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Maroto, por modestia ó por otras causas, no aspiraba á mostrarse en setiembre de 1839 como el héroe del convenio de Vergara. Pero es el caso que el que asi se espresaba á la sazon, pretende hoy para si esclusivamente la gloria de aquel famoso acto; resentido tal vez de que otros se permitiesen en este transcurso disputarsela con mas o menos fundamento. Hé aqui las pruebas en que descansa lo que acabamos de asentar. En la introduccion (página 6) dice, entre otras cosas, Maroto: «El bien del pais exige.... que la historia del abrazo de Vergara se consigne debidamente, en honor y gloria del carácter español, ya que no del que, resuelto á posponerlo todo al bien de sus conciudadanos, todo lo arrostró, y espuso tanto su vida por la paz y reconciliacion de los opuestos bandos. » Aun hallamos mas terminante la cláusula que sigue, en la cual, despues de reseñar á su manera el porvenir que ofrecia el pacto de Vergara, que en parte no pudo ser verdad segun advierte, por causas que insinúa, se leen estas palabras (pág. 10 dicha introduccion): «Esto, aunque débil y pálido, es un reflejo del cuadro del convenio de Vergara: estos y otros resultados que correspondian, son debidos, fuerza es decirlo, al gene

ral que siempre se envanecerá de haber prestado á su pais un servicio tan eminente.»

Si pudiésemos detenernos á notar otras contradicciones en las palabras del general Maroto, muy obvias las pudiéramos presentar no ya entre escritos cuyas fechas distan algunos años respectivamente, sino en las páginas mismas del libro de que se trata. Por ejemplo, sin salir de la introduccion, hallamos que se nos dice en uno de sus párrafos (página 7), que el convenio ha sido un «golpe atrevido, y necesario á la vez para prevenir...... á las armas carlistas su derrota ó un paclo vergonzoso, recibiendo la ley que pluguiera al vencedor:» lo cual equivale á suponer que en agosto de 1839 era tan apurada la situacion de aquel ejército, que no solo no podia abrigar la esperanza del triunfo, sino que era inminente una catástrofe para él fatalísima. ¿Quién, al oir tan triste augurio, se imaginaria que muy poco despues, que puntualmente en el párrafo mismo en que asi se hablaba, se nos habia de asegurar virtualmente todo lo contrario; esto es, que el ejército carlista estaba por el mismo tiempo pujante y en actitud de imponer grandemente á sus enemigos? Hé aquí las palabras á que acabamos de aludir

(págs. 7 y 8): «Sin la posibilidad de un nuevo esfuerzo, sin la de sostener por mucho tiempo el horrible y abrumante peso de la guerra,

el Gobierno de la Reina veia CON SUSTO avanzar, no ya muy lenta, pero sí muy seguramente, las FORMIDABLES huestes de Cabrera, que ocupaba y dominaba cuasi todas las provincias limítrofes à la de Madrid, dificultando ya estremadamente las comunicaciones. A poco, aislado aquel, habria apelado por (para sin duda) su existencia al tratado de la cuádruple alianza: porque el ejército del Norte no podia desmembrarse; y el del Centro, mas valiente que afortunado, NO PODIA IMPEDIR LA CONQUISTA del audaz Tortosino.» ¿Cómo era posible que un enemigo asi asustado, asi combatido en el corazon de su territorio, un enemigo cuya existencia aparece ya como un problema de resolucion difícil, habiendo de apelar, como anunciaba cierto diputado, á la intervencion hasta del demonio, á fin de sostener la guerra, habia de ser capaz de dar la ley á su adversario, amagándole con una derrota definitiva y absoluta? Pero no nos detengamos mas en punto tan evidente: la mera confrontacion de los dos testos transcritos hace palpar desde luego el

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chocante contrasentido que ofrecen. Por lo demas, el último de ellos ofrece campo vastísimo para hacer al general Maroto que habla, cargos los mas terribles é indeclinables. Si tal era la actitud del general Cabrera y tal la vuestra, podiásele argüir, ¿cómo es que habeis precipitado el término de una campaña de que vuestro partido pudo sacar ventajas harto mayores que las que le habeis hecho reportar? ¿Cómo sacrificasteis à vuestro odio hacia el caudillo Tortosino el bien de la causa que seguiais? ¿Cómo es al fin, que no habeis preferido una dimision hecha con formalidad, NO ARTIFICIOSA, à continuar á la cabeza de un ejército que tanto podia prometerse dirijido por otros hombres que no participasen de vuestras prevenciones, de vuestros compromisos........?

Pero otro será el lugar en que podamos entregarnos mas oportunamente á estas reflexiones, formulando los cargos que resultan contra el general Maroto por el contenido de un escrito en que pretende vindicarse, y en que realmente se acusa en mas de una ocasion. A la verdad no han de ser livianos los que en su vista puedan hacerse al antiguo caudillo del ejército vasco-navarro, aparecien

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do como aparece entre sus confesiones la de que, verificados los fusilamientos de Estella, tuvo el pensamiento de PONER Á DON CARLOS EN PODER DE LOS INGLESES.... (*)

Asi que, sin detenernos mas en observaciones de este género, pasaremos á esponer con sencillez y franqueza el objeto de la presente publicacion, y el plan que nos proponemos seguir.

En lo que concierne al primer punto nos bastará esplanar algun tanto lo que ya se ha indicado. Esta obrita es motivada por las equivocaciones, de cierto trascendentales y en muchos puntos irritantes, con que el general Maroto presenta en lo que ha titulado su vindicacion, á los hombres Ꭹ las cosas por lo

que

respecta á la campaña carlista del Nórte; prometiéndonos rechazar con eficacia y fundados siempre en datos positivos, las calumnias en que aquel escrito abunda hácia D. Cárlos y hácia algunos de sus mas distinguidos servidores. Para este fin, para la rectificacion mas cabal de cuantas inexactitudes se han cometido y se cometan por el general Maroto en per

(*) Palabras literales del general Maroto, pág. 143 del escrito que nos ocupa.

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