de ordenanza, ó mas bien, sostenia en el goce de los derechos que esta concede, á cierto gefe comprendido en aquel. El general Maroto, quejándose de tan escandalosos escesos, que habian sido hasta cierto punto apoyados por la prensa progresista, decia en su escrito, entre otras cosas: «Sin union no puede haber paz ni felicidad... Sin union no puede haber nacion fuerte ni gobierno

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