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En cuanto a las imputaciones que con referencia á estos sucesos se hacen por algunos al infante, de haberse prestado á la usurpacion de la Corona en vida de su hermano, imputaciones inventadas con fines siniestros y que han logrado seducir á muy pocos, podemos responder con dos testos, bastante autorizados el uno y el otro, y el último de ellos irrecusable. El primero aparece en una biografia de D. Cárlos, escrita por persona nada sospechosa de parcialidad hácia la persona y la causa de este príncipe, antes bien opuesta á la una y la otra; en cuya obrita leemos lo siguiente: «D. Cárlos se negó constantemente á tomar ninguna medida interin espirase su hermano... ¿Cuál hubiera sido entonces (en los dias á que nos referimos) la suerte del trono y de la España, si D. Cárlos se hubiera dejado llevar por un momento de un arrebato de ambicion? A la voz suya 200,000 voluntarios hubiesen aclamado su nombre; la mayor parte de las autoridades militares y civiles, de grado ó por fuerza, hubieran alzado en su nombre los pendones; y cuando el monarca hubiera vuelto á la vida, se veria precisado, cual otro Wamba, á ocultar su despecho y llorar sus pasados estravíos en la soledad del claustro (*).»

(*) Personajes célebres del siglo XIX, por uno que no lo es, tom. 6, biografia de D. Carlos de Borbon, pág. 47.

El otro pasaje á que aludimos, es tomado del manifiesto que sobre los acontecimientos de que vamos hablando publicó en Paris, año de 1837, D. Victoriano de Encima y Piedra, nombrado ministro de Hacienda en aquel sitio, como luego se dirá. Hé aqui las palabras de este personaje: «El dia 4 del mismo octubre me trasladé á aquel Sitio para recibir las órdenes de S. M. Mi primera diligencia fue informarme de lo que habia pasado.... Supe desde luego las ocurrencias que dejó referidas: y en cuanto à la opinion de la corte y tropa que la custodiaba, todo lo que puedo decir es que me pareció estar en un campo enemigo.... Sea dicho en obsequio á la verdad, y para justificar nuestra imparcialidad y buena fé, lo que salvó en aquellos momentos la dignidad Real... fué el honor y delicadeza del infante D. Cárlos que, habiendo jurado fidelidad á su hermano durante sus dias, no quiso separarse un ápice de su promesa». No queremos esponernos á desvirtuar estas terminantes espresiones agregándolas comentarios que nunca podrian ser mas insignificativos que ellas, para la vindicacion y aun para el mas cumplido encomio de don Cárlos.

Prosiguiendo ahora la narracion interrumpida, diremos que el primer paso que se dió en virtud de las escitaciones de la infanta Doña Luisa Carlota, fue la destitucion del ministerio; el cual en principios de octubre quedó reemplazado en los

términos siguientes: para la cartera de Estad o se nombró á D. Francisco Cea Bermudez que la habia obtenido en los primeros años de la restauracion de 1823; para la de Gracia y Justicia à D. José Cafranga, secretario con voto de la cámara de Castilla; para la de Guerra al mariscal de campo D. Juan Antonio Monet; para la de Hacienda á D. Victoriano de Encima poco há citado, á la sazon director de la caja de Amortizacion; y para la de Marina al almirante D. Angel Laborde, é interinamente hasta su llegada, á D. Francisco Javier Ulloa.

En este cambio ministerial se notó desde luego que toda la odiosidad respecto del gabinete disuelto, se dirijia únicamente contra dos de sus individuos, Calomarde y el conde de la Alcudia. El último fue desde luego nombrado embajador de Inglaterra; pero renunció en el acto este destino, y se apresuró á pasar á Italia. Calomarde fuesin duda el mas acosado entre todos los ministros que cesaban á la sazon. Creyó prudente huir de la Granja en los primeros instantes; y oculto pasó á Madrid, de donde se encaminó á Valencia; trasladándose de alli á Olba, en cuyo punto poseia una fábrica de papel. El nuevo gobierno no tardó en prevenir su confinamiento á la ciudadela de Menorca; pero noticioso de este acuerdo Calomarde con alguna anticipacion, fugóse hácia la parte de Hijar; y en 12 de noviembre salió, disfrazado de monge bernardo,

con ánimo de pasar á Francia, por el lado de Gabarnia. Hizo sin dificultad este viaje; pues aunque al llegar á la frontera, un sargento de carabineros quiso detenerle porque, al registrar su equipaje, halló una caja de cruces y veneras que le indujeron á graves sospechas, un puñado de oro deslizado oportunamente en las manos del guarda, dejóle libre el paso, consintiéndole respirar á los pocos momentos el aire del país á que se acogia (*).

Los demas vocales del gabinete reemplazado, á saber, el marqués de Zambrano, D. Luis Lopez Ballesteros y el conde de Salazar, quedaron en ejercicio de sus destinos en el Consejo de Estado; y el segundo tuvo ademas, segun noticias, el encar go de entender en la organizacion del nuevo ministerio. Desde luego se envió un correo á Cea Bermudez, ausente en la corte de Londres, para que viniera á encargarse de su importante secretaría lo mas pronto posible; lo cual no tuvo efecto con la premura que se esperaba.

Entretanto Encima y Piedra y Ulloa querian precipitar las cosas en sentido liberal; pero el resto del ministerio no se arrojaba fácilmente à seguirlos en este camino. Sin embargo, el impulso estaba dado, y era dificil poderse contener.

Una real disposicion de 6 de octubre ha

(*) Galería ya citada de españoles célebres, biografia de Calomarde, pág. 50.

bia habilitado á la reina Cristina para el despacho durante la enfermedad de su augusto esposo. La infanta Doña Luisa Carlota y algunos consejeros que rodeaban á la regente ademas de los secretarios de Estado, persuadiéronła de la necesidad que creian existia de dictar ciertas providencias en cuya virtud el partido liberal se decidiese á abrazar francamente la causa de la sucesion directa. Asi despues de haber acordado la apertura de las universidades del reino, cerradas desde el curso de 1830 á 1831 por efecto de la escesiva suspicacia de Calomarde, y de haber espedido un indulto en términos semejantes á los en que van concebidos generalmente los que se decretan segun nuestras leyes en circunstancias plausibles, se publicó en 15 del referido octubre una amplia amnistia en los términos siguientes:

«Nada hay mas propío de un príncipe magnanimo y religioso, amante de sus pueblos y reconocido á los fervorosos votos con que incesantemente imploraban de la misericordia divina su mejoría y restablecimiento, ni cosa alguna mas grata á la sensibilidad del rey, que el olvido de las debilidades de los que, mas por imitacion que por perversidad y protervia, se estraviaron de los caminos de la lealtad, sumision y respeto á que eran obligados, y en que siempre se distinguieron. De este olvido; de la innata bondad con que el rey desea acojer bajo el manto glorioso de su benefi

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