Selections from the prose and poetry of Rubén Darío

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Macmillan, 1928 - 274 páginas
 

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Página 152 - Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque ésa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror. . . y el espanto seguro de estar mañana muerto...
Página 160 - ¡Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas, y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros, al que ama la insignia del suelo materno, al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano, los soles del rojo verano, las nieves y vientos del gélido invierno, la noche, la escarcha y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal, saludan con voces de bronce las trompas de guerra que [tocan la marcha triunfal!...
Página 152 - Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror... Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, ¡y no saber adonde vamos, ni de dónde venimos...!
Página 133 - La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro; está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
Página 133 - ¡Ay! la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el Cielo volar; ir al Sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo, o perderse en el viento sobre el trueno del Mar.
Página 134 - ¡Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—, en caballo con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor, el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor!
Página 133 - La princesa no ríe, la princesa no siente ; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. ¿ Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China, o en el que ha detenido su carroza argentina para ver de sus ojos la dulzura de luz ? O en el rey de las islas de las rosas fragantes, o en el que es soberano de los claros diamantes, o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz...
Página 89 - Y aquel velo era el velo de los sueños, de los dulces sueños, que hacen ver la vida de color de rosa. Y con él envolvió a los cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes. Los cuales cesaron de estar tristes, porque penetró en su pecho la esperanza, y en su cabeza el sol alegre, con el diablillo de la vanidad, que consuela en sus profundas decepciones a los pobres artistas.
Página 134 - Y están tristes las flores por la flor de la corte; los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
Página 134 - ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas; que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

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