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resultas los holandeses apretaron á los plenipotenciarios de Francia á que renunciasen á algunas de las condiciones, y estos á su vez ofrecieron depositar en sus manos aquellas plazas á fin de obtener la ratificacion; proposicion que por comprometida y embarazosa ellos no quisieron admitir. Ultimamente, despues de muchas contestaciones, los plenipotenciarios franceses y españoles se convinieron en someterse á la decision arbitral de los estados generales de Holanda respecto á las condiciones que aun se discutian. Merced á la habilidad de aquellos negociadores, y á la flexibilidad calculada de Luis XIV en ceder en los puntos de menor importancia, aparentando dársela grande para ganar en los que realmente la tenian, conviniéronse al fin unos y otros, en la conferencia de 16 de setiembre (1678), en las condiciones definitivas del tratado de paz entre Francia y España.

Treinta y dos artículos componian el conjunto de esta estipulacion; pero su parte fundamental era la que determinaba las cesiones recíprocas de territorios; á saber: el rey de Francia restituia al poder del rey Católico las plazas y fortalezas de Charleroy, Binch, Ath, Oudenarde y Courtray; la ciudad y ducado de Limburg, Gante, Rodenhuys, el país de Weres, Saint-Ghislain, y la plaza de Puigcerdá en Cataluña: el monarca francés conservaba, reconociéndose como perteneciente en adelante á sus dominios, todo el Franco-Condado, con las ciudades y plazas de Valenciennes, Bouchain, Condé, Cambray, Ayre, Saint-Omer, Iprés, Werwick, Warneton, Popesingue, Bailleul y Cassel (1).

El 17 de setiembre los dos intermediarios holandeses, Beverningk y Haren, se hallaban sentados á los dos extremos de una mesa, sobre la cual habia dos ejemplares del tratado, uno en francés, otro en español. Al tiempo convenido entraron simultáneamente por los dos lados opuestos de la sala los tres plenipotenciarios franceses, mariscal de Estrades, conde de Avaux y Colbert, y los tres españoles, marqués de los Balbases, marqués de la Fuente y M. Christin. Avanzaron todos á compás hácia la mesa, se sentaron á un tiempo en sillones iguales, firmaron á un tiempo los dos ejemplares, cambiándolos recíprocamente, y tomándolos despues el holandés Haren, les dijo: De hoy mas los reyes vuestros amos vivirán como hermanos y primos (2). Este célebre tratado fué ratificado por Luis XIV el 3 de octubre, y por Cárlos II de España el 14 de noviembre (1678).

Dilatóse un tiempo la ratificacion de España por consideracion al imperio; pues así como los holandeses habian diferido ratificar su tratado hasta que se concluyera el de España, así la corte de Madrid queria aguardar á que el emperador se adhiriera á la paz. Era ya esto inevitable faltándole la Holanda y la España, y teniendo que atender à la guerra de Hungría. Siguiéronse no obstante por algunos meses negociaciones particulares entre Francia y Austria, cuestionándose sobre algunas condiciones para la paz: pero al fin la corte de Viena siguió el ejemplo de sus aliadas, y lo mismo hicieron despues, con mas o menos dificultades y trabajos, los príncipes y las potencias de segundo órden que habian entrado en la confederacion (3).

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de culpa á la corte de Madrid por la apatía y lentitud en enviar socorros á Flandes y en proveer á nuestros generales de los medios de hacer con ventaja la guerra; efecto de causas anteriores y del desconcierto en que la corte de España se hallaba; ni disculpamos al príncipe de Orange por el empleo muchas veces inoportuno, que hizo de las tropas auxiliares españolas. Luis XIV de Francia, despues de haber sabido vencer, supo tambien negociar. Dice bien un ilustrado historiador francés. Su voluntad fué la base de las negociaciones y la ley de los tratados. Supo separar la Holanda de la España, la España del Imperio, al emperador del Elector de Brandeburg, á este del rey de Dinamarca. «Arbitro victorioso y pacífico de la Europa temerosa y admirada, Luis XIV llegó en Nimega al apogeo de su grandeza.» Y España, añadimos nosotros, puso de manifiesto en Nimega el grado de vergonzosa impotencia y debilidad en que habia caido. Y sin embargo, la paz de Nimega fué celebrada en Madrid con gran júbilo.

CAPITULO VI

Privanza y caida de Valenzuela

DE 1670 Á 1677

Cómo se introdujo en palacio.—Sus relaciones con el P. Nithard.Casa con la camarista querida de la reina.-Servicios que hizo al confesor en sus disidencias con don Juan de Austria.-Conferencias secretas con la reina despues de la salida del inquisidor.—Llámanle el duende de palacio, y por qué.-Progresa en la privanza.-Emulos y enemigos que suscita.-Murmuracion en la corte.-Entretiene Valenzuela al pueblo con diversiones, y ocupa los brazos en obras públicas. -Sátiras sangrientas contra la reina y el privado.-Conspiracion de sus enemigos para traer á la corte á don Juan de Austria.- Entra Cárlos II en su mayor edad.—Viene don Juan de Austria á Madrid, Hácele la reina volverse á Aragon.-Destierros.-Danse á Valenzuela los títulos de marqués de Villasierra, embajador de Venecia y grande de España.-Apogeo de su valimiento.-Confederacion y compromiso de los grandes de España contra la reina y el privado.-Favorece Aragon á don Juan de Austria.-Viene don Juan otra vez á la corte llamado por el rey.-Fúgase Valenzuela.-El rey se escapa de noche de palacio y se va al Buen Retiro. -Ruidosa prision de Valenzuela en el Escorial. Notables circunstancias de este suceso. Decreto exonerándole de todos los honores y cargos.-Va preso á Consuegra y es desterrado á Filipinas.-Desgraciada suerte de su esposa y familia.—— Miserable conducta del rey en este suceso.

¿Qué hacia la corte de España, en tanto que allá en apartadas regiones, con las armas y con la diplomacia, en los campos de batalla y en el fondo de los gabinetes, en las plazas de guerra y en los congresos diplomáticos, se ventilaban las grandes cuestiones europeas y se fallaba sobre la suerte de las naciones? ¿Qué hacia la corte de Madrid, en tanto que en Nimega se acordaba trasladar al dominio del monarca francés las mejores y mas importantes ciudades que España por espacio de siglos habia poseido en los Países Bajos?

En tanto que así se menguaban nuestros dominios y se ponia de manifiesto á los ojos de Europa la impotencia en que Así concluyó la guerra que por tantos años habia afligido á rápidamente íbamos cayendo; en tanto que así se iba desmoEuropa desde las orillas del Báltico á las del Mediterráneo. ronando el edificio antes tan grandioso de esta vasta monarEste resultado, tan glorioso para Luis XIV como alarmante quía, ocupaban á la corte de Madrid miserables intrigas y para las potencias europeas, se debió en gran parte á la con- rivalidades de mando y de empleos, y la residencia de nuesducta vacilante, indecisa y contradictoria del monarca y del tros monarcas era un hervidero de enredos, de murmuraciogobierno inglés, en lo cual estamos conformes con el juiciones y de chismes, que dan una triste y lastimosa idea, así del de un historiador de aquella nacion. Pero tampoco eximimos

(1) Dumont, Corps Diplomat.-Actas y memorias de la paz de Nimega, t. II. (2) Relacion de lo que pasó al firmarse el tratado de paz entre Francia y España, etc.: en las Actas de la paz de Nimega.

(3) La historia de este célebre tratado se halla minuciosamente referida en la obra titulada: Actes et memoires de la paix de Nimegue, 3 volúmenes: y la numerosísima correspondencia diplomática que la precedió y acompañó entre los soberanos y príncipes, y los embajadores y plenipotenciarios de todas las potencias interesadas en este gran negocio, ha sido hábilmente recopilada por el sabio Mignet en el tomo IV de las negociaciones relativas á la sucesion de España.-Coleccion de documentos inéditos para la Historia de Francia, hecha de órden del rey.

TOMO III

gobierno de aquella época, como de la poca esperanza que se veia de encontrar remedio para aquella situacion deplorable. Cuando con la salida y alejamiento del P. Everardo Nithard, y con la ida de don Juan de Austria á Aragon como virey y vicario general de todos los reinos dependientes de aquella corona, habia algun motivo para creer que por una parte el hermano bastardo del rey, si no satisfecho, al menos resignado con su honorífico cargo, daria tregua á su ambicion y dejaria tranquila la corte, y que por otra parte la reina doña Mariana, aleccionada con el suceso de su confesor, renunciaria á las influencias de aborrecibles favoritos, vióse con pena que ni el príncipe virey desistia de sus ambiciosos proyectos, ni la reina regente habia aprendido lo bastante

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para no volver á hacerse odiosa al pueblo entregándose á validos, nunca tolerados en paciencia por los altivos castellanos.

todo lo que se hablaba y acontecia en la corte, de los desig nios de don Juan de Austria y de los de su partido, y como exteriormente no se viera que hablaba con nadie desde la salida del P. Nithard, dió en decirse que habia algun duende en palacio que la informaba de todo. Cuando se supo que el duende de palacio era don Fernando Valenzuela (que no

Observóse por el contrario, que en lugar del religioso aleman que so pretexto de ser el director de su conciencia habia dirigido á su arbitrio los negocios públicos, obtenia su confianza y le habia reemplazado en el favor un jóven de agra-pudo escaparse mucho tiempo á la diligencia de tantos ojos), ciada figura, de amena y agradable conversacion, no des provisto de talento, hábil para insinuarse, aficionado á las letras, y en especial á la poesía tierna y amorosa, en que hacia no despreciables composiciones, y aun autor de algu nas obras dramáticas; cualidades muy estimadas todavía en aquel tiempo. Algunas comedias suyas se habian representado en palacio á presencia y con agrado de la reina y de sus damas.

Era este jóven don Fernando de Valenzuela, natural de Ronda, hijo de padres hidalgos, aunque pobres. Habia venido á la corte á buscar fortuna, y afortunado se creyó entonces con entrar al servicio del duque del Infantado, que le llevó consigo á Roma, donde iba de embajador; y á su regreso, en premio de algunos servicios que allí le hizo, le dió el hábito de Santiago. Mas como muriese á poco tiempo su protector, y se hallase otra vez el Valenzuela desvalido y pobre, discurrió que para poder vivir en la corte necesitaba arrimarse á alguno de los que tenian manejo en el gobierno y en palacio. Y sabiendo que el confesor de la reina, el P. Nithard, de continuo amenazado por don Juan de Austria, necesitaba de la ayuda de hombres resueltos para seguridad de su persona, ofrecióle sus servicios con resolucion, al mismo tiempo que con rendimiento. Los aceptó con gusto el inquisidor, y como experimentase que era hombre de valor, de reserva, y de cierta capacidad, fuéle entregando su confianza hasta fiarle los secretos de gobierno. Erale conveniente introducirle en palacio para que le sirviera como de espía y mensajero de lo que allí pasaba; de cuya proporcion se aprovechó hábilmente el Valenzuela para dirigir sus obsequios y galanteos á la camarista mas favorecida de la reina, llamada doña María Eugenia de Uceda. Gustó tanto la camarista de las gracias de don Fernando, que consintió en darle su mano, con aprobacion y beneplácito de la reina, la cual para favorecer el matrimonio agració á Valenzuela con una plaza de caballerizo, y en muchas ocasiones siguió dándole muestras de su liberalidad (1).

Cuando ocurrieron las graves disidencias entre la reina y don Juan de Austria, y entre este y el confesor Nithard, Valenzuela se condujo como agradecido con la regente y el privado, les hizo importantes servicios, y dió pruebas de celo y de aptitud que le acreditaron mas y mas con ellos. Y cuando el P. Nithard fué obligado á salir de España y don Juan de Austria se retiró á Aragon (1669), quedó Valenzuela de confidente de la reina, y era el conducto por el que se comunicaba secretamente con el desterrado jesuita. Parecióle tambien á la reina el nuevo confidente á propósito para informarla de todo lo que pasaba en la corte y de lo que contra ella se murmuraba, así como para aconsejarla en sus resoluciones. Doña María Eugenia su esposa, á quien la reina comunicó este pensamiento, le acogió muy gustosa, calculando que era un camino que se abria para adelantar en su fortuna, y era la que introducia á don Fernando á altas horas de la noche en la cámara de la reina. Cuéntase que desde la primera conferencia, bien que tenida delante de su mujer, quedó establecida la mayor intimidad entre la reina y don Fernando: repetíanse estas entrevistas todas ó las mas de las noches: y como de sus resultas se observase que la reina se mostraba enterada de

(1) En un manuscrito de aquel tiempo, titulado: Epitome histórico de los sucesos de España, dentro y fuera de la corte, desde la muerte de Felipe IV hasta la de don Juan de Austria, se refiere que recien casado Valenzuela, retirándose una noche á su casa, en la calle de Legauitos, le dispararon un carabinazo y le estropearon un brazo. Hubo quien dijera haber sido de órden del duque de Montalto, pero no pudo averiguarse la verdad. De sus resultas estuvo muchos dias en cama, y durante la curacion fué muchas veces socorrido de la reina con dinero, por intercesion de su mujer. -MS. de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, c. III.

produjo el descubrimiento escándalo general, desatáronse todas las lenguas, y no faltaron gentes que dieran á las rela ciones de privanza entre la reina y Valenzuela un carácter y una significacion que la malicia propende siempre á suponer, y que no se ha averiguado que tuviesen (2).

Al paso que fué haciéndose público el valimiento de Valenzuela, y su influencia en las cosas de gobierno y en la provision de los cargos, honores y mercedes, crecia el desabrimiento de los ministros y miembros de las juntas y consejos que veian disminuida y vilipendiada su autoridad y menguado su prestigio; pero los pretendientes y aduladores cortesanos no dejaban de agruparse en derredor del nuevo privado, que no hay ídolo á quien no inciense la ambicion cuando de ello se promete alcanzar medros. La reina habia hecho ya á su favorito introductor, ó conductor, como entonces se decia, de embajadores, y poco despues le nombró su primer caballerizo, sin esperar la consulta ó propuesta que solia hacer el caballerizo mayor, que lo era á la sazon el marqués de Castel-Rodrigo (3). Resintióse este del desaire, y repugnaba dar posesion al agraciado, fundándose principalmente en la poca calidad del sujeto, cuya dificultad venció la reina confiriendo á Valenzuela el título de marqués de San Bartolomé de Pinares. El modo que la reina tuvo de acallar las murmuraciones que esta elevacion suscitaba, fué consumar su obra haciendo á Valenzuela su primer ministro.

En los salones y en las plazas se hablaba ya con toda liber tad y descaro de la súbita y escandalosa elevacion del favorito, mostrándose la reina sorda al universal clamor, atribuyéndolo todo á efectos de la envidia. Valenzuela procuraba ganar amigos que le ayudaran á sostenerse en el valimiento, distribuyendo los empleos, honores, dignidades, tesoros y mercedes de que era árbitro absoluto: pero sucedia lo que era fácil calcular, que si cada merced le proporcionaba un amigo, que era el agraciado, todos los demás quedaban descontentos y enojados, y se convertian en enemigos, y cuanto mas prodigaba las gracias, mas se multiplicaban las quejas. Para captarse la aficion del pueblo procuraba que la corte estuviera surtida en abundancia de todo lo necesario para el sustento y la comodidad de la vida: cuidaba de entretenerle y divertirle con corridas de toros, comedias y otros espectáculos, de modo que Madrid era una continua fiesta: tampoco descuidaba el dar ocupacion á los ociosos y necesitados, emprendiendo obras públicas de ornato y utilidad, entre las cuales se cuentan la reedificacion de la plaza Mayor de Madrid en la parte destruida por el último incendio, y en especial la casa llamada de la Panadería; el puente de Toledo sobre el Manzanares: el frontispicio de la plazuela de palacio y la torre del cuarto de la reina. Al propio tiempo entretenia al rey, que comenzaba á manifestar aficion al ejercicio de la caza; y cuéntase que en una montería que se dispuso en el Escorial, el rey en su inexperiencia al tirar á un ciervo, hirió en el muslo á Valenzuela, accidente que dicen produjo á la reina un desmayo. Para que el pueblo le estuviera mas agradecido, solia darle entrada gratuita en los espectáculos, especialmente en el teatro cuando se representaba alguna comedia suya.

A pesar de estos artificios, que prueban que por lo menos no carecia de algun talento el privado, no cesaban de difundirse y circular por la corte las sátiras y las burlas, ya sobre sus intimidades con la madre del rey, ya sobre el tráfico que era pública voz se hacia con las dignidades y empleos. Algu

(2) Memorias históricas de la monarquía de España: Anon. inserto en el tomo XIV del Semanario erudito de Valladares.- Epítome históri co de los sucesos de España dentro y fuera de la corte, etc. MS. de la

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(3) Al decir del autor del MS. anónimo titulado Epítome de los sucesos, se dió entonces el título de conductor de embajadores, que Valenzuela tenia, á don Pedro de Rivera.

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