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por el protonario D. Miguel Climente de orden del príncipe D. Cárlos y dadas á la estampa en Zaragoza año de 1853 por D. Manuel Lasala, cuyos oficios (que deciamos) son, dejando á un lado los de uso y nombre mas conocidos, los de botilleros mayores y comunes, aguador de la botilleria, panaderos mayores y comunes, escuderos trinchantes, argentarios ó ayudantes de cocina, menucier ó repartidor, escude– ros que traen los manjares, comprador, cazadores ó perreros, sobreacemilero y solacemilero, tañedores, escuderos y ayudantes de camara, guarda de las tiendas, costurera y su ayudante, especiero, barrendero y lavador de la plata, hombres del oficio del alguacil (jusmetidos à él para aprender criminosos), mensageros de vara ó vergueros, escalentador de la cera para los sellos pendientes, selladores de la escribanía, pronovedores, enderezadores de la conciencia, sotaporteros, servidor de la limosna y escribano de racion que era á manera de contador ó tenedor de libros.

Con igual economia hemos obrado al examinar el Indice donde se declaran algunos vocablos aragoneses antiguos, el cual, aunque trabajado por el insigne Blancas, si bien contiene doscientas nueve voces, pero trae muy pocas rigurosamente aragonesas; y aun por eso no hemos incluido de entre ellas sino diez, habiendo despreciado las que nos han parecido castellanas antiguas, que son las mas, y habiendo renunciado no sin pena á algunas otras que no dejan de tener semblante aragonés, como son aconsegüexca alcance, bellos ricos, boticayx bofetada, camisot alba, caxo mejilla, desconexenza ingratitud, esguart cuenta, guarda-corps sayo, las oras entonces, lunense apartense, meyancera mediania, ont por esto, pertesca parta o tome, pertaña toma, rengas rien

das, sines sin, vaxiellos vasos, umple llenó, izca salga.

Esa misma parsimonia, pero mucho mas fundada, nos ha guiado en cuanto a las palabras castellanas que Ducange define en su Glosario (56), apoyado en documentos aragoneses, cuales son, entre otras, acémila, albarda, alodial, arada, armador, azcona, bandosidad, cabezalero, cahiz, corredor, escombrar, espera, fincar, jurista, malatia, maleta, mayoral, mezclarse, parral, pérdila, perdidoso, quilate, quitacion, rastro, realengo, renegado, saca, salva, sesmero, sobreseimiento, soldada, sollo, tapial, taza, timbre, timbre, tornidizo y trepado (57). Y si contra este nuestro sistema de conceder á Castilla cuanto la Academia le atribuye (sea cual fuere el verdadero origen de las voces), damos cabida á las ciento ó algunas mas académicas que Peralta incluye en su Ensayo de un Diccionario aragonés castellano, es, no tanto por ser ellas de mas uso, si ya no de procedencia aragonesa, cuanto por respetar, como base de nuestro Vocabulario, el primer trabajo que se hizo en ese género; mas, asi y todo, las señalamos, para descargo de nuestra responsabilidad

(56) Glossarium media et infimæ latinitatis, por Carlos Dufresne Señor de Ducange, aumentado por los monges de San Benito y por Carpentier religioso de la congregacion de S Mauro.--Nos hemos servido de la edicion de Didot (1840 y siguientes), que es en seis volúmenes y contiene un Prefacio de Ducange, otro de los benedictinos para una nueva edicion, una epistola de Baluzio sobre la vida de Ducange (fue belga, nació en 1610 y murió, de 87 años despues de haber honrado como abogado el foro de Paris), un prefacio de Carpentier, á quien se facilitó en 1738 para la continuacion del Glosario el Tesoro de Cartas, y cerca de diez y seis mil columnas de lectura compacta en que se definen con abundantes autoridades las palabras que se hallan en los documentos de la baja latinidad.

(57) Tampoco no hemos querido traducir, para incorporarlas en nuestro Diccionario, algunas palabras no castellanas y tomadas de documentos aragoneses, como conteribusterius pechero, cubilaris predio rústico, èmbola caballeria de carga, encanum subasta, enfrachescere hacer franco ò libre de pago, flaqueria panaderia, juvenis homo plebeyo y pasante de escribano, testinia armadura para la cabeza.

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literaria, con una letra particular que las distinga, y esto nos permite marcar asimismo las que como aragonesas ó provinciales incluye la Academia y las que se deben esclusivamente á nuestra tal cual diligencia.

Pero no hacemos tanto, antes las excluimos por completo, con muchas de las voces que en sus respectivas obras de historia natural escribieron dos insignes bolanicos, Bernardo Cienfuegos en los primeros años del siglo XVII y D. Ignacio de Asso (zaragozano) en los últimos del XVIII. Este, sobre todo, á quien se deben muy curiosos y eruditos tratados sobre las producciones, las ciencias, las leyes, la economia política y aun la literatura de Aragon, tuvo la advertencia de consignar, lo mismo en su Synopsis surpium indigenarum Aragonia (1779), que en su Introductio ad Oryctographiam et zoologiam Aragonia (1784), las voces puramente aragonesas con que se designaban y todavia se designan en el pais (que recorrió herborizando y estudiando su suelo y los animales que le pueblan) los objetos sometidos á su descripcion. En consecuencia de su plan, calificó unas veces con la palabra vernaculé ó provincial de Aragon, otras con la mas espresiva de nostratibus, las palabras que tenia por esclusivamente aragonesas, distinguiéndolas de todas las restantes con la anteposicion de la palabra hispanis; y por si pudiera dudarse de que designaba con aquellos antepuestos los vocablos aragoneses, él mismo lo declara, ora en el prólogo diciendo Adjunxi enam vernacula provintie nostræ nomina, ora en el Indice que titula Nomina hispánica et vernacula Aragoniæ.

Y decimos todo esto, porque parece despues muy es

traño que persona tan competente en todo aquello que emprendia, calificára de aragonesas palabras que pasan por castellanas, como asnallo, balsamina, cadillo, camomila, cebadilla, ginesta, margarita, regaliz, sosa, luca, anadon, andario, becada, calandria, chorlito, dogo, gavilan, lechuza, pajarel, perdiguero, picaraza, polla de agua, pulgon, saboga, tordo, triguero, verderol y otras. Colocónos esto en la dificil alternativa, ó de aceptar por aragonesas bajo la fé de quien, puesto que filólogo, al cabo no se distinguió como etimologista, palabras que no solo la Academia pero aun los hablistas castellanos han considerado de uso general entre los españoles; ó de desairar, sinó, el voto calificado de un literato dedicado con ardor á las ciencias naturales у соnocedor por sì mismo de los nombres conque la ciencia y el vulgo designan cada cual los objetos de la naturaleza. Pero nuestra imparcial eleccion ha estado en favor del habla comun española, no solo por el mayor crédito que nos merecen las muchas y buenas autoridades que contradicen la absoluta de Asso, sino por otra consideracion que, favorable como lo es á Aragon, no podemos escusarnos de aducirla.

De esas voces, hoy todas castellanas, supuesto el admitirlas como tales la Academia, las hay, como balsamina, cadillo, calandria. cebadilla, chorlito, dogo, gavilan, ginesta, perdiguero, pulgon, regaliz, saboga y sosa, que ya se hallaban incluidas en la edicion principe del Diccionario publicada en 1726 por aquella corporacion literaria, y no se concibe cómo pudo desentenderse de esta autoridad el naturalista de Asso: pero hay otras, y á la fé muy bellas, como andar, asnallo, camomila, margarita, pajel, pıcaraza, polla de agua,

tordo, tuca y verderol, que no tenian cabida en aquella edicion (58), que en Aragon eran ya muy usuales, y que hoy han pasado al fondo comun de la Academia, sin que de nuestra parte quepa contra esto reclamacion alguna, como quiera que todos los idiomas viven de esos cambios mutuos, principalmente cuando la lengua de una nacion prevalece (como su política) sobre los dialectos de las provincias que vienen á constituirla.

Pero hay que considerar como aragonesas algunas palabras que, si bien incluidas como castellanas en el Diccionario general de la lengua, no puede negarse que son de uso constante, popular, y, por decirlo asi, privilegiado en Aragon, mientras lo tienen muy raro 6 ninguno fuera de él, pudiendo asegurarse desde ahora que, pasado algun tiempo, y cuando ya la Academia forme la conviccion en que nosotros nos hallamos, habrá de conservarlas en su Diccionario con el caracter esclusivo de provinciales de Aragon (59). Aqui, en efecto, se dice suplicaciones por barquillos como en el Desden con el desden; no marra por no falla como en las farsas de Lucas Fernandez; aturar, como en Berceo «Abrán con el diablo siempre á aturar,» y como en

(58) Terreros. cuyo diccionario se publicó en 1786, incluyó las palabras andario, cama-mira, margarita, pajarel tordo: la primera de estas voces fue incluida en varias ediciones de la Academia y en el Diccionario de Valbuena, pero dejó de serlo desde 1832.

(59) En la edicion de 1822 la palabra buro no se halla, abadia está como provincial, cocote como aragonesa, apellido y arguellado como castellanas: en la de 1843 y 1852 buro y apellido están como aragonesas, abadia Y cocote como castella nas, alguinio y arguellado de ninguna manera. En la edícion de 1726 hay palabras calificadas como aragonesas, que despues han quedado fuera de las ediciones sucesivas; otras que alli no se hallan, como amanta y amprar y que despues vemos como castellanas; otras, como bécada, que alli se indican como aragonesas y despues han sido naturalizadas en Castilla. En la edicion ùltima (1852) abejera está como castellana: aliron y azarollo no se hallan sino en las últimas ediciones.

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